EL VIAJE DEL ALMA HACIA EL MISTERIO DE LOS MISTERIOS
El Dios Creador
DEEPAK CHOPRA
EL DIOS CREADOR
(Respuesta
creativa) Hay un nivel de creatividad que va mucho más allá de
cualquier cosa de la que podamos haber hablado hasta ahora. Empieza
a surgir cuando la intuición se vuelve tan poderosa que irrumpe en
el entorno. Esta superintuición controla los acontecimientos y hace
que los sueños se vuelvan realidad, como un artista que no trabajase
con lienzo y colores, sino con la materia prima de la vida. El
siguiente ejemplo tomado de mi propia vida empezó en circunstancias
mundanas que fueron volviéndose cada vez más sorprendentes.
Hace algunos
meses estaba en mi oficina trabajando en un proyecto que necesitaba
una ilustración, pero no conocía a ningún ilustrador profesional.
Mientras pensaba en quién podría hacerme el trabajo, sonó el
teléfono. Era mi hija mayor, Mallika, que me llamaba desde la India.
Cuando le hablé del problema, me sugirió inmediatamente a una
artista irlandesa a la que llamaremos Suzanne Malcolm, pero ni ella
ni yo teníamos la menor idea de dónde vivía. Colgué el teléfono y ya
no pensé más en el asunto, hasta una tarde en que me llamó mi editor
de Londres. Por probar, le pregunté si conocía a Suzanne Malcolm,
pero no la conocía. Una hora más tarde mi editor estaba en un cóctel
y la persona que se hallaba a su lado recibió una llamada en el
teléfono móvil y dijo: «¿Suzanne?» Mi amigo editor tuvo un impulso
repentino y le preguntó si hablaba con Suzanne Malcolm, cosa que,
sorprendentemente, así era. Mi amigo anotó el número de teléfono y
también le pidió que me llamara. En aquellos momentos yo había
llegado en avión a Los Ángeles para dar una conferencia programada.
Era temprano y no tenía idea de dónde me encontraba, por lo que
moderé la velocidad del coche de alquiler. Al comprobar los mensajes
en el móvil, encontré uno de Suzanne Malcolm, cosa que me alegró
mucho e inmediatamente marqué el número que me había dejado en el
mensaje.
Una voz de
mujer respondió: —¡Dígame!
—¿Suzanne?
—dije, y me presenté—. Me gustaría saber si podrías venir desde
Dublín para 70 hacerme un trabajo.
—Bueno, de
hecho, no estoy en Dublín, en estos momentos estoy en Los Ángeles.
Miré por la
ventanilla del coche y sentí un escalofrío, porque estaba aparcado
justamente delante de la casa que ella me mencionaba.
¡De qué
forma más involuntaria nos ponemos al alcance de Dios! Este ejemplo
va claramente más allá de la intuición, justamente porque ninguno de
los personajes de la historia la había tenido, y va más allá de la
sincronicidad porque no se trataba solamente de un encuentro casual
que había resultado tener un cierto significado. ¿De qué modo
podemos llamar a una cadena de acontecimientos que empieza con una
determinada intención para llegar a hacer coincidir unos hechos en
dos continentes, a través de varias zonas horarias y en las vidas
aleatorias de cuatro personas?
La respuesta
es la creatividad. Como el campo de la mente va más allá del tiempo
y del espacio, puede manipularlos para su propio uso. Normalmente la
actividad de la fuente no queda expuesta a la vista. No podemos ver
cómo giran las ruedas de la fortuna hasta la fase cinco, en la que
ha llegado el momento en que el destino ya no tiene por qué
ocultarse a la vista. Esto sucede cuando una persona abandona toda
noción de acontecimiento por accidente, por coincidencia o por azar
y, en lugar de ello, pretende tener la responsabilidad de cualquier
suceso por trivial que parezca.
Los
acontecimientos ya no suceden «por ahí», sino que son guiados por
nuestras propias intenciones. La fase cinco une la individualidad a
Dios en una colaboración como co-creadores, y cuando estamos
preparados para establecer la alianza, el Dios que nos encontramos
tiene estas cualidades: Potencial creativo ilimitado Control sobre
el espacio y el tiempo Abundante Abierto Generoso Desea ser conocido
Inspirado Éste es el Dios más íntimo que hemos proyectado hasta este
momento, debido a una cualidad que es la clave de la fase cinco: la
franqueza. El Creador es mucho más vasto que cualquiera de los
dioses precedentes, y nuestras mentes deben captar lo que significa
el hecho de tener todo el tiempo y el espacio a nuestra disposición.
Cuando Adán
y Eva comieron de la fruta prohibida, surgió en ellos inmediatamente
un sentimiento de vergüenza y, en estos primeros momentos de
autoconciencia, se escondieron de Dios, cosa que de alguna forma
hemos estado haciendo siempre desde entonces. En otras palabras, la
convicción del pecado nos ha privado de nuestra propia creatividad
que podría ser paralela, sino igual, a la de Dios. El hecho de
volver al origen ha sido una constante desde la fase uno. En la fase
cinco, finalmente, no queda rastro del pecado original ni
imperfección que debamos expiar.
Volviendo a
mi primer ejemplo, el hecho de que yo encontrara a mi ilustradora no
significa que hubiera llegado a la fase cinco sino que la pregunta
crucial es cuál es el papel que yo mismo desempeñé. Si me miro a mí
mismo desde fuera de todo el proceso, entonces no soy un co-creador.
