Porque escribir Ilusiones? Richard Bach
|
|
Fue
una pregunta que escuché en más de una ocasión después de la aparición de
Juan Salvador Gabiota.
<<¿Qué escribirás ahora, Richard? Después de Gaviota, ¿qué?>>
Entonces contestaba que no tenía que escribir nada nuevo, ni una sola
palabra, y que ya la suma de mis libros decía todo lo que me había
propuesto a hacerles decir. Cuando has pasado hambre durante algún tiempo,
te han embargado el coche y te han sucedido cosas por el estilo, te
sientes extraño al no tener que trabajar hasta medianoche.
Con todo, casi ningún verano olvidé a mi antiguo biplano. En él salía a
sobrevolar los verdes océanos de nuestras praderas del Medio Oeste
norteamericano. Cobraba tres dólares por pasajero y empecé a sentir que
crecía mi antigua tensión: aún quería decir algo; algo que no había dicho.
Escribir no me causa ningún placer. Si pudiera volverle la espalda a la
idea agazapada en la oscuridad, si pudiera abstenerme de abrirle la puerta
para dejarla entrar, ni siquiera cogería la pluma.
Pero alguna que otra vez se produce una gran explosión: cristales,
ladrillos y astillas atraviesan violentamente la fachada, y un personaje
se yergue sobre los escombros, me agarra por el cuello y me dice
dulcemente: <<No te soltaré hasta que me pongas en palabras, sobre el
papel>>.
Así me encontré con ILUSIONES.
Incluso ahí, en el Medio Oeste, me tumbaba boca arriba, vaporizando nubes,
y no conseguía sacarme la historia de la cabeza... ¿Qué sucedería si
apareciera un auténtico experto, capaz de explicarme cómo funciona mi
universo y cuál es el sistema para domeñarlo? ¿Qué sucedería si encontrara
a un superdotado... si visitara nuestro tiempo un Siddartha o un Jesús,
con poder sobre las ilusiones del mundo merced a su conocimiento de la
realidad que se oculta detrás de ellas? ¿Y qué sucedería si le encontrara
en persona, si piloteara un biplano y aterrizara en el mismo prado donde
lo hago yo? ¿Qué diría ese individuo, y cómo sería?
Quizás no se parecería al mesias de las páginas pringosas de mi diario, y
tal vez no diría nada de lo que este libro dice. Pero si fuera cierto lo
que me dijo él - por ejemplo, que materializamos magnéticamente en
nuestras vidas todo aquello que albergamos en nuestro pensamiento - ,
estaría justificado, de alguna manera, el que yo haya llegado a este
trance. Y lo mismo vale para ti. Quizá no tengas este libro en las manos
por pura coinsidencia; quizá hayas venido aquí para recordar algún
elemento de estas aventuras.
He optado por pensar así. Y he optado por pensar que mi mesías está posado
allí, en otra dimensión, y que no es en absoluto ficticio: nos vigila, y
ríe porque encuentra divertido que las cosas sucedan tal y como las hemos
planeado.
RICHARD BACH
|