EL VIAJE DEL ALMA HACIA EL MISTERIO DE LOS MISTERIOS
Clarividencia y Profecía
DEEPAK CHOPRA
CLARIVIDENCIA Y PROFECÍA
El mundo
cuántico es un lugar de límites imprecisos y resultados inciertos.
Como ya hemos visto, las cosas que parecen tan bien definidas en el
mundo material se van convirtiendo en vagos fantasmas a medida que
vamos profundizando en el campo no manifiesto. El tiempo no es una
excepción, y a un determinado nivel de realidad apenas existe.
Cuando el límite del tiempo se disuelve completamente, es posible
percibir una especie de viaje mental por el tiempo que se llama
clarividencia, o la capacidad de ver en el futuro.
Por lo que
sabemos, el cerebro no puede construir el estado de clarividencia,
porque sus centros visuales están preocupados con las sensaciones
del presente. Los sueños son una especie de falsa visión que no
suceden realmente ante nuestros ojos y, sin embargo, parece que
existen. El clarividente también experimenta un estado visual
«irreal», aunque su visión interior resulta ser cierta.
¿De qué
modo, pues, puede coincidir el chisporroteo interno de las neuronas
con hechos que aún no han sucedido?
Según mi
experiencia, todos los que se consideran clarividentes no están
dotados con las mismas capacidades; la visión interior puede ser más
clara o más imprecisa, puede ir y venir, cosa que la hace poco de
fiar, y su exactitud es siempre cuestionable, ya que nadie sabe
hasta qué punto el futuro está predeterminado o abierto a los
cambios. Un joven amigo mío se enamoró de una mujer que, aunque le
apreciaba, no correspondía a sus fuertes sentimientos. Sin embargo,
él llegó a convencerse de que ella era su media naranja. Habiendo
desesperado de ver cambiar los sentimientos de ella, fue a ver a una
vidente para comprobar si su teoría de la media naranja era verdad.
La vidente le contó una cantidad sorprendente de detalles exactos y
le aseguró que veía a una mujer llamada Tara con largos cabellos
castaños y que iba a la Escuela de Arte; vio además que los dos iban
a vivir pronto juntos, que cambiarían los sentimientos de Tara y
que, como ella descubriría el profundo lazo espiritual que les unía,
sería posible que los dos se casaran. Esta visión de futuro, que
incluía también dos niños y un traslado a Los Ángeles, satisfizo a
mi amigo porque correspondía exactamente a su propia visión de cómo
tenía que ser el futuro.
Y ése fue el
problema. Aunque la vidente había sintonizado con algo muy profundo
de la 143 consciencia de mi amigo, las imágenes de su visión no
llegaron a ser verdad. Lejos de tranquilizarse, Tara se sintió muy
incómoda con la revelación de que estaba destinada a casarse con un
hombre al que sólo consideraba un buen amigo, se apartó de él,
encontró novio y se fue a vivir con él durante las vacaciones de
verano, con lo cual la conexión de las dos medias naranjas nunca se
materializó.
Conozco sin
embargo a algunos clarividentes que no se dejan engañar por las
esperanzas de sus clientes y parecen muy capaces de dividir la
imagen de deseo del acontecimiento real que transpirarán, dando
imágenes exactas de una futura pareja o del resultado de un juicio,
hasta la fecha exacta de la sentencia del juez. Esta exactitud da
mucho que pensar porque, por mucho que queramos saber del futuro,
una solución previamente arreglada convierte todo nuestro esfuerzo
en insignificante. Pero para un escéptico que no cree en la
clarividencia, el problema es, naturalmente, muy discutible.
¿Qué nos
haría pensar que la clarividencia es auténtica? ¿En qué se
diferencia de otras ilusiones subjetivas como son los sueños y las
alucinaciones? En primer lugar, lo típico de los sueños es que
contienen material que ya estaba presente dentro de la memoria de la
persona. Los símbolos de un sueño pueden parecer misteriosos a
primera vista, pero como los sueños se extraen totalmente de
experiencias pasadas, como vino viejo en botellas nuevas, están
sujetos a interpretación. Un clarividente, sin embargo, ve algo
nuevo. No obstante, los sueños y la clarividencia tienen una fuerte
conexión porque al parecer dependen de la creencia de la persona o
del sistema de creencias de toda una sociedad.