Lázaro,
después de resucitar, estaba increíblemente sorprendido, pero ni él
resucitó a nadie, ni tampoco pretendió ser el artífice de su propio
milagro. Para estar en alianza con Dios debemos mantener nuestra
parte en la asociación, cosa que involucra algunas creencias
específicas: Tenemos que vernos a nosotros mismos en el centro del
proceso creativo.
Tenemos que
aceptar la responsabilidad por todos los resultados.
Tenemos que
reconocer que todos los pensamientos, incluso los más pequeños,
tienen consecuencias.
Tenemos que
identificarnos con un ego más amplio que el que vive aquí y ahora en
este limitado cuerpo físico.
Muchas
personas que están en el camino de la espiritualidad aceptan
gustosas una o más de estas creencias, pero el factor decisivo es si
las vivimos. Un requisito previo consiste en años de meditación, de
contemplación o de plegaria, y otro implica hacer una gran cantidad
de trabajo interior para alejar las dudas y creencias sobre las
propias imperfecciones; pero por encima de todo ésta es una fase de
fuerza, cosa que implica considerar si merecemos manejarla. Las
personas en la fase cinco son normalmente introspectivas y
reservadas, pero todas ellas saben que son las intenciones las que
cuentan. Las cosas suceden porque se quiere que así sea, sin
importar si los resultados sientan bien o no, e independientemente
de si nos aportan un beneficio evidente. Detrás de esta pantalla de
intimidad, estas personas no son necesariamente grandes, ricas o
famosas y, sin embargo, sienten un gran júbilo porque saben que Dios
comparte con ellos su genio creativo.
Las
investigaciones sobre el cerebro arrojan poca luz sobre cuál es el
mecanismo que está involucrado. Se supone que, cuando las personas
están en estado creativo, el córtex cerebral constata ante todo Una
conciencia en reposo. La creatividad exhibe las ondas alfa de la
relajación y, subjetivamente, la persona se siente abierta y
receptiva. A diferencia de otros períodos de relajación, este estado
está aguardando alguna cosa, por ejemplo un destello de inspiración,
y cuando esto ocurre, la mente registra un pico de actividad en un
momento de «¡Eureka!». Muchos artistas e inventores famosos pueden
dar testimonio de esta experiencia que en su trabajo puede tener
profundas implicaciones. Un eureka no es un pensamiento ordinario,
sino que las personas creativas tienden a introducir preguntas en su
mente y luego aguardan a que llegue la solución; de ahí la necesidad
de pasar a la relajación.
Mientras
espera durante horas o días la llegada de la solución creativa, ¿qué
es lo que hace el cerebro? No tenemos ni idea. Cuando incubaba uno
de sus decisivos teoremas, el cerebro de Einstein mostraba la misma
actividad mundana que el de cualquier otra persona.
Sin embargo,
es innegable que la mente está haciendo una cosa extremadamente
inusual, especialmente si extendemos la creatividad más allá de lo
que haría un Einstein o un Miguel Ángel. Si la creatividad significa
labrar nuestro propio destino fuera del espacio-tiempo, sería
infructuoso buscar una evidencia de ello en el plano material,
porque estamos hablando de creatividad cuántica. He dejado de lado
momentáneamente nuestro modelo cuántico porque tenía la intención de
representar a Dios de una forma más humana, desde un punto de vista
personal. Sin embargo, tan pronto como empezamos a tratar los hechos
milagrosos, tenemos que volver al mundo cuántico ya que no hay otra
forma viable de explicar estos poderes.
En una
ocasión, un maestro indio dijo que «Los milagros no existen, a menos
que contemplemos toda la vida como un milagro». Con esto se refería
a algo muy concreto: el mundo parece una cosa sin importancia, no el
producto de un milagro, mientras que convertir el agua en vino nos
parece absolutamente milagroso; sin embargo, ambas cosas se funden a
nivel cuántico. Si miro por la ventana veo, entre el mar y mi casa,
un roble nudoso y retorcido, pero ¿está este árbol ahí, formando
parte del paisaje? De ningún modo. Para un neutrino, que puede
atravesar toda la tierra en algunas millonésimas de segundo, los
objetos sólidos son tan vaporosos como una ligera niebla, pero mi
sistema nervioso tiene que crear un roble a partir de la niebla de
datos cuánticos. Todo lo relacionado con este árbol es maleable.
Para un protón, que necesita millones de años para nacer y luego se
destruye, la vida de un viejo roble representa menos de una fracción
de segundo, pero para una florecilla cuya vida dure un solo día, la
vida de un viejo roble es literalmente eterna. Para un druida, el
árbol seria sagrado, el hogar de las deidades del bosque y, por lo
tanto, una tremenda fuente de poder; pero para un leñador representa
apenas un día de trabajo.
Cualquier
cualidad del árbol que tomemos cambia de acuerdo con la persona o
cosa que la percibe. Consideremos ahora el entorno del árbol. Cada
una de las cualidades que poseen el aire, el mar, la tierra y el sol
están igualmente bajo mi control. En un estado catatónico yo no
vería nada de lo que veo ahora, porque, en un estado de inspiración
religiosa, los colores, los olores y los sonidos pueden ser
extremadamente pronunciados, lo cual es más que un cambio subjetivo.
