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Noveno Principio

Abraza tus manifestaciones con gratitud y generosidad

Wayne W. Dyer

 

Noveno principio
Abraza tus manifestaciones con gratitud y generosidad

 

La expresión consciente de gratitud y generosidad es el último principio de este milagroso proceso de la manifestación espiritual. Experimentar una sensación de gratitud y generosidad es el resultado de estar en armonía con los otros ocho principios presentados en este libro.

La gratitud es la expresión de reconocimiento de la unicidad de la energía universal que actúa en colaboración con tus deseos.

 
   

LA NATURALEZA DE LA GRATIIUD

La naturaleza de la gratitud es la respuesta completa y plena del corazón humano a todo lo que hay en el universo. Es la ausencia de sentimiento de alienación o separación. Representa nuestro pleno reconocimiento y aprecio de la energía que fluye a través de todas las cosas y que nos aporta dones en forma de la realización de nuestros deseos.

La gratitud es una forma de reconocer que no hay que dar nada por sentado y, lo que es más importante, constituye una expresión del amor completo e incondicional a la fuerza de Dios, que está en todas las cosas. Es una forma de estar en unidad con la fuerza de Dios, en la más plena serenidad interior. Una forma de reconocer que el espíritu que hay dentro de nosotros es el mismo que sostiene toda la vida sobre el planeta.

La gratitud, pues, representa a la totalidad de nosotros mismos. Cuando nos sentimos agradecidos y damos las gracias, cuando enviamos esta clase de energía amorosa al mundo, del mismo modo que hicimos al pedir que se manifestara el deseo de nuestro corazón, nos sentimos completos. La gratitud nos permite sentirnos más conectados con aquello hacia lo que estamos agradecidos. Anula cualquier sentimiento de separación y alienación de Dios. La naturaleza de la gratitud ayuda a disipar la idea de que no tenemos suficiente, de que nunca tendremos suficiente, y de que nosotros mismos no somos suficiente.  

Si tu corazón está lleno de gratitud, te sientes agradecido por todo y no te centras únicamente en lo que te falta. Si tu atención, en cambio, se centra en la escasez, le estás comunicando al espíritu universal que necesitas más y que no te sientes agradecido por lo que ya tienes. La naturaleza de la gratitud confirma nuestra plenitud y abundancia, y reconoce que somos los receptores de la generosidad de otros, de la vida y del espíritu universal.

La gratitud contribuye con una respuesta amorosa al conjunto de la creación y a nuestra relación con esta. Esa relación nos ilustra cómo todo está interconectado y es interdependiente, incluidas las manifestaciones de nuestras vidas. Al comprender la naturaleza de la gratitud, podemos identificar más claramente aquellas cosas que hay dentro de nosotros mismos y que son obstáculos para poder practicar la gratitud.

OBSTÁCULOS A LA GRATITUD

La gratitud es un proceso interior. Es una actitud de agradecimiento que se mantiene incluso cuando las cosas no aparecen en la forma que nos gustaría. Rumi escribió: «No te lamentes por lo que no llega. Algunas de las cosas que no suceden evitan que ocurran desastres». La gratitud es una forma de enfrentarse al mundo con amor, sin prejuicios. Los tres obstáculos más habituales a una actitud de gratitud tienen origen en los procesos mentales. Representan una forma de pensar que impide que se manifieste la gratitud.

1. Encontrar defectos. Sin duda habrás escuchado la expresión «encontrar defectos». Pero, dentro de ese mismo contexto, raras veces encontramos la frase «encontrar amor». La gran mayoría de nosotros ponemos mucho más énfasis en encontrar defectos que en encontrar amor.

Siempre tenemos la alternativa de buscar defectos o encontrar amor. El que se dedica a lo primero, se centra en lo que anda mal y en lo que falta. Ese centro de atención muestra crítica, juicio y cólera. La sensación es la de estar en contra de las manifestaciones que aparecen en el mundo, antes que la de estar a favor de lo que se recibe.

Los principios iniciales de la manifestación explican que es esencial recordar que lo que pensamos es lo que se expande, tal como se expresa en la frase: «Seremos aquello que pensemos». Si utilizas tu mente para pensar en lo que está mal y en lo que falta, eso será precisamente lo que se manifestará en ti. Tu mundo interior es la fuente de lo que manifiestas. Encontrar defectos en lugar de sentirte agradecido y dedicarte a encontrar amor, garantiza que no podrás participar en la creación de tu vida yen el cumplimiento de tus deseos.

Encontrar defectos no es algo que suceda debido a lo que observas en tu mundo. Es el observador que hay en ti el que elige un punto de vista crítico o colérico.

2. Quejarse. Yo tengo un lema que he utilizado durante muchos años y que es bastante simple, pero muy efectivo para superar este obstáculo a la adopción de una actitud de gratitud: «¡No te quejes! ¡No expliques!».

