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El primer mandamiento del éxito
Debes trabajar cada día como si tu vida estuviera en juego.

 

No fuiste creado para una vida de ociosidad. No puedes comer desde la
salida del sol hasta el ocaso, ni beber, ni jugar, ni hacer el amor. El
trabajo no es un enemigo, sino tu amigo. Si te cerraran el camino del
esfuerzo caerías de rodillas y pedirías la muerte.

No necesitas amar las tareas que desempeñas. Hasta los reyes sueñan con
otras ocupaciones.

Sin embargo, debes trabajar y es cómo lo hagas, no lo que hagas, lo que
determinará el curso de tu vida. Ningún hombre que es descuidado con el
martillo construirá jamás un palacio.

Puedes trabajar de forma monótona o puedes hacerlo lleno de agradecimiento;
puedes trabajar como un ser humano o hacerlo como un animal. Aun así, no existe
ninguno tan degradante que no puedas infundirle alma, ninguno tan sombrío que no 
puedas avivarlo.
 

     


Lleva a cabo siempre todo lo que se te pida, y más. Tu recompensa llegará.
Entiende que solo existe un método seguro de obtener el éxito y es por
medio del trabajo arduo. Si no estás dispuesto a pagar ese precio para
distinguirte, dispónte a llevar una vida de mediocridad y pobreza.



Compadece a los que te ofenden y te preguntan por qué haces tanto a cambio
de tan poco.

Los que dan menos, reciben menos.

Nunca caigas en la tentación de disminuir tus esfuerzos, aunque estés
trabajando para otro.
Tu éxito no es menor si alguien te está pagando por trabajar para ti mismo.
Haz siempre el máximo esfuerzo; lo que plantes ahora lo cosecharás más tarde.

 

Siéntete agradecido por las tareas y por lo que éstas te exigen. Si no fuera por tu trabajo, sin que importe cuán desagradable te parezca, no podrías comer tanto, ni disfrutar tanto, ni dormir tan profundo, ni estar
tan sano, ni gozar de las sonrisas de gratitud de los que te aman por lo que eres, no por lo que haces.
Og Mandino

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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