UN DIOS REAL Y ÚTIL
Dios ha
conseguido realizar la sorprendente proeza de ser adorado pero
invisible al mismo tiempo. Millones de personas lo describirían como
un padre con barba blanca sentado en un trono en el cielo, pero
nadie puede asegurar que lo haya visto personalmente. Aunque no
parece posible ofrecer un solo hecho sobre el Todopoderoso que
pudiera sostenerse ante un tribunal, una gran mayoría de personas
cree en Dios, para ser más exactos un 96 por ciento según algunas
encuestas.
Esto revela
el gran vacío existente entre fe y lo que llamamos la realidad
diaria. Necesitamos llenar este vacío.
¿De qué modo
serían los hechos si los tuviéramos? Serían así. Todo aquello que
experimentamos como realidad material nace en un reino invisible más
allá del espacio y del tiempo, un reino consistente en energía e
información, según nos ha sido revelado por la ciencia. Esta fuente
invisible de todo lo que existe no es un espacio vacío sino que es
el mismo útero de la creación. Hay algo que organiza y que crea esta
energía. Convierte el caos de sopa cuántica en estrellas, galaxias,
selvas tropicales, seres humanos y nuestros propios pensamientos,
emociones, memorias y deseos.
En las
páginas siguientes veremos que no sólo es posible conocer esta
fuente de existencia en un nivel abstracto sino que, además, podemos
llegar a intimar con ella. Cuando esto sucede nuestros horizontes se
abren a nuevas realidades. Tendremos la experiencia de Dios.
Después de
siglos de conocer a Dios a través de la fe, estamos preparados para
entender la inteligencia divina directamente. En muchos aspectos,
este nuevo conocimiento refuerza lo que la tradición espiritual ya
nos había prometido. Dios es invisible y, además, hace milagros. Es
el origen de todo impulso de amor. La belleza y la verdad son hijos
de este Dios. Si no conocemos la fuente infinita de energía y
creatividad, las miserias de la vida se hacen realidad. Acercarnos a
Dios a través del conocimiento verdadero nos cura el miedo a la
muerte, confirma la existencia del alma y da un sentido definitivo a
la vida.
Toda nuestra
noción de la realidad ha sido puesta patas arriba. Dios, en lugar de
ser una inmensa proyección imaginaria, ha resultado ser la única
cosa real, y todo el universo, a pesar de su inmensidad y de su
solidez, es una proyección de la naturaleza de Dios. Estos
sorprendentes acontecimientos que llamamos milagros nos dan las
claves de su inefable inteligencia. Consideremos la siguiente
historia.
En 1924, un
viejo campesino francés caminaba hacia su casa. Apenas veía debido a
que perdió uno de los ojos en la Primera Guerra Mundial y tenía el
otro gravemente dañado por el gas mostaza de las trincheras. La
puesta de sol era muy brillante y ello le impedía ver a los dos
jóvenes en bicicletas que habían doblado la esquina y se dirigían
hacia él.
En el
momento del impacto aparece un ángel que toma por las dos ruedas la
bicicleta que va delante, la levanta un par de metros del suelo y la
deposita sin daño alguno sobre el césped al lado de la carretera. La
segunda bicicleta se detiene y los jóvenes se emocionan enormemente.
«¡Son dos, son dos!» grita uno de ellos refiriéndose al hecho de que
en lugar del anciano sólo, hay dos figuras en la carretera. Todo el
pueblo se aturde tremendamente y, más tarde, dijeron que los dos
jóvenes estaban borrachos y que inventaron esta fantástica historia.
Por lo que al anciano se refiere, cuando se le preguntó sobre el
hecho, dijo que no entendía la pregunta.
¿Podemos
nosotros llegar a tener una respuesta? Sucede que el anciano era un
sacerdote, el padre Jean Lamy, y que la aparición del ángel ha
llegado hasta nosotros a través de su propio testimonio antes de su
muerte. A Lamy, persona piadosa y muy querida, se le atribuyen
muchos casos en los que Dios envió ángeles u otras formas de ayuda
divina. Aunque no era muy amigo de hablar de ello, su actitud era
real y modesta. Debido a la vocación religiosa de Lamy es fácil
rechazar este incidente como una historia para devotos. Los
escépticos no se conmoverían.
Por mi
parte, estoy sencillamente fascinado por si pudo haber ocurrido, por
si podemos abrir la puerta y permitir que entren en nuestra realidad
ángeles para ayudarnos, junto con milagros, visiones, profecías y,
finalmente, el gran desconocido, Dios mismo.
Todos
sabemos que una persona puede aprender de la vida sin religión. Si
yo escogiera a cien 10 recién nacidos y filmara cada momento de sus
vidas desde el principio hasta el fin, no sería posible predecir que
aquellos que creen en Dios serán más felices, más sabios o que
tendrán más éxito que los no creyentes. Es más, la cámara no puede
grabar lo que queda por debajo de la superficie.
Alguien que
ha tenido la experiencia de Dios podría ver el mundo con júbilo y
alegría. ¿Es real esta experiencia? ¿Es útil para nuestras vidas, o
es sólo un acontecimiento subjetivo, lleno de significado para la
persona que la ha tenido pero no más práctico que un sueño?
Al principio
de cualquier búsqueda de Dios hay un hecho escueto, y es que no deja
huellas en el mundo material. Desde el principio de la religión en
Occidente fue obvio que Dios tiene algún tipo de presencia, conocida
en hebreo como Shekinah. Algunas veces esta palabra se traduce
sencillamente como una luz o radiación. La Shekinah formaba el halo
alrededor de los ángeles y la alegría luminosa en la cara de los
santos. Se le atribuía el género femenino aunque Dios, tal y como lo
interpreta la tradición judeocristiana, es masculino. Sin embargo,
el hecho significativo de la Shekinah no era su género. Como Dios es
infinito, llamar a la deidad «él» o «ella» no es más que una
convención humana.* Era mucho más importante la noción de si Dios
tiene una presencia, lo que significa que puede ser percibido. Puede
ser conocido. Esto es un punto importante, ya que de cualquier otro
modo se entiende que Dios es invisible e intocable, y a menos que
una pequeña parte de Dios toque el mundo material, será siempre
inaccesible.
Personificamos a Dios como una forma conveniente de hacerlo más
semejante a nosotros. Sin embargo, sería un humano muy perverso y
cruel si quedara oculto a nuestras miradas mientras nos pide nuestro
amor. ¿Cómo podría tener confianza en un tipo cualquiera de ser
espiritual benévolo cuando miles de años de religión han estado tan
manchados de sangre?
Necesitamos
un modelo que sea al mismo tiempo parte de la religión pero que no
esté relacionado con ella. El siguiente esquema en tres partes se
adapta a la visión que tenemos de Dios con nuestro sentido común.
Este esquema, que tiene la forma de un sandwich de realidad, puede
ser descrito de la siguiente forma: Dios ZONA DE TRANSICIÓN Mundo
Material Las caras superior e inferior de la descripción no son
nuevas, y colocan a Dios por encima del mundo material y fuera de
él. Dios debe ser separado de nosotros; de otro modo, podríamos
verlo paseando entre nosotros como lo hacía en el Génesis, según el
cual, después de los siete días de la creación, Dios paseaba por el
jardín del Edén, gozando de su obra en el fresco del atardecer.
Sólo el
elemento central de nuestro diagrama, llamado la zona de transición,
es nuevo o inusual.
Una zona de
transición implica que Dios y los humanos se encuentran en un
terreno común, en algún lugar en el que ocurren los milagros, junto
con visiones santas, ángeles, iluminaciones, y donde se escucha la
voz de Dios. Todos estos fenómenos extraordinarios enlazan dos
mundos, que son reales y que, sin embargo, no son parte de un
fenómeno causa-efecto predecible. Dicho de otro modo, si nos
aferramos obstinadamente a la realidad material como la única manera
de saberlo todo, el escepticismo hacia Dios queda totalmente
justificado. Los milagros y los ángeles desafían a la razón y,
aunque las santas visiones pueden ser catalogadas de vez en cuando,
la mente racional permanece desafiante, defendiendo su agarre al
plano material.
—¿Crees
realmente que Dios existe? Bien, analicémoslo. Tú eres médico y yo
soy médico. O bien Dios causa las enfermedades que vemos cada día o
no puede hacer nada por detenerlas. ¿Cuál es el Dios que quieres que
yo acepte?
Estas
palabras corresponden a un colega escéptico y confirmado ateo con el
que yo solía hacer mis rondas en el hospital.
—No quiero
que aceptes a ninguno de los dos —protestaba yo.
Pero él
insistía.
* Una nota
sobre el género: encontrar un pronombre para Dios no es fácil. Para
seguir con la tradición más extendida, este libro utiliza el
masculino. Pero seguramente Dios trasciende los géneros. Podría
haber ido rotando los diversos pronombres —él, ella, ello—, pero con
ello no nos hubiéramos acercado más a la verdad y hubiera complicado
la lectura.