El que se queja siempre se siente estafado y, en consecuencia, siente envidia y amargura hacia quienes parecen haber sido bendecidos con lo que a él le falta. El que se queja se siente aislado y separado de la bondad y el gozo. Como quiera que la plenitud de la vida parece estar ocurriendo en alguna otra parte, el que se queja está lleno de ingratitud.

Para practicar debidamente la manifestación de los propios deseos, es crucial tener una actitud de amor incondicional, sentir que no estás solo y que la vida es un don que se te ha concedido. La experiencia de lamentarse y de sentirse privado conduce a la cólera contra la fuente universal que parece haberte negado el beneficio de su aportación infinita. La misma actitud de desear quejarse es suficiente para garantizar que continuarás sintiéndote estafado en la vida. Quejarse es una expresión de la ausencia de amor que hay en tu mundo interior. Si sientes amor, no queda espacio para que te molestes porque Dios no ha cedido a las exigencias de tu ego.

El ego te instiga constantemente para que necesites y desees más y te dice que quejarse ayuda. El problema es que el ego nunca se siente satisfecho. No importa lo mucho que lo alimentes, siempre te planteará una nueva lista de demandas casi inmediatamente después de haber visto satisfechas las anteriores. Si le das alcohol hasta emborracharlo, y sexo hasta que se derrumba en el éxtasis, y drogas hasta hacerlo volar, y dinero y coches y cualquier cosa que puedas pensar, a la mañana siguiente te planteará una lista más larga de exigencias. El ego nunca se siente satisfecho y vive de acuerdo con el eslogan de que más siempre es mejor, y si ese más no llega precisamente cuando el ego siente la necesidad, tienes todo el derecho para quejarte. Eso supone un gran obstáculo para adoptar una actitud de gratitud, y es un impedimento todavía mayor para manifestar la esencia de los deseos de tu

3. Dar por sentado lo que se tiene. Dar por sentadas las cosas y las personas que hay en tu vida te priva de la alegría que podrías experimentar si te sintieras agradecido. Dar las cosas por sentado significa pasar por la vida sin percibir la multitud de dones que hay, en todos y cada uno de sus momentos.

Piensa en las actividades y experiencias que te perderías si, de repente, desaparecieran, y cultiva una conciencia que no dé la vida por sentado. Esfuérzate por permanecer alerta para buscar amor. Recuerda que no hay momentos insignificantes. Jugar a la pelota con un niño, contemplar la forma de las nubes a primeras horas de la mañana, escuchar los sonidos de las estaciones, darle las buenas noches a un ser querido..., todas y cada una de las experiencias de la vida son una oportunidad para experimentar gratitud o su opuesto, una sensación de aburrimiento. Eso es siempre una decisión que tomas tú.

Pasar por la vida corno un sonámbulo es una alternativa que impide la gratitud necesaria para convertirse en un manifestador. Si lo das todo por sentado, con ausencia de gozo y aprecio, nunca podrás ver los indicios que aparecen en la superficie y que te proporcionarán el ímpetu para emprender la acción sobre la manifestación deseada. La aparición de la persona correcta o el don inesperado que pueden ser el principio de tu manifestación serán saludados con un encogimiento de hombros y con un desinterés que te impedirán recibir tu bendición. Manténte despierto y muéstrate agradecido con todo y con todos.

Cambia tu actitud de ingratitud imaginando, aunque sólo sea por un momento, lo vacía que estaría tu vida sin esas bendiciones. A menudo no valoramos a nuestros seres queridos y todos los dones del universo hasta que ya es demasiado tarde y estos han abandonado nuestras vidas. Pienso con frecuencia en esto en relación con mis propios hijos. Sé que pronto se marcharán de nuestro hogar y que vivirán sus propias vidas, con sus propias familias. Y entonces me sorprendo al darme cuenta de lo mucho que los amo. Marcelene y yo hemos adquirido la costumbre de rodearlos con nuestros brazos y decirles lo afortunados que somos por el hecho de que formen parte de nuestras vidas, y lo privilegiados que nos sentimos por ser sus padres.

Este acto de amor evita que demos por sentada la presencia de los otros. Una expresión de gratitud hacia los abuelos, compañeros de trabajo, cónyuges e incluso los pilotos de un avión, es una forma de salir de la trampa del aburrimiento. Deja de asumir que la vida es algo garantizado. Demuestra tu aprecio por la vida y cultiva el agradecimiento.

APRECIO Y DESPRECIO

Al menospreciar algo, devaluamos o disminuimos su valor. Despreciamos las cosas o a las personas al expresar desaprobación o disgusto. Si apreciamos algo o a alguien, le damos valor con nuestra aprobación y alabanza. Al apreciar las cosas, lo que hacemos es incrementar su valor.