Esto implica
que el futuro fluye hacia el presente de más de una manera y puede
enviar mensajes hacia adelante o quedarse completamente velado,
puede escoger a aquellos que verán y a aquellos que serán ciegos.
Sin que prácticamente nos demos cuenta, nuestra propia consciencia
puede crear los límites del pasado, del presente y del futuro. En
otras palabras, podemos escoger no ser clarividentes para que se
confirme nuestra fe en un futuro escondido. En la Ilíada, cuando
Casandra predijo la caída de Troya, su visión pudo haber sido creída
debido a que el sistema de creencias del mundo antiguo comprendía el
conocimiento clarividente. Sin embargo, sucedió que los dioses la
maldijeron porque siempre tenía razón pero nadie la creía; hoy en
día aún llamamos Casandra a una persona a la que le sucede esto.
En términos
cuánticos, no podemos estar seguros sobre los límites entre las
alucinaciones y la realidad, porque no hay acontecimientos
definidos, ni río del tiempo fluyendo desde el pasado hacia el
futuro pasando por el presente; lo que existe en su lugar es una
rica matriz de posibles resultados, y nosotros determinamos cuáles
son las pocas y selectas opciones, de entre las infinitas posibles
dentro de cada acontecimiento, que van a manifestarse. A las
profundidades del campo de la mente, donde las cosas existen en
estado de semilla como acontecimientos virtuales, apenas importa
cuáles son las que van a brotar, que no serán más reales que las que
no brotarán.
La más
famosa expresión de este concepto es la paradoja del gato de
Schrödinger, que lleva este nombre en honor de uno de los fundadores
de la física cuántica. Schródinger intentaba saber cómo se comporta
la materia cuando empieza a desaparecer para convertirse en energía
y para ello imaginó un mecanismo que, aunque ingenioso, resulta
bastante sádico. Consiste en una caja con un gato dentro al que no
se puede ver. Un mecanismo que hay dentro de la caja libera un
veneno que matará al gato si es alcanzado por un solo electrón. El
electrón se dispara hacia la caja de tal manera que sólo puede pasar
por dos rendijas: si lo hace por la rendija de la izquierda, el gato
sobrevivirá; si pasa por la de la derecha, el gato morirá. Pero como
estamos en el mundo cuántico, las cosas no quedan muy bien definidas
y no hay forma de decir cuál es la rendija que ha escogido el
electrón.
Cuando el
observador mira, descubre que el electrón ha escogido ambas rendijas
por igual.
En esta
paradoja, el observador sólo sabrá cuál es el camino escogido por el
electrón abriendo la caja y mirando si el gato está vivo o muerto.
Hasta entonces, ambas opciones serán válidas, lo que significa, y
aquí viene la parte asombrosa, que el gato está vivo y muerto al
mismo tiempo. El hecho de abrir la caja determina su suerte, porque
hace falta un observador para hacer que el electrón tenga un lugar
definido en el espacio y el tiempo. Sin el acto del observador no
hay resultado definido.
Durante
décadas, la paradoja del gato de Schródinger ha sido tomada por un
ingenioso truco mental, ya que los físicos no creen que la
incertidumbre cuántica exista más allá del nivel de los electrones y
fotones. Pero el clarividente parece indicar otra cosa ya que, en su
visión, el futuro tiene dos sitios: aquí y más tarde. Él puede
elegir en cuál va a participar utilizando simplemente el mismo 144
poder de observación que los físicos utilizan con un electrón.
Aquellos de
nosotros que aceptamos un mundo más sencillo en el cual el futuro no
tiene más que un sitio, el más tarde, mostramos nuestra preferencia
personal y no obedecemos a ninguna ley de hierro. La utilidad del
tiempo es que evita que todas las semillas de los acontecimientos
futuros broten al mismo tiempo y es el tiempo el que dictamina que
primero sucede una cosa y luego otra, sin que se solapen. No podemos
ser niños y adultos al mismo tiempo, excepto a través de la
clarividencia.