11 —La
realidad es la realidad. No hay que discutir sobre si una enzima o
una hormona son reales, ¿verdad? Dios no resiste a ningún tipo de
prueba objetiva, todos lo sabemos, pero algunos hemos escogido no
seguir engañándonos a nosotros mismos.
En un
sentido tenía razón. Los argumentos materialistas contra Dios siguen
siendo fuertes porque están basados en hechos, pero caen cuando te
sumerges más profundamente que en el mundo material. Doña Juliana de
Norwich vivió en Inglaterra en el siglo xiv y preguntó directamente
a Dios por qué había creado el mundo. La respuesta le fue dada entre
susurros de éxtasis: ¿Quieres conocer el sentido de tu Señor en lo
que y o he hecho? Para que lo sepas, su significado es el amor.
¿Quién te lo revela? El amor. ¿Qué te reveló? El amor. ¿Por qué te
lo revela? Por amor.
Para doña
Juliana, Dios era algo que podía comer, beber, respirar y ver en
todas partes como si fuera un amante caprichoso. Sin embargo, como
la divinidad era su amante, fue elevada a alturas cósmicas, en las
que el universo era «una cosita de la medida de una avellana puesta
en la palma de la mano».
Cuando los
santos se vuelven casi locos con sus raptos, encontramos sus
expresiones desconcertantes y sin embargo muy comprensibles. Aunque
todos nos hemos acostumbrado a la ausencia de lo sagrado, nos damos
cuenta de que los viajes a la zona de transición, aquella que está
más cercana a Dios, continúan sucediendo.
Experimentar
a Dios es como volar. Parece que estoy andando sobre el suelo con
tanto equilibrio que nada puede moverme del camino. Es como estar en
el ojo del huracán. Veo sin juicio u opinión. Observo simplemente
cómo va ocurriendo todo dentro y fuera de mi conciencia como si
fueran nubes.1 Esta experiencia levitatoria, común a santos y
místicos, es la descripción de un viaje cuántico. No hay mecanismo
físico alguno conocido que lo desencadene, aunque el sentimiento de
estar cerca de Dios puede darse en cualquier edad y ser
experimentado por cualquier persona. Todos nosotros somos capaces de
ir más allá de nuestras ataduras materiales. Aunque a menudo no
evaluemos esta capacidad. Aunque oímos en la iglesia o en el templo
o en la mezquita que Dios es amor, esto ya no parece ejercer una
atracción apasionada.
Yo no creo
que los santos y los místicos sean realmente tan diferentes de otros
seres humanos. Si miramos nuestro sandwich de la realidad, la zona
de transición se vuelve subjetiva: es donde la presencia de Dios es
notada o vista. Cualquier cosa que sea subjetiva debe involucrar al
cerebro, porque tiene que haber millones de neuronas actuando juntas
antes de tener una experiencia.
Actualmente,
nuestra búsqueda se ha ido estrechando hasta el punto de ser
esperanzadora: la presencia de Dios, su luz, se hace real si podemos
traducirla a una respuesta del cerebro que yo llamaré la «respuesta
de Dios». Incluso podemos ser más concretos. Las visiones santas y
las revelaciones no suceden al azar, sino que ocurren en siete
sucesos determinados dentro del cerebro.
Estas
respuestas son mucho más básicas que nuestras creencias pero se
transforman en creencias.
Forman un
puente desde nuestro mundo hasta un terreno invisible donde se
disuelve la materia y emerge el espíritu:
1. Respuesta
luchar o huir: es la respuesta que nos permite sobrevivir ante el
peligro. Esta respuesta está ligada a Dios, que desea protegernos.
Es como un padre que procura por la seguridad de un hijo pequeño.
Nos volcamos en este Dios porque necesitamos sobrevivir.
2. Respuesta
reactiva: es la creación del cerebro de una identidad personal. Más
allá de la mera supervivencia, cada uno de nosotros sigue las
propias necesidades de «yo, mi, mío». Lo hacemos instintivamente, y
de esta respuesta emerge un nuevo Dios, que tiene fuerza y poder,
leyes y normas. Nos volcamos en este Dios porque necesitamos
conseguir, alcanzar y competir.
3. Respuesta
de la conciencia en reposo: el cerebro puede estar activo o en
descanso, y ésta es la respuesta que da cuando desea paz. Cada una
de las partes del cerebro alternan descanso y actividad. El
equivalente divino es un Dios que necesita tener la sensación de que
el mundo exterior no va a tragarnos en su infinito desorden.
4. Respuesta
intuitiva: el cerebro busca información desde fuera y desde dentro.
El conocimiento 12 exterior es objetivo, pero el interior es
intuitivo. Nadie pregunta a un experto antes de decir «Soy feliz» o
«Estoy enamorado», sino que confiamos en nuestra capacidad de
conocernos a nosotros mismos de dentro hacia fuera. El Dios que
corresponde a esta respuesta es comprensivo e indulgente. Lo
necesitamos para validar que nuestro mundo interior es Dios.
5. Respuesta
creativa: el cerebro humano puede inventar cosas nuevas y descubrir
nuevos hechos. Aparentemente, esta capacidad creativa no viene de
ninguna parte, sino que lo desconocido da simplemente nacimiento a
un nuevo pensamiento. A esto lo llamamos inspiración, y su espejo es
un creador que hizo todo el mundo de la nada. Nos volvemos a él por
nuestra admiración por la belleza y la complejidad formal de la
naturaleza.
6. Respuesta
visionaria: el cerebro puede contactar directamente con «la luz»,
una forma de conciencia pura que se siente dichosa y bendecida. Este
contacto puede ser desconcertante, porque no tiene raíces en el
mundo material. Llega como una visión y el Dios que corresponde a
esta respuesta es exaltado, otorga la curación y hace milagros.
Necesitamos un Dios así para explicar por qué pueden existir las
maravillas junto con la realidad mundana.
7. Respuesta
sagrada: el cerebro nació de una sola célula fecundada que en si no
tiene función de cerebro, sino que es sólo una partícula de vida, y
ésta permanece intacta en toda su inocencia y sencillez aunque a
partir de ella se desarrollen cien mil millones de neuronas. El
cerebro la reconoce como fuente y origen. Para corresponder con esta
respuesta hay un Dios que es ser puro, que no piensa sino que sólo
es. Le necesitamos porque, sin un origen, nuestra existencia no
tiene ningún tipo de fundamento.
Estas siete
respuestas, todas muy reales y que nos son muy útiles en nuestro
largo viaje como especie, forman la base inconmovible de la
religión. Si comparamos cualquiera de estas dos mentes —Moisés o
Buda, Jesús o Freud, san Francisco o el presidente Mao—, cada uno de
los proyectos tiene una visión de realidad con un Dios
correspondiente. Nadie puede meter a Dios con calzador dentro de una
caja. Debemos tener un campo de visión tan amplio como la misma
experiencia humana. Los ateos necesitan a su Dios, que está ausente
y es inexistente, mientras que, en el otro extremo, los místicos
necesitan a su Dios, que es amor y luz puros. Sólo el cerebro puede
hacer una gama tan vasta de deidades.
Podríamos
inmediatamente objetar que es la mente humana la que crea estas
versiones de Dios, y no sólo el cerebro. Estoy absolutamente de
acuerdo ya que, a largo plazo, la mente es mucho más primaria que el
cerebro a la hora de crear todas las percepciones pero, por ahora,
el cerebro es nuestra única forma concreta de entrar en la mente. En
las historietas, cuando alguien tiene una idea brillante, se le
pinta una bombilla sobre la cabeza, cosa que no sucede en la vida
real. La mente sin cerebro es tan invisible e indemostrable como lo
es Dios.
Se puede
también argumentar que por el mero hecho de ver a Dios de una forma
determinada, no significa que Dios vaya a ser de dicha forma. Yo no
creo que sea blanco o negro. La realidad de Dios no está aparte de
nuestras percepciones, está entretejida con ellas. Una madre puede
ver a su recién nacido como una persona maravillosa y respetable y,
a través de su percepción, este niño crecerá para volverse una
persona maravillosa y respetable, lo cual es uno de los misterios
del amor. Entre padres e hijos existe un sutil intercambio de
concesiones mutuas al más profundo nivel. De la misma forma, Dios
parece crecer directamente a partir de nuestros valores interiores
más profundos y existe un intercambio de concesiones mutuas por
debajo del nivel de la mera creencia. Si quitamos todas las capas de
una cebolla, en el centro encontraremos el vacío, pero si quitamos
todas las capas de un ser humano, en el centro encontraremos la
semilla de Dios.
Yo creo que
Dios tiene que conocerse mirando al espejo.
Si te ves
temeroso, resistiendo y con dificultades para sobrevivir, tu Dios es
el de luchar o huir.
Si te
sientes con poder y capaz de conseguir objetivos, tu Dios es el de
la respuesta reactiva.
