CUARTO
COMPROMISO DEL ÉXITO
Soy el poseedor de
un maravilloso poder. |
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Conozco el secreto de
cómo influir en los pensamientos y en las acciones de los demás
cuando se encuentran a mi lado.
Este conocimiento sólo, si se
emplea sabiamente, ha permitido que un sinnúmero de individuos
ambiciosos se remonten a las grandes alturas de la fama, la riqueza
y el poder a todo lo largo de los tiempos.
Desafortunadamente, sólo unos cuantos están conscientes de que
poseen un poder de esta naturaleza, mientras que la inmensa mayoría
ha pagado un precio terrible, en angustias y desdicha, por su
ignorancia. Ha perdido amigos, se les han cerrado puertas, se han
desvanecido sus oportunidades y sus sueños se han visto destruidos.
Hasta ahora he sido uno de los miembros de esa inmensa mayoría,
destruyendo constantemente mis oportunidades para alcanzar el éxito y
la felicidad, porque neciamente abusé de un poder que ni siquiera
sabía que poseía.
Gracias a este pergamino he abierto los ojos.
El secreto es tan sencillo que incluso todos los niños lo comprenden
y lo usan instintivamente en su propio beneficio. Podemos influir en
los demás si los tratamos en la misma forma en que nos gustaría que
nos trataran a nosotros.
Todos somos imágenes de los demás, con los mismos sentidos, los
mismos sentimientos, las mismas esperanzas, los mismos temores, los
mismos errores y la misma sangre. Si alguien tiene comezón, su vecino
se rasca; si alguien sonríe, su amigo le responde de la misma manera.
Qué ignorante he sido. Sé que el éxito no puede lograrse por sí solo. Sé
que no existe tal cosa como un hombre o una mujer que se haya formado
por esfuerzo propio. Por consiguiente, me doy cuenta de que jamás
podré alcanzar mis metas sin la ayuda de los demás y, sin embargo,
puedo ver, cuando reflexiono en mi pasado, que mis acciones me han
tenido prisionero detrás de las rejas del remordimiento.
¿Por
qué querría alguien contribuir a mis éxitos?
Siempre que fruncía el entrecejo, me encontraba a mi vez frente
a un entrecejo fruncido. Siempre que gritaba encolerizado, me
respondían voces encolerizadas. Siempre que me quejaba, me dirigían
miradas severas. Siempre que maldecía, el odio siempre me devolvía la
mirada.
Mis propias acciones me condenaban al mundo en donde nadie
sonríe jamás, al mundo de los fracasados. Neciamente he culpado a los
demás de mi difícil situación, pero ahora veo la culpa era mía.
Al fin he abierto los ojos.
Prometo cumplir durante el resto de mi vida esta promesa
especial del éxito: Nunca jamás volveré a ser descortés con ningún
ser viviente.
Les sonreiré a amigos y enemigos por igual y haré todos los
esfuerzos posibles por encontrar en cualquier persona, una cualidad
que pueda alabar, ahora que al fin he comprendido que el anhelo más
profundo de la naturaleza humana es el ansia de ser apreciada. En
verdad, todos poseemos características dignas de alabanza, y todo lo
que necesito es asegurarme de hacer esos cumplidos desde los más
profundo de mi corazón y con un voz que sea sincera.
Alabar,
sonreír y preocuparse por los demás es algo tan benéfico para el
donador coma para el que recibe esos favores. Este gran poder que afecta
con tanta fuerza a los demás obrará milagros en mi propia vida, a medida
que su gratitud regrese a mí en incontables formas.
Una sonrisa sigue siendo el regalo menos costoso de todos los
que puedo hacerle a cualquier persona y, su poder puede conquistar
reinos. Y todos aquellos a quienes trate con amabilidad,
dirigiéndoles palabras de alabanza, muy pronto empezarán a ver en mí
la buenas cualidades que nunca antes percibieron.
Nunca más
volveré a ser descortés con ningún ser viviente.
Mis días de lamentaciones y quejas han tocado a su fin. No hay
nada más fácil que encontrar fallas en los demás. No se requiere
ningún talento, ningún renunciamiento, ningún carácter para
establecerse en el negocio de las quejas. Ahora ya no dispongo de
tiempo para dedicarme a esa lamentable ocupación, que todo lo que
podré lograr será manchar mi personalidad de manera que ya nadie
quiera asociarse conmigo. Esa era mi antigua vida. Ya no volverá a
serlo.
Estoy muy agradecido por esta segunda oportunidad.
He despreciado muchos años de oportunidades con mis enojos, mis
malos humores y mis miradas de ira, cuando una sonrisa y una palabra
amable habrían tendido la mano para ayudarme. Apenas ahora estoy
aprendiendo el máximo arte de la vida... mejorar el momento dorado de
la oportunidad y aprovechar todo lo bueno que está a nuestro alcance.
Nunca más volveré a ser descortés con ningún ser viviente.
En última instancia, una sonrisa y un apretón de manos son un
simple acto de amor. La vida ahora lo sé, no se compone de grandes
sacrificios u obligaciones, sino de todas esas pequeñas cosas en las
cuales las sonrisas, las bondades y los pequeños deberes, que se
brindan en cualquier momento y dondequiera que sea posible hacerlo,
son los que ganan y conservan cualquier corazón. Los mejores
fragmentos de la propia vida son los pequeños actos de consideración
y solicitud. Las palabras bondadosas producen su propia imagen en el
alma de los hombres y vaya si es una imagen muy bella. Tranquilizan,
calman, y consuelan a quien las escucha, haciéndolo desistir de sus
sentimientos amargos, displicentes y poco amables. Todavía no he
empezado a emplear las palabras amables con tanta abundancia como
debería hacerlo, pero estoy seguro de que mejoraré si sigo
practicando. ¿Quién sería tan tonto para no intentarlo, cuando en el
otro lado de la balanza se encuentra la propia felicidad?
Nunca más volveré a ser descortés con ningún ser viviente.
Puedo darme cuenta de que en la interacción de la vida
cotidiana, sólo a través de los insignificantes actos de bondad que
se repiten cada día e incluso cada hora, por medio de palabras, tonos
de voz, gestos y miradas, es como se ganan y se conservan el afecto y
la admiración. Qué fácil le resulta a un ser benévolo esparcir el
placer a su alrededor y qué cierto es que un corazón benévolo es una
fuente de alegría, haciendo que todos a su alrededor dejen ver
radiantes sonrisas. Cada noche, cuando me retiro, ruego pidiendo que
haya hecho por lo menos a un ser humano un poco más feliz o un poco
más sabio, o por lo menos un poco más satisfecho consigo mismo.
¿Cómo puedo
fallar, desde este momento en adelante, si mantengo la
promesa que he hecho en este pergamino, de tal manera que
el aire que respire en el futuro, pueda resplandecer de
amor y de buenos deseos?
Nunca jamás volveré a ser descortés con ningún ser viviente.Og Mandino
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