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LAS MÁSCARAS DEL ALMA
Nuestras
actitudes esconden creencias espirituales más profundas; cuando
vemos a través de ellas, podemos cambiar las creencias.
Máscara:
ateo, cínico o buscador fracasado.
Actitud:
duda, resistencia, desapego irónico, desconfiado por hábito. La
emoción de replegamiento* es la ansiedad.
Creencia: no
podemos demostrar a Dios; si existe no tiene poder sobre el mundo
material; estoy solo y mi miedo al vacío es mi razón principal para
seguir buscando.
Máscara:
líder, triunfador o escéptico.
Actitud:
certidumbre, confianza, confianza en sí mismo, búsqueda de
explicaciones racionales por hábito. La emoción de replegamiento es
la ira o la obstinación.
Creencia: yo
mismo controlo mi vida, no Dios; si pide rendición le ignoraré; creo
secretamente que mi propio poder es mayor que el suyo.
Máscara:
pensador o soñador.
Actitud:
reflexivo, conciliatorio, calmado, resuelve las situaciones
emocionalmente por hábito.
La emoción
de replegamiento es la depresión o la resignación.
Creencia:
Dios me insinúa su presencia dentro de mí; recibiré el mensaje
cuando aclare mi confusión; Dios favorece la acción de introspección
más que la acción dirigida al exterior.
Máscara:
idealista o liberador.
Actitud:
conciencia de sí mismo, no critico, deseos de ser un iconoclasta o
de desafiar las expectaciones normales. La emoción de replegamiento
es el desapego.
Creencia:
Dios no piensa que yo pueda estar equivocado o ser pecaminoso; sólo
puedo aceptarlo en la misma medida que yo me acepto a mí mismo; el
perdón es real.
Máscara:
artista, aventurero o explorador.
Actitud:
juguetón, emocionalmente flexible, ansioso por probar todo lo nuevo,
tendencia a ser altamente sensible. La emoción de replegamiento es
la fantasía (autoabsorción).
Creencia:
Dios ha hecho un universo recreacional; estoy a salvo siguiendo mis
impulsos creativos; tengo la aprobación de Dios.
Máscara:
profeta o redentor.
Actitud:
humilde, profundamente indulgente y acogedor para con los demás;
siente respeto por el misterio; capaz de ver hasta el fondo de todas
las personas o situaciones. La emoción de replegamiento es el amor.
Creencia: no
hay milagros hasta que ves que todo en la vida es un milagro; Dios
trabaja a través de mí y mi mayor gozo es servirle.
Máscara: sin
máscara.
Actitud:
inmersión en el éxtasis, la sabiduría y la paz, sin actitudes
personales, con un punto de vista universal. La emoción de
replegamiento es la compasión.
Creencia:
sin creencias personales; cada acción y cada palabra vienen
directamente del origen divino; certitud que el ser humano es un
estado bendito.
Todo esto
sirve para exponer de qué forma tan penetrante estamos influenciados
por nuestro estado de conciencia, porque cada emoción o actitud
tiene un significado espiritual, a pesar del hecho de que la
sociedad no lo reconoce. A los ojos de la sociedad, los
acontecimientos sólo se vuelven espirituales en la iglesia o durante
épocas de crisis o transición, pero el viaje del alma es una
constante en la vida de cada uno de nosotros. Nuestras actitudes
típicas, junto con las emociones de las que no nos podemos librar,
nos indican de una forma sutil cuáles son las cuestiones que se
están agitando a un nivel más profundo. Incluso el santo y el
redentor llevan una máscara, aunque sea delgada, que no le dejan ver
ni a ellos la totalidad de su ego.
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* La emoción de
replegamiento es una respuesta para salir del paso que surge cuando no
podemos resolver una tensión interior o una crisis y refleja también un
sentido de conexión o separación de Dios.