Si te ves
centrado y calmado, tu Dios es el de la conciencia en reposo.
Si te ves en
crecimiento y evolución, tu Dios es el de la respuesta intuitiva.
Si te ves
como alguien que convierte sus sueños en realidad, el tuyo es un
Dios de la respuesta creativa.
Si te ves
capaz de obrar milagros, tu Dios es el de la respuesta visionaria.
Si te ves
como alguien con Dios, tu Dios es el de la respuesta sagrada.
13 El
cerebro de cada uno de nosotros puede crear innumerables
pensamientos. Para hacernos una idea podemos tomar la cifra de diez
pensamientos por minuto. Un cerebro sencillo elaboraría más de
14.000 pensamientos por día, 5 millones por año y 350 millones en el
curso de la vida. Pero para preservar nuestra salud mental, la
mayoría de estos pensamientos son repeticiones de pensamientos
anteriores, meros ecos. El cerebro es económico en la forma en cómo
produce un pensamiento y, en lugar de tener millones de maneras de
producirlo, tiene sólo un número limitado. A los físicos les gusta
decir que, en realidad, el universo es sólo una sopa cuántica
bombardeando nuestros sentidos con miles de millones de bits de
datos cada minuto. Este caótico remolino debe ser también organizado
en una cifra manejable, por lo que el cerebro, con sus siete
respuestas básicas, da algo más que salud mental y entendimiento:
proporciona un mundo entero. Presidiendo este mundo creado por él
mismo hay un Dios que lo abarca todo, pero que también debe encajar
en la forma de trabajar del cerebro.
De una forma
u otra, cuando una persona pronuncia la palabra Dios, designa una de
las respuestas específicas de la siguiente lista: Cualquier Dios que
nos protege como un padre o una madre procede de luchar o huir.
Cualquier
Dios que hace leyes y gobierna la sociedad procede de la respuesta
reactiva.
Cualquier
Dios que nos da paz interior procede de la respuesta de la
conciencia en reposo.] Cualquier Dios que anima a los seres humanos
a alcanzar todo su potencial procede de la respuesta intuitiva.
Cualquier
Dios que nos inspira para explorar y descubrir procede de la
respuesta creativa.
Cualquier
Dios que hace milagros procede de la respuesta visionaria.
Cualquier
Dios que nos vuelva a la unidad con él procede de la respuesta
sagrada.
Por lo que
yo sé, el cerebro no puede registrar una deidad fuera de las siete
respuestas. Y ¿por qué no? Porque Dios está entretejido con la
realidad y el cerebro conoce la realidad bajo estas formas
limitadas. Podría parecer, pero no es así, que estuviéramos
reduciendo al padre todopoderoso, la deidad primigenia y el misterio
de los misterios a una tormenta de actividad eléctrica en el córtex
cerebral. Lo que intentamos es encontrar los hechos básicos que
harán que Dios sea posible, real y útil.
Mucha gente
se sentirá atraída por esto porque anhela un Dios que se adapte a
sus vidas. Sin embargo, nadie puede hacer entrar a Dios en la vida
cotidiana. La verdadera cuestión es si ya podría estar presente sin
ser visto. Volvamos ahora a la zona de transición de nuestro
sandwich de realidad.
A menos que
ahí queramos tener una visión, la presencia de Dios es demasiado
fantasmagórica como para confiar en ella. ¿Está el cerebro preparado
para un viaje así? De ningún modo.
Una amiga
mía, que es una buena cantante, conoció muy bien a John Lennon. Una
noche, no hace mucho, tuvo un sueño en el que le vio y él le
enseñaba una imagen del pasado en la que los dos estaban juntos. Se
despertó y decidió escribir una canción nueva y muy íntima basada en
el sueño. Sin embargo, con la luz del día, empezó a tener dudas. Yo
llegué a Londres para visitarla y me habló de su indecisión.
«Después de todo no es más que un sueño, ¿verdad? —dijo—. Quizás
estoy exagerándolo tontamente.» En aquel momento, su hijo de tres
años entró corriendo en la habitación y se dejó caer en un sillón
del rincón. Casualmente se sentó sobre el mando a distancia del
televisor, con lo que éste se puso en marcha repentinamente. En la
pantalla vimos con sorpresa un programa nostálgico en el que se
podía ver a John Lennon con mi amiga sonriendo a la cámara, justo la
misma imagen que ella había visto en sueños. Mi amiga rompió a
llorar porque ya tenía la respuesta: le escribiría la canción a John
Lennon.
Creo que
esta interacción tuvo lugar en la zona de transición. Un mensaje
llegó de un lugar más profundo de lo que nosotros normalmente
llegamos. Decir que vino del espíritu o de Dios está totalmente
justificado, pero el cerebro también desempeña su papel, ya que este
incidente empezó con los procesos cotidianos del cerebro
—pensamientos, emociones, sueños, dudas— que finalmente
cristalizaron en inspiración. Podemos ver un ejemplo perfecto de
nuestra quinta respuesta, la respuesta creativa.
¿Podemos de
verdad satisfacer las demandas de objetividad cuando se trata de
Dios? Un físico reconocería nuestro sandwich de realidad sin
dificultad. El mundo material se ha disuelto ya hace 14 tiempo para
los grandes pensadores cuánticos.2 Después de que Einstein convirtió
el tiempo y el espacio en cosas fluidas que se funden la una con la
otra, la tradición universal no podía sostenerse.
En el
sandwich de realidad de la física hay también tres niveles: Realidad
material: el mundo de los objetos y los hechos.
Realidad
cuántica: una zona de transición donde la energía se vuelve materia.
Realidad
virtual: el lugar más allá del tiempo y el espacio, el origen del
universo.
Ahora nos
metemos en un problema semántico, ya que la expresión realidad
virtual ya no se usa del modo en que los físicos la entenderían.
Estas palabras significan actualmente una realidad simulada por el
ordenador o incluso, de forma vaga, cualquier videojuego. Por lo
tanto, modificaré la expresión realidad virtual y la llamaré campo
virtual y, para adaptarnos, la realidad cuántica tendrá que ser
campo cuántico.
No es
solamente una coincidencia que estas tres capas vayan paralelas con
la cosmovisión religiosa, ya que ambos modelos tienen que ser
paralelos entre sí porque los dos están diseñados por el cerebro.
Ciencia y religión no son cosas opuestas sino sólo distintas formas
de intentar descodificar el universo. Ambas visiones contienen el
mundo material, que les es dado. Tiene que haber una fuente de
creación que no puede ser vista, ya que el cosmos sólo se puede ir
siguiendo atrás en el tiempo hasta el momento en que el tiempo y el
espacio se disuelven, y tiene que haber un lugar en el que se
encuentren estos dos conceptos opuestos.
He dicho
antes que no creo que los místicos sean diferentes de las personas
ordinarias sino que sólo son mejores navegantes cuánticos. Viajan a
la zona de transición cercana a Dios y, mientras nosotros podemos
estar ahí de visita durante unos pocos momentos de gozo, unos pocos
días a lo sumo, los santos y los místicos han encontrado el secreto
para quedarse allí durante mucho más tiempo. En lugar de reflexionar
sobre el misterio de la vida, los santos lo viven. Incluso sin las
palabras adecuadas para llegar a esta experiencia, encontramos
determinadas similitudes entre las distintas culturas: *??El peso
del cuerpo se vuelve ingrávido.
*??Se tiene
la sensación de flotar o de mirar hacia abajo desde una cierta
altura.
*??La
respiración se hace más ligera, se rarifica y es más uniforme.
*??Se
reducen el dolor físico o la incomodidad.
*??Brota una
sensación de energía de todo el cuerpo.
*??Se notan
más los colores y los sonidos, aumentando la sensibilidad de todos
los sentidos.
Una frase
común para esta sensación, que se oye una y otra vez, es «ir a la
luz». Se trata de un fenómeno no limitado a los santos. Algunos de
estos cambios corporales los experimentan personas comunes. La
existencia irrumpe en sus monótonas rutinas con una oleada de
bienaventuranza y pureza. Algunos místicos describen estos momentos
como intemporales. Después sólo persiste una sensación de bienestar
psicológico, la certitud apacible de que se ha llegado a casa. En
esta zona de transición que casi llega al terreno de Dios, la
experiencia es a la vez interior y exterior.
Pero ¿qué
pasaría si pudiéramos hacer durar este destello de éxtasis y
aprender a explorar este nuevo territorio extraño? En este caso
descubriríamos lo mismo que le fue revelado a doña Juliana hace
seiscientos años: «Él es el ropaje que nos envuelve y que nos cubre
alrededor, nos arropa y abriga, por amor... sigue en esto y sabrás
más de lo mismo... sin fin.» En otras palabras, lo sagrado no es una
sensación sino un lugar. El problema es que cuando se intenta viajar
allí, la realidad material tira de ti hacia atrás. El momento
maravilloso pasa, y quedar en la zona de transición es
extremadamente difícil.