Para percibir el mundo, mi cerebro tiene que convertir protones
virtuales en información sensorial.
Como ya
hemos hablado de esto anteriormente, sólo haré notar el aspecto más
importante, que es que «aquí fuera no hay ningún árbol». Si no hay
un cerebro que los cree, no existen imágenes, sonidos, texturas,
gustos ni olores. Estamos tan acostumbrados a aceptar el mundo tal
como se nos presenta que pasamos por alto nuestro papel creativo,
aunque podemos imaginarnos un mundo sin visión, que es aquel en que
mora el pez ciego de las cuevas. Como su entorno no contiene fotones
72 de luz visible, no necesita ojos, lo cual no es una gran pérdida
para él, sino que es solamente una opción que no ha ejercido. Del
mismo modo, una persona es capaz de crear resultados en su vida,
mientras que otra persona apenas percibirá acontecimientos al azar.
La diferencia entre ellos es una opción no ejercida.
Somos tantos
los que limitamos nuestras opciones que contemplamos una creatividad
elevada como milagrosa, aunque no lo sea. La mayoría de nosotros
podemos recordar una imagen de nuestra infancia, en la playa con
nuestras familias, pongamos por caso. Con una imaginación
suficientemente vivida, podemos incluso revivir la escena, sintiendo
el calor y el brillo del sol y dejando que el oleaje nos acaricie el
cuerpo. En realidad, no existe una diferencia esencial entre revivir
estos recuerdos en nuestra mente o ir a la playa en persona, porque
en ambos casos el cerebro está conformando fotones virtuales en un
modelo de experiencia. Cuando Jesús convirtió el agua en vino,
utilizó la misma capacidad, con la única diferencia de que
tergiversó la línea arbitraria entre los resultados imaginarios y
los reales.
En la fase
cinco, mariposeamos alrededor de esta línea, pero aún no estamos en
la fase de hacer milagros tales como levitar o resucitar muertos. En
esta fase, desempeñamos el papel de aprendices que desean asomarse a
la caja de secretos del maestro, pero que aún no saben nada. En
otras palabras, existe todavía una pequeña separación entre la mente
individual y su origen a nivel virtual.
Ponernos en
la fase cinco, es como colocarnos en lugar del alumno más aventajado
de Mozart o de Leonardo da Vinci, pero para ser aceptado por el
maestro como un artista, tenemos que haber desarrollado las
siguientes relaciones: *??Necesitamos creer que nuestro profesor es
realmente un gran maestro. El Dios Creador tiene un potencial
creativo ilimitado.
*??Confiamos
en que nuestro maestro pueda hacer un trabajo de confianza en el
medio que haya escogido. El Dios Creador utiliza el medio real,
porque controla el tiempo y el espacio.
*??Queremos
que nuestro maestro tenga muchas cosas que enseñarnos. El Dios
Creador es abundante y generoso.
*??El
maestro no tiene que estar tan perdido en sí mismo como para ser
inabordable. El Dios Creador es abierto.
*??No
queremos que nuestro maestro retenga sus conocimientos reales. El
Dios Creador desea ser conocido.
*??Queremos
que nuestro maestro trascienda la capacidad mecánica para beber en
las fuentes del genio. El Dios Creador tiene inspiración.
En las
primeras fases del crecimiento interior, podría parecer blasfemo o
por lo menos muy imprudente emprender este tipo de relaciones,
porque las etapas preliminares no desean ni permiten tanta
intimidad; pero en la fase cinco, nos damos cuenta de que Dios no es
un ser con deseos porque, como no tiene preferencias, se lo permite
todo. Las inhibiciones que nos retienen existen en nuestro interior,
y esto es verdad para todos los niveles del crecimiento. Dios
contempla todas las opciones desde el mismo punto de vista porque es
infinito y, por lo tanto, lo engloba todo aunque, sin embargo, no
emite sentencias. Cuando nos damos cuenta de esto, Dios nos abre
repentinamente sus más profundos secretos, no porque Dios haya
cambiado de forma de pensar, sino porque ha cambiado nuestra
perspectiva.
¿Quién soy?
El co-creador
de Dios.
La metáfora
del maestro y del aprendiz sólo llega hasta aquí porque a Dios no le
encontramos nunca en persona y no nos anuncia qué es lo que va a
enseñarnos, porque todo el proceso es interno. Sin embargo, como co-creadores,
se supone que vamos a hacer algo más que vivir y tener deseos
aleatorios, como hacen la mayoría de las personas. Un co-creador se
orienta de una forma determinada hacia sus deseos, lo cual no
significa en modo alguno controlarlos o manipularlos, puesto que
esto son opciones que se hacen a nivel del ego. En la fase cinco, el
proceso consiste en ser los autores de nuestras propias vidas, cosa
que algunos han llamado escribir el guión de nuestro 73 destino. Y
esto, ¿cómo se hace?
Ante todo,
tenemos que ver la diferencia entre antes y después. Antes de ser
los autores de nuestra propia vida nos sentimos poco dispuestos e
impotentes y constantemente nos suceden cosas imprevistas; cada día
se nos presenta algún tipo de obstáculo, ya sea grande o pequeño. En
efecto, puede haber una confusión absoluta sobre qué es lo que
queremos en primer lugar y, si estamos en un lugar de conflicto y
confusión, parece que las circunstancias exteriores tienen las de
ganar.