Es imposible sentirse agradecidos por algo o por alguien que no valoremos. Empieza a ver las cosas y a la gente tal como son en realidad, en lugar de dejarte dirigir por la valoración que haces de ellas, que es un juicio interno. Toda persona es hija de Dios. Reconoce el despliegue de Dios en cada persona a la que conozcas. Entonces podrás apreciarla. Si no lo haces así, la desprecias.

Tu experiencia del sufrimiento, el vacío y el temor se halla relacionada con tu desprecio por aquello que aparece en tu vida. Piensa en todo lo que criticas con regularidad y te darás cuenta de qué cosas has dejado de apreciar. Si encuentras defectos en los negros o en los blancos, en los musulmanes o en los judíos, en los iraquíes o los estadounidenses, en los jóvenes o los viejos, lo que estás haciendo es devaluar a grupos de personas. Una vez que participas en ese proceso de depreciación, bloqueas tu capacidad para experimentar gratitud y, en consecuencia, obstruyes tu capacidad para manifestar prosperidad, amor y alegría.

Esencialmente, la actividad de la depreciación significa que no percibes la belleza de la vida. En lugar de reforzar las percepciones erróneas de tu ego, aprendes a apreciar las cosas y, por tanto, a manifestar viendo en la otra persona o grupos de personas al Cristo que te devuelve tu reflejo.

CULTIVAR UNA ACTITUD DE GRATITUD

A continuación se ofrecen algunas sugerencias para activar la práctica de la gratitud. Aprende a ser agradecido por todo lo que eres, por todo lo que tienes, y potenciarás tu capacidad para manifestar en tu vida la esencia de todo lo que deseas.

• Aprende a imaginarte como receptor en vez de como víctima. Prácticamente todo aquello que posees en tu vida, lo tienes gracias al esfuerzo de los demás. Tus muebles, coche, hogar, ropas, jardín y, sí, incluso tu propio cuerpo son, de algún modo, dones ofrecidos por los demás. Sin los esfuerzos de miles y miles de personas que obran en armonía, no tendrías nada que mostrar en tu vida.

Aunque seas una «persona hecha a ti misma», no podrías haber llegado muy lejos sin los dones de los elementos básicos que utilizaste para hacerte a ti mismo. Sólo tienes que recordar cada día este hecho y la gratitud empezará a sustituir al cinismo.

·    Practica la expresión silenciosa de gratitud cuando empieces a ver la manifestación de tus deseos a partir de la fuente universal. Todo lo que se necesita es un sencillo e íntimo: «Gracias Dios mío, veo tu obra en mi vida y reconozco con amor mi aprecio por todo lo que me has aportado». Esta clase de recordatorios íntimos impedirán que te veas bloqueado por esos obstáculos sobre los que acabas de leer.

·    Conviértete en una persona dispuesta a decirles a quienes te rodean lo mucho que los aprecias. Realiza un esfuerzo para decir en voz alta lo mucho que amas a los miembros de tu familia, sin convertirlo en un ritual ficticio. Muéstrate dispuesto a decir en voz alta el encantador hogar que tienes y lo mucho que lo aprecias, o expresa tu aprecio por alguien que te lava la ropa o que te prepara una comida exquisita. Hazlo de una forma sincera y verás con qué rapidez encuentras reciprocidad y aprecio por esta actitud.

Puedes practicar esta actitud de gratitud con personas extrañas. Haz pequeños favores, como devolver el carro de la compra a la tienda, en lugar de dejarlo en el aparcamiento, o decirle a la camarera lo mucho que aprecias su amable atención a los detalles. Cuanto más dispuesto estés a expresar gratitud, tanto más cultivarás una experiencia de amor incondicional que, como ya sabes, es el secreto de la manifestación.

·       Sé agradecido y quéjate lo menos posible. Recuerda mi eslogan personal: «¡No te quejes! ¡No expliques!». Conténte cuando estés a punto de encontrar un defecto en alguien o en alguna situación. Entonces, en lugar de eso, di algo que refleje una voluntad de encontrar amor: «Probablemente, no les han enseñado a realizar adecuadamente esa tarea», en lugar de decir: «Ya no queda nadie que sepa hacer las cosas bien. No sé adónde va a parar este mundo».

Cuanto más practiques la ausencia de crítica y de quejas, tanto más se llenará de amor y de aprecio el vacío que hay en ti. Concédete un período específico de tiempo para practicar y aprender a no quejarte y encontrar defectos, quizá durante treinta días. Experimentarás cómo te vacías del rencor y de las quejas de tu interior, y su sustitución por la apertura al amor, el aprecio y la gratitud. La presencia del amor incondicional te conducirá al fondo de ti mismo, allí donde es posible la manifestación de tus deseos.