Está
permitido que un acontecimiento fluya hacia el siguiente. Todos
nosotros tenemos «sensaciones» que nos dicen cuándo alguna situación
no va a resultar bien; en estos casos hemos convocado una forma
diluida de clarividencia que permite tener una pista de lo que va a
suceder luego.
¿La
clarividencia es útil o no? ¿Deberíamos intentar desarrollarla o
deberíamos ignorarla? Aquí no podemos dar ninguna respuesta porque
nuestro ADN tiene que ser clarividente y no podríamos sobrevivir si
nuestros genes no conocieran el futuro; la revelación de un embrión
en el útero, mientras va evolucionando desde una sencilla célula
hasta convertirse en miles de millones, necesita que el ADN prevea
de forma precisa cuándo deberán desarrollarse las neuronas, las
células cardíacas, el tejido muscular y cada una de las demás
mutaciones especializadas necesarias para el desarrollo. Si las
neuronas crecen el día que no debían, el día en que debían emerger
los dedos, por ejemplo, el resultado será catastrófico. Por lo
tanto, el óvulo fertilizado contiene un mapa del futuro impreso en
tinta invisible.
Hay otras
situaciones que no son tan claras. En general, la finalidad más
elevada de la clarividencia sería darnos una visión de la mente de
Dios, porque la mente divina podría no estar constreñida por el
tiempo, y no reconoce el pasado, el presente o el futuro. Si
decidimos tan a menudo el límite del tiempo, tenemos que
responsabilizarnos de todo lo que supone esta decisión. En ciencia
ficción son muy comunes las historias de temerarios viajeros del
tiempo que se precipitan al desastre cuando irrumpen en el futuro o
en el pasado. Como mínimo, se corre el riesgo de confundir sin
esperanza el tiempo presente y el momento de la visión. Los maestros
espirituales nos enseñan que vivir en el momento presente es lo
ideal, si es que podemos alcanzarlo. El filósofo judío Filo,
seguidor de Platón, escribió: «El concepto "hoy" significa una
eternidad sin límites e inextinguible. Los períodos de meses y años
y del tiempo en general son ideas del hombre, que calcula por medio
de números; pero el verdadero nombre de la eternidad es "hoy".» Éste
es el misterio fundamental de la clarividencia; cualquier momento,
sea ahora o más tarde, es un portal a la misma eternidad.
Yo creo que
los profetas también viven en un espacio expandido, y aunque
tendemos a tener una fijación por su capacidad de prever
acontecimientos, su verdadera función espiritual es la de ver más
allá del tiempo. La capacidad de trascender el tiempo no es mística
y cada cultura tiene sus creencias concretas sobre el tema. En la
India, la profecía se ha organizado en un detallado sistema de
astrología llamado jyotismo, de la raíz sánscrita jyoti, que
significa «luz». La predicción del futuro significa literalmente
«examinar lo que el futuro tiene que decir», y el verdadero
astrólogo es aquel que evita todos los esquemas para atisbar
directamente la luz del futuro.
Podemos
empezar a entender de qué forma esto funciona sólo por nuestro
conocimiento de la realidad cuántica, porque es allí donde nace toda
la luz. El tiempo y el espacio son intercambiables a nivel cuántico.
Dónde estará una partícula y cuándo estará allí son cosas que van
juntas. De esta forma la energía no está separada del espacio-tiempo
y forma con ellos un tapiz. El astrólogo va más allá: descompone
todo el cosmos en determinados tipos de energía que se aplican a la
existencia humana. En el jyotismo, algunos planetas poseen energías
positivas, como Júpiter y Venus, mientras que otros son generalmente
perjudiciales, como Marte y el Sol.
Mientras
estas energías interactúan, emergen modelos enormemente complejos.
