- Fragmento de "Tu escudo emocional" de Barbara Berkham
Equilibrio y estabilidad interior
EL GRUÑÓN INTERIOR Y LO QUE HACE CONTIGO
Fragmento de «Tu escudo emocional» de Barbara Berkham
Observemos ahora al socio del crítico interior. Juntos emprenden muchas aventuras; se trata del gruñón interior. Puede emplear si le place otro nombre. También lo describen bastante bien apelativos como el intrigante, el cascarrabias o el quisquilloso interior. Seguro que ya vislumbras lo que esta voz interior provoca en ti. Como antes ocurría con el crítico interior, se trata también aquí de pensamientos condenatorios, que denigran y desaprueban, solo que ahora estos pensamientos se dirigen contra el resto del mundo, contra las otras personas y la sociedad. El gruñón interior arremete contra todo lo que ocurre a tu alrededor.
Un gruñón desatado puede condenar todo y a todos. Busca errores, los encuentra y se escandaliza de ellos. Cuando el gruñón interior se dispara resulta casi imposible pararle los pies. No solamente despotrica por los desalmados conductores, los descerebrados ciclistas, los negligentes peatones, los semáforos estúpidamente programados, las inesperadas obras, los baches en el asfalto, las zonas con velocidad reducida y el precio del carburante, que no para de subir. Un buen gruñón desencadena avalanchas de críticas y protestas. Una vez que ha comenzado encuentra, no uno, sino muchos pelos en la sopa. Encuentra mechones enteros. ¡Qué digo! Hasta pelucas enteras es capaz de pescar en la sopa, en cada plato.
CÓMO REFUNFUÑA EL GRUÑÓN INTERIOR
El gruñón interior detecta allí donde pone la mirada una deficiencia, un desperfecto, algo miserable, horrible, estúpido o decadente. Es horroroso, inaceptable, no hay por dónde cogerlo: estas son las expresiones favoritas del gruñón interior. ¿Te resultan familiares?
Cuando el gruñón interior se explaya mentalmente, su discurso suena más o menos así:
«¡Qué asco! No hace más que tocar las narices. No lo aguanto más».
«No hay quien aguante esta estúpida reunión. Es todo palabrería barata. Esto no sirve absolutamente para nada».
«No soporto a estos tarados ni un segundo más».
«Otra vez mi jefe tocando las narices. ¿Pero de qué va? Está como una maldita cabra».
«Este ambiente de trabajo es asqueroso. Todo el mundo de mala uva. Aquí no trabaja nadie, todo el mundo va a lo suyo».
«¡Esto es espantoso! ¡Insufrible!».
«Mi vecino es insoportable. Está como una regadera».
EL MAL HUMOR Y LA AVALANCHA DE PROTESTAS
Cuantos más pensamientos gruñones crucen tu mente tanto mayor será tu desequilibrio interior. Toma nota de esto: si despotricas sobre el cielo y la tierra, sobre el tiempo y el tráfico, sobre tu suegra y tu pareja, luego te sentirás terriblemente mal. Estarás irritado, alterado, de mal humor. Y el mal humor desencadenará aún más pensamientos denigrantes.
Primero te enfadas con un vecino que ha mascullado algo de mal humor. Después regañas a uno de tus hijos porque ha desparramado las cosas del colegio por toda la cocina. Luego porque alguien se ha olvidado de limpiar la mesa del comedor. Un gruñón interior lanzado siempre encuentra algo que le saca de quicio. Y así se desata toda una avalancha de protestas que te dejan el ánimo por los suelos. Las avalanchas de críticas tienden a emponzoñar el estado de ánimo general. Las personas que conviven con las protestas acaban contagiadas por ese espíritu, y sus gruñones interiores se despiertan y se ponen también a protestar. ¡Guau! Ahora todas las personas a tu alrededor están de mal humor y se intoxican mutuamente. Un solo gruñón interior consigue desequilibrar a todo un grupo de personas.
No son los acontecimientos los que te desestabilizan. Pierdes el equilibrio interior por los pensamientos con los que los piensas. Cuanto mayor sea el margen del que dispone tu gruñón interior para desfogarse tanto más estresado e inestable estarás.