Llevaré
estos términos abstractos hacia la tierra. Algunas de las siguientes
experiencias nos han ocurrido a todos nosotros: En medio del peligro
te sientes de repente cuidado y protegido.
Temes
profundamente una crisis en tu vida personal, pero cuando llega
experimentas una calma repentina.
15 Un
extraño te hace sentir un súbito arrebato de amor.
Un niño o un
jovencita te mira a los ojos y, por un instante, crees que una vieja
alma te está mirando.
En presencia
de la muerte sientes un batir de alas.
Miras al
cielo y tienes un sentimiento de espacio infinito.
La
contemplación momentánea de la belleza te hace olvidar por un
instante quién eres.
Siempre que
se tienen experiencias de este tipo, el cerebro ha respondido de una
forma inusual; ha respondido a Dios.
Los secretos
más celosamente guardados de Dios están ocultos dentro del cráneo
humano: éxtasis, amor eterno, gracia y misterio. Es algo que no
parece posible a simple vista, pues se aplica un bisturí en el
cerebro, se corta un tejido gris blando que no responde al tacto.
Hay lagos de aguas mansas en este terreno tembloroso y se abren
cuevas donde nunca penetra la luz. Nunca sospecharíamos que en
alguna parte del cerebro se oculta un alma, que el espíritu puede
encontrar su hogar en un órgano casi tan líquido como las células
rojas de la sangre y pulposo como un plátano sin madurar.
Sin embargo,
el paisaje del cerebro es decepcionante. Todos los arrebatos de luz
que han cegado a los santos a la largo de la historia tuvieron lugar
en la oscuridad. Cada una de las imágenes de Dios fue dibujada en
una tela que es una masa de nervios congestionados. Por lo tanto,
para encontrar una ventana a Dios tenemos que darnos cuenta de que
el cerebro está distribuido en regiones gobernadas por impulsos
distintos. Los nuevos reinos se hallan repletos de los pensamientos
más elevados, de poesía y de amor, como en el Nuevo Testamento. Los
antiguos reinos son más primordiales, como partes del Antiguo
Testamento y están gobernados por las emociones puras, el instinto,
el poder y la supervivencia.
En los
viejos reinos, cada uno de nosotros es un cazador. Las llanuras
ancestrales de África están profundamente enterradas en nuestro
cráneo, recordadas con todo su terror y su hambre. Los genes se
acuerdan de los leopardos que saltaban de los árboles y en medio del
estrépito del tráfico el viejo cerebro quiere cazar al leopardo para
luchar con él hasta la muerte. Muchas personas dubitativas han dicho
que Dios fue inventado para poder poner a prueba estos feroces
instintos ya que, de otra forma, nuestra violencia se volvería hacia
nosotros y nos mataría. Pero yo no lo creo. El más viejo de los
cazadores al acecho en nuestro cerebro es, después de grandes
plegarias, Dios mismo. El motivo no es luchar o morir, sino
encontrar nuestra pizca de gozo y de verdad que nada en el mundo
puede borrar. A lo que no podemos sobrevivir es al caos.
Nosotros
evolucionamos para encontrar a Dios. Esto es todo lo que hace la
luminosa tormenta de la actividad sin descanso del cerebro. Para
nosotros, Dios no es una elección sino una necesidad.
Hace casi
cien años, el gran psicólogo y filósofo William James declaró que la
naturaleza humana contiene un «deseo de creer» en algún poder
superior. Personalmente, James no supo si Dios existía o si había un
mundo más allá de éste. Estaba casi seguro de que no se podían
encontrar pruebas de Dios, pero tenía el convencimiento de que si se
les quitaba la fe a los seres humanos, se les privaba de algo
profundo. Necesitamos cazar.
Resulta que
Dios no es una persona sino que es un proceso. El cerebro está
cableado para encontrar a Dios. Hasta que no lo encuentres no sabrás
quién eres. Sin embargo, esto es una trampa, porque nuestro cerebro
no nos conduce automáticamente al espíritu.
La búsqueda
ha sido siempre necesaria. Algunas personas tienen la sensación de
que Dios está a su alcance o, por lo menos, no muy lejos, mientras
que otras piensan que está totalmente ausente.
(En una
reciente entrevista ha sido curioso constatar que el 72 por ciento
de los encuestados dijeron que creían en el cielo, mientras sólo el
56 por ciento creen en el infierno. Esto es más que un cándido
optimismo; la tendencia de la vida nos dirige en la dirección
correcta.) Un buscador siempre espera ver al Dios único, verdadero y
final que resolverá todas nuestras dudas, pero en lugar de ello
vamos a la caza de pistas. Al ser incapaz de la totalidad de Dios,
obtenemos indicaciones del cerebro, que tiene una sorprendente
capacidad de insertar constantemente visiones espirituales en las
situaciones más mundanas. Volvamos a algunos de los ejemplos que
dábamos: En medio del peligro te sientes de repente cuidado y
protegido. Se te está revelando el espíritu a través de luchar o
huir.
16 Temes
profundamente una crisis en tu vida personal, pero cuando ésta llega
experimentas una calma repentina. Se te está revelando el espíritu a
través de la conciencia en reposo.
Un extraño
te hace sentir un súbito arrebato de amor. Se te está revelando el
espíritu a través de la respuesta visionaria.
Un niño o un
jovencito te mira a los ojos y por un instante crees que una vieja
alma te está mirando.
Se te está
revelando el espíritu a través de la intuición.
Miras al
cielo y tienes un sentimiento de espacio infinito. Se te está
revelando el espíritu a través de la unidad.
En la vida
moderna es típico creer que la naturaleza está dispuesta de modo
aleatorio y caótico, cosa que dista mucho de ser cierta. La vida
parece sin sentido cuando se han agotado las viejas respuestas, las
viejas realidades y la vieja versión de Dios. Para hacer volver a
Dios, tenemos que seguir nuevas y extrañas respuestas, nos lleven
adonde nos lleven. Como un profesor espiritual apuntó sabiamente,
«El mundo material es infinito, pero es un infinito aburrido. El
infinito realmente interesante está detrás.» PARA TENER LO QUE
QUIERAS Los siete niveles de la realización Dios es otro de los
nombres de la inteligencia infinita. Para conseguir cualquier cosa
en la vida, debemos entrar en contacto con una parte de esta
inteligencia y utilizarla. En otras palabras, Dios está siempre
disponible. Las siete respuestas del cerebro humano son avenidas por
las que avanzamos para alcanzar algún aspecto de Dios. Cada nivel de
realización prueba la realidad de Dios en ese nivel concreto.
Nivel 1
(Respuesta luchar o huir) Nuestras vidas adquieren pleno sentido
gracias a la familia, la comunidad el sentido de la propiedad y el
confort material.
Nivel 2
(Respuesta reactiva) Nuestras vidas adquieren pleno sentido gracias
al éxito, el poder, la influencia, el estatus y otras satisfacciones
del ego.
Nivel 3
(Respuesta de la conciencia en reposo) Nuestras vidas adquieren
pleno sentido gracias a la paz, la concentración, la aceptación de
uno mismo y el silencio interior.
Nivel 4
(Respuesta intuitiva) Nuestras vidas adquieren pleno sentido gracias
a la percepción, la empatía, la tolerancia y el perdón.
Nivel 5
(Respuesta creativa) Nuestras vidas adquieren pleno sentido gracias
a la inspiración, la creatividad expandida al arte o la ciencia y a
los descubrimientos ilimitados.
Nivel 6
(Respuesta visionaria) Nuestras vidas adquieren pleno sentido
gracias a la reverencia, la compasión, el servicio dedicado y el
amor universal.
Nivel 7
(Respuesta sagrada) Nuestras vidas adquieren pleno sentido gracias a
la integración y la unidad con lo divino.
Es muy
importante absorber esta noción de que el espíritu implica un
progreso constante. No es una sensación y tampoco es una cosa que
podamos coger y medir. Muchas cosas empiezan a tener 17 sentido
cuando se desvela el espíritu. Por ejemplo, consideremos la famosa
frase de Veda: «Aquellos que lo conocen no hablan de ello, aquellos
que hablan de ello no lo conocen.» El misterio es saber a qué se
refiere. Si se trata de algún tipo de revelación, entonces podemos
esforzarnos toda la vida para formar parte de la élite de los que
han tenido la revelación. La iluminación se vuelve en algo así como
un apretón de manos secreto. Pero esta frase se refiere a un lugar
real al que podemos viajar, no hay necesidad de frustrarse. Sólo hay
que encontrar este lugar, sin palabras insensatas. Parece que el
mejor consejo es «No hables de ello, simplemente ¡ve!».