Es posible
que un conjunto de actitudes se adapte tan bien a nosotros que lo
utilizamos constantemente; esto es el distintivo de alguien que se mueve
muy lentamente por el camino, como puede ser el escéptico confirmado que
sigue teniendo dudas sobre los asuntos espirituales, desde la existencia
de Dios hasta la posibilidad de que después haya otra vida. Es posible
que las personas que se aferran firmemente al escepticismo nieguen que
tengan miedo a la vacuidad y al abandono, aunque en el fondo tienen este
problema más que cualquier otra persona, con lo que su máscara se
convierte en algo muy engañoso.
Siguiendo con el
mismo tema, hay personas que tienen mucho éxito y que deben sus logros a
la lucha y a la competitividad que tienden a llevar una máscara de
confianza en sí mismos y a no mirar a las creencias ocultas que les
pondrían en contra de Dios; e incluso creyendo en Dios, actúan de
acuerdo con su poder personal, y si se enfrentan seriamente con la
posibilidad de rendirse, la rehúsan completamente, porque no dudan a la
hora de elegir entre la voluntad y la rendición.
¿Cuál es la
máscara de alguien que se mueve muy rápidamente por el camino? Puede que
parezca una paradoja, pero cuanto más turbulentos seamos en nuestro
interior con mayor rapidez nos moveremos. Es el fermento lo que es
bueno, y no el hecho de referirnos a nuestra propia historia.
Krishnamurti
decía que el descontento es la llama del buscador. Meher Baba, un
maestro indio sufista, enseñaba que el único requisito previo para
despertar es la desilusión total. ¿Por qué? Pues porque la noción de que
somos una entidad fija es una gran ilusión, y cuanto antes veamos lo
variados y complejos que somos, antes nos caerá la máscara de nuestro
ego.
En la naturaleza
no hay nada inmóvil. Las criaturas o se mueven o mueren. Viendo el modo
en que florece una flor, produce las semillas y se sacrifica a sí misma
para que nazca una nueva vida, nos preguntamos si nuestras almas no
estarán en el mismo ciclo. ¿Crecemos y caemos, girando por un círculo
infinito de nacimiento y muerte? O ¿es que hay una tendencia a
permanecer en movimiento cerca de Dios, a pesar de los muchos obstáculos
que van surgiendo por el camino?
Personalmente,
creo que es una cuestión importante para mi actual comportamiento,
porque puedo elegir entre obedecer a las motivaciones de mi ego o a mis
ideales más elevados. El 99 por ciento de la humanidad tiene una
historia en la que cree y nada les moverá de su historia. Los santos nos
recuerdan que debemos escoger lo ideal por encima del egoísmo, y cuando
tenemos tentaciones de ser egoístas, codiciosos y ambiciosos, no nos
condenan. «Venid a mí —implora Rumi— aunque hayáis roto vuestros votos
mil veces.» El alma no puede ser obstaculizada por una acción exterior y
nadie hace el viaje del alma más rápidamente o más lentamente que otras
personas, porque el tiempo no cuenta a nivel del alma, sino que lo que
cuenta es la percepción. Cuando percibimos que el despertar es
inevitable, la atracción magnética del alma seguirá haciéndonos cambiar.
Todos nosotros, incluyéndome a mí, no somos más que santos en potencia.
Podemos exhibir el comportamiento que queramos, pero la vida fluye desde
las raíces hacia arriba, y no de las ramas hacia abajo. Desde un punto
de vista espiritual, ser bueno nunca es un error, pero desde el punto de
vista de la absoluta efectividad, lo cual significa intentar
despertarnos en el menor tiempo posible, sin obstáculos ni
reincidencias, adoptar la creencia correcta tiene mucha más fuerza. Como
dice el primer principio, la evolución no puede detenerse. Teniendo esto
bien presente, tenemos una base para perdonar cualquier pecado, dejando
atrás el pasado y dándonos a nosotros mismos una segunda oportunidad en
todo aquello en que fallamos la primera vez, ya que no hay caída en
desgracia, sino sólo una larga licencia y al final solamente hay una
guía de la que nos podamos fiar,
encontrar nuestro lugar en el arco creciente y no parar de
movernos.
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