CUANDO EL DÍA COMIENZA YA MAL
Para algunos de nosotros la protesta interior se convierte en una costumbre que se pone en marcha inconscientemente. Toma la palabra ya por la mañana, poco después de que nos hayamos despertado. «No, por favor. Qué asco. Otra vez a trabajar. Odio levantarme temprano». El día comienza así con esta clase de pensamientos negativos. Tras colocar estos cimientos de negatividad, el gruñón interior detecta incesantemente aspectos censurables. No cesa de cribar situaciones y vivencias, solo que él se concentra en lo negativo, y desestima lo bueno, hermoso o positivo. Y nuestra vida cotidiana se convierte así en un desagradable y amargo trago en el que resulta casi imposible progresar. El gruñón interior, claro está, sabe perfectamente quién tiene la culpa: los demás, por descontado.
CÓMO ATRAPARLO CON LAS MANOS EN LA MASA
Conseguirás atrapar a tu gruñón interior y desarticular sus planes prestando atención a los pensamientos que cruzan tu mente y a las palabras que pronuncias. ¿Cómo concibes y hablas de tu mundo? ¿Qué juicio te merecen tus semejantes, tu pareja? ¿Qué dices y piensas de tu trabajo, de tus colegas, de tus vecinos, de tus médicos, de las autoridades o del tráfico urbano? ¿Te merecen juicios negativos, les dedicas comentarios despectivos? Si la respuesta es afirmativa, puedes estar seguro de que es tu gruñón interior el que habla por tu boca.
Averigua el modo en que actúa el gruñón interior en ti.
- ¿Despotricas interiormente sobre lo que te molesta?
- ¿Censuras a las otras personas?
- ¿Maldices a las instituciones y a las personas que no hacen lo que tú esperas?
- ¿Cuenta tu gruñón interior con candidatos que funcionan como diana preferida de tus ataques de cólera? Puede tratarse de alguno de tus parientes, de la suegra quizá, de la nuera. O tal vez se desfogue con un compañero o compañera de trabajo.
- ¿Salta tu gruñón interior ante determinados grupos de personas?
- ¿Despotricas contra los políticos, los médicos, los profesores o los policías? ¿Contra la gente que tonifica la musculatura en el gimnasio, quizá?
- ¿Cuándo exactamente alcanza el gruñón su máxima audiencia?
- ¿Refunfuña especialmente cuando tu pareja te dice: «Cuéntame qué tal el día, cielo»?
- ¿O se desata principalmente en compañía de otros gruñones que también se quejan de lo estúpido y deprimente que es el resto del mundo?
- ¿Le gusta a tu gruñón interior seguir las tertulias televisivas y los programas de debate para después escandalizarse y atacar a determinados invitados o tertulianos?
- ¿Cuáles son las expresiones favoritas de tu gruñón interior? ¿Con qué palabras le gusta refunfuñar?
¡Felicidades! Ya has detectado e identificado a tu gruñón interior. Este es el paso más importante que has de dar para tomar distancia respecto de tus pensamientos.
LA AVALANCHA DE REPROCHES A PUNTO ESTUVO DE PROVOCAR UNA SEPARACIÓN
El gruñón interior puede causar enormes destrozos en tus relaciones personales. Cuando Carmen se quedó atascada en una relación amorosa infeliz se podía oír a su gruñón interior con meridiana claridad. Las amigas de Carmen habrían podido recitar su interminable letanía. No paraba de acudir a ellas para quejarse y censurar tanto a su novio como a los hombres en general: «No me comprende, sencillamente. No comprende nada. Pero en eso todos los hombres son iguales».
El gruñón interior de Carmen también tomaba a menudo la palabra cuando Carmen hablaba directamente con su novio. Entonces le hacía reproches, y siempre comenzaban de la misma manera: «Te he dicho una y mil veces que tendrías…». O con: «Cuántas veces tengo que decirte que…». Y en cada nueva discusión su pareja bajaba directamente las persianas y se cerraba. Cuando no quería seguir oyendo aquellos reproches se marchaba. Carmen era cada vez más infeliz, a la par que su gruñón interior soltaba cada vez más espumarajos por la boca. Carmen y su novio se distanciaron. Sus amigas especulaban sobre cuándo se separarían definitivamente.
RECONOCER LA INCESANTE PROTESTA
Carmen acudió a uno de mis workshop sobre el escudo emocional en busca de una buena coraza para su relación de pareja. Quería estar más tranquila, conservar la calma y no enfadarse tanto con su pareja. Ese era su plan. Y lo que de entrada escuchó en el seminario la dejó totalmente perpleja. A Carmen le propuse lo mismo que os propongo ahora a vosotros: conocer a vuestro gruñón interior.