Por el
contrario, una vez que hemos asumido la autoría de nuestra propia
vida, no se ponen nunca en duda los resultados y, sea lo que sea lo
que nos sucede, cada acontecimiento tiene un lugar y un sentido y
nos damos cuenta de que nuestro viaje espiritual adquiere sentido
hasta en el menor de los detalles. Con esto no queremos decir que el
ego se despierte cada mañana y nos arregle el día —porque los
acontecimientos aún se producen de forma impredecible—, sino que, en
el momento en que éstos se producen, nos damos cuenta de que estamos
en disposición de enfrentarnos a ellos. De esta forma, no puede
surgir nada que no encuentre una respuesta en nuestro interior, y la
aventura consiste en descubrir las soluciones creativas que más nos
atraigan, y como un autor que en cada página puede verter el mundo
que él mismo elija, adquirimos una autoría basada en nuestras
propias inclinaciones, sin ayuda externa y sin segundas opiniones.
La fase
cinco no es la última fase, porque hemos cruzado la línea que nos
lleva a los milagros.
Podremos
decir que estamos en la fase cinco por la forma en que obtenemos
aquello que queremos.
Si nos
fiamos casi por completo de nuestro proceso interno, entonces, con
un esfuerzo mínimo, seremos co-creadores de la realidad.
¿Cómo encajo
en esto?
Hago
propósitos.
Si nos
metemos en detalles, el acto de la creación se puede reducir a un
solo ingrediente: la intención. En la fase cinco, no tenemos por qué
dominar técnicas esotéricas, ni trucos mágicos para que un
pensamiento se convierta en realidad, ni secretos para obrar
milagros. Las cosas suceden con sólo proponérselas. Cuando se
entrevista a personas que han tenido éxito, oímos muchas veces la
misma fórmula: «Tenía un sueño y me aferré a él porque sabía que se
haría realidad.» Esta actitud es un síntoma, podríamos decir el
síntoma, de la co-creación. Desde luego que hay que trabajar mucho
para alcanzar cualquier logro importante, pero en la fase cinco el
resultado final está preparado y, por tanto, el trabajo en sí no es
de tipo primario, sino que es simplemente el necesario para llegar a
la meta. De hecho, muchas personas famosas que han alcanzado el
éxito dan fe de que los asombrosos acontecimientos de su carrera
parecen suceder de forma automática, o como si le sucediera a
alguien fuera de ellos mismos. Sea lo que sea lo que sienten, en el
centro de todo el proceso encontramos una intención.
Si
analizamos esto desde el punto de vista del comportamiento
específico, podremos encontrar las siguientes cualidades en personas
que han llegado a dominar el arte de la intención: 1. No están
apegadas al pasado o al modo en como debieron suceder las cosas.
2. Se
adaptan rápidamente a los errores y las faltas.
3. Tienen
buenas antenas y están alerta a las menores señales.
4. Tienen
una buena conexión entre mente y cuerpo.
5. No tienen
problema en enfrentarse a la incertidumbre y la ambigüedad.
6. Tienen
paciencia por el resultado de sus deseos, y fe en que el universo
les traerá resultados.
7. Hacen
conexiones kármicas y son capaces de ver el significado en los
acontecimientos del azar.
Estas
cualidades contestan también la pregunta anterior de qué bien
procede del silencio interior, ya que el bien es creativo. En estas
siete cualidades se incluyen algunas importantes lecciones de vida y
sólo a partir de esta lista ya podríamos escribir un libro. Sin
embargo, nos limitaremos a hacer una breve sinopsis: hacer que una
idea se haga realidad implica siempre intenciones. Si tenemos un
destello de genialidad, este destello permanece en el interior de
nuestra cabeza hasta que se 74 materializa y para esto hay métodos
eficientes y métodos que no lo son, siendo el más efectivo el que
nuestra propia mente nos muestra. Si nos piden que pensemos en un
elefante, la imagen aparece en nuestra mente y, aunque millones de
neuronas tengan que coordinar esta imagen utilizando energía química
y electromagnética, nosotros quedamos al margen de ello y, por lo
que a nosotros se refiere, la intención y el resultado son la misma
cosa, permaneciendo invisibles todos los pasos intermedios.
Consideremos
ahora una intención de mayor envergadura como, por ejemplo, la de
estudiar medicina. Desde el momento en que tenemos esta idea
inicialmente hasta que la idea se hace realidad hay muchos pasos,
que en modo alguno son internos: preocuparnos por el dinero de la
matrícula de la universidad, aprobar unos exámenes, ser admitidos,
etc. Sin embargo, cada uno de estos pasos depende de operaciones
cerebrales que son coordinadas de forma invisible: pensamos, nos
movemos y actuamos utilizando intenciones. En la fase cinco, este
piloto automático se extiende al mundo exterior, lo cual quiere
decir que esperamos que todo el proceso de llegar a ser médico se
haga realidad con el último esfuerzo, libre de obstáculos. El límite
entre «aquí dentro» y «allá fuera» queda suavizado y todos los
acontecimientos tienen lugar primero en el campo de la mente para
manifestarse luego exteriormente.
