Ya hemos dado la enseñanza hermética concerniente a
la naturaleza mental del Universo —la verdad de que «el Universo es
Mental, sostenido en la mente del TODO». Como dice El Kybalion
en el pasaje citado: «todas las cosas están en el TODO». Pero
nótese también la siguiente afirmación correlacionada: «Es
igualmente cierto que el TODO está en todas las cosas». Esta
contradicción aparente es conciliable según la ley de la Paradoja.
Es, además, una afirmación hermética exacta sobre las relaciones que
existen en el TODO y su Universo mental. Ya hemos visto como es que
todo está en el TODO; examinemos ahora el segundo aspecto del
asunto.
La doctrina hermética indica que el TODO es
inminente e inherente al Universo, así como en toda parte,
partícula, unidad o combinación, dentro del universo.
Los maestros suelen ilustrar este postulado,
refiriéndose al Principio de Correspondencia. El instructor pide al
estudiante que forme una imagen mental de algo, de una persona, una
idea o alguna cosa que tenga forma mental, siendo el ejemplo
preferido el de un autor que se esté formando una idea de los
personajes, el de un pintor o escultor que esté creando la imagen
mental de lo que trata de expresar con su arte. En cada caso el
estudiante verá que, aunque la imagen tiene existencia y ser
únicamente dentro de su propia mente, sin embargo, el estudiante
mismo, autor, pintor, o escultor es, en cierto sentido, inmanente en
dicha imagen. En otras palabras, toda la virtud, vida, espíritu o
realidad de la imagen mental se deriva de la «inmanente mente» del
pensador. Medítese esto un instante hasta que se comprenda bien la
idea.
Empleando otro ejemplo, podríamos decir que Otelo,
Yago, Hamlet, Lear, Ricardo III, etc., existieron en la mente de
Shakespeare en el momento de su concepción o creación. Y, sin
embargo, Shakespeare existió también dentro de cada uno de esos
personajes, dándoles su vitalidad, su espíritu y su acción.
¿Cuál es el espíritu de los personajes que conocemos
como Micawber, Oliver Twist, Uriah Heep?… ¿Es Charles Dickens o
tiene cada uno de ellos un espíritu personal, independiente de su
creador? ¿Tienen la Venus de Médicis, la Madonna Sixtina, el Apolo
de Belvedere, espíritus y realidad propios o representan los poderes
mentales y espirituales de sus creadores? La Ley de la Paradoja
explica que ambas proposiciones son ciertas, consideradas desde los
puntos de vista apropiados. Micawber es, a la vez, Micawber y
Dickens. Y mientras puede decirse que Micawber es Dickens, Dickens
no es idéntico a Micawber. El hombre, como Micawber, puede exclamar:
«El espíritu de mi creador me es inherente, y, sin embargo, yo no
soy Él». Esto es muy diferente de la chocante media‑verdad que
clamorosamente anuncian algunos medio‑sabios, diciendo: «Yo soy
Dios». Imaginad al pobre Micawber o al ratero Uriah Heep exclamando:
«Yo soy Dickens», o a cualquier otro personaje de las obras de
Shakespeare anunciando: «Yo soy Shakespeare». El TODO está en la
lombriz, pero la lombriz está muy lejos de ser el TODO. Pero aunque
la lombriz exista meramente como una pequeña cosa, creada y teniendo
su ser únicamente en la mente del TODO, el TODO es inmanente a ella,
así como en las partículas que la componen. ¿Puede haber algún
misterio mayor que el encerrado en esa proposición: «Todo está en el
TODO y el TODO está en todo?».
El estudiante comprenderá, por supuesto, que las
ilustraciones dadas más arriba son necesariamente imperfectas e
inadecuadas, porque representan la creación de imágenes mentales en
mentes finitas, mientras que el Universo es la creación de una mente
infinita, y la diferencia entre los dos polos las separa. Y, sin
embargo, es sólo cuestión de grado —el mismo Principio es el que
opera— el Principio de Correspondencia se manifiesta en cada una:
«Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba».
Y en proporción a la realización que obtenga el
hombre de la existencia del Espíritu Subyacente inmanente en su
propio ser se elevará en la escala de la vida. Esto es lo que
significa el desarrollo espiritual; el reconocimiento, la
realización y la manifestación del Espíritu interno. Recuérdese
siempre esta definición (la del desenvolvimiento espiritual), porque
contiene la verdad de toda verdadera Religión.
Existen muchos Planos del Ser, muchos subplanos de
vida, muchos grados de existencia en el Universo. Y todos dependen
del adelanto de los seres en la escala, cuyo punto más bajo es la
materia más densa, estando el Ser más elevado separado del Espíritu
del TODO sólo por una sutilísima división, y por todas partes, a lo
largo de esta escala de la vida, todo está en movimiento. Todos
están en el sendero, cuyo fin y meta es el TODO. Todo progreso es
una vuelta al hogar. Todo se mueve hacia arriba, adelante, a pesar
de las aparentes contradicciones. Éste es el mensaje del iluminado.
