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CONOCER A DIOS

EL VIAJE DEL ALMA HACIA EL MISTERIO DE LOS MISTERIOS

Alter Ego

(síndrome de personalidad multiple)

DEEPAK CHOPRA  

 

ALTER EGOS (SÍNDROME DE LA PERSONALIDAD MÚLTIPLE)

 En la literatura espiritual, al cuerpo se le llama algunas veces el vehículo del alma, que es otra forma de decir que la parte invisible se viste con unas ropas visibles. De hecho, el cuerpo es tan espiritual como el alma, porque ambos son expresiones de la misma consciencia. Cuando el campo de la mente se revela como una manifestación tiene que asumir una forma, y la forma no es simple — una simple ameba, que es mucho menos que un cuerpo humano, necesita miles de procesos—. Por lo tanto, el flujo de inteligencia debe obedecer a unas leyes que se establecen al nivel más profundo.

Una ley empieza donde termina otra, y entre ellas se ha establecido un límite para dividirlas. Por ejemplo, una célula cutánea en el nivel medio de la epidermis vive su vida dividiéndose, respirando y alimentándose, pero a medida que se la empuja más cerca de la superficie empieza a endurecerse gradualmente, y cuando llega a entrar en contacto con el aire, su exterior se ha endurecido lo suficiente como para soportar el contacto con el entorno. Sin embargo, en este proceso la célula también muere, es desechada y deja lugar a la próxima generación de células cutáneas.

Las mismas proteínas que terminarán con la vida de la célula servirán para proteger todo el cuerpo. ¿Cómo aprendió el cuerpo a hacer este sacrificado acto de altruismo? Cuando los glóbulos blancos mueren al fagocitar las bacterias invasoras, también mueren en acto de servicio, como si una consciencia dominante se diera cuenta de que es bueno para el conjunto y que puede por tanto sacrificar una pequeña parte.

Una ley nunca se aplica a todo e incluso la vida y la muerte están proporcionadas en pequeños pasos precisos. Cada célula de nuestro cuerpo, mientras evolucionaba en el embrión, obedecía un sinnúmero de reglas distintas a medida que iba madurando. El óvulo original fertilizado se dividió en algunas células estomacales que viven solamente unos días, mientras que otras células del cerebro pueden durar toda una vida. El mismo ADN que se destruye voluntariamente a sí mismo en una célula cutánea lucha por sobrevivir en una célula espermática, cuya enloquecida carrera por fertilizar un huevo ha sido evidente mientras han existido plantas y animales.

Ahora nos enfrentamos con una paradoja: la consciencia que parece tener una capacidad infinita de organización, está tanto fuera como dentro de nosotros; lucha para poder vivir, y, sin embargo, se apresura a morir; se organiza a sí misma en un todo increíblemente complejo aunque está subdividida en minúsculos compartimentos casi infinitos. Esta organización se nota sobre todo cuando se destruye, como sucede cuando las leyes que gobiernan la división de las células, llamada mitosis, se alteran y una célula cancerosa se divide ilimitadamente de forma salvaje. En este caso, la célula actúa teniendo como objetivo su propia supervivencia, ya que cree que debe reproducirse a la máxima velocidad, de modo muy similar a como se reproducen de forma descontrolada las langostas hasta convertirse en una plaga. La plaga que se extingue finalmente porque la cantidad de alimento disponible no es suficiente, de la misma forma la célula cancerosa muere porque mata al cuerpo huésped. Este resultado es evidente y sería comunicado a la célula cancerosa si estuviera en contacto con la inteligencia básica del cuerpo, pero sin embargo se ha roto esta conexión natural.

     

En términos psicológicos, sucede una cosa similar con los alter egos o con su extremo clínico, los afectados de síndrome de personalidad múltiple. Los alter egos se forman bajo presión psicológica, debido a que la presión que no puede contener una personalidad se vuelca sobre la otra. Si yo me siento tratado de forma incorrecta en el trabajo, puedo soñar que soy un domador de leones que azoto con mi látigo a uno de estos felinos para que haga lo que yo quiero. Estos animales pueden ser 138 los símbolos de la presión que no soy capaz de soportar cuando estoy despierto. Es posible que no conozca nada sobre la interpretación de los sueños y que, por lo tanto, no sepa que el león es mi jefe y que el miedo que le tengo se expresa de esta manera.

La persona que sufre de múltiples personalidades está en una situación muy similar, pero el domador de leones existe cuando está despierta. Las energías negativas de odio, miedo, malos tratos durante la infancia, falta de confianza, humillación, etc., se expresan en la realidad como si perteneciesen a otra persona. Estas otras personalidades están atrapadas dentro del cuerpo, pero se hallan lo suficientemente separadas como para pretender que no lo están.