Una vez que
nos hemos dado cuenta de este hecho, nuestro comportamiento ya es
libre para seguir los siete principios esbozados en la lista y
podemos despreocuparnos de cómo irán las cosas porque las hemos
dejado en el cosmos. No importan los éxitos ni los fracasos
anteriores porque cada intención es reprocesada desde el principio,
sin tener en cuenta los anteriores condicionantes y también podemos
tener paciencia en cada una de las etapas, porque el factor tiempo
está perfectamente controlado en otro nivel. Durante los meses y
años que tardamos en convertirnos en médico, somos testigos
silenciosos del modo en que las piezas del proceso van poniéndose en
su lugar, y aunque pasemos a la acción, el hecho de actuar permanece
impersonal. A nivel del ego podemos sentir una decepción porque el
hecho A sucedió en lugar del hecho B, que era el que esperábamos,
pero a un nivel más profundo, tenemos conciencia de que el hecho B
ocurrió por mejores razones y entonces, cuando esta razón se revela,
es cuando hacemos la conexión kármica.
Como nadie
es perfecto, aún cometeremos errores, pero nos adaptaremos a ellos
rápidamente y no hará falta que seamos tenaces, ya que después de
todo no es responsabilidad nuestra el cómo funcionan las cosas, sino
el haber tenido la intención en primer término. Los escépticos
podrían preguntarse qué es lo que nos impide cometer el asesinato
perfecto o hacer un desfalco millonario, pero el universo tiende a
dar apoyo a aquello que es mejor para nosotros y no sólo a aquello
que se nos antoja.
Finalmente,
cuando una intención queda desvelada, la persona no permanece pasiva
como un pasajero en un tren, sino que su papel es estar tan alerta y
vigilante como le sea posible porque, en su primer momento, los
momentos clave de la vida llegan como pequeñas señales y sólo se
amplifican cuando se toma la decisión de seguirlos. Por lo tanto,
estar alerta a las pequeñas señales es una parte importante de la
evolución espiritual, porque Dios habla siempre en silencio, aunque
algunas veces el silencio hace más ruido que otras.
¿Cómo
encontraré a Dios?
Con
inspiración.
A menudo
oigo a personas que citan el consejo de Joseph Campbell de «seguir
con nuestro éxtasis». Pero ¿cómo se hace esto exactamente? Puedo
extasiarme mientras como un pastel de chocolate, pero si mantengo
este éxtasis, los resultados pueden ser incómodos después de un
cierto tiempo. Las personas codiciosas, egoístas, abusivas,
dominantes y adictas también pueden creer erróneamente que están
siguiendo con su éxtasis. En la fase cinco, el éxtasis queda mejor
definido como inspiración. Más que tener intenciones que se originan
en nuestro ego, tenemos la sensación de que estamos llamados a hacer
alguna cosa de gran importancia. La autogratificación es aún
intensa, pero ya no es estrecha, en el sentido de que tener un
orgasmo o comer en un gran restaurante sí que lo es. El sentido de
estar fuera está a menudo presente, y cuando Dios toma el mando, el
disfrute de nuestros deseos se convierte en éxtasis, mientras que en
el cumplimiento de los deseos nuestro ego nos sorprende a menudo
haciéndonos sentir totalmente apáticos y, si no, preguntémosle a
alguien que hace seis meses que ganó la lotería.
Estar
inspirado implica un alto grado de realización. Hace cuatro décadas,
el psicólogo Abraham Maslow habló por primera vez de las
experiencias límite, que era su terminología para describir un gran
progreso hacia el interior de la conciencia expandida. Una
experiencia límite comparte muchas cualidades con la inspiración,
entre las que se encuentran sentimientos de éxtasis y el estar fuera
de nosotros mismos. Se ha informado de experiencias límite en la
cima del Everest, pero también pueden llegar en el éxtasis de hacer
música, enamorarse o conseguir una victoria importante, porque la
mente consciente recibe una importante inyección del inconsciente, y
aunque esto pueda suceder solamente una vez en toda la vida, este
sentimiento de fuerza puede influir en el curso de los
acontecimientos durante muchos años.
Por el
contrario, desde que Freud desveló las bases de la neurosis, la
sicología ha insistido en que la naturaleza humana está cargada de
violencia y de represión. El subconsciente no era una región cercana
a Dios, sino un terreno oscuro y tenebroso en el que nuestros peores
instintos quedaban normalizados, cubiertos por una capa de mejores
instintos como el amor y el pacifismo, pero a los cuales nunca
podíamos escapar. Por el contrario, Maslow pensaba que no es normal
cualquier manifestación de la violencia o del mal.
Aunque
Maslow teorizaba que las experiencias límite nos proporcionan
visiones de las normas reales de la psique, fue casi imposible
probar que nadie hubiera vivido al límite durante un determinado
período de tiempo. Entre el total de la población, Maslow y los
investigadores mentales pudieron apenas encontrar un cinco por
ciento de personas que hubieran pasado por esta transición; pero
cuando los encontraron, sucedieron cosas notables. Para estos
individuos era Una experiencia normal el sentirse seguros,
confiados, plenos de estima hacia ellos mismos y hacia los demás,
apreciando profundamente lo que la vida les deparaba y
constantemente maravillados de que el mundo pudiera permanecer tan
lleno de vigor día tras día y año tras año.
Este puñado
de personas fue etiquetado como los «auto-actualizados» y luego
fueron olvidados.
