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VIDA DESPUÉS DE LA VIDA

Capitulo 3

Paralelos

RAYMOND A. MOODY, JR

 

3. Paralelos

LOS acontecimientos producidos en los diversos estadios de la experiencia de la muerte son, como mínimo, inusuales. Por ello, mi sorpresa ha ido en aumento cuando con los años he ido encontrando una serie de paralelos. Éstos se hallan en antiguos y muy esotéricos escritos de la literatura de muy diversas civilizaciones, culturas y áreas.

 
   

3.1.   La Biblia

En nuestra sociedad, la Biblia es el libro más leído y comentado de cuantos tratan de materias relativas a la naturaleza del aspecto espiritual del hombre y de la vida posterior a la muerte.

Sin embargo, en general, la Biblia tiene muy poco que decir con respecto a los hechos que se producen después de la muerte y sobre la naturaleza precisa del mundo posterior a ella. Esto es especialmente cierto por lo que se refiere al Antiguo Testamento. Según los expertos bíblicos, sólo dos pasajes del Antiguo Testamento hablan inequívocamente de la vida posterior a la muerte:

 

Isaías 26, 19: «Revivirán los muertos; junto con los cadáveres se levantarán. Despertarán y cantarán los que vivieron en el polvo... y la tierra arrojará a los muertos». 1

1 Todas las citas de la Biblia están tomadas de la versión inglesa del rey Jaime.

Daniel 12, 2: «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, algunos para la vida eterna, algunos para la vergüenza y el desprecio eternos.»

Obsérvese que en ambos pasajes se sugiere la resurrección del cuerpo físico, y que el estado de muerte física es comparado al sueño.

Es evidente, a partir del capítulo precedente, que algunas personas han sacado conceptos específicos de la Biblia cuando han tratado de elucidar o de explicarme lo que les ocurrió. Por ejemplo, se recordará que un hombre identificó la oscura envoltura por la que pasó en el momento de la muerte con el bíblico «valle de la sombra de la muerte». Dos personas mencionaron las palabras de Jesús: «Yo soy la luz del mundo.» Al menos en parte, identificaron a la luz con Cristo sobre la base de esa frase. Uno de ellos me dijo: «Nunca vi a una persona en esa luz, pero para mí era Cristo... La conciencia, la unidad con todas las cosas, el amor perfecto. Creo que Jesús se refería a eso cuando dijo que era la luz del mundo.»

En mi propia lectura he encontrado algunos paralelos que ninguno de los entrevistados había mencionado. El más interesante se encuentra en los escritos del apóstol San Pablo. Era un perseguidor del cristianismo hasta su famosa visión y conversión en el camino de Damasco.

Hechos 26, 13-26: «Al mediodía, ¡oh rey!, vi en el camino una luz venida del cielo, más brillante que el sol, que me rodeó a mí y a quienes viajaban conmigo. Cuando hubimos caído todos a tierra, escuché una voz que me hablaba y me decías en lengua hebrea: "Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? Te es duro dar coces contra los aguijones."

»Yo le dije: "¿Quién eres tú, Señor?" Él respondió: "Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate y ponte de pie, pues me he aparecido a ti para que seas mí servidor y testigo de las cosas que has visto y de las que te mostraré..."

»Así pues, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial... Mientras decía esto, Festo gritó: "¡Pablo, estás loco, tanto aprender te ha afectado a la mente!"

«Yo le respondí: "No estoy loco, noble Festo; hablo de cosas verdaderas y sensatas".»

Este episodio tiene alguna semejanza con el encuentro con el ser luminoso en las experiencias cercanas a la muerte. Ante todo, el ser está dotado de personalidad, aunque no se vea forma física, y de él emana una «voz» que hace preguntas y da instrucciones. Cuando San Pablo trata de contárselo a los otros, se burlan de él y lo consideran loco. Sin embargo, la visión cambió el curso de su vida. Desde entonces se convirtió en el primer promotor del cristianismo, como forma de vida que implicaba el amor a los otros.