Dentro del nivel no manifiesto, cada uno de nosotros es muchas personas, cosa que podemos definir hablando de otras vidas, pero no es necesario. Cuando leemos una novela en la que aparece un personaje fascinante, nos identificamos sutilmente con él, permitiendo que un límite de consciencia se funda de forma temporal para tener la sensación de estar dentro de la piel de otra persona. Si procedemos de una familia en la que durante años se ha hablado de determinados acontecimientos notables, llega a hacerse difícil recordar si estos fuertes recuerdos nos pertenecen o fueron introducidos en nuestro cerebro. Conozco a un hombre cuyos padres perdieron su casa en un incendio cuando él tenía dos años y que no puede acordarse de si vio realmente la casa ardiendo o si sólo la ve a través de una vivencia de segunda mano. Emocionalmente, tiene el mismo trauma que si hubiera estado allí, pero es posible que absorbiera de sus padres las emociones de sobresalto y de pérdida.

Nuestros alter egos son normalmente oscuros y nosotros tenemos abiertamente la capacidad de controlar nuestra personalidad «real». Ya sabemos que no somos ni Scarlett O'Hara ni Ebenezer Scrooge, pero nos permitimos la licencia de tomar posesión de ellos durante un rato. Algunos personajes tienen tal fuerza que podemos caer bajo su influencia durante un período mucho más largo. La neurosis está marcada a menudo por este tipo de influencia de largo alcance, en la que un niño interior con todas sus debilidades y su timidez continúa presidiendo una personalidad adulta desde dentro.

Sin embargo, si nuestros límites son demasiado frágiles, no podemos controlar este acto de tener otra personalidad, que es el estado extremo de este alter ego.

Desde la perspectiva del campo de la mente, si un alter ego es suficientemente fuerte puede, de hecho, llegar a cambiar el cuerpo para que se adapte a él. Hay constancia de casos sorprendentes en los que una personalidad era, por ejemplo, menopáusica, mientras que las otras no lo eran, o bien casos en los que cada una de las personalidades tenía su propio ciclo menstrual. En otros casos, sólo una de las personalidades podía ser diabética o alérgica al polen, mientras que las otras no padecía ninguna de estas alteraciones. El paciente puede estar en medio de un grave ataque de asma, y en el momento en que una nueva personalidad entra en escena desaparece toda evidencia de la enfermedad. La personalidad diabética puede necesitar incluso insulina, pero cuando otras personalidades aparecen la sangre recupera sus niveles normales de azúcar.

Tal como yo lo veo, este fenómeno no puede ser explicado como función cerebral, ya que el cerebro se conforma durante nuestra infancia, por lo que todo lo que sabemos, todo lo que hemos experimentado, lo que nos gusta y lo que no nos gusta es una cuestión de formación. Una persona a la que repugnen los insectos saltará con sólo ver una araña sin tener que pensarlo conscientemente.

Pretender que el cerebro podría formar reacciones diferentes para una docena de personalidades no sería creíble y desafiaría todo lo que sabemos del desarrollo en la infancia. Los alter egos tienen que proceder de una región más allá de la experiencia personal y son como encarnaciones voluntarias, o encarnaciones parciales, que se activan desde el almacén del campo de la mente.

Esto solo no convierte al alter ego en algo no natural. Un gran actor activa también su representación de Hamlet yendo a lo no manifiesto y entonces decimos que da vida al personaje, por oposición a actores de menos talla que sólo imitan. La escuela de actuación conocida como Método consiste en hacer una introspección para encontrar memorias emocionales lo suficientemente poderosas como para convencer a la audiencia de que son reales y que el actor siente realmente la culpa de Hamlet en escena delante de nuestros ojos. Una persona afectada de alter egos es como un maestro consumado del Método que no se da cuenta de que está actuando, no tiene un núcleo fijo, ni la perspectiva central de que no está actuando y, por lo tanto, es incapaz de ver que la ilusión es una ilusión.

—¿Por qué insistís en que mi ego normal es irreal? —se quejaba un discípulo a su maestro.

—¿Míralo de otra manera? —replicó el maestro—. ¿Por qué piensas que tú eres real?

—Es evidente —dijo el discípulo—. Pienso, siento, actúo, me conozco a mí mismo por quién soy, con todos mis hábitos, mis gustos y mis aversiones.

—Sí, pero ¿qué sabes realmente? —insistió el maestro—. ¿Tienes tus hábitos cuando duermes?

—Claro que no; cuando duermo estoy inconsciente.

—Quizá es ahora cuando estás inconsciente.