·    Empieza y termina el día con una expresión de gratitud y da las gracias. Cada mañana, al levantarte se te ha concedido el don de una salida del sol y de veinticuatro horas de vida. Es un don precioso. Tienes la maravillosa oportunidad de aprovechar este día y vivirlo gozosamente, con aprecio por todo aquello que encuentres.

Respira profundamente y siéntete agradecido por esta magnífica experiencia de respirar en la vida y en el amor. De modo similar, termina el día con una expresión de amor y una repetición de la palabra paz, Shalom. Esa palabra combina los sonidos de la manifestación y de aquello que se ha manifestado para ti.

·    Sé consciente de la necesidad de sentirte agradecido por el sufrimiento y las luchas que forman parte del tejido de tu vida. En ocasiones, resulta muy fácil sentirse simplemente enojado ante el sufrimiento, en lugar de reconocer que eso es un catalizador para tu búsqueda y despertar.

Tu capacidad para conocer el poder de la amabilidad y del amor surgió muy probablemente a partir de alguna oscuridad y dolor experimentados en el pasado. Sin aquellas experiencias, seguirías atascado. Las adicciones enseñan el elixir de la pureza. La cólera enseña el éxtasis del amor. La ingratitud enseña la necesidad de la gratitud. Acumular enseña el placer de dar. Tu dolor te enseña a ser más consciente de tu existencia y a amar a los demás.

Tu varicela te enseñó a evitarla más tarde en la vida, al darte la oportunidad de crear anticuerpos en tu sistema inmunológico. ¡La vida trae consigo los exámenes! Siéntete agradecido por esos exámenes, en lugar de mostrarte crítico con ellos.

• Recuerda que la naturaleza del pensamiento es la de incrementarse. Cuantos más pensamientos se centren en lo que te falta, tanto más deficiente te sentirás y mayores serán las quejas que expresarás. De modo similar, cuanto más practiques la gratitud, tanto más agradecimiento y aprecio experimentarás por todo lo que te proporciona la vida, y tanto más alimentarás tu experiencia de abundancia y de amor. Y cuanto más lo practiques, incluso con los pequeños detalles, tanto más abundante te sentirás y, en último término, tanto más atraerás hacia ti mismo.

Una de las cosas que he venido haciendo desde hace años es ofrecer una expresión de agradecimiento a Dios cada vez que encuentro una moneda, independientemente de su valor. La moneda es para mí un símbolo de la prosperidad que ha sido puesta en mi camino. He descubierto que recibo monedas casi cada día. Una moneda de cinco centavos aquí, una de veinticinco centavos allá, en la acera. Aparecen con regularidad, casi como un recordatorio de todo lo que se ha manifestado en mi vida. Me limito a recoger la moneda y digo: «Gracias, Dios mío. Sé que estás trabajando en mi vida y me siento agradecido por este símbolo». Cada vez que recibo una moneda de esta manera, siento el deseo de extender el favor a otros, con alguna forma de generosidad. Nuestra gratitud se extenderá en último término en la generosidad y en el servicio a los demás.

GENEROSIDAD Y SERVICIO: EL PASO FINAL EN LA MANIFESTACIÓN

La extensión natural de sentirse agradecido es el desarrollo de un corazón generoso. La generosidad perfecta es la voluntad para dar de uno mismo y de todo aquello que ha manifestado sin esperar nada a cambio. Quizá te parezca paradójico que la fase final de la manifestación del deseo de tu corazón sea el compartir generosamente lo quehas recibido y alejar tu atención de lo que has pedido que se manifieste. No obstante, si revisas todos los principios de la manifestación espiritual, te darás cuenta de que esto es consecuente con lo que hemos dicho hasta ahora.

La manifestación supone conectar con el espíritu universal, que es infinito y abundante en su variedad. No se trata de ver las propias necesidades, sino más bien de sentirse completo con esa abundancia radiante. No se trata de anhelar y pedir. Se trata de expresar un amor incondicional y de atraer ese amor abundante a tu vida individual. Mientras estés en tu cuerpo físico, tendrás deseos. No tienes por qué avergonzarte por ello o no sentirte espiritual. Tu cuerpo y las necesidades físicas de tu ser material pueden ser satisfechos con dones abundantes, y lo serán siempre y cuando sigas estos nueve principios y no permitas que tu ego vuelva a hacerse con el control de tu vida.

Al sentir la presencia de esa abundancia, tu sensación de gratitud te empujará en la dirección de la generosidad. Es en la expresión de tu generosidad donde te sentirás más conectado con el amor incondicional del espíritu universal. Cuanto más sientas el deseo de compartir incondicionalmente lo que recibes, tanto más experimentarás el flujo de ello en tu vida.

GENEROSIDAD Y AUPOLIBERACIÓN

La generosidad es útil para tu propia liberación en la medida en que te enseña la cualidad interior del desprendimiento. Desprenderte y liberarte de las cosas a las que te sientes más apegado es la mejor manera de liberarte de tu ego. La necesidad de aferrarte a las cosas y al dinero que recibes surge a partir de la sensación de estar incompleto. La práctica de la generosidad te alinea con tu sentido del amor y de plenitud.