La norma no
fue redefinida, lo cual no era un fallo de percepción, pues
redefinir la naturaleza humana en términos tan positivos no parecía
realista. Freud ya había establecido las leyes sobre la naturaleza
humana, según las cuales éstas contienen tendencias que irrumpen
como monstruos enjaulados para sobrepasarnos y que siempre están
presentes debajo de la superficie.
El mismo
Maslow, incluso creyendo de todo corazón que la naturaleza humana es
digna de confianza y capaz de un gran crecimiento interior, tuvo que
admitir que tenemos tremendos obstáculos ante nosotros, porque la
mayoría de personas están demasiado necesitadas como para crecer ya
que, mientras nuestras necesidades están frustradas, pasamos la
mayor parte de nuestro tiempo intentando darles cumplimiento. Según
dijo Maslow, las necesidades son de cuatro niveles: el primero es
físico, que es la necesidad de alimento y vestido; luego viene la
necesidad de sentir seguridad, seguida de la de ser amados y,
finalmente, de la de la autoestima. Dedicamos una gran cantidad de
trabajo interior a estas necesidades básicas de la vida. Maslow nos
enseñó que las necesidades están apiladas unas encima de otras en un
orden jerárquico, y que sólo en la cúspide de la pirámide una
persona tiene la oportunidad de sentirse autoactualizada.
Según esto,
la mayor parte de la vida espiritual es un pensamiento ilusionado,
porque cuando nos dirigimos a Dios para sentirnos seguros o para que
nos ame, la motivación real es la necesidad, que es tal como
funciona todo en la vida. Dios no interviene para rectificar
cualquier situación que se presente ya que, para restaurar algo
sagrado, se debe realizar algo que ni el amor, ni la seguridad, ni
la autoestima o la buena fortuna pueden hacer, y aquí es donde entra
en juego la inspiración, porque si estamos inspirados no actuamos de
ningún modo por necesidad. Según la Biblia, la inspiración es un
acto de gracia, una bendición.
En la fase
cinco, este sentimiento de tener una bendición empieza a extenderse
a partir de un determinado momento, porque no tenemos que estar muy
desarrollados espiritualmente para sentirnos triunfantes cuando
llegamos a la cima del Everest o nos conceden el premio Nóbel,
porque el desarrollo espiritual se manifiesta cuando incluso las
pequeñas cosas llevan consigo una bendición. Como ya escribió Walt
Whitman —un poeta que escandalizó a sus lectores al decir que el
olor de sus axilas era más sagrado que cualquier iglesia—, «Me
satisface más ver una mañana preciosa por la ventana que la
metafísica de los libros». Una persona en la fase cinco ve gracia en
todas las cosas.
¿Cuál es la
naturaleza del bien y del mal?
El bien es un
alto nivel de conciencia.
El mal es un
bajo nivel de conciencia.
Una vez una
mujer me dijo: «Para mí, una nueva fase empieza de una forma muy
trivial. En una ocasión estaba en la habitación de un hotel sentada
junto a la ventana, contemplando cómo caía una intensa lluvia que ya
hacía todo un día que duraba y que me había echado por tierra los planes
que tenía para aquella jornada. Me sentía algo melancólica. A cierta
distancia asomaba un rascacielos, y de repente pensé que sería precioso
ver un rayo de sol reflejado en aquel edificio. Probablemente no he
tenido una idea más trivial en toda mi vida. De repente, en medio de un
fuerte aguacero, las nubes se rompieron y un brillante rayo de sol fue a
dar justamente al lugar donde yo estaba mirando; estuvo allí un momento
como para decir: "Bien, ya tienes lo que querías", y luego las nubes se
cerraron de nuevo. Por extraño que pueda parecer, ni tan siquiera me
sorprendí, pero aquel minúsculo incidente tuvo un gran impacto en mí y
empecé a creer que mis pensamientos estaban conectados con la realidad
exterior.» Una vez que se consigue, esta conexión se vuelve la cosa de
más valor en la existencia de una persona y perderla es el mayor de los
temores. En la fase cinco, caer en desgracia es una amenaza personal,
pero ¿tiene fundamento, este temor? Sí y no. En la fase cinco, es
inevitable que alguien pueda hacer que todos y cada uno de sus deseos se
conviertan en realidad y, por otra parte, continuaremos sufriendo dolor
y fracasos, cosa que alimenta los temores. Muchas personas que han
alcanzado un tremendo éxito se dan cuenta de que están girando fuera de
control, se descentran y ya no sienten aquella seguridad interior que
nos es necesaria para cada uno de los niveles de conciencia. Las
presiones exteriores tienen a veces la culpa de esto, y también pueden
emerger demonios interiores pero, en cualquier caso, la fase cinco no es
en modo alguno un refugio mágico.