Un ejemplo
impresionante de que hay un lugar alcanzable más allá de la realidad
material es la plegaria. Hace más de veinte años unos investigadores
pusieron en marcha unos experimentos para verificar si la plegaria
era eficaz. Dividieron en grupos a diversos pacientes de hospitales,
todos ellos gravemente enfermos. Por algunos de ellos se rezaba y
por otros no. En todos los casos, se les siguió proporcionando una
excelente asistencia médica y, a pesar de ello, el grupo de aquellos
por los que se rezaba pareció recuperarse mejor. El resultado fue
tanto más sorprendente cuando se descubrió que la persona que
realizaba la plegaria no tenía necesariamente que conocer al
paciente personalmente ni incluso saber su nombre. Pero no fue hasta
1998 que un equipo de la Universidad de Duke demostró a todos los
escépticos que la plegaria tiene tanta fuerza.3 Los investigadores
tuvieron en cuenta todo tipo de variables, sin olvidar el ritmo
cardíaco, la presión sanguínea y los resultados clínicos. Se
estudiaron 150 pacientes que habían sufrido intervenciones cardíacas
invasivas; ninguno de ellos sabía que alguien rezaba por ellos. Se
pidió a siete grupos religiosos de todo el mundo que rezaran, entre
los que se encontraban budistas de Nepal, monjas carmelitas de
Baltimore y Jerusalén Virtual, una organización que pide a los
fieles por correo electrónico que envíen plegarias para pegarlas en
el muro de las lamentaciones. Los investigadores descubrieron que
los pacientes se recuperaban un 50 por ciento mejor si alguien
rezaba por ellos.
Incluso
antes de estos resultados altamente inquietantes, tal y como los
calificaron los investigadores, el fenómeno de la plegaria había
ganado repentinamente una nueva popularidad aunque olvidaban el
punto esencial. La plegaria es un viaje a la conciencia que conduce
a un lugar diferente de aquel al que llevan los pensamientos
ordinarios. Nos unimos a ella en un lugar en que no cuentan las
ataduras corporales. La intención de hacerla bien tiene un efecto
sobre las ataduras espacio-tiempo; en otras palabras, la plegaria es
un suceso cuántico ejecutado por el cerebro.
La mayor de
todas las pistas que Dios nos ha dejado por encontrar es la luz, la
Shekhinah. A partir de esta pista podemos extraer una imagen
verdadera de la deidad, cosa que es una mera afirmación pero que
viene corroborada por el hecho de que la ciencia, que es nuestra
religión moderna más creíble, ha remontado la pista de la creación
hasta la luz.4 En este siglo, Einstein y otros pioneros de la física
cuántica irrumpieron en un nuevo mundo a través de la barrera de la
realidad material y la mayoría de ellos tuvieron una experiencia
mística. Tuvieron la sensación de que cuando la luz abandone sus
misterios se conocerá la luz de Dios.
Nuestra
visión no puede ayudarnos si no se la organiza alrededor de la luz.
Las mismas respuestas del cerebro que nos permiten ver un árbol como
un árbol en lugar de verlo como un enjambre fantasmal de átomos
zumbantes nos dejan tener la experiencia de Dios, y van más allá de
la religión organizada. Podemos tomar cualquier pasaje del Antiguo
Testamento y descodificarlo valiéndonos del cerebro, que es el
mecanismo que nos hace ver la escritura real. Nuestros cerebros
responden de acuerdo con los siete niveles que sirven para nuestra
experiencia.
1. Un nivel
de peligro, amenaza y supervivencia.
2. Un nivel
de afanes, competencia y poder.
3. Un nivel
de paz, calma y reflexión.
4. Un nivel
de percepción, entendimiento y perdón.
5. Un nivel
de aspiración, creatividad y descubrimiento.
6. Un nivel
de reverencia, compasión y amor.
7. Un nivel
de unidad sin ataduras.
Todas las
historias de la Biblia enseñan algo para uno o más de estos niveles,
tal y como lo hacen todas las escrituras del mundo, y en cada uno de
los ejemplos la enseñanza es atribuida a Dios. Por ello, el cerebro
y la deidad se funden para que el mundo tenga sentido. Repitamos que
a la única cosa a la que no podemos sobrevivir es al caos.
18 Si
creemos en un Dios castigador y vengador, claramente relacionado con
luchar o huir, no veremos la realidad del nirvana enseñada por Buda.
Si creemos en el Dios de amor imaginado por Jesús, arraigado en la
respuesta visionaria, no veremos la realidad del mito griego en que
Saturno, el padre primigenio de los dioses, se comió a todos sus
hijos. Todas las versiones de Dios son en parte máscara y en parte
realidad, ya que el infinito sólo puede revelar una porción de sí
mismo en cada momento. En efecto, todos seríamos adultos, por lo
menos en Occidente, llamando a Dios por el pronombre neutro, excepto
en el caso de la anomalía lingüística del hebreo, que no tiene
pronombre neutro. En sánscrito, las antiguos indios no tenían este
problema y se referían a la deidad infinita como «lo» y «eso».
La
conclusión más sorprendente de nuestro nuevo modelo es que Dios es
como somos nosotros; todo el universo es como somos nosotros ya que,
sin la mente humana, habría sólo una sopa cuántica, miles de
millones de impresiones sensoriales al azar. Sin embargo, gracias a
la mente/cerebro, reconocemos que, codificados en este cosmos
arremolinado, hay las cosas más valiosas de la existencia: forma,
significado, belleza, verdad y amor, que son las realidades que
alcanza el cerebro cuando llega a Dios, tan real como nosotros, sólo
que más evasivo.
Los siete
niveles de los milagros Un milagro es una exhibición de poder más
allá de los cinco sentidos. Aunque los milagros tienen lugar en la
zona de transición, difieren según los niveles. En general, los
milagros se hacen «sobrenaturales » después de la cuarta o quinta
respuesta del cerebro, pero Cada milagro implica un contacto directo
con el espíritu.
Nivel 1
(Respuesta luchar o huir) Milagros que implican sobrevivir a un gran
peligro, rescates imposibles, un sentido de la protección divina.
Ejemplo: Una madre que corre a una casa en llamas para rescatar a su
hijo o que levanta un coche bajo el que se haya atrapado un niño.
Nivel 2
(Respuesta reactiva) Milagros que implican logros increíbles y
éxito, control sobre la mente o el cuerpo.
Ejemplo:
Hechos extremos de artes marciales, niños prodigio con dones
inexplicables en música o matemáticas, el surgir de un Napoleón de
poderes inmensos nacidos en una cuna humilde (hombres del destino).
Nivel 3
(Respuesta de la conciencia en reposo) Milagros que implican
sincronismo, poderes yóguicos, premoniciones, el poder sentir a Dios
o a los ángeles. Ejemplo: Yoguis que pueden cambiar su temperatura
corporal o el ritmo cardíaco a voluntad; ser visitados por alguien
que vive lejos y que acaba de morir; recibir la visita del ángel de
la guarda.
Nivel 4
(Respuesta intuitiva) Milagros que implican telepatía, fenómenos
extrasensoriales, conocimiento de vidas pasadas o futuras, poderes
proféticos. Ejemplo: Leer los pensamientos o el aura de los demás,
hacer predicciones psíquicas, realizar proyecciones astrales a otros
lugares.
Nivel 5
(Respuesta creativa) Milagros que implican inspiración divina, genio
artístico o realización espontánea de deseos (deseos que se hacen
realidad). Ejemplo: La bóveda de la capilla Sixtina, tener un
pensamiento que repentinamente se manifiesta; las percepciones de
Einstein sobre el tiempo y la relatividad.
Nivel 6
(Respuesta visionaria) Milagros que implican curación,
transformaciones físicas, apariciones santas, hechos sobrenaturales
al nivel más alto. Ejemplo: Andar sobre las aguas, curación de
enfermedades incurables por el mero contacto, revelación directa de
la Virgen María.
19 Nivel 7
(Respuesta sagrada) Milagros que implican una evidencia interior de
iluminación. Ejemplo: Vidas de los grandes profetas y maestros como
Buda, Jesús, Lao Tsé.
No espero
que todos los escépticos y ateos que lean este libro se pongan en
pie repentinamente y proclamen que Dios es real, ya que esta
creencia se alcanza superando diferentes fases. Pero ahora, al
menos, tenemos algo a qué agarrarnos y que a veces es extremadamente
útil. Podemos explicar esos misteriosos viajes que los místicos han
hecho a la realidad de Dios. Esos viajes siempre me han conmovido
profundamente y recuerdo exactamente cuándo empezó mi fascinación
por ellos. El primero de estos viajeros del que oí hablar era uno a
quien llamaban el Coronel, y su historia es uno de los embriones de
este libro. Ahora que vuelvo a contarla noto cómo mi mente
experimenta la realidad del Coronel, que pasó por diferentes fases,
del peligro a la compasión, de la paz a la unidad.
Nos servirá
como una promesa de la verdad desvelada que es posible en cualquiera
de nuestras vidas.
