¿Somos lo que pensamos?
¿Somos lo que pensamos?
Somos lo que pensamos, el pensamiento crea el yo soy, crea a <elyo>, una entidad que se supone separada. Pero sin pensamiento el pensador no existe. Entonces a la pregunta ¿qué es primero, si el pensador o el pensamiento? la respuesta es “el pensamiento”. Viendo la impermanencia de si mismo, con su incertidumbre e inseguridad, el pensamiento crea al pensador como lo permanente, lo duradero; y el pensador se convierte entonces en el experimentador, en el OBSERVADOR, el que analiza; separado de lo transitorio y separado de lo observado. Allí aparece la “División” entre el observador y lo observado y “donde hay división, hay conflicto”. Este observador, experimentador, creado por el pensamiento es lo que hemos llamado <elyo>. Todos anhelamos alguna especie de permanencia, y viendo a nuestro alrededor la impermanencia, el pensamiento crea al pensador, el que se supone que es permanente. El pensador entonces procede a edificar otros y más elevados estados de permanencia y seguridad: el alma, el atman, EL YO superior, y así sucesivamente. El pensamiento es la base de todos estos cuartos, la base de todo este edificio.
Entonces a la primera pregunta ¿quién es el que observa? Podemos responder que es <elyo>, el experimentador, el observador.
Pero sólo la mente en calma es sensible, sólo la mente libre es sensible; una mente libre de <elyo>, libre del pensamiento. Buscamos un estado de atención libre del pensamiento, libre de sus juicios y condicionamientos. Al observar, al estar atento, no se puede entender o comprender algo si existe el intérprete, el traductor que niega o acepta. Un estado de atención donde se logre un insight, donde se logre comprender lo “que es”, donde logremos descubrir. Y por supuesto, actuar de acuerdo con esa comprensión, en una acción donde no hay elección, una acción correcta que no tiene opciones.
Pero hablando de este estado de insight (comprensión, descubrimiento) todavía nos preguntamos ¿quién es el que comprende? ¿Cuál es la entidad que dice “comprendo”? Deseamos algún estado de permanencia y el deseo es el principio de la identificación, lo “mío” y lo “no mío”. En tanto exista el experimentador almacenando y recordando la experiencia, la verdad no existirá. La verdad no es algo para almacenarse, registrarse y luego exhibirse. Esta verdad no puede ser explicada en palabras. Es el deseo de llegar a ser, de ser más o de ser menos, el que ayuda/contribuye a la división entre el experimentador y la experiencia, entre el que comprende y lo que es comprendido.
¿Cómo puede haber una fusión entre el observador y lo observado? No puede existir esta fusión mediante la acción de la voluntad, ni por la disciplina, ni por ninguna forma de esfuerzo, control o concentración, ni por ningún otro medio. El uso de un medio implica un agente que está actuando. Mientras haya un actor (una entidad que comprende), habrá división. La fusión solo ocurre cuando la mente está en completa calma, sin tratar de estar en calma. Existe esta calma, no cuando el pensador termina, sino sólo cuando el pensamiento mismo ha desaparecido. La verdad viene/aparece en momentos en que no la estamos esperando.
Entonces a la segunda pregunta ¿quién es el que comprende? Podemos responder que no hay, que no puede haber una entidad que diga comprendo. Si existiera esta entidad que dice “comprendo” en realidad no está comprendiendo.
Si no existe esta entidad, si no tengo una imagen de mí mismo …. Entonces NO SOY NADA …. ¿Verdad?
¿somos algo en sí mismos? Despojémonos de nuestro nombre, de nuestra familia, de nuestra nacionalidad, de nuestros títulos, de nuestro dinero, de nuestra posición, de nuestras capacidades, de nuestros conocimientos y ¿qué somos? ¿Será que podemos ser como nada? Tenemos una imagen de lo que significa SER NADA y esa imagen no nos gusta, pero sino tenemos ninguna imagen, el hecho real de no ser nada, tal vez sea muy distinto. En realidad es muy diferente, es un estado que no puede comprenderse en términos de ser algo o no ser nada. Nos queda muy difícil entender SER COMO NADA. Cuando no existe una imagen de uno mismo, todo es muy diferente. Sin embargo, para no tener una imagen de uno mismo se necesita enorme atención, tremenda seriedad. Tan sólo aquellos que están atentos y son serios viven intensamente, no aquellos que tienen imágenes de sí mismos.
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