Carmen comprendió después que aquel era el descubrimiento más importante que podía hacer. Comprobó que su gruñón interior dominaba enteramente su relación de pareja. Su gruñón interior impedía que ella y su novio pudieran conversar con calma y normalidad. Hasta entonces Carmen había creído a pies juntillas lo que le decía su gruñón interior, y se lo había permitido todo. Con ello había denigrado gravemente a su novio (y también a los hombres en general).
Cuando Carmen se dio cuenta de todo aquello, sintió mucho el destrozo que había ocasionado. Yo por mi parte me centraba en evitar que ahora se denigrara a sí misma y que su crítico interior se abalanzara sobre ella —como ya hemos observado, a menudo trabajan juntos y se turnan a la hora de atacar.
POR FIN DE NUEVO UNA CONVERSACIÓN TRANQUILA Y NORMAL
Una vez que Carmen percibió conscientemente a su gruñón interior tomó en sus pensamientos más distancia de aquella voz. Por primera vez desde hacía mucho tiempo pudo contemplar su relación de pareja bajo una nueva luz. Tras tomar distancia de su gruñón interior vio nuevamente las cosas que ambos tenían en común; sin duda alguna, también eso estaba ahí. Volvió también a percibir lo que apreciaba de su pareja, pudo contemplar de nuevo su mejor lado. Y lo que más le gustó de él fue el hecho de que pese a los incesantes ataques de su gruñón interior seguía solidarizándose con ella.
Las conversaciones entre ambos comenzaron a discurrir de un modo enteramente distinto. Carmen dejó de dar voz a su gruñón interior. Hablaba en un tono sereno y cordial. Su novio dejó de sentirse atacado y, por ende, se abrió mucho más a lo que su novia quería decirle. Carmen hablaba de cómo se sentía y de lo que deseaba. Sin el gruñón interior la relación de pareja se puso en movimiento, y sus protagonistas comenzaron a acercarse el uno al otro.
Una pequeña observación más: Carmen no se tranquilizó como al principio había deseado. Simplemente, tras el seminario consiguió sentirse más despreocupada. Su escudo emocional no era una tranquilizante cámara frigorífica, sino un manto capaz de mantener a raya a su gruñón interior y que le permitía volver a sentir el amor que la unía a su pareja.
PALABRAS CON PODER HIPNÓTICO
Al gruñón interior le encanta exagerar. Recuerdo perfectamente al hombre que me decía que su trabajo de administrativo era «un puro horror». Su gruñón interior decía que sus colegas estaban completamente locos, totalmente perdidos, enteramente hundidos. Pedí algunos detalles y resultó que se trataba de un trabajo de oficina bastante normal… aderezado por el cenizo parloteo de su gruñón interior.
El gruñón interior tiende a describir situaciones inusuales con términos completamente extremos y exagerados. Dice de ellas que son la parada de los monstruos, un perfecto manicomio, un espectáculo dantesco. Por graciosas que a veces parezcan estas y semejantes descripciones ejercen con el paso del tiempo una influencia hipnótica. Bajo su influjo comenzamos de verdad a creer que estamos directamente en contacto con la locura y el horror, y nuestro estado de ánimo se ajusta a esa ficticia realidad: acabamos sintiendo lo que creen nuestros pensamientos.
El gruñón interior torna también molestias relativamente inofensivas en insufribles pesadillas recurriendo a la dramatización. Y al final no son el trabajo, los otros y el mundo lo que nos acosa y abate, no. Es el gruñón interior, con sus acusaciones dramatizadas, extremas, exageradas, lo que nos somete a un estrés enorme.
CÓMO CONSIGUE EL GRUÑÓN INTERIOR TENER SIEMPRE RAZÓN
Tu gruñón interior quiere tener siempre razón. Y lo consigue. Un ejemplo: imagina que te sientes enteramente identificado con tu gruñón interior y crees cada una de las palabras que te susurra al oído. El gruñón te señala ahora que todos tus colegas son unos imbéciles. El problema radica en que, si lo crees, tratarás a tus colegas como si fueran idiotas. Por mucho que dibujes en tus labios una falsa sonrisa, a tus compañeros les resultará patente tu gruñona actitud interior. Tus colegas la perciben. Perciben que se los rechaza. Y en respuesta, encuentran antipático a quien así los juzga. Adoptan también en su conducta actitudes de rechazo hacia ti. Tú, como no podía ser de otro modo, las percibes claramente. Y así el gruñón interior acaba por tener razón: «Una evidencia más de que mis compañeros de trabajo son, efectivamente, unos perfectos idiotas».