El jyotismo puede generar para cada persona hasta dieciséis cartas
diferentes, que involucran los más mínimos movimientos de planetas;
el tiempo puede ser subdividido en fracciones de un segundo para
llegar a predicciones específicas sobre el futuro de alguien. Y como
cada grado de cambio en los cuerpos celestes crea una nueva
frecuencia de energía, el astrólogo debe memorizar varios miles de
modelos individuales entre cada dos o tres planetas y a estos
arreglos se les llama yogas, que significa literalmente «poner el
yugo» a las estrellas.
Para sus
seguidores, el jyotismo es una ciencia cuántica porque lo que se ve a
nivel material —la rotación de los planetas en sus órbitas— disfraza un
esquema más profundo en el que cada átomo y cada molécula están
conectados. Al intercambiar energía, cada punto del universo susurra
algo a 145 todos los demás puntos. Sin embargo, en este caso, la energía
contiene información. Imaginemos una larga fila de personas que se
transmiten en susurros un secreto de uno a otro. Si cada persona susurra
un galimatías, no se transmitirá información, sólo energía pura. Pero si
se expresa un secreto, la misma energía adquiere sentido, une al grupo
por medio del conocimiento compartido, y este lazo invisible, aunque no
se exprese con palabras, puede ser extremadamente poderoso. El jyotismo
considera que el universo está unido secretamente sólo de esta manera y
que cada intercambio de energía contiene alguna pista para futuros
acontecimientos.
El concepto de
información incrustada en la energía no es totalmente extraño fuera de
la astrología, puesto que para un físico la información impregna toda la
naturaleza. Las frecuencias específicas que hacen que la luz infrarroja
sea distinta de la ultravioleta o los rayos gamma diferentes de las
ondas de radio forman una especie de código cósmico. Los seres humanos
sintonizan con este código y lo utilizan para sus propios fines y es la
información incrustada en la energía la que nos permite construir
generadores eléctricos, lámparas infrarrojas, radiofaros y otras muchas
cosas. Sin esta información codificada, el universo sería una vibración
aleatoria, una sopa cuántica de letras del alfabeto pero sin palabras.
El jyotismo
asegura que la información codificada en la energía tiene un significado
humano. En otras palabras, el futuro está deletreado en la luz. De
hecho, los fotones le hablan al astrólogo, formando modelos exactos que
emergerán a su debido tiempo como acontecimientos. Un antiguo maestro de
astrología llamado Brighu dio una prueba sorprendente de esto. Hace
miles de años, se sentó a trazar los gráficos que predecirían las vidas
de las personas en el futuro, de aquellas que aún no habían nacido. Pero
lo que es más sorprendente es que sólo trazó los gráficos de aquellas
personas que en el futuro realmente mostrarían interés por su lectura.
Si yo fuera a Benarés y visitara a un lector de Brighu, como se les
llama, la prueba de su autenticidad sería que mi gráfico me estaría
esperando, con todos los detalles, incluyendo el del minuto en que
cruzaría el umbral de la puerta.
Todos los
límites están hechos de conciencia y disueltos en conciencia. Poder
cruzar el límite del tiempo o hablar el lenguaje de la luz nos dice que
nuestras suposiciones más elementales están abiertas a elección, ya que
la consciencia lo es todo. El momento actual está tan valorado por los
maestros espirituales porque es el lugar en que puede centrarse la
consciencia. El pasado y el futuro son distracciones que nos arrastran a
un estado de abstracción mental que nunca estará libre. No podemos
sumergirnos en una ilusión, pero puede suceder que podamos sumergirnos
infinitamente en este momento, una vez que la consciencia desee
expandirse. Al presente se le ha llamado «el eterno ahora» porque se
renueva a sí mismo sin fin. Si nos damos cuenta de esto, tendremos
abierta la puerta de la sabiduría. Cualquier tipo de pensamiento lineal
está predestinado a quedar atrapado en la superficie de la vida, pero si
percibimos nuestras mentes como multidimensionales nos acercamos a la
mente de Dios, que es omnidimensional.
Cualquier tipo de pensamiento lineal está predestinado a
quedar atrapado en la superficie de la vida, pero si
percibimos nuestras mentes como multidimensionales nos
acercamos a la mente de Dios, que es omnidimensional.