Por otra parte,
estos obstáculos son solamente temporales, mientras el ego olvida que
hay un proceso de aprendizaje en marcha. Cuando las cosas no van bien,
el fracaso no es la cuestión y mucho menos el mal. Ser un co-creador
implica un dominio que no se ha alcanzado todavía durante la fase de
aprendizaje y la sociedad en la que vivimos no da credibilidad a todo lo
que hemos tratado hasta aquí. A pesar de todos los clichés sobre cómo
hacer que nuestros sueños se conviertan en realidad, a nadie se le ha
enseñado que el éxito depende de nuestro estado de consciencia. Los
gurús y los maestros son escasos y el legado de la sabiduría ha sido
confiado a los libros. Esto significa que casi todo el que lucha por
alcanzar la espiritualidad debe ser su propio guía. Incluso Dios, que es
el guía verdadero, se da a conocer en un aspecto del ego. En este
contexto, caer a una fase inferior de consciencia es considerado como un
peligro real y presente, ya que nos arriesgamos a perder la única
relación que realmente importa entre nosotros mismos y nuestro ego. En
realidad, esto nunca puede suceder, pero la sombra del mal está al
acecho en la fase cinco.
Maslow
argumentaba que todo el problema del mal se reduce a las necesidades que
persisten de forma inconsciente en nuestro pasado. La Alemania nazi fue
un país devastado por la guerra y por el desorden económico en los años
veinte. Por las biografías de Hitler y de Stalin, sabemos que ambos
fueron maltratados cuando eran niños y que se les negó el amor. Podría
darse el caso de que estas necesidades frustradas tomaran la forma de
crueldad, paranoia y opresión, porque la infelicidad común proviene del
hecho de que no han sido satisfechas las necesidades elementales, y el
mal dimana de la insatisfacción total.
La fase cinco
amplía nuestro poder de tal forma que el hecho de utilizarlo de manera
incorrecta conducirá al mal. Los líderes que ejercen un dominio
hipnótico sobre sus seguidores van más allá de lo que es la persuasión
ordinaria, teniendo acceso a una fuente de poder que traspasa los
límites de la identidad, llegando a infiltrarse en el «yo» de sus
oyentes. Cualquiera que haya entrado en la fase cinco teme profundamente
sufrir este tipo de influencia, ya que equivale a dejar que los deseos
del propio inconsciente tomen el mando. En la intoxicación del poder se
pierde la claridad, sin que la persona se dé cuenta de que es un niño
destructivo el que está jugando con el control de la mente; al mal
resultante podemos seguirle la pista hasta un nivel inferior de
conciencia, que es exactamente la cosa que más tememos.
¿Cuál es mi reto
en la vida?
Alinearme con el
Creador.
Hay más de una
manera de alcanzar cualquier meta, aunque no todas sean sagradas. Jesús
nació en un mundo de magos y milagros y no inventó en modo alguno todos
los poderes que pueden lograr cosas más allá de los cinco sentidos. En
aquellos episodios en que expulsa demonios o derrota al hechicero
llamado Simón el Mago, Jesús traza una línea entre el camino de Dios y
otros caminos, no considerando a Simón como sagrado.
A finales del
siglo xix, un famoso actor inglés llamado Daniel Dunglas Home desarrolló
la sorprendente capacidad de andar por el aire. Podía, por ejemplo,
salir por una ventana a veinticinco metros del suelo y entrar por la
ventana de al lado. Home llevó a cabo esta proeza en numerosas ocasiones
y nunca cobró nada ni aceptó pago alguno a cambio de realizarla. En los
últimos años de su vida se convirtió al catolicismo, pero fue
excomulgado cuando reveló que realizaba sus paseos aéreos con la ayuda
de «espíritus descarnados» que le utilizaban como médium.
Me permito
contar esta anécdota tal y como es, sin comentario alguno sobre cómo
Home podía hacer lo que hacía porque, aunque nunca fue desenmascarado de
forma fehaciente, algunos escépticos resaltaban el hecho de que siempre
insistía en hacerlo en habitaciones poco iluminadas.
Durante
muchísimo tiempo se ha hecho distinción entre el poder sagrado y el no
sagrado, pero ¿es válida tal distinción? Si Dios lo abarca todo, ¿llega
realmente a preocuparse del modo en que se alcanza el poder?
Yo diría que la
cuestión debe formularse de nuevo. Si suponemos que nuestro modelo
cuántico es bueno, entonces nada es sagrado. Más allá del bien y del mal
el Creador nos ha permitido explorar todo aquello que él mismo ha
permitido que exista.
Sin embargo, no
estaría bien alcanzar ningún nivel de conciencia que no nos aporte
beneficios, y como no sabemos cómo se nos ha preparado el viaje de
nuestra alma, no debería dejarse a la decisión de nuestro ego decidir
qué es bueno o malo para nosotros. El ego siempre desea acumular y
adquirir, necesita seguridad y detesta la incertidumbre, aunque en el
camino de la evolución siempre hay períodos de gran incertidumbre e
incluso falta total de seguridad. Por lo tanto, el reto que se nos
propone es alinearnos con intenciones más elevadas, es decir, la
voluntad de Dios.
En la fase
cinco, aunque podemos hacer que casi todos nuestros deseos se conviertan
en realidad, importan más aquellos que tienen que convertirse en
realidad, porque en este caso estamos guiados por el deseo de aumentar
el éxtasis, el amor, la caridad hacia los demás y una existencia
pacífica en el planeta y, para ello, debemos cultivar un sentimiento de
rectitud y disminuir el sentido del ego. El poder no se manifiesta en el
vacío; por ello la gran voluntad que rige los acontecimientos siempre
intenta hacerse notar; si nos ponemos a su lado, el paso por esta fase
es tranquilo; si no lo hacemos, entonces tendremos altibajos y nuestra
capacidad de manifestar nuestros deseos puede encontrarse con muchos
obstáculos que salvar.