Quizá cambies de lugar de trabajo y comiences desde el principio en tu nuevo puesto. Quizá te marches al extranjero y trabajes en un lugar de clima más benigno donde la gente tenga otra mentalidad. Ahora bien: por muchos cambios que introduzcas, si tu gruñón refunfuña en tu interior sin cortapisa ninguna, conseguirá envenenar también tu nuevo puesto de trabajo. Tarde o temprano encontrará un pelo en la sopa. Y luego otro. Y otro más. Y al cabo de dos años no verás más que un largo y poblado mechón de pelo en la sopa.
DESAHOGARTE Y NO MOVERTE DEL SITIO
Los ataques del gruñón interior te provocan tanta inestabilidad como los del crítico interior. Con una sola diferencia: el gruñón interior te hunde y deprime acusando a las otras personas y al resto del mundo, y proporcionándote un falso sentimiento de superioridad. Condenas a los demás y focalizas la atención en tus fallos. De ese modo te coloca por encima de ellos. Lamentablemente, este endeble sentimiento de superioridad es enteramente pasajero. No equivale a ningún fuerte real, se trata solamente de un desahogo. Como en los trenes de vapor.
El vapor está ahí, propiamente, para poner la locomotora en movimiento. En lugar de ello, se escapa sonoramente por el silbato, que solo hace mucho ruido, pero no pone en movimiento la locomotora. Protestar, refunfuñar, pero que nada cambie realmente. Esa es la máxima del gruñón interior. Quejarse del trabajo, pero acudir siempre, día tras día, al mismo trabajo. Quejarse del tráfico, pero utilizar todas las mañanas el mismo transporte. Protestar por los vecinos, pero seguir viviendo en la misma casa.
No, el gruñón interior no es ningún rebelde, menos aún un revolucionario. Solo conoce el desahogo. Con ello bloquea nuestra motivación. Oirás a muchas personas expresar bloqueos en su motivación: «¿Qué le voy a hacer? No serviría para nada». Gruñir y quedarse clavado en el sitio: las dos caras de la misma moneda. Si de verdad quieres cambiar algo, pon distancia ante tu gruñón interior. O dicho de otra manera: deja de despotricar y cambia lo que puedas cambiar, o comienza a aceptar las cosas tal y como son.
ACEPTAR NO CONSTITUYE UNA DEBILIDAD SINO QUE PROPORCIONA CLARIDAD
En este punto es importante que examinemos con algo más de detenimiento la aceptación. Algunas personas la rechazan automá ti ca men te, o la apartan espantadas. Sobre todo las que están perfectamente fusionadas con su gruñón interior, pues para ellas aceptar es, de entrada, un error. Se niegan a aceptar debilidades, defectos, miserias y cualesquiera otras imperfecciones. El que acepta arroja la toalla, renuncia. Ya no puede defenderse, ya no puede cambiar nada —esa, al menos, es la filosofía del gruñón interior—. El gruñón interior se escandaliza, se altera, se sube interiormente por las paredes. Insiste obstinadamente en su representación de lo que las cosas deberían ser, se lamenta de que la realidad no sea como tendría que ser y así, justamente así, es como no se cambia nada.
De hecho la aceptación es el primer paso en dirección al equilibrio y la fuerza. En el momento en que aceptamos algo ponemos los pies en el suelo de los hechos. Partiendo de ahí es posible ponerse en movimiento. Aceptamos las cosas tal y como son. Ese es el actual estado de cosas, esa es nuestra actual ubicación. Desde ella podemos dar el paso siguiente. Cuando aceptamos las cosas como son obtenemos por fin claridad. Y la claridad nos proporciona capacidad de actuar. Aceptar significa despachar al gruñón interior y mirar la verdad a la cara. Así son las cosas. Esto es lo que hay. Esta es nuestra actual situación. Y ahí justamente es donde puede comenzar el cambio.