La generosidad que te da liberarte de tu ego se extiende mucho más allá de compartir simplemente tus posesiones materiales. La generosidad significa ofrecer amabilidad, cuidado, amor y nutrición allí donde se necesiten. Además, el espíritu de la generosidad puede relacionarse, y en último término se relaciona con la forma que tenemos de tratarnos a nosotros mismos. Si tienes un corazón generoso al que no le angustia dar, te tratarás a ti mismo de forma amorosa, y te nutrirás sin ningún sentido de culpabilidad.

Si eres capaz de dar libremente, en un acto incondicional de amor, sin expectativas, experimentas lo que considero como una libertad total. Renuncias a aferrarte a tu ego engreído, que te anima a creer en la limitación y en la competencia. Esta capacidad para dar sin condiciones supone también un reconocimiento de que aquello que se ha manifestado en tu vida procede de una oferta infinita y de que no puedes experimentar nunca una conciencia de escasez porque sabes que formas parte de esa oferta infinita.

DAR Y RECIBIR: LA FORMA EN QUE FUNCIONA EL UNIVERSO

Cada vez que inspiras y espiras, participas en un proceso de dar y recibir que es vital para el mundo material y espiritual. Con cada inhalación absorbes el oxígeno y el nitrógeno que necesitas para existir, y con cada exhalación devuelves el anhídrido carbónico del que se nutre todo el mundo de las plantas. El ciclo de dar y recibir generosamente es exactamente el mismo que el acto de respirar.

Mira a tu alrededor y observa que todo en nuestro universo es resultado de dar y recibir. Toda la cadena alimenticia representa dar y tomar vida, para luego volver a dar en un ciclo infinito de manifestación material. Los gusanos que comen los pájaros, los excrementos de estos, la comida que es el pájaro, el reciclado de la carne del pájaro y así sucesivamente.

Todo eso tiene que producirse aquí, en este universo. No es algo que salga y luego vuelva a entrar. Se trata, simplemente, de un proceso de dar y recibir diferentes formas de energía. El hierro de tu corriente sanguínea forma parte de la infinita oferta de hierro que regresará de otra forma una vez que tú hayas abandonado el mundo físico, quizá en las alas de un murciélago. Tú aportas tu propia oferta de hierro y tomas lo mismo. Dar y recibir es una función natural de la vida.

El flujo natural de dar y recibir puede detenerse con la tacañería y la acumulación. El proceso funciona de la misma forma a nivel espiritual. Tú envías amor y afabilidad, que te son devueltos multiplicados por diez. El viejo dicho: «Según hagas, así te harán» es algo más queun sentencioso consejo. Es un hecho del universo, a todos los niveles de la conciencia. En realidad, en eso consiste precisamente la manifestación.

Tú envías energía amorosa para conectarte con aquello que deseas y ésta se te devuelve. Es una acción de dar y recibir. No obstante, puedes interferir en esta progresión natural del dar y recibir al aferrarte egoístamente a lo que se manifieste en tu mundo material y detener el flujo de energía que aporta abundancia. Esta conciencia de escasez es obra del ego, que siempre se siente incompleto porque está convencido de hallarse separado de Dios.

CULTIVA UNA ACTITUD DE GENEROSIDAD

He aquí unas pocas sugerencias para poner generosidad en tu práctica de la manifestación y mantener el flujo natural de dar y recibir que mueve tu vida.

• Reconoce en primer lugar que esta es una forma de ser que se puede desarrollar. Quizá estés convencido de que dar es imposible porque tienes demasiado poco para ti mismo. Si no eres generoso cuando serlo es difícil, no lo serás tampoco cuando te resulte fácil. La generosidad es una función del corazón, no de la cartera.

Puedes dar de ti mismo, compartirlo poco que tienes con aquellos que están más necesitados, puedes dar el diezmo a quienes te aportan alimento espiritual sin pedir nada a cambio. Un corazón generoso es aquel que no impone limitaciones a su capacidad para ser generoso con los demás, y que no lo hace por la recompensa o el reconocimiento. Puedes cultivar esta actitud de generosidad y practicarla enviando amor y afabilidad con tanta frecuencia como te sea posible. En último término, se contagiará a otros y te conducirá a una mayor manifestación de los deseos de tu corazón.

• Piensa en la multitud de cosas que haces cada día por otros, incluidos los animales y el entorno del que formas parte, y considéralas como formas de practicar la generosidad. Hablar con un vecino solitario, alimentar a un gato callejero, abrir una puerta, pagar anónimamente el peaje del coche que viene detrás de ti, recoger a tus hijos del colegio, pasar la aspiradora por la alfombra, llenar el depósito de gasolina del coche para tu esposa o lo que se te ocurra en los miles de acciones que realizas cada día. Recuerda que practicas la generosidad, en lugar de sentirte ignorado o poco apreciado.

