3. No remuevas el
mar de emoción de un hermano, inconsciente o deliberadamente. Sabe que
la tormenta que colocas en su espíritu, tarde o temprano fluirá a las
orillas de tu propia corriente de vida; más bien trae tranquilidad a la
vida; y se como el salmista dijo: "El aceite sobre las aguas
turbulentas".
4. No te
asocies con la ilusión personal. Nunca permitas que la auto
justificación revele que te amas a ti mismo más que a la Armonía del
Universo. Si tienes la razón, no hay necesidad de aclamarla; si no, ora
por el perdón. Vigilándote a ti mismo encontrarás las subientes mareas
de la indignación entre las más sutiles sombras en el sendero de la
Rectitud, llamada la "auto rectitud".
5. Camina suavemente a través del Universo, sabiendo que el cuerpo
es un Templo en el cual mora el Espíritu Santo que trae la Paz y la Iluminación a la
vida en todas partes. Mantén tu Templo siempre de una manera respetuosa y limpia como
convenga a la habitación del Espíritu de la Verdad. Respeta y honra, en suave dignidad a
todos los otros Templos, sabiendo que muchas veces dentro de un crudo exterior arde una
mayor Luz.
6. En la presencia de la Naturaleza, absorbe las bellezas y los
regalos de Su Reino en suave gratitud. No la profanes a Ella con pensamientos o emociones
viles o por actos físicos que despojen Su belleza virginal.
7. No formes ni ofrezcas opiniones a menos que seas invitado a
hacerlo, y luego hazlo solamente después de la oración e invocación silenciosa para
pedir la orientación.
8. Habla cuando Dios quiera decir algo a través de ti. Por lo demás
quédate pacíficamente silencioso.
9. Haz que el ritual de tu vivir sea observar las reglas de Dios, en
forma tan desapercibida que ningún hombre sepa que aspiras a la Santidad, para que la
fuerza de su voluntad externa no sea contra ti, o para que tu servicio no sea impregnado
con el orgullo.
10. Deja que tu corazón sea un canto de gratitud porque lo Más Alto
te ha dado a su cuidado el Espíritu de la Vida que, a través de ti, desea ensanchar los
bordes de Su Reino.
11. Está alerta siempre para usar las facultades y regalos prestados
a ti por el Padre de toda Vida, de una manera que extienda Su Reino.
12. No demandes nada para ti mismo, ni poderes ni principados, no más
que el mismo aire que demandas para respirar, o el sol; usándolos libremente, pero
sabiendo que Dios es dueño de todo.
13. En la palabra y en la acción sé suave, pero con la dignidad que
siempre acompaña la Presencia del Dios Viviente que está dentro del Templo.