CÓMO TOMAR DISTANCIA ENTRE TÚ Y TU GRUÑÓN INTERIOR
No te condenes a ti mismo por tener un gruñón interior. Insultarle o enfadarse con él solo consigue reforzarlo. Equivaldría a un gruñón interior al cuadrado. Conserva la calma, sé moderado. Percibe primero conscientemente que estás refunfuñando de nuevo, y retírale después toda tu atención: «¡Hombre, el gruñón! Hola… y hasta la vista». Así conseguirás mantener a distancia a tu gruñón interior.
Aparta tu mente de los pensamientos gruñones y céntrate en lo que actualmente percibes sensorialmente. ¿Qué ves, qué oyes, qué hueles, sientes o saboreas? ¿Cómo te encuentras? Sal de tu mente y percibe lo presente.
Desvía la atención de tu gruñón interior, sobre todo cuando hayas vivido algo doloroso. Alguien, por ejemplo, ha abusado de tu confianza, o has sido rechazado, o te han ofendido. En semejantes situaciones es importante que sientas en lugar de pensar. Digiere emocionalmente lo que ha ocurrido. Siente la experiencia negativa en lugar de despotricar mentalmente sobre ella. El gruñón interior solo empeora las cosas (más sobre el tema «sentir los sentimientos» en el siguiente capítulo, a partir de las páginas 95-96).
Utiliza la criba interior para mantenerte emocionalmente en forma. Adopta la costumbre de buscar activamente lo que deseas y te satisface. Dirige tu atención a los aspectos positivos de la vida. Pues, como bien sabes ya, aquello a lo que dirigimos nuestra atención crece y se multiplica.
RODEADOS DE GRUÑONES
En este punto toma la palabra uno de los asistentes a mi seminario: «Señora Berckhan, ¿qué debo hacer cuando tengo que relacionarme en mi trabajo con gruñones exteriores? En el despacho la mayoría de mis compañeros de trabajo refunfuñan y me sacan de quicio con su negatividad. No paran de quejarse de las nuevas directrices y normas, y de la reestructuración que hicieron recientemente. Lo único que oigo a lo largo del día es: “Estas directrices son sencillamente absurdas. Los nuevos horarios son una bazofia. A este negocio le quedan dos telediarios”. ¿Cómo me protejo de eso?».
Buena pregunta. En efecto, no solo encontramos mantras gruñones en la soledad de nuestros pensamientos. Muchos de esos pensamientos gruñones se pronuncian en voz alta. Y no solamente resultan deprimentes sino que pueden ser contagiosos.
Por fortuna, también puedes hacerle frente a los gruñones exteriores con un buen escudo emocional. A continuación te ofrezco buenos consejos para enfrentarte a ellos bien pertrechado.
EL ESCUDO EMOCIONAL CONTRA LOS GRUÑONES DEL EXTERIOR
Cuanta más energía y atención dediques a los gruñones y las gruñonas de tu entorno tanto mayor espacio ocuparán en tu pensamiento y sentimientos. De ahí que la regla que hay que aplicar sea: reaccionar con el menor despliegue de medios posible.
Asegúrate de que las quejumbrosas protestas de los demás no te contagien. Bien puede ocurrir que a tu gruñón interior le guste unir su voz a la de las personas irritadas. Evita acompasarte con ellas. Pero tampoco te opongas con objeciones. Tómate la libertad de pertrecharte con un buen escudo. Mantente a distancia y criba conscientemente. Dirige tu atención a lo que sea útil y aprovechable de su parloteo y, como ya sabes, deja que el resto se esfume en el nirvana de lo desatendido.
También puedes señalar a tus colegas gruñones una dirección más constructiva mediante sencillas preguntas:
- «¿Se os ocurre algo que podamos hacer para cambiarlo?».
- «¿Se te ocurre alguna solución a ese problema?».
- «¿Cómo crees que podría hacerse mejor?».
Si con esta clase de preguntas solo consigues cosecharte un profundo rechazo no te lo tomes a mal. Eso revela sencillamente que ahí nadie quiere cambiar nada de verdad. Solo se trataba de soltar vapor. Y eso puedes ignorarlo tranquilamente.
CUANDO UN GRUÑÓN SE ABALANZA SOBRE TI
Si alguien te dirige críticas totalmente imparciales o te insulta no pierdas la calma. Tómate primero tiempo para digerir el shock y recobrarte. Luego envía de vuelta sin demora la pelota al otro campo. Pregúntale de qué se trata. Pídele que te dé datos precisos y dile que no has entendido la crítica. Mientras tu interlocutor retoma la palabra usa tu cedazo interior para hacer una criba: ¿albergan los gruñidos algo importante o útil?