Y, lo más importante, recuerda que dar sin expectativa de reconocimiento es verdaderamente la obra de tu yo superior. El ego necesita y exige que se le rindan honores con la mayor frecuencia posible, acompañado además de una gran fanfarria. Procura mantener en la intimidad tus actos de generosidad, sin fanfarronear acerca de tu gran espíritu generoso.

·    Sé consciente de la resistencia interior que surge dentro de ti cuando sientes el impulso de dar. Tu temor a no tener suficiente para ti mismo y tu familia, tus dudas acerca de si los otros están verdaderamente necesitados, tu timidez o azoramiento, el hecho de que los otros no lo aprecien debidamente o de que quizá no hagan sino pedir más, son impulsos que debes respetar como válidos. Todas estas dudas y temores deberían ser examinadas sin prejuicios. Representan una parte de tu respuesta condicionada a la generosidad.

Al dar porque uno tiene un espíritu generoso y para extender amor, y no por ninguna otra razón, se desvanecen todas esas dudas. A mí se me critica a menudo cuando doy dinero en la calle a un evidente drogadicto. Cuando me dicen: «Con ese dinero sólo van a comprar más droga», mi respuesta es: «Lo que hagan con el dinero no tiene nada que ver con el motivo por el que se lo he dado. Este ser humano que se conecta con otro en un espíritu de amor, puede ser el acto de afabilidad y generosidad que le acerque un poco más a Dios, donde tiene lugar la curación genuina».

• Propónte practicar la generosidad durante determinados períodos, particularmente para ayudar a otros.

A veces observo a mi hijo más pequeño jugando al fútbol él solo, dándole patadas a la pelota y deseando que alguien jugaracon él. Entonces me recuerdo a mí mismo la necesidad de olvidarme de los millones de cosas que tengo que hacer, mi estado de fatiga, mi deseo de ver un vídeo o lo que sea, y dedico las próximas horas a compartir simplemente mi tiempo con él. No lo hago porque sea magnánimo, sino porque es una oportunidad para ser generoso con mi tiempo y con mi amor. También me proporciona la gloriosa oportunidad de hacer algo que realmente me encanta, que es estar con mi muchacho, al que amo tiernamente. 

·    Practica la virtud de recibir. Acepta la ayuda cuando otros te la ofrecen. Permite que otros hagan algo por ti, sin sentirte en una situación embarazosa ni tener la sensación de que tu independencia se ve amenazada. Recuerda que dar y recibir constituyen el intercambio natural de la energía del universo. Esa es la fuente misma de tu práctica de la manifestación.

Al rechazar la ayuda que se te ofrece, interrumpes el flujo natural de energía, del mismo modo que cuando rechazas el dar. Practica y di: «Gracias, aprecio mucho tu ayuda», aun cuando tu ego te diga: «Realmente, no la necesito». Recibir forma parte de la práctica espiritual de la manifestación, y de ti depende permitir que eso se produzca en tu vida, con gratitud y amor.

·    Descúbrete a ti mismo en el momento en que experimentes ingratitud y utiliza ese momento para practicar tu nueva generosidad. Una vez que percibas la escasez, tu inclinación inmediata será la de acumular, pero dedicarte a acumular no hace sino ampliar los efectos de tus sentimientos de tacañería y temor.

Esto puede suponer algo tan sencillo como dar una propina mayor de la esperada, o puede implicar el expresar amor o un cumplido a aquellos ante quienes practicas tu comportamiento de escasez. En esos momentos, déjate guiar por tu yo superior, que desea experimentar gozo y paz y manifiestes un poco de generosidad. Recuerda que un espíritu generoso infunde alegría y fortaleza a la mente. Así es precisamente como te sentirás cuando hayas superado la respuesta condicionada que te induce a la acumulación y la tacañería.

• Practica dar un poco más de lo que creas que puedes dar, y un poco más de lo que te resulte cómodo. Sé algo más paciente con un niño, dale a tu cónyuge un abrazo apasionado más prolongado que el abrazo superficial al que está acostumbrado, dale un poco más de dinero de lo habitual a la camarera que te atendió durante tu estancia en el hotel.

Procura ir más allá de tu límite de generosidad, con la plena seguridad de que eso no va a causar ninguna dificultad en tu vida. Sabe también que eso te proporcionará un sentido de realización espiritual que te hará sentirte más cerca de Dios, y que te pondrá realmente en contacto con tu yo superior.

Puedes intentar también ser un poco más generoso de lo habitual contigo mismo. Pide ese plato del menú que cuesta un poco más, o concédete unos pocos días extra de vacaciones, o permítete el lujo de que te apliquen un masaje corporal o facial relajantes.