Yo tenía
diez años y mi padre, que era médico en el ejército indio, había
trasladado a su familia a Assam. No hay lugar en el país más verde e
idílico. Assam es el Edén, si es que éste estuvo cubierto por
plantaciones de té hasta donde alcanza la vista. Yo podía
literalmente oír una canción en mi cerebro mientras caminaba hacia
la escuela, en lo alto de la colina. Fue seguramente el encanto de
la colina lo que hizo que me diera cuenta de un viejo mendigo que
acostumbraba a sentarse al lado de la carretera, siempre bajo su
árbol, vestido con harapos, sin pronunciar apenas palabras y casi
sin moverse. Las mujeres del pueblo estaban totalmente convencidas
de que esta figura desaseada era un santo y, en consecuencia, se
sentaban a su lado durante horas para rezar por una curación, o por
un recién nacido. Mi abuela aseguraba que nuestro vecino había sido
curado de artritis con sólo pasar por su lado y pedirle
silenciosamente la bendición.
Curiosamente, todos llamaban a este viejo mendigo el Coronel. Un día
no pude controlar mi curiosidad y pregunté por qué. Mi mejor amigo
en la escuela, Oppo, indagó por mí. La madre de Oppo había sido
curada por el Coronel y su padre, un periodista que trabajaba en la
ciudad, tenía una historia muy interesante que contarme.
Al final de
la Segunda Guerra Mundial, una gran fuerza de tropas británicas, el
condenado ejército olvidado, había sido aniquilado o capturado por
los invasores japoneses en Birmania. Debido a las interminables
lluvias monzónicas la lucha había sido dura y penosa y el
tratamiento recibido por los prisioneros de guerra era atroz. En el
ejército británico había también indios sirviendo y uno de ellos era
un médico bengalí llamado Sengupta.
Sengupta
estaba a punto de morir de hambre en un campo de concentración
cuando los japoneses decidieron retirarse de sus posiciones. Él no
sabía si el ejército británico había avanzado hacia el lugar donde
él se encontraba, pero no importaba. En vez de cambiar de sitio el
campo de concentración, sus captores pusieron a los prisioneros en
fila y les dispararon un tiro en la cabeza a quemarropa. Sengupta
estaba de alguna forma agradecido por morir y terminar de este modo
su tormento. Cuando llegó el momento, oyó el sonido del arma en su
sien, sintió un gran dolor y cayó.
Pero no era
el fin. De forma milagrosa recuperó el conocimiento varias horas más
tarde, cosa que dedujo porque la noche había caído y el campo de
concentración estaba mortalmente silencioso.
Transcurrió
un rato antes de que Sengupta, que sentía que se ahogaba, se diera
cuenta con horror de que estaba debajo de un pesado montón de
cadáveres. Con las prisas por abandonar el campo, nadie había
verificado si estaba realmente muerto y su cuerpo fláccido había
Sido arrojado al montón con los demás. Le pareció tardar una
eternidad antes de reunir las fuerzas necesarias para arrastrarse
hasta el aire libre, llegar hasta el río y lavarse, temblando de
miedo y repulsión. Era evidente que estaba solo y que los aliados no
acudían a rescatarlo.
Al hacerse
de día tomó la decisión de andar hasta llegar a un lugar donde
pudiera estar a salvo.
Como estaba
en lo más profundo de la zona de guerra, y sin noción alguna de
geografía birmana decidió volver a la India y así lo hizo. Vivió
como pudo a base de frutas, de insectos y de agua de lluvia,
viajando de noche y escondiéndose de día en la jungla. El terreno
consistía en colinas y más colinas y el suelo era una profunda capa
de lodo. Pasó por algunos pueblos y granjas pero no confiaba en la
gente y no pidió asilo. En la oscuridad oía animales desconocidos en
una época en que aún había tigres en Birmania y se encontró con
serpientes que le horrorizaron.
Sengupta
tardaría meses en llegar a la frontera con Bengala, y cuando lo
consiguió el demacrado 20 héroe llegado a Calcuta se encaminó al
cuartel general del ejército británico, donde hizo su informe y
explicó su hazaña. Pero los británicos, lejos de creerle, lo
arrestaron inmediatamente y lo encadenaron porque sospechaban que
era un espía o un colaborador japonés. Roto emocional y físicamente,
Sengupta yacía en su oscura celda y pensaba en la suerte que le
había llevado de una prisión a otra.
En algún
momento de este periodo de desgracia, con interrogatorios diarios y
la posterior corte marcial, Sengupta sufrió una transformación
suprema. Era algo de lo que él nunca habló, pero el cambio fue
sobrecogedor y, en lugar de amargura, obtuvo una paz completa, sanó
sus heridas exteriores e interiores —algo muy apropiado de alguien
que iba a convertirse en sanador de los demás— y ya no luchó más y
esperó con calma la inevitable sentencia de la corte. De forma
sorprendente, lo inevitable no sucedió ya que, en un repentino
cambio de opinión, los británicos decidieron creer que su historia
era verdad, impulsados por el inmediato fin de las hostilidades
cuando los americanos lanzaron la bomba atómica sobre Japón.
Al cabo de
una semana, Sengupta fue liberado, se le concedió la medalla al
valor y se le paseó triunfalmente por las calles de Calcuta como un
héroe. Sin embargo, él parecía tan insensible a los vítores como lo
había sido al sufrimiento. Dejó la medicina y se hizo monje
peregrino. Cuando envejeció y encontró su lugar de descanso debajo
del árbol en Assam, no le contó a nadie su historia, y fueron los
aldeanos los que le dieron el apodo de Coronel, informados quizá por
el padre de Oppo, el periodista.
Naturalmente, a la edad de diez años lo que más me interesaba saber
era cómo era posible que a un hombre le dispararan en la cabeza a
quemarropa y siguiera vivo. El padre de Oppo se encogió de hombros.
Me explicó que cuando fueron capturados, la mayoría de soldados
británicos estaban armados con munición hecha en la India. Los
japoneses ejecutaron a Sengupta con su propia arma y, sin duda, una
de las balas era defectuosa y estaba llena de pólvora pero no tenía
el proyectil. Ésta era la explicación racional, sin visos de
milagro.
Hoy en día
me planteo otra pregunta que tiene más significado para mi: ¿cómo
puede un tormento tan desmesurado, que daría todo tipo de razones
para abandonar la fe, dar paso a la fe absoluta?
Nadie pone
en duda que el Coronel alcanzó la santidad a través de esta
experiencia tan rigurosa, de este viaje místico, persiguiendo a Dios
hasta el fin. Hoy me doy cuenta del profundo milagro que es en
realidad el cerebro humano. Tiene la capacidad de ver la realidad
espiritual bajo cualquier circunstancia. En el caso de Sengupta,
consideremos de qué modo pudo haber sido aplastado por el terror de
la muerte, la posibilidad de estar aquí un día y en otro lugar al
siguiente, el temor de que Dios no prevaleciera sobre el mal, y la
frágil libertad que pudo haber sido extinguida por la cruel
autoridad.
Es evidente,
a pesar de la confusión que hace que creer en Dios sea más difícil
que nunca, que todavía existen todos los niveles de revelación. La
redención no es más que otra palabra para invocar nuestra habilidad
innata para ver con los ojos del alma. Cada día, en nuestra cabeza
se oyen dos voces: una que cree en la oscuridad y la otra en la luz.
Sólo una de las realidades puede ser real de verdad. Nuestro nuevo
modelo, el sandwich de realidad, soluciona este enigma. Sengupta
hizo un viaje a la zona de transición donde ocurren las
transformaciones, donde el mundo material pasa a ser energía
invisible y donde también se transforma la mente.
El viaje del
alma de Sengupta pasó por luchar o huir, por la conciencia en
reposo, por la intuición, por la visión, y finalmente encontró el
coraje de vivir en la respuesta visionaria durante el resto de su
vida. Se acomodó en un nuevo camino, arropado por el amor y la
serenidad, porque su cerebro había descubierto que podía escaparse
de la prisión de sus antiguas reacciones, elevándose hasta un nuevo
nivel superior que él percibió como Dios.
Ahora
tenemos en nuestras manos, por lo tanto, la descripción de todo su
viaje espiritual: la revelación de Dios es un proceso posible
gracias a la capacidad del cerebro de revelar su propio potencial,
en cada uno de nosotros hay admiración, amor, transformación y
milagros, no sólo porque los anhelemos, sino porque todo ello es
nuestro desde el nacimiento. Nuestras neuronas han evolucionado para
hacer reales estas elevadas aspiraciones, y desde el útero del
cerebro renace un Dios nuevo y útil o, para ser más precisos, siete
variaciones de Dios5 que dejan todo un rastro de pistas para que lo
sigamos cada día.