También hay diferencias, por supuesto. San Pablo no estuvo cerca de la muerte durante su visión. También habla de que fue cegado por la luz y perdió la vista durante tres días, lo que se opone a los informes que dicen que, a pesar de que tenía un brillo indescriptible, ni los cegó ni les impidió ver las cosas que les rodeaban.

En sus discusiones sobre la naturaleza de la vida del más allá, San Pablo dice que algunos ponen en duda el concepto cristiano de otra vida al preguntar por el tipo de cuerpo que tendrá el muerto:

Corintios 15, 35-52: «Alguno dirá: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo? Loco..., lo que tú siembras no es el cuerpo que brotará, sino un simple grano...; pero Dios le da el cuerpo que le place, y a cada semilla su propio cuerpo... Hay cuerpos celestiales y cuerpos terrestres: una es la gloria del celestial y otra la del terrestre... Así es también la resurrección del muerto. Se ha sembrado en corrupción y resucita en incorrupción. Se ha sembrado en deshonor, resucita en gloria. Se ha sembrado en debilidad, resucita en poder.

Se ha sembrado en un cuerpo natural, resucita en un cuerpo espiritual... Fijaos, os muestro un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados. En un momento, en el pestañear de un ojo, con la última trompeta, pues la trompeta sonará, todos los muertos resucitarán incorruptibles.»

Es interesante que el breve esbozo que hace San Pablo de la naturaleza del «cuerpo espiritual» se corresponda tan bien con los relatos de quienes se han encontrado fuera de sus cuerpos. En todos los casos, la inmaterialidad del cuerpo espiritual -su falta de sustancia física- se ha puesto de relieve. San Pablo dice, por ejemplo, que mientras el cuerpo físico es débil y feo, el espiritual será fuerte y hermoso.

Esto me recuerda el relato de una experiencia cercana a la muerte en la que el cuerpo espiritual estaba completo mientras que el físico podía verse mutilado; así como otro en que el cuerpo espiritual no parecía tener una edad particular; es decir, no estaba limitado por el tiempo.

3.2.   Platón

El filósofo Platón, uno de los mayores pensadores de todas las épocas, vivió en Atenas del 428 al 348 a. de J. C. Nos legó un cuerpo de pensamiento en la forma de veintidós diálogos filosóficos, la mayor parte de los cuales incluyen a Sócrates, su maestro, como interlocutor, y a un pequeño número de letrados.

Platón creía en la utilidad de la razón, la lógica y la argumentación para alcanzar la verdad y la sabiduría, pero sólo hasta cierto punto, pues también era un gran visionario que sugería que la verdad última sólo podía llegar con una experiencia casi mística de iluminación e intuición. Aceptaba que había planos y dimensiones de la realidad distintos al mundo sensible y físico, y creía que la esfera física sólo podía entenderse por referencia a los planos «superiores» de la realidad. En consecuencia, estaba interesado principalmente en el componente incorpóreo y consciente del hombre, el alma, y consideraba el cuerpo físico como su vehículo temporal. No es sorprendente, por tanto, que se sintiese atraído por el destino del alma tras la muerte física, y que varios diálogos -especialmente Fedón, Gorgias y La República- traten en parte de ese tema.

Los escritos de Platón están plagados de descripciones de la muerte que son semejantes a las que discutimos en el capitulo previo. Por ejemplo, Platón define la muerte como la separación de la parte incorpórea de una persona viva, el alma, de la parte física, el cuerpo. Es más, la parte incorpórea está sometida a menos limitaciones que la física. Por tanto, Platón señala que el tiempo no es un elemento de la esfera que existe más allá del mundo sensible y físico. Las otras esferas son eternas y, según la notable frase de Platón, lo que llamamos tiempo no es sino «el reflejo móvil e irreal de la eternidad».