ACOSTÚMBRATE A PROYECTAR TU GENEROSIDAD COMO UN SERVICIO

En este mundo todos vivimos con otras personas; nuestros encuentros y relaciones con ellas constituyen un componente fundamental de nuestra vida e influyen sobre nosotros mismos y los demás. «Servicio» es una palabra en la que no solemos pensar como parte de nuestra forma de ser en las relaciones corrientes. Pero lo cierto es que el servicio a los demás no puede separarse de las relaciones. Todos nos beneficiaremos de asumir esto como una actividad consciente de nuestras vidas cotidianas en relación con Dios, con nuestros semejantes, nuestro entorno y nosotros mismos.

Millones de fibras nos conectan con nuestros semejantes y, a través de ellas, estamos conectados con todos los seres humanos que habitan nuestro planeta. Al cultivar una actitud de gratitud y generosidad, descubrirás que deseas ser útil a los demás. Te parecerá entonces natural extender también hacia los demás aquello que recibes y ponerlo a su disposición.

Si recibes una gran enseñanza, querrás enseñarla a los demás. Si recibes amor, desearás proyectar ese amor incondicionalmente haciael exterior. Percibirás automáticamente tus relaciones como dones para ponerlos al servicio de otros.

Al contemplar el propósito de tu vida en el plano material, descubrirás que lo único que puedes hacer con esta vida es entregarla. No puedes aferrarte a nada en un universo que cambia constantemente. No puedes establecer derechos sobre nada. Todo es transitorio. La única parte de ti mismo que es permanente, aquella que no cambia, es la esencia espiritual que reside en una dimensión invisible. Encontrarás un propósito y fortaleza cuando veas que estás relacionado con todos los otros seres vivos, y tendrás un propósito y te sentirás en paz contigo mismo cuando sirvas a los demás en alguna medida.

El propósito mismo de la manifestación es el de servir más plenamente y dejar atrás el engreimiento dominado por el ego. Tu bienestar, que es el propósito de la práctica de la manifestación, se halla genuina e inextricablemente conectado con las vidas y el bienestar de otros. Esencialmente, tus intereses son inseparables de los intereses de los demás.

Es este reconocimiento de nuestra interconexión fundamental lo que nos permite darnos cuenta de que todos estamos en una constante situación de servicio los unos con los otros. Es esta conciencia la que queremos mantener como la más importante en nuestra mente, a medida que generamos este principio de la manifestación espiritual.

El servicio es la opción que tenemos cada uno de nosotros de mostrar una actitud útil y curativa a otros, así como a nosotros mismos. Una de las consecuencias naturales de sentirse agradecido por las manifestaciones de nuestra vida cotidiana es de experimentar la inclinación a ser generoso. La gratitud, la generosidad y una actitud servicial, tomados como nuestro propósito, constituyen los valores fundamentales de este último principio.

Al asumir el servicio a los demás como uno de los propósitos de tu vida y dejar atrás el engreimiento, descubres la ironía de la manifestación. Cuanto más decidas ponerte al servicio de los demás, tanto más profundamente experimentarás amor incondicional y tantas más cosas verás materializarse en tu vida.

El servicio debe verse como un centro de atención en tu vida, no como algo que se ve limitado a ciertas clases de actividades de dar y compartir. El servicio es un estado de la mente que expresa amor, antes que temor, y confianza antes que desconfianza. Y que hace que veamos a los demás como iguales con los que compartimos una identidad espiritual. Esta actitud interior de amor se manifiesta en tus actos.

Al aceptar un compromiso para dar una conferencia, deseo ser amor y compartir generosamente lo que se me ha dado. He descubierto que, cuando me dispongo a dirigirme a un público numeroso, la mejor forma de salir de mi ego, que está centrado en sus propias recompensas, como el aplauso, el ganar dinero y el recibir premios, consiste en meditar durante una hora antes de la conferencia. El mantra que repito durante mis meditaciones es: «¿Cómo puedo ayudar a los demás?». Me repito una y otra vez estas palabras hasta que se funden para formar una pacífica actitud interior. Luego, cuando me dispongo a pronunciar la conferencia, centro toda mi atención en servir y no me veo atrapado por mi ego. En este estado mental, disfruto de una guía amorosa que me ayuda a servir a todos aquellos que forman parte del público.

Que sirvas a los demás no significa que tengas que convertirte en una madre Teresa. Servirás a los demás dejando el ego en suspenso y extendiendo el amor que ahora Llena ese espacio. Puede adoptar un millón de formas diferentes, pero cuando se practica con autenticidad, desde el corazón, hace que merezca la pena todo lo que se ha manifestado en tu vida.

