PRIMER COMPROMISO DEL
ÉXITO
Nací para alcanzar el
éxito no para fracasar.
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Nací para triunfar, no
para inclinar mi cabeza en señal de derrota.
Nací para saborear las victorias y brindar por ellas, no para
gemir y lamentarme.
¿Qué es lo que me ha sucedido? ¿En qué
momento todos mis sueños se desvanecieron en una grisácea
mediocridad, en la cual las personas promedio se aplauden unas a
otras como si fuesen seres sobresalientes?
Ninguna persona ha sido jamás tan engañada por otra, como por sí
misma. El cobarde está convencido de que solo está actuando con
cautela, y el avaro piensa que esta practicando la frugalidad. No hay
nada que resulte tan sencillo como engañarse uno mismo. puesto que
siempre es fácil creer lo que queremos. Nadie, en toda mi vida, me ha
engañado tanto como yo me he engañado a mi mismo.
¿Por qué siempre trato de ocultar mis pequeños logros bajo un
manto de palabras que toman a la ligera mi trabajo, o que ofrecen
disculpas por mi falta de capacidad? Y lo peor de todos es que he
llegado a creer en mis propias excusas, a tal grado que gustosamente
estoy dispuesto a vender mis días a cambio de unos centavos, mientras
me consuelo pensando que las cosas podrían ser peores.
¡Pero
ya no lo haré más!
Ha llegado el momento de estudiar el reflejo en mi espejo, hasta
que sea capaz de reconocer que el enemigo más poderoso que tengo...
soy yo mismo. Al fin, en este momento pleno de magia con mi primer
pergamino, el velo que me hacía engañarme a mí mismo empieza a
apartarse de mis ojos.
Ahora se que en el mundo hay y tres clases de personas. Las
primeras aprenden de su propia experiencia... son las sabias. Las
segundas aprenden de la experiencia de los demás... son las felices.
Las terceras no aprenden de sus propia experiencia ni de la
experiencia de los demás... son las necias.
Yo no soy necio. De
aquí en adelante me sostendré sobre mis propios pies, arrojando para
siempre a un lado mis terribles muletas de autocompasión y desprecio
hacia mi mismo.
Nunca jamás volveré a compadecerme de mí mismo ni
a menospreciarme.
Que tonto era cuando estaba de pie, desesperado, a un lado del
camino, envidiando a la gente de éxito y a los opulentos que
desafilaban frente a mí. ¿Acaso todas esas personas se han visto
bendecidas con habilidades únicas, rara inteligencia, valor heroico,
ambición constante y otras cualidades sobresalientes que yo no poseo?
¿Se les ha asignado un mayor número de horas cada día, durante las
cuales puedan desempeñar sus extraordinarias tareas?
¿Poseen tal vez corazones llenos de compasión y almas
desbordantes de amor, diferentes del mío? ¡No! Dios nunca juega a los
favoritos. Todos fuimos modelados del mimo barro.
Ahora
también se que la tristeza y los reveses que he sufrido en mi vida no
los he sufrido únicamente yo. Incluso los más sabios y los triunfadores
de nuestro mundo padecen etapas de abrumadora angustia y de fracaso,
pero ellos, a diferencia mía, han aprendido que no hay paz sin
problemas, descanso sin esfuerzo, risas sin pesadumbres, ni victorias
sin luchas y que es el precio que todos debemos pagar por vivir. Hubo
una época en la cual yo pagué ese precio fácilmente y de buen grado,
pero las constantes decepciones y derrotas primero desgastaron mi
confianza y después mi valor, en la misma forma en que las gotas de
agua, con el tiempo, destruyen el granito más resistente. Ahora todo
eso ha quedado tras de mí.
Ya no soy uno de esos muertos en vida, permaneciendo siempre
bajo la sombra de los demás y ocultándome detrás de mis lamentables
excusas y disculpas, mientras los años se consumen.
Nunca
jamás volveré a compadecerme de mí mismo ni a menospreciarme.
Ahora sé que la paciencia y el tiempo pueden lograr todavía más
que la fuerza y la pasión.
Los años de frustración ya están
listos para cosecharse. Todo lo que he podido lograr, y todo lo que
espero lograr, lo he podido hacer y lo seguiré haciendo, mediante ese
proceso asiduo, paciente y perseverante gracias al cual se construye
un hormiguero, partícula por partícula, pensamiento por pensamiento,
paso a paso.
El éxito, cuando llega, de la noche a la mañana, a
menudo desaparece la rayar el alba. Ahora estoy preparado para vivir
toda una vida de felicidad, porque al fin he reconocido un poderoso
secreto que permaneció oculto durante esos años que me trataron con
tanta dureza. En cierto sentido, el fracaso es el camino que conduce
al éxito, en la misma forma en que todo descubrimiento que hacemos de
lo que es falso nos lleva a buscar con afán lo que es verdadero, y en
que cada nueva experiencia nos señala alguna forma de error que en lo
sucesivo evitaremos con sumo cuidado. El sendero que recorrí, a
menudo humedecido con mis lágrimas, no ha sido una jornada
desperdiciada.
Nunca jamás volveré a compadecerme de mí mismo ni
a menospreciarme.
Te doy gracias, Dios mío, por jugar tu juego conmigo el día de
hoy y por depositar en mis manos estos valiosos pergaminos. Me
encontraba en el momento del reflujo de mi vida, pero debí saber que
en ese momento mismo es cuando siempre cambia la marea.
Ya no
contemplaré con tristeza el pasado. Jamás volverá. En vez de
ello, con ayuda de estos pergaminos, moldearé el presente
porque me pertenece, y seguiré, sin temor, sin dudas, y
sin desesperación.
Fui creado a imagen de Dios. No hay nada que no pueda lograr si
lo intento.
Nunca jamás volveré a compadecerme de mí
mismo ni a menospreciarme.
Og Mandino |
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