El trabajo de Moody se remonta a sus años de estudiante
universitario, cuando un profesor suyo le relató una
experiencia cercana a la muerte que había tenido,
narración por la que Moody sintió una gran capacidad de
comprensión, a pesar de no haberla experimentado él
mismo. Al cabo de un tiempo, conoció otras personas que
habían pasado por experiencias similares, y decidió
emprender un estudio sistemático para recopilar las
narraciones de estos testimonios y encontrar una base
subyacente en todos ellas. Estas experiencias, relatadas
por personas personas que habían sobrevivido a una
muerte clínica, tuvieron un gran impacto en la sociedad
occidental, dado que el tema del tránsito se había
convertido en un tabú, a la vez que numerosas personas
que habían atravesado una experiencia similar pudieron
compartirla, y al mismo tiempo conocer que no eran los
únicos que habían experimentado esta fenomenología.
Las casualidades hicieron que los primeros trabajos
de Moody coincidieran con las primeras apariciones
públicas de otra persona que dedicaría su vida al
estudio del fenómeno de la muerte en occidente: nos
referimos a la incombustible Elisabeth Kübler-Ross, una
médico suiza que alcanzaría fama y renombre
internacional por la honestidad y pasión que dedico a
este campo de estudio que se ha dado en llamar
tanatología. Moody, además de seguir estudiando las
experiencias cercanas a la muerte, se abrió a la
exploración experiencial de temáticas afines, como las
sesiones de regresión a 'vidas pasadas', sobre las que
publicó numerosos libros, además de dar conferencias y
abrir un centro en el que impartía talleres sobre el
tema.
Lejos de convertirse en una especie de teólogo que
trazara conclusiones tajantes a partir de los estudios
llevados a cabo, Moody siempre reclamó que su papel era
el de una persona que estudiaba de forma honesta estos
hechos sorprendentes que acontecen alrededor de la
muerte, o en sesiones terapéuticas de regresión.