Somos
hierros, envueltos en alambres de cobre, y cada vez que queremos magnetizarnos podemos
lograrlo. Hacemos fluir nuestro voltaje interior por el alambre y atraemos a quienes
deseamos atraer. Al imán no le inquieta la técnica del funcionamiento. Es él mismo, y
por su naturaleza atrae algunos elementos y deja otros intactos.
Es
una ley cósmica. Los semejantes se atraen. Limítate a desplegar tu propia personalidad,
serena, transparente y luminosa. Cuando irradiamos lo que somos, preguntándonos a cada
instante si lo que hacemos es lo que deseamos hacer y haciéndolo sólo cuando la
respuesta es afirmativa, nuestra actitud rechaza automáticamente a quienes nada tienen
que aprender de lo que somos y atrae a quienes sí tienen algo que aprender, que son los
mismos de quienes nosotros a la vez aprendemos.
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