Platón habla en varios pasajes de que el alma separada de su cuerpo puede encontrarse y conversar con los espíritus de otros y ser guiada en la transición de la vida física a la otra esfera por espíritus guardianes. Menciona que en el momento de la muerte puede encontrarse una barca que lleve a través de una masa de agua a la «otra orilla» de la existencia. En Fedón, el empuje y composición dramática de los argumentos y palabras utilizadas vienen a señalar que el cuerpo es la prisión del alma y que, en consecuencia, la muerte es como un escape o liberación de esa prisión.

Aunque, como vimos en el capítulo primero, Platón articula -a través de Sócrates- la antigua visión de la muerte como sueño y olvido, lo hace sólo para desaprobarla y darle un giro de 180 grados. Según Platón, el alma viene al cuerpo físico desde una esfera del ser superior y más divina. Para él, es el nacimiento lo que constituye el sueño y el olvido, pues el alma, al nacer en un cuerpo, pasa de un estado de gran conciencia a otro mucho menos consciente y olvida las verdades que sabía en su estado anterior externo a un cuerpo.

Por tanto, la muerte es despertar y recuerdo. Pone de manifiesto que el alma que ha sido separada del cuerpo en la muerte puede razonar y pensar con mayor claridad que antes y puede reconocer las cosas en su verdadera naturaleza. Nada más morir se enfrenta a un «juicio» en el que un ser divino muestra ante el alma todas las cosas -las buenas y las malas- que ha hecho en su vida.

En el libro décimo de La República encontramos la similitud más notable. Platón cuenta el mito de Er, un soldado griego. Er fue a una batalla en la que murieron muchos griegos, y cuando sus compatriotas recogieron los cadáveres de la misma, su cuerpo estaba entre ellos. Yacía sobre una pira funeraria junto con otros para ser quemado. Al cabo de un tiempo, su cuerpo revivió y Er describe lo que vio en el viaje a las esferas del más allá. En primer lugar, su alma salió del cuerpo, se unió a un grupo de otros espíritus y todos juntos marcharon a un lugar en el que había «aberturas» o «pasadizos» que conducían de la tierra a las esferas del más allá. Aquí las otras almas eran detenidas y juzgadas por seres divinos que podían ver enseguida todas las cosas que el alma había hecho en su vida terrena.

Sin embargo, Er no fue juzgado. Los seres le dijeron que debía regresar para informar a los hombres del mundo físico acerca de cómo era el otro mundo. Tras tener otras visiones, Er fue devuelto, pero dijo que no sabía cómo había regresado al cuerpo físico. Despertó y se encontró sobre la pira funeraria.

Es importante tener bien presente que el mismo Platón nos advierte que su descripción de los detalles precisos del mundo en el que entrará el alma tras la muerte son sólo «probabilidades, en el mejor de los casos». Si bien no duda de la supervivencia de la muerte física, insiste en que al intentar explicar la vida del más allá desde nuestra vida física actual nos enfrentamos con dos grandes desventajas. Ante todo, nuestras almas se encuentran aprisionadas en los cuerpos físicos y estamos, pues, limitados por los sentidos físicos en lo que se refiere a experimentar y aprender.

La visión, el oído, el tacto, el gusto y el olor, cada uno en su forma, pueden confundirnos. Para nuestros ojos, un objeto enorme es pequeño si está distante, podemos oír mal lo que alguien nos dice, etc. De todo esto puede resultar que tengamos falsas opiniones o impresiones de la naturaleza de las cosas. Nuestras almas no pueden ver la realidad en sí mismas hasta que se hayan liberado de las distracciones e imprecisiones de los sentidos físicos.

En segundo lugar, Platón dice que el lenguaje humano es inadecuado para expresar directamente las realidades últimas. Las palabras ocultan, más que revelan, la naturaleza interna de las cosas. En consecuencia, las palabras humanas no podrán hacer otra cosa que indicar -mediante la analogía, el mito y en otras formas indirectas- el carácter verdadero de lo que está más allá de la esfera física.