Si es así, habla de ello. Aborda el tema. Si no es más que verborrea, déjala pasar y desaparecer sin pena ni gloria. O como me gusta expresarlo: «No existe ningún teléfono con esta numeración».
CÓMO RECUPERAR EL EQUILIBRIO INTERIOR TRAS UN ATAQUE GRUÑÓN
Perdemos, en efecto, nuestra estabilidad interior cuando confiamos demasiado en un gruñón interior o exterior. Sentimos con claridad la conmoción que nos causa, pero cuando tomamos conciencia de la naturaleza del ataque podemos modificar el rumbo de las cosas. Lo más importante es escapar primero del impetuoso caudal de gruñidos. Después, los siguientes consejos pueden ayudarte a recuperar el equilibrio interior.
- Alimenta tu confianza. Confía en que, por estresante que sea la situación, las cosas se arreglarán. Confía en que, en su momento, encontrarás una solución al problema, y en que recibirás la ayuda adecuada.
- Respira hondo y relájate. Admite que quizás en ese momento no sabes qué hacer. Y deshazte de la idea de que en realidad las cosas tendrían que ser de otra manera. Desestima los «debería y tendría». Las cosas son como son. Reclínate y respira hondo.
- Ejercítate en la paciencia. Sé más paciente en la relación contigo mismo y con los demás. A veces tú y yo, todos nosotros, necesitamos varios intentos para que las cosas salgan más o menos bien. Y a menudo solo necesitamos a alguien que tenga paciencia con nosotros. Tener paciencia significa intentarlo de nuevo con cordial confianza. Paciencia significa poder esperar y confiar en que las cosas saldrán bien.
- Haz presente los aspectos de tu vida con los que estás satisfecho. Pon tu atención en las cosas que a tus ojos son aceptables y marchan bien. Fíjate en lo que eres como a ti te gusta que seas. Alégrate por ello y contagia esa alegría.
ESTIMA Y SOLIDARIDAD
El crítico interior y su buen camarada el gruñón interior forman una pareja verdaderamente diabólica. El crítico interior se encarga de que perdamos la autoestima y el gruñón interior de que perdamos la estima por las otras personas y el mundo en general. Uno nos culpabiliza a nosotros de todo, el otro le echa la culpa de todo a los demás.
Tanto tiempo como permitamos que ambos descarguen sobre nosotros sin cortapisas su aluvión de críticas e insultos nos encontraremos anímicamente débiles e inestables. Nos sentimos como si tuviéramos que arrastrarnos desnudos por un denso campo de cactus. Y así no es posible ni mejorarse a uno mismo ni mejorar el mundo.
Pero ya no estás completamente en manos del parloteo del crítico gruñón. Porque a partir de ahora puedes identificar y reconocer la presencia de estas voces en tus pensamientos. Te percatas de que solo se trata de pensamientos y de que no tienes por qué creerlos. Puedes mantenerlos a distancia.
Cuanto más te alejes de la palabrería de esta pareja tanto más estable y equilibrado te encontrarás, y con tanta mayor fuerza resurgirá en ti lo que había estado todo el tiempo oculto y aplastado bajo el peso del crítico y del gruñón: el delicioso sentimiento de ser valioso y digno de amor. Tal y como eres. Sin que para ello tengas que transformarte o disfrazarte. Y de que el mundo y las demás personas son igualmente valiosos y amables. Tu mundo coopera contigo cuando aceptas cómo eres. Estima y solidaridad: con ellas confeccionamos un grueso, poderoso y cordial escudo protector.
- No son los acontecimientos los que te desestabilizan e irritan. Son tus pensamientos los que te causan irritación e inestabilidad.
- Cuanto más acuses a tus semejantes y más censures tu circunstancia vital tanto más inestable serás.
- El gruñón interior solo se desahoga. Se dispara como un automatismo en forma de corriente de pensamientos que bloquea tu energía y capacidad de actuar.
- Uno puede poner a raya a su gruñón interior. Haciéndolo recuperamos el equilibrio y la estabilidad interiores.
- Neutraliza a tus semejantes gruñones del mismo modo en que controlas a tu gruñón interior: criba, selecciona y retírales tu atención.
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