—No, en estos momentos estoy despierto.

—Ah, ¿sí? —sonrió el maestro—. ¿Recuerdas todo lo que te sucedió ayer? ¿Y lo que estabas pensando hace una hora? ¿No crees que la consciencia de ti mismo es muy selectiva al reducirse a una memoria parcial? Y luego aún tenemos los sueños, que pierdes tan pronto como despiertas. Y no hablemos del hecho de que tus hábitos y preferencias están constantemente cambiando, y de que cuando pareces estable, ¿no te traicionan a veces tus emociones? Un insulto de un desconocido de paso o la noticia de que algún conocido ha muerto te desequilibran totalmente. ¿No tienes también el problema de estar perdido en deseos, falsas esperanzas y varias ilusiones mentales?

El discípulo estaba perplejo.

—Todo esto puede ser verdad, señor, pero ninguna de estas cosas me hace irreal; quizá sólo muy confundido.

El maestro sacudió su cabeza.

—Si es así, todos estamos igualmente confusos. La verdad es que aquella cosa a la que llamamos persona está en un flujo constante; hay largos lapsos de tiempo olvidado, sin mencionar el período de consciencia durante el cual dormimos. La memoria es culpable y sólo las súplicas de continuidad de la mente mantienen viva la ilusión de que el «yo» es constante, pero el «yo» nunca es constante, ya que para cada experiencia hay un experimentador distinto.

—Ya empiezo a entender lo que queréis decir —dijo el discípulo con muchísima más humildad—, aunque vos hacéis que parezca que no podemos confiar en nada.

—No podemos confiar en nada relacionado con la personalidad cambiante —dijo el maestro—, pero hay otras cosas en la vida además de la experiencia, cosas que llegan y se van, sentimientos, acontecimientos y logros. El placer va siempre inevitablemente seguido por el dolor, y el éxito está ligado al fracaso, pero sin embargo, detrás de todo este panorama de cambio, hay algo que está permanentemente consciente. Descubre lo que es la consciencia y habrás encontrado aquello en lo que puedes confiar. Ésta es la salida de la ilusión.

En una sociedad en la que no se cultivan las relaciones espirituales este tipo de lección es difícil de aprender, porque continuamos fomentando nuestros alter egos, que son los muchos experimentadores que han nacido de cada experiencia. Sin embargo, desde la perspectiva visual, gastamos nuestras vidas en ilusión porque, en realidad, no estamos limitados realmente por el tiempo y el espacio, ni por este cuerpo ni esta mente. Descubrir nuestra verdadera naturaleza involucra un proceso de crecimiento, y una parte de este crecimiento tiene relación con conflictos dentro de los límites. Si sentimos ansiedad, nadie espera que la mezclemos con otro ego sino que la tratemos dentro de los limites de nosotros mismos. Por lo tanto, el síndrome de la personalidad múltiple es una estrategia a corto plazo, porque los egos separados normalmente no tienen ni idea de qué les sucede a los otros, sino que, a largo plazo, la persona ya no es un algo completo, solamente es una colección de fragmentos flotantes y desorganizados.

La personalidad múltiple no tiene por qué ser desordenada. Todos nosotros somos personalidades múltiples cambiando cada día de un papel a otro. Yo mismo voy desplazando mi identidad entre personalidades llamadas padre, hijo, hermano, marido y profesional. De hecho, nuestro diálogo interior está siempre basado en los papeles que desempeñamos. Si pienso en un paciente, el papel de doctor se vuelve mi punto de referencia interno; si pienso en mi hijo, mi punto de referencia interno se desplaza automáticamente a mi rol de padre. Esto no es un proceso desordenado; en efecto, las personas que no pueden desplazar sus papeles y que tienen que ser siempre la autoridad del jefe, por ejemplo, incluso cuando no es apropiado, sufren una incapacidad de expresar sus múltiples personalidades.

Pero mi «yo» real no es ni doctor, ni padre ni ninguno de mis otros papeles. El «yo» existe más allá y luego se manifiesta como padre o doctor o hijo con el parpadeo de la intención. Estar asentado en este «yo» es ser un testigo alerta de los papeles que asumimos, porque este testigo existe en el reino virtual, y se aproxima a la mente de Dios, pudiendo incluso ser parte de Dios, ya que asignamos  a Dios el papel de testigo cósmico, el creador que mira a su creación con una mirada omnisciente.

No sabemos todavía lo que significa esta mirada y no nos hemos enfrentado con la cuestión de si Dios nos juzga, pero al menos hemos ido más allá de la ilusión de nuestro cambiante ego y cualquier paso que nos acerque al testigo nos mueve en dirección a lo divino.

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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