3.3.   El Libro tibetano de los muertos

Este notable libro es una compilación de las enseñanzas de los sabios de muchos siglos del Tíbet prehistórico que pasó de una a otra de las primeras generaciones por tradición oral. Fue escrito finalmente en el siglo VIII a. de J. C., pero incluso entonces fue escondido para mantener el secreto ante los extraños.

Este libro inusual ha tomado la forma que le prestaron sus diversos e interrelacionados usos. Los sabios que lo escribieron veían la muerte como una habilidad: algo que puede hacerse con arte o de manera inconveniente, según que se tuvieran o no los conocimientos requeridos para hacerlo correctamente. Por tanto, el libro era leído como parte del rito funerario o ante la persona que estaba muriendo cuando le llegaban sus últimos momentos. Se pensaba que servía así para dos funciones. En primer lugar, para ayudar a la persona que estaba muriendo a recordar cada uno de los maravillosos fenómenos conforme los iba experimentando. En segundo lugar, para ayudar a los que seguían viviendo a tener pensamientos positivos y a no mantener al muerto con su amor y preocupación emocional, de forma que pudiera entrar en los planos posteriores a la muerte con una estructura mental adecuada y liberado de todas las preocupaciones corporales.

Para conseguir esos fines, el libro contiene una detallada explicación de los diferentes estadios que atraviesa el alma tras la muerte física. La correspondencia entre su relato de los primeros estadios de la muerte y la descripción que me han hecho los que se han encontrado cerca de ella es fantástica.

Ante todo, en el Libro tibetano, la mente o alma de la persona muerta abandona el cuerpo. Poco tiempo después, el alma se «desvanece» y se encuentra en un vacío; no en un vacío físico, sino uno sometido a sus propios límites y en el que existe la conciencia. Puede oír ruidos y sonidos alarmantes, descritos como rugido, estruendo y ruidos silbantes, como los del viento, y generalmente el muerto ve que él y lo que le rodea está envuelto en una luz neblinosa y gris.

Se sorprende de verse a sí mismo fuera del cuerpo físico. Ve y oye a sus parientes y amigos lamentándose sobre su cuerpo y preparando el funeral, y cuando intenta comunicar con ellos, ni lo escuchan ni lo ven. Todavía no ha comprendido que está muerto y se encuentra confuso. Se pregunta a sí mismo si está muerto o no, y cuando comprende finalmente que sí lo está, no sabe adónde irá o lo que hará. Se siente pesaroso y deprimido en su estado. Durante un tiempo permanece cerca de los lugares que le han sido familiares durante su vida física.

Observa que todavía está en un cuerpo -llamado el cuerpo «brillante»-, que no parece estar compuesto de sustancia material. Puede atravesar las piedras, paredes y montañas sin encontrar resistencia. El viaje es casi instantáneo. Cuando desea ir a algún sitio, llega en un momento. Su pensamiento y percepción están menos limitados; su mente es muy lúcida y sus sentidos parecen más perfectos y cercanos a la naturaleza divina.

Si en la vida física ha sido ciego, o mudo, o lisiado, se sorprende de que en su cuerpo «brillante.» tiene todos los sentidos, y que todas las facultades de su cuerpo físico se han restaurado e intensificado. Puede encontrarse con otros seres con el mismo tipo de cuerpo y con uno de luz pura y transparente. Los tibetanos aconsejan al muerto que se aproxima a esa luz que trate de tener sólo amor y compasión hacia los otros.

El libro también describe los sentimientos de inmensa paz que el muerto experimenta, así como una especie de «espejo en el que se refleja toda su vida, los actos buenos y malos, para que él y los seres que lo juzgan puedan verlos. En esta situación no cabe la mala interpretación, y la mentira sobre la propia vida es imposible.