La doctrina hermética concerniente al proceso de la
creación mental del Universo es que, al principio del ciclo creador,
el TODO, en su aspecto de ser, proyecta su voluntad hacia su aspecto
de «Devenir» y el proceso de la creación comienza. Se dice que este
proceso se reduce a una disminución gradual de intensidad vibratoria
hasta que se alcanza un grado muy bajo de energía vibrante, en cuyo
punto se manifiesta la forma más densa posible de materia. Este
proceso se llama involución porque el TODO se «envuelve» en su
creación. Y esto tiene su correspondencia en los procesos mentales
de un artista, escritor o inventor, quien se «envuelve» tanto en su
creación mental que olvida casi completamente su propia existencia,
pues en esos momentos «vive en su creación». Si en vez de la palabra
«envolverse» empleáramos la de «absorberse», quizá se diera una idea
más clara del significado que trata de sugerir.
A este estado involucionario de la creación suele
también llamársele la «Emanación» de la energía divina, así como el
estado evolucionario se denomina «Absorción». Al polo más extremo
del proceso creador, se le considera como el más separado del TODO,
en tanto que el principio del estado evolutivo es mirado como un
retorno de la oscilación del péndulo del Ritmo, como una vuelta al
hogar.
La enseñanza es que durante la Efusión las
vibraciones se van amortiguando gradualmente hasta que el impulso
amortiguador cesa por último, y entonces se produce el retorno de la
oscilación pendular. Pero existe esta diferencia: que mientras en la
efusión se manifiestan las fuerzas creadoras compactamente, como un
todo desde el comienzo mismo del estado evolutivo o de «reabsorción»
se manifiesta la ley de la individualización; esto es, la tendencia
a separarse en unidades de fuerza, de tal manera que lo que dejó al
TODO como no individualizada energía vuelve a su fuente originaria
como innumerables unidades de vida, altamente desarrolladas, que se
han ido levantando cada vez más alto en la escala por medio de la
evolución física, mental y espiritual.
Los antiguos herméticos empleaban la palabra
«meditación» para describir el proceso de la creación mental del
Universo en la mente del TODO, habiéndose empleado también
frecuentemente la palabra «contemplación».
Pero la idea que parece sugerir es la del empleo de
la Atención Divina. «Atención» es una palabra derivada de raíz
latina, que significa «alcanzar, llegar», y el acto de atención es
realmente un «alcance, una extensión» de la energía mental; de
manera, pues, que comprenderemos perfectamente el concepto si
examinamos el verdadero significado de la atención.
La doctrina hermética concerniente a la evolución es
que el TODO, habiendo meditado sobre el principio de la creación, y
establecido así la base material del Cosmos, pensándolo en la
existencia, gradualmente va despertándose de su meditación, y al
hacerlo produce la manifestación del proceso evolutivo, en los
planos material, mental y espiritual, sucesivamente en orden. Así
empieza el movimiento ascendente, y todos los seres comienzan a
dirigirse hacia el Espíritu. La materia se va haciendo menos densa,
las unidades vienen a ser, las combinaciones se inician, la vida
aparece y va manifestándose en formas cada vez más elevadas y la
mente se va haciendo más evidente, vibrando todo cada vez más
intensamente. En una palabra, el proceso entero de la evolución, en
todas sus fases, comienza y sigue de acuerdo con las leyes del
proceso de «absorción». Todo esto ocupa eones y eones de tiempo,
estando compuesto cada eón por millones de años; pero, según dice el
iluminado, toda la creación, incluyendo la involución y la evolución
de un universo, no es más que un abrir y cerrar de ojos para el
TODO. Al final de innúmeros ciclos de eones de tiempo el TODO retira
su atención (contemplación) o meditación del Universo, porque la
Gran Obra ha terminado, y todo queda absorbido en Él de quien otrora
emergiera.
Pero el misterio de los misterios es que el Espíritu
de cada alma no queda aniquilado, sino que se expande infinitamente,
sumergiéndose uno en otro el Creador y el Creado. Ésa es la voz de
la iluminación.
La iluminación expuesta sobre la meditación y el
subsiguiente despertar de ella del TODO no es, por supuesto, más que
un intento de descripción del proceso infinito, mediante un ejemplo
finito. Pero, no obstante: «Como es arriba es abajo». La diferencia
es sólo de grado. Y así, como el TODO se despierta de su meditación
sobre el Universo, así también el hombre (a su debido tiempo) cesará
de manifestarse sobre el plano material y se irá retirando cada vez
más en el espíritu Interno, que, ciertamente, es el «Ego Divino».
