El segundo mandamiento del éxito
Debes aprender que, con paciencia, puedes controlar tu destino.
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Debes saber que, mientras más tenaz sea tu paciencia, más segura será tu
recompensa. No existe ningún gran logro que no sea el resultado de un
trabajo y de una espera paciente.
La vida no es una carrera. Ningún camino será demasiado largo para ti si
avanzas deliberadamente y sin prisa. Evita, como la peste, todo carruaje
que haga un alto para ofrecerte un rápido viaje a la riqueza, la fama y el
poder.
La vida tiene condiciones, tan duras hasta en sus mejores momentos, que
las
tentaciones, cuando hacen su aparición, pueden destruirte. Camina, puedes
hacerlo.
La paciencia es amarga, pero su fruto es dulce. Con paciencia puedes
soportar cualquier adversidad y sobrevivir a cualquier derrota. Con
paciencia puedes controlar tu destino y tener lo que desees.
La paciencia es la clave de la satisfacción para ti y para los que deben
vivir contigo.
Comprende que no puedes precipitar el éxito del mismo modo que los lirios
del campo no pueden florecer antes de la estación. ¿Qué pirámide se
construyo alguna vez si no fuera piedra sobre piedra? ¡Cuán pobres son los
que no tienen paciencia! ¿Qué herida sanó alguna vez a no ser poco a poco?
Todos los inapreciables atributos que los hombres prudentes proclaman como
necesarios para alcanzar el éxito, son inútiles si no tienes paciencia. El
ser ambicioso sin paciencia no hará sino separarte de tus ganancias. El
perseverar sin paciencia es siempre algo imposible.
¿Quién puede dominarse, quién puede perseverar sin la espera que es uno de
sus atributos?
La paciencia es poder. Empléala para robustecer tu espíritu, para
dulcificar tu carácter, para calmar tu enojo, para sepultar tu envidia,
abatir tu orgullo, refrenar tu lengua, contener tu mano y entregar tu ser,
a su debido tiempo, a la vida que mereces.
Og Mandino |
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