En resumen, aunque el Libro tibetano de los muertos incluye estadios más largos que ninguno de mis entrevistados han recorrido, es obvia la similitud entre lo que se relata en este antiguo manuscrito y lo que me han contado americanos del siglo veinte.

3.4.   Emanuel Swedenborg

Swedenborg, que vivió entre 1688 y 1772, nació en Estocolmo. Era famoso en su época e hizo contribuciones respetables en varios campos de las ciencias naturales. Sus escritos, orientados en un principio hacia la anatomía, fisiología y psicología, le ganaron un gran reconocimiento. Sin embargo, en un periodo más tardío de su vida sufrió una crisis religiosa y comenzó a hablar de experiencias según las cuales pretendía haber estado en comunicación con entidades espirituales del más allá.

Sus obras posteriores tienen muchas descripciones de cómo es la vida que hay más allá de la muerte. De nuevo es sorprendente la correlación entre lo que él escribe de algunas de sus experiencias espirituales y lo que cuentan los que han tenido experiencias cercanas a la muerte. Por ejemplo, describe cómo, cuando han cesado las funciones corporales de respiración y circulación,

el hombre todavía no ha muerto, sino que está separado de la parte corpórea que utilizó en el mundo... El hombre, cuando muere, sólo pasa de un mundo a otro.1

1 Todas las citas de Swedenborg están tomadas del Compendium of the Theological and Spiritual Writings of Emanuel Swedenborg (Boston: Crosby and Nichols, 1853), págs. 160-197.

Afirma que él mismo ha pasado por las primeras etapas de la muerte y ha tenido experiencias fuera de su cuerpo.

Pasé por un estado de insensibilidad de los sentidos corporales, casi por el estado de la muerte; la vida de pensamiento interior seguía entera, por lo que percibí y retuve en la memoria las cosas que ocurrieron y lo que les ocurre a los que han resucitado... Especialmente se percibe... que hay una absorción..., un tirón de... de la mente, es decir, del espíritu, hacia fuera del cuerpo.

Durante la experiencia se encuentra con seres a los que identifica con «ángeles». Éstos le preguntan si está preparado para morir.

Aquellos ángeles me preguntaron primero cuál era mi pensamiento, si era como el de los que mueren, que generalmente se preguntan sobre la vida eterna; me dijeron que deseaban mantener mi mente en ese pensamiento.

La comunicación que tiene lugar entre Swedenborg y los espíritus no es de tipo terrestre y humano. Es casi una transferencia directa de pensamientos. No hay posibilidad de mala comprensión.

Los espíritus conversan entre sí mediante un lenguaje universal... Todo hombre, nada más morir, conoce ese lenguaje..., que es propio a su espíritu...

Lo que le dice un ángel o un espíritu a un hombre se oye igual que lo que le dice un hombre a otro hombre. Pero no es oído por los otros que están allí, sino por él sólo; la razón es que lo que dice el ángel o el espíritu fluye primero al pensamiento de hombre...

La persona recién fallecida no comprende que está muerta, pues sigue en un «cuerpo» que se asemeja al cuerpo físico en varios aspectos.

El primer estado del hombre tras la muerte es similar a su estado en el mundo, pues externamente es de la misma manera... Por tanto, no sabe otra cosa que el hecho de que sigue en el mundo... Una vez que se han maravillado de que están en un cuerpo y de que siguen en el mundo... desean saber lo que es el cielo y el infierno.

El estado espiritual es menos limitado. La percepción, el pensamiento y la memoria son más perfectos, y el tiempo y el espacio ya no constituyen obstáculos, como en la vida física.

Todas las facultades de los espíritus... se dan en un estado más perfecto, así como las sensaciones, pensamientos y percepciones 

El muerto puede encontrarse con otros espíritus, a los que conoció en vida. Están allí para ayudarle a pasar al más allá.

