El sexto mandamiento del éxito
Debes comprender que los planes son sólo sueños cuando no hay acción. |
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Aquel cuya ambición
se arrastra en lugar de elevarse, que está siempre
indeciso, que retrasa las cosas en vez de actuar, lucha en vano contra
el
fracaso.
¿No es imprudente el que, viendo que la marea avanza hacia él, se queda
dormido hasta que el mar le arrolla? ¿No es un tonto el que, dándose la
oportunidad de mejorar, se queda deliberando hasta que, en vez de él,
escogen a su vecino?
Sólo la acción le da a la vida su fuerza, su alegría, su propósito. El
mundo siempre determinará tu vida por lo que realizas. ¿Quién puede
medir tus talentos por los pensamientos que tengas o las emociones que
experimentes? ¿Y cómo demostrarás tus habilidades si siempre eres
espectador y nunca jugador?
Anímate. Comprende que la actividad y la tristeza son eternos polos
opuestos. Cuando tus músculos se esfuerzan, tus dedos se aferran, tus
pies
se mueven y tu mente se ocupa de la tarea que tienes entre manos, tienes
poco tiempo para la autoconmiseración y los remordimientos. La acción es
el
bálsamo que cura cualquier herida.
Recuerda que la paciencia es el arte de esperar, con fe, la recompensa
que
mereces por tus buenas obras, pero que la acción es el poder que las
hace
posibles. Hasta el tiempo de tu espera, por aquello que has luchado,
parece
menor cuando estás ocupado.
Nadie actuará por ti. Tus planes seguirán siendo los sueños de un
indolente
hasta que te levantes y luches contra las fuerzas que te disminuyen. El
emprender la acción es siempre peligroso, pero el sentarse a esperar a
que
las cosas buenas de la vida te caigan en el regazo, es la única vocación
donde el fracaso destaca.
Todo lo que está entre tu cama y tu tumba, está siempre marcado por la
incertidumbre.