Sólo encontrarás dificultades para adoptar esta actitud de servir a los demás en tu vida si lo haces sin amor. En el momento en que impongas una condición a tu servicio, o que pidas algo a cambio, o que esperes que tu ofrecimiento sirva para que te lo devuelvan, acompañado por la apropiada respuesta de agradecimiento, introduces un elemento condicional, antes que un amor incondicional. La imposición de una condición hace entonces que el servicio esté vacío.

Si vas a servir a otro, pregúntate si puedes amar al ser humano al que quieres servir. Si no puedes, no entregues nada sin amor y limítate a pasar y a enviarle una bendición silenciosa. Si tienes la sensación de que alguien pide limosna inducido simplemente por la pereza o el deseo de evitar el trabajo, y sientes eso en el fondo de tu corazón, no le des nada. El servicio sin amor es obligación, y lleva consigo culpabilidad, cólera y resentimiento. Trabaja para alcanzar un estado de amor incondicional en tus esfuerzos por ser útil a los demás, y si no percibieras auténtico amor, reconócelo también así.

Con esto concluye el noveno principio de la manifestación espiritual. Muéstrate dispuesto a tomar todo lo que hayas atraído hacia ti como resultado de tu práctica de los principios de la manifestación, y devuélvelo después con un espíritu de gratitud y generosidad, entregándote a un acto de servicio. Cuanto más practiques de este modo, tanto más verás cómo se materializan con regularidad los objetos de tu deseo. No tiene por qué haber ningún conflicto entre tu conciencia espiritual de querer servir a los demás y la presencia de deseos propios. Tal y como observó Rumi hace ya casi un milenio: «La gente que renuncia a los deseos se convierte a menudo, de repente, en hipócrita».

Tienes deseos, tanto a nivel material como en términos de ser más espiritualmente amoroso y generoso al servicio de los demás. Ambas cosas no tienen por qué entrar en conflicto.

Quisiera acabar este último principio con otra observación de Rumi, titulada «El sirviente que amaba tus oraciones». Sintetiza todo lo que he escrito, no sólo aquí, en este último principio sobre la gratitud, la generosidad y el servicio, sino en todo el libro. Lee cuidadosamente las palabras y, al cerrar el libro y ponerte a trabajar en tu propio programa de manifestación espiritual, vuelve a leer de vez en cuando este pasaje de Jalal od-Din Rumi,* que nació en el año 1207 en el Imperio persa, en lo que actualmente se conoce como Afganistán. Te recordará el papel que juegas en todo esto, un papel que sólo se ve limitado por las restricciones que tú mismo impones sobre tu conciencia espiritual.

EL SIRVIENTE QUE AMABA SUS ORACIONES

Al amanecer, un cierto hombre rico quiso ir a los baños de vapor.

Despertó a tu sirviente, Sunqur,

«¡Eh! ¡Despierta! Toma la jofaina y las toallas y la arcilla para el lavado y vámonos a los baños».

*Grijalbo ha publicado una selección de su obra más importante, El canto del derviche, en 1996.

Las criaturas terrestres se mueven sobre el suelo. Ninguna inteligencia puede cambiar esto. Sólo hay uno que puede abrir la cerradura de estas cuestiones.

Te deseo que nades siempre en el océano de la abundancia, al mismo tiempo que manifiestas tu propio y divino destino. Escucha a tu amigo.

Olvida tus imaginaciones. Olvídate de ti mismo. Escucha a tu Amigo.

Cuando seas totalmente obediente a ese, serás libre.

Inmediatamente, Sunqur reunió lo que se necesitaba, y se pusieron en camino, uno junto al otro.

Al pasar ante la mezquita, sonó la llamada a la oración. Sunqur amaba orar cinco veces al día.

«Os lo ruego, amo, descansad en este banco durante un rato,

para que pueda recitar la azora 98, que empieza diciendo: "Tú, que tratas a tu esclavo con afabilidad"».

El amo se sentó en el banco, mientras Sunqur entraba en la mezquita.

Una vez terminadas las oraciones, cuando el sacerdote y todos los fieles se habían marchado,

Sunqur seguía en el interior. El amo esperó

y esperó. Finalmente, gritó hacia la mezquita:

«Sunqur,

¿por qué no sales?».

«No puedo. Este inteligente no me deja. Tened un poco más de paciencia.

Os escucho ahí fuera.»

El amo esperó hasta siete veces,

y luego gritó. La respuesta de Sunqur fue siempre la misma, «Todavía no. Aún no me deja salir».

«Pero si ahí dentro no hay nadie, excepto tú. Todos se han marchado.

¿Quién te hace permanecer sentado tanto tiempo?»

«El que me mantiene aquí dentro es el que os mantiene a vos ahí fuera. El mismo que no os permite entrar, no me permite a mí salir.»

El océano no ofrece tus peces por sí mismo. Tampoco permite que los animales terrestres entren donde se mueve el pez delicado y sutil.

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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