El espíritu de un hombre recién salido del mundo es... reconocido por sus amigos y por aquellos a quienes había conocido en el mundo..., que lo instruyen de lo concerniente al estado de vida eterna...

Puede ver su vida pasada en una visión. La recuerda con todo detalle y no tiene posibilidad de mentir u ocultar nada.

La memoria interior... En ella están escritas todas las cosas particulares... que el hombre ha pensado, hablado y hecho... desde su primera infancia hasta el momento de morir. Al hombre le acompaña el recuerdo de todas las cosas cuando pasa a la otra vida y es llevado sucesivamente a rememorarlas todas... Cuanto ha hablado y hecho... queda manifiesto ante los ángeles con una luz tan clara como la del día..., y... nada hay tan oculto en el mundo que no se manifieste tras la muerte... como visto en efigie, cuando el espíritu es visto a la luz del cielo.

Swedenborg también describe la «luz del Señor», que penetra el futuro, una luz de inefable brillo que él mismo ha visto. Es una luz de verdad y comprensión.

De nuevo en los escritos de Swedenborg, como antes en la Biblia, las obras de Platón y en el Libro tibetano de los muertos, encontramos notables paralelos con los acontecimientos que han contado nuestros contemporáneos que tuvieron experiencias próximas a la muerte. Surge, sin embargo, la cuestión de si dicho paralelismo es realmente tan sorprendente. Alguien podría sugerir, por ejemplo, que los autores de esas obras podrían estar influenciados entre ellos. Tal aserción podría sostenerse en algunos casos, pero no en todos. Platón admite que algunas de sus intuiciones derivan directamente del misticismo religioso de Oriente, por lo que podría estar influenciado por la misma tradición que produjo el Libro tibetano de los muertos. A su vez, las ideas de la filosofía griega influenciaron a algunos autores del Nuevo Testamento, por lo que podría argumentarse que la discusión de San Pablo sobre el cuerpo espiritual podría tener sus raíces en Platón.

Por otro lado, en la mayor parte de los casos no es posible establecer que tal influencia haya podido tener lugar. Cada escrito tiene algunos detalles interesantes que sólo se producen en mis entrevistas y que, por tanto, su autor no podría haber sacado de autores anteriores. Swedenborg leyó la Biblia y estaba familiarizado con Platón. Sin embargo, alude varias veces al hecho de que quien acaba de morir no comprende su estado hasta pasado cierto tiempo. Este hecho, que se produce una y otra vez en los relatos de quienes han tenido una experiencia próxima a la muerte, no es mencionado ni en la Biblia ni en Platón. En cambio, sí es enfatizado en el Libro tibetano de los muertos, obra que Swedenborg no tuvo posibilidad de leer, pues no fue traducida hasta 1927

¿Es posible que las experiencias próximas a la muerte que yo he recogido estuvieran influenciadas por las obras que he discutido? Todas las personas a las que he entrevistado conocían la Biblia con anterioridad a su experiencia, y dos o tres sabían algo de Platón. Ninguno tenía noticias siquiera de la existencia de las obras de Swedenborg o del Libro tibetano de los muertos. Algunos detalles que no aparecen en la Biblia ni en Platón afloran constantemente en las experiencias que he recogido y se corresponden exactamente con acontecimientos y fenómenos mencionados en las fuentes más inusuales.

Debe reconocerse que la existencia de paralelos y similitudes entre los escritos de los antiguos pensadores y los informes de americanos actuales que sobrevivieron a experiencias próximas a la muerte sigue siendo un hecho sorprendente y todavía no explicado.

También hemos de preguntarnos la razón por la cual la sabiduría de los tibetanos, la teología y las visiones de Pablo, las extrañas intuiciones y mitos de Platón y las revelaciones espirituales -de Swedenborg están tan de acuerdo, tanto entre ellos mismos como con los informes de los individuos contemporáneos que se hallaron próximos al estado de la muerte.

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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