21 Si me
preguntaran por qué me esfuerzo en conocer a Dios, mi respuesta
sería egoísta: porque quiero ser un creador. Ésta es la promesa
definitiva de espiritualidad: que podemos ser los autores de
nuestras propias existencias, los creadores de nuestros destinos
personales. Nuestro cerebro está prestando este servicio de forma
inconsciente ya que, en el campo cuántico, el cerebro escoge la
respuesta adecuada para cada momento dado. El universo es un caos
sobrecogedor que debe ser interpretado y descodificado para que
tenga sentido. Por lo tanto, el cerebro no puede tomar la realidad
del modo en que le es dada; tiene que seleccionar una de las siete
respuestas y la decisión se toma en el reino cuántico.
Para conocer
a Dios se debe participar de forma consciente en el viaje, que es la
finalidad del libre albedrío. En la superficie de la vida hacemos
elecciones mucho más triviales, pero pretendemos llevar una carga
muy pesada cuando, en realidad, estamos constantemente representando
siete opciones fundamentales sobre el rey del mundo que reconocemos:
La opción del miedo si queremos esforzarnos para apenas sobrevivir.
La opción
del poder si queremos competir y conseguir.
La opción de
la reflexión íntima si queremos paz.
La opción de
conocernos a nosotros mismos si queremos percepción.
La opción de
crear si queremos descubrir los trabajos de la naturaleza.
La opción
del amor si queremos curar a los demás y a nosotros mismos.
La opción de
ser si queremos apreciar el alcance infinito de la creación de Dios.
No estoy
ordenando en modo alguno las opciones de peor a mejor ni de la buena
a la mejor.
Somos
capaces de tomar todas estas opciones porque están incorporadas a
nosotros. Pero para muchas personas sólo se han activado algunas de
las primeras respuestas, porque una parte de su cerebro está dormido
y, por lo tanto, su visión del espíritu es extremadamente ilimitada.
No es de extrañar que al hecho de encontrar a Dios se le llame
despertar, porque un cerebro completamente despierto es el secreto
para conocer a Dios. Al fin y al cabo, el séptimo nivel es la meta,
la que el ser puro nos permite revelar la infinita creación de Dios.
Es en este punto en el que los judíos místicos que buscaban la
Shekhinah6 se encuentran con los budistas en su búsqueda del satori
y, cuando lleguen, los antiguos Vedas les estarán esperando en
presencia de Shiva, junto con Cristo y su Padre. Éste es el lugar
que es al mismo tiempo el principio y el fin de un proceso que es
Dios. En este proceso, cosas como el espíritu, el alma, el poder y
el amor se nos desvelan de una forma completamente nueva. La
certitud sustituye a la duda y, como escribió ya una vez la
inspirada escritora francesa Simone Weil acerca de la búsqueda
espiritual, «Sólo es válida la certidumbre.
Cualquier
cosa inferior a la certidumbre no tiene valor para Dios.» Dos
MISTERIO DE MISTERIOS Éste es el trabajo del alma que más complace a
Dios.
LA NUBE DEL
DESCONOCIMIENTO El misterio de Dios no existiría si el mundo no
fuera también un misterio. Algunos científicos creen que estamos más
cerca que nunca de una «teoría del Todo», o TDT, como la llamarían
los físicos. La TDT explicará el principio del universo y el final
de los tiempos, el primer y el último aliento de la existencia
cósmica. Todo será revelado, desde los quarks a los quásares, tal y
como prometían las viejos melodramas. ¿Hay un lugar para Dios en
este «Todo»? ¿O bien vamos a expulsar al Creador de su propia
creación? Este hecho es importante, pero cuando nos atañe
directamente a nosotros adquiere una importancia capital.
Consideremos
de nuevo el sandwich de realidad que nos sirvió como modelo. Tal y
como vimos antes, tenemos tres capas: Realidad Material CAMPO
CUÁNTICO Campo Virtual Cualquiera podría ser perdonado por pensar
que Dios no está en ninguna parte y que lo encontraremos aquí,
debido al hecho de que todos los misterios del mundo sagrado se
volverán mundanos el día en que la TDT lo explique todo
satisfactoriamente.
Durante
siglos, los humanos se han mirado en el espejo de la naturaleza y
han encontrado el reflejo de héroes, hechiceros, dragones y Santos
Griales. Lo sagrado era real, fuente de poder supremo, y nada podía
existir, desde un río hasta un trueno, si Dios no lo causaba. Hoy en
día, el espejo está nublado. Ya somos mayorcitos para tener la
necesidad de un dios trueno o de un héroe nacido en el Olimpo. En
lugar de ello, ¿qué vemos? Una sociedad que destruye los antiguos
mitos para construir ciudades como Las Vegas en las que, si queremos
encontrar un mito, debemos ir a un hotel casino llamado Excalibur,
donde el único dios es la Fortuna y los únicos dragones que se
pueden vencer son las máquinas tragaperras que casi siempre ganan.
Si es
verdad, como lo dice el sentimiento poético, que «un toque de
naturaleza hace que el mundo entero te sea familiar», entonces un
toque de mito hace que el mundo entero sea sagrado. En un mundo sin
mitos falta algo, pero ¿sabemos qué es? Hay muchas pistas para esta
respuesta, esparcidas por todas partes en los lugares santos de todo
el mundo. Nadie puede permanecer delante de la gran pirámide de
Keops (o Khufu, para darle su nombre egipcio correcto), sin sentir
la presencia de un poder que está ausente incluso en el mayor de los
rascacielos. El faraón que fue enterrado en las profundidades de su
maciza estructura fue un mortal que aspiraba a ser inmortal y
alimentó esta aspiración levantando la mayor masa de bloques de
piedra que, incluso en nuestros días, haya sido jamás construida.
También tenía la ambición de ser Dios. Khufu fue venerado como
descendiente de los dioses y fue un hombre-dios. ¿No es esto una
demostración de que el ego de un rey no conoce límites? Realmente lo
es, pero aún hay más cosas.
La unión de
Khufu con los dioses unía al mismo tiempo a su gente. Desde tiempo
inmemorial, los humanos se preocuparon por las mismas cuestiones:
¿Tengo un alma? ¿Qué sucederá después que yo muera? ¿Existe una vida
posterior en la que conoceré a Dios? La Gran Pirámide es una
respuesta construida en piedra, porque casi se puede escuchar cómo
las piedras gritan: «¡Y ahora dime que no soy inmortal! » Volvamos
ahora a Las Vegas para contrastar. ¿Qué vemos allí? Riqueza y
ambición parecidas a las de los faraones, pero las personas que se
aglomeran en estos centros de placer ¿tienen más seguridad sobre las
grandes cuestiones? ¿O es que un mundo sin poder espiritual nos
fuerza a 23 buscar distracción porque bajo su superficie no
encontramos ninguna respuesta?
La familia
del hombre está unida en lo sagrado y no podemos permitir que muera
sin estrechar nuestros lazos de sangre hasta una realidad más
profunda, que venimos todos de un "mismo lugar, que estamos de viaje
hacia el gran Dios y que cada uno de nuestros actos es valorado
desde una perspectiva cósmica. La realidad ordinaria es trivial si
la comparamos con esta herencia y la teoría del Todo será inútil,
por no decir destructiva, a menos que la podamos utilizar para
mantener vivo lo sagrado.
Afortunadamente, las cosas más sólidas y fidedignas de la
existencia, como una concha marina, una rama de árbol o un bache de
la carretera forman parte del misterio de Dios. Si creemos en una
piedra estamos automáticamente creyendo en Dios. Me explico.
La realidad
ordinaria es sólo la capa superior de nuestro sandwich. El mundo
material está lleno de objetos familiares que podemos ver, sentir,
tocar, gustar y oler. Cuando los objetos grandes se hacen muy
pequeños, encogiéndose hasta el tamaño de átomos nos fallan los
sentidos. En teoría, el encogimiento tiene que detenerse en algún
momento, porque no hay ningún átomo más pequeño que el del
hidrógeno, la primera partícula material que nació a partir del Big
Bang. Pero en realidad, más allá del átomo se produce una
sorprendente transformación, ya que desaparece toda cosa sólida. Los
átomos están compuestos por bloques de energía vibratoria que no
tienen ningún tipo de solidez, ni masa ni tamaño, ni nada que los
sentidos puedan ver o tocar. La palabra latina usada para bloque o
masa es quantum, que es el término escogido para describir una
unidad de energía dentro del átomo y, por consiguiente, un nuevo
nivel de realidad.
A nivel
cuántico nada perteneciente al mundo material queda intacto. Es
bastante extraño levantar la mano y darse cuenta de que en realidad
es, en su nivel más bajo, un conjunto de vibraciones invisibles que
se producen en el vacío. Incluso a nivel atómico todos los objetos
son un 99,9999 por ciento espacio vacío y, a su propia escala, la
distancia entre un electrón girando y el núcleo alrededor del cual
gira es mayor que la distancia entre la tierra y el sol. El electrón
nunca podrá ser capturado ya que se descompone en vibraciones de
energía que van destellando millones de veces por segundo. Por lo
tanto, todo el universo es un espejismo cuántico, que también va
destellando millones de veces por segundo. A nivel cuántico, todo el
cosmos es como una luz intermitente. No hay estrellas ni galaxias,
sino solamente campos de energía vibratoria que nuestros sentidos
demasiado embotados y lentos, no pueden captar, dada la increíble
velocidad a la que se mueve la electricidad.