Hay otra cosa más de la que deseamos hablar en esta
lección, y esto llega muy cerca del campo metafísico de
especulación, aunque nuestro propósito es simplemente el mostrar la
futilidad de tal especulación. Aludimos a la pregunta que
inevitablemente se presenta ante la mente de todos los pensadores
que se han aventurado a buscar la Verdad, la pregunta es: ¿Por qué
creó el TODO al Universo? Esta pregunta podrá ser formulada en
diferente forma, pero su esencia es siempre la misma.
Mucho han luchado los hombres para contestársela,
pero aún no se posee respuesta alguna que merezca ese nombre.
Algunos se han imaginado que el TODO ganaría algo con ello, pero eso
es absurdo, porque ¿qué es lo que podrá obtener el TODO que ya no
posea? Otros dicen que el TODO desea amar a algo, o que lo había
creado para divertirse, o porque estaba silo, o para manifestar su
poder. Pero todas esas respuestas son pueriles e infantiles y
pertenecen a la primera infancia del pensamiento.
Algunos han tratado de explicar el misterio
presumiendo que el TODO se vio «compelido» a crear, en razón de su
«naturaleza interna», o su «instinto creador».
Esa idea, si bien representa un adelanto sobre las
otras, tiene un punto débil. Si su «naturaleza interna o instinto
creador» lo impulsara a hacer algo, entonces la naturaleza interna o
instinto creador sería el Absoluto, en vez del TODO, y de ahí que la
proposición falle por su misma base. Sin embargo, el TODO crea y se
manifiesta y parece encontrar cierta satisfacción al hacerlo. Y es
muy difícil escapar a la conclusión de que en algún grado infinito
tendría que tener algo que correspondiera a una naturaleza interna o
instinto creador en el hombre, con un deseo y Voluntad
correspondientemente infinito. No podría obrar si no quisiera
hacerlo, no podría hacerlo a menos que lo deseara, y no lo desearía
si no obtuviera con ello una satisfacción. Y todas estas cosas
pertenecerían a una Naturaleza interna, y podría postularse su
existencia de acuerdo con la Ley de Correspondencia, tanto interna
como externa. Éste es el problema que yace en la raíz misma de la
dificultad y la dificultad que se encuentra en la misma raíz del
problema.
Estrictamente hablando, no puede decirse que haya
ninguna «razón» para obrar, porque una razón implica una causa, y el
todo está por encima de la causa y del efecto, salvo cuando su
voluntad misma se convierte en una causa, en cuyo momento el
principio se pone en movimiento. De manera, pues, que no puede
pensarse en el mismo asunto, porque como el mismo TODO es
incognoscible. Así como nos vemos obligados a decir simplemente: EL
TODO ES, así también sólo podemos decir que el TODO OBRA PORQUE
OBRA. Y, en último término, el TODO es la razón en sí misma, y puede
decirse en verdad que Él es su propia razón, su propia ley; su
propio acto, mejor aún: Que el TODO, su razón, su acto y su ley, son
uno, siendo las palabras diferentes nombres de la misma cosa. En
opinión de los que esto escriben, la respuesta se halla encerrada en
el íntimo ser del TODO, en su ser secreto. La Ley de
correspondencia, en nuestra opinión, sólo llega al aspecto del TODO
que denominamos el aspecto de devenir o de estado. Tras ese aspecto
está el de ser, en el cual todas las leyes se pierden en la Ley,
todos los principios en el Principio y el TODO, el Principio y el
Ser, son idénticos, uno y lo mismo.
Por consiguiente, toda especulación metafísica sobre
el punto es fútil. Si nos ocupamos aquí de la cuestión es sólo para
mostrar que, si bien reconocemos el hecho, reconocemos también lo
absurdo de las respuestas dadas por metafísicos y teólogos.
En conclusión, podrá ser de interés para los
estudiantes el saber que en tanto que algunos de los antiguos y
modernos instructores herméticos se inclinan más bien a aplicar el
Principio de Correspondencia a la cuestión, que da por resultado la
«naturaleza interna», la leyenda dice que Hermes, el Grande, cuando
le fue hecha esa pregunta por algunos de sus más avanzados
estudiantes, contestó apretando los labios fuertemente y no diciendo
una palabra, como si indicara que no había respuesta. Pero también
puede ser que quisiera aplicar el axioma de esta filosofía que dice
que «los labios de la Sabiduría permanecen cerrados, excepto para
los oídos del entendimiento», en la creencia de que aún sus más
aventajados discípulos no poseían la comprensión necesaria que los
calificara para esa enseñanza. De cualquier manera, si Hermes poseyó
el Secreto no lo comunicó, y por lo menos en lo que al mundo
concierne los labios de Hermes están cerrados al respecto. Y si
Hermes el Grande vaciló en hablar, ¿quién sería el osado mortal que
tratara de enseñarlo?