¿Cuál es mi
mayor fuerza?
La imaginación.
¿Cuál es mi
mayor obstáculo?
Mi propia
importancia.
Los pintores o
los compositores empiezan su trabajo con una tela o con una página en
blanco, luego interiorizan y aparece una imagen, que en el primer
momento es débil pero que va creciendo.
Esta imagen trae
consigo un deseo de nacer, y si la inspiración es auténtica, esta
impresión ya no se desvanece, con lo que el Creador, la creación y el
proceso de creación se funden en una sola cosa.
Yo llamaría a
esto el sentido literal de la imaginación, que es mucho más que tener
una buena idea que nos gustaría llevar a cabo.
En la fase cinco
la fusión no es completa. Incluso los más grandes artistas tienen
grandes dudas y sufren la falta de inspiración, cosa que también les
sucede a los co-creadores. Existe el peligro, especialmente, de intentar
hacerse cargo de todo el proceso, cosa que puede conducir a romper
nuestras relaciones con Dios, y en este caso la valoración propia de
nuestra importancia puede 78 interrumpir el proceso por mucho tiempo.
Todo esto es fácil de ver en los artistas: si leemos la biografía de
Ernest Hemingway, quedamos sobrecogidos al ver cómo el ego desplaza
trágicamente al genio. Hemingway, que fue un escritor
extraordinariamente dotado a sus treinta años, nos explica de qué modo
sus historias se escribían solas, y cómo, en momentos mágicos, él
quedaba al margen del proceso y dejaba que todo sucediese por sí sólo.
En un estado mental similar, el poeta William Blake declaró: «Mis
palabras son mías pero sin embargo no lo son.» Con el paso de los años,
esta delicadeza de conciencia desapareció, y Hemingway descendió a un
tipo mucho más ordinario de lucha. Inmerso en la labor de escribir
produjo gruesos manuscritos producto de una labor confusa. En el plano
espiritual, surge el peligro de perder la conexión para cualquiera que
esté todavía asido a la propia importancia y Hemingway sucumbió
probablemente al fracaso y a la autodestrucción. El Dios de la fase
cinco es más misericordioso, porque no priva a nadie del impulso de la
evolución. Las luchas con la propia importancia pueden durar mucho
tiempo, pero siempre terminan una vez que la persona encuentra una
manera de devolver más responsabilidad a Dios. En otras palabras, el
camino hacia el poder es abandonar poder. Es la gran lección con que se
encuentra confrontado el ego en esta fase.
¿Cuál es mí
mayor tentación?
El solipsismo.
El poder de
hacer que nuestros deseos se conviertan en realidad es muy real, pero es
tan temido como deseado. Este temor queda reflejado sucintamente en el
dicho «Ten cuidado con lo que deseas, porque podría volverse realidad».
Y muchas personas tienen sentimientos ambivalentes cuando finalmente
obtienen aquel empleo o aquella esposa que tanto desearon. Sin embargo,
yo pienso que se trata de un falso peligro, porque la naturaleza del
crecimiento interior es tal que, si adquirimos más poder, es porque lo
merecemos. Si alguna cosa de las que se hace realidad tiene también sus
desventajas, el balance entre el bien y el mal reflejará nuestra propia
consciencia, pero de esto hablaremos en la fase seis, en la que los
milagros reales son posibles.
Lo que en este
momento es mucho más peligroso es el solipsismo, que consiste en creer
que sólo nuestra mente es real, mientras que todos los objetos externos
en el mundo no son más que espejismos que dependen de nosotros, los
perceptores, y que sin nosotros desaparecerían. Algunos esquizofrénicos
paranoicos sufren precisamente de esta ilusión intentando por todos los
medios permanecer despiertos constantemente en su temor de que, si se
quedan dormidos, el mundo terminará.
En la fase
cinco, la tentación es quedarnos aferrados a nosotros mismos. Ya he
mencionado que cuando el deseo se hace más eficiente no hace falta
ninguna lucha exterior. Es como si Dios se hiciera cargo de la situación
y las cosas se desarrollaran como si contáramos con un piloto
automático, aunque esto no es excusa para el letargo, porque la persona
aún desempeña su papel.
Paradójicamente,
esta misma persona puede pasar por las mismas motivaciones que alguien
que no tiene la menor conciencia de ser un co-creador. La diferencia se
encuentra dentro de la mente de uno mismo, porque para un co-creador la
vida tiene un determinado ritmo, ya que las cosas están conectadas en
forma de modelos y ritmos y todos los detalles tienen sentido.
En el momento en
que este punto de vista está vivo, todo el trabajo se vuelve plenamente
satisfactorio y ya no estamos obsesionados por la ansiedad del fracaso o
de la consecución y, lo que es más importante, son los resultados
conseguidos lo que nos aporta la realización. Sin embargo, todo esto se
pierde si caemos en el solipsismo, porque mientras el ego se hace cargo
de la tarea de mantener el mundo en marcha, olvida que la creación
depende de la gracia. Tengamos en cuenta que la fase cinco no se mide
realmente por lo que podemos conseguir.
Una
persona que alcance una gran intimidad con Dios puede optar
por obtener resultados muy limitados pero, sin importar lo
que se consiga, existe un sentimiento constante de ser
bendecido, y esto es el objeto de todo deseo, no las
apariencias externas.