En el reino
animal, algunos sistemas nerviosos son mucho más rápidos que el
nuestro y otros son aún más lentos. Las neuronas de un caracol, por
ejemplo, recogen las señales del mundo exterior tan lentamente que
no perciben hechos que tarden más de tres segundos. En otras
palabras, si un caracol estuviera mirando a una manzana, y yo la
cogiera rápidamente y me la llevara, el caracol no vería mi mano
sino que vería desaparecer la manzana ante sus propios ojos. De la
misma forma, las destellos cuánticos son millones de veces más
rápidos de lo que nosotros podemos registrar, por lo que nuestros
cerebros nos engañan haciéndonos ver objetos sólidos que son
continuos en el tiempo y el espacio, de la misma manera que las
imágenes de una película parecen moverse constantemente. Una
película consiste en veinticuatro fotogramas fijos que destellan en
un segundo, con veinticuatro espacios de oscuridad que aparecen
mientras cada uno de los fotogramas es retirado y uno nuevo es
colocado en su lugar, pero como nuestros cerebros no pueden percibir
cuarenta y ocho hechos de movimiento y reposo en un segundo,
obtenemos la ilusión de imagen en movimiento.
Aceleremos
ahora en muchas potencias de diez y obtenemos el truco de la
película que llamamos la vida real. Usted y yo existimos en tanto
que protones destellantes con un vacío negro entre dos destellos, y
este espectáculo de luz incluye todo nuestro cuerpo, cada uno de
nuestros pensamientos y deseos y cada uno de los acontecimientos en
los que tomamos parte. En otras palabras, estamos siendo creados una
y otra vez, constantemente. El génesis ocurre ahora y siempre ha
ocurrido, pero ¿quién está detrás de esta creación sin fin? ¿De
quién es el poder mental o la visión capaz de desintegrar el
universo y volver a integrarlo en una fracción de segundo?
El poder de
la creación está más allá de la energía, una fuerza con la capacidad
de convertir nubes gaseosas de polvo en estrellas e incluso en ADN.
En la terminología de la física, nos referimos a este nivel
precuántico como virtual. Cuando vamos más allá de toda la energía
no hay nada más que un vacío. La luz visible se convierte en luz
virtual; el espacio real se convierte en espacio virtual; 24 el
tiempo real se convierte en tiempo virtual. En el proceso se
desvanecen todas las propiedades. La luz ya no brilla, el espacio no
cubre una distancia, el tiempo es eterno. Éste es el útero de la
creación, infinitamente dinámico y vivo, al que no pueden
aplicársele palabras como vacío, oscuro y frío. El campo virtual es
tan inconcebible que sólo el lenguaje religioso parece tocarlo todo.
Actualmente, en la India, un creyente devoto puede saludar la aurora
con un antiguo himno védico: Al principio no había ni existencia ni
no existencia, todo este mundo era energía sin manifestar...
Él sopló,
sin aliento, por su propio poder, no había nada más...
RIG VEDA En
términos modernos, este verso nos dice que sólo podremos (encontrar
a Dios en estado virtual, allí donde se almacenaba toda la energía
antes de la creación. La física ha trabajado mucho con este estado
que existe antes del tiempo y el espacio y también lo ha hecho la
Imaginación popular. A muchos les podría sorprender saber que la
familiar imagen de Dios como patriarca, con una túnica blanca y
sentado en su trono, tiene poca autoridad, incluso en la escritura
judaica. -Esta imagen aparece una sola vez, en el Libro de Daniel,
mientras que en los libros de Moisés se nos dice muchas veces que
Dios no tiene forma humana.
La teoría
sobre la creación que mejor funciona es la siguiente: antes del Big
Bang, el espacio era infinito, se expandía como un acordeón en
infinitos pliegos o dimensiones, mientras que el tiempo existía de
forma embrionaria, en forma de eterna presencia sin acontecimientos
y que, por lo tanto, no necesitaba de pasado, presente o futuro.
Este estado era absolutamente vacío en un sentido y absolutamente
lleno en otro, no conteniendo nada que nosotros pudiéramos percibir
y, sin embargo, ahí residía el potencial de todas las cosas. Tal y
como declaran los videntes védicos, no podía encontrarse ni la
existencia ni la no existencia, ya que estos términos sólo sirven a
cosas que han tenido un principio, un medio y un fin. Los físicos se
refieren a menudo a este estado como una singularidad: espacio,
tiempo y todo el universo material estuvieron una vez contenidos en
un punto; una singularidad es concebida como el puntito más pequeño
que podamos imaginar y, por lo tanto, ya no es un punto.
Si ahora
podemos imaginar que el cosmos explotó para ser el destello
deslumbrante de luz a partir de este punto único, entonces debemos
avanzar un paso más y considerar que, como el estado de pre-creación
no tiene tiempo, aún está ahí. El Big Bang nunca ha sucedido en el
campo virtual aunque, paradójicamente, han ocurrido todos los Big
Bangs, sin importar cuántas veces el universo se va expandiendo a
través de miles de millones de años luz, para replegarse sobre sí
mismo y abandonarse de nuevo en el vacío; nada cambia a nivel
virtual. Esto es todo lo cerca que la física ha llegado de la noción
religiosa de un Dios que es omnipresente, omnisciente y omnipotente.
Omni significa todo, y como el estado virtual no tiene límites de
ningún tipo es llamado adecuadamente el Todo.
No debe
sorprendernos que nos sea tan difícil hablar del Todo. En la India,
los videntes lo llaman también Aquello, o tat en sánscrito. En el
momento de la iluminación, una persona puede traspasar los cinco
sentidos para percibir la única verdad que puede ser expresada: «Yo
soy Aquello, tú eres Aquello y todo esto es Aquello.» El significado
no es un enigma, sino que simplemente afirma que detrás del velo de
la creación aún existe el estado de pre-creación, abarcándolo todo.
Un amigo
físico afirmó en una ocasión la misma verdad en palabras nuevas:
«Debes darte cuenta, Deepak, que el tiempo es sólo una conveniencia
cósmica que evita que todo suceda a la vez.
Necesitamos
esta conveniencia a nivel material, pero no a niveles más profundos.
Por lo tanto, si tú puedes verte en tu estado virtual, todo el caos
y el remolino de las galaxias tendrían perfectamente sentido, porque
forman un modelo desplegándose en perfecta simetría. Visto desde
esta perspectiva, el punto final de toda creación es ahora, cuando
todo el cosmos ha conspirado para crearnos a ti y a mí sentados aquí
en este mismo segundo.» No hay nada más fascinante que mirar cómo la
ciencia confunde sus límites con el espíritu. No hay palabras más
fáciles para la zona de transición que «quantum» y palabras más
fáciles para Dios 25 que «virtual». Para seguir la pista de un
milagro debemos ir a estos terrenos, ya que los milagros nos indican
que la realidad no empieza y termina en lo material. Una vez un
joven discípulo preguntó a un famoso gurú en la India «¿Cómo
encontraré a Dios? No veo evidencia alguna de que esté en todas
partes, y millones de personas viven bien sin él. Sin Dios todo
sucede en espacio y tiempo. Es el mundo al que estamos
acostumbrados.» El gurú replicó: «Espacio y tiempo son como una red
en la que estás atrapado, pero las redes tienen siempre agujeros.
Debes encontrar uno de los agujeros y saltar por él. Entonces, Dios
será obvio.»1 Todas las tradiciones religiosas contienen este tipo
de escapatorias, rutas de escape hacia un mundo que está por detrás
de nosotros. En el evangelio de san Tomás, Jesús dice que su papel
en esta vida es desviar a sus discípulos de la regla de los cinco
sentidos, que están confinados totalmente al espacio-tiempo: «Os
daré lo que el ojo no ha visto y lo que la oreja no ha oído y lo que
no ha sido tocado y lo que nunca se le había ocurrido a la mente
humana.»2 Jesús hizo esta promesa cada vez que obró cada uno de sus
aproximadamente treinta milagros, pero es fascinante observar que, a
menudo, fueron hechos con considerable reticencia, como si fueran
cosas fuera de lugar. Lo que sí era real era ver que nuestros
sentidos no son fiables en absoluto. El leproso incurable aparece
sólo de esta forma, los panes y los peces son una ilusión, y la
tempestad en el mar de Galilea puede ser calmada por un único acto
de voluntad. Después de sanar al leproso con sólo tocarlo, Jesús
parece especialmente impaciente con todos aquellos que están llenos
de respeto por lo que ha hecho.
Entonces Jesús lo despidió con esta severa advertencia: «Asegúrate
de no decir nada a nadie.