-¿Tienes un
buen veneno? ¿Estás segura de no hacerme sufrir mucho?
Me detuve con el corazón oprimido, siempre sin comprender.
-¡Ahora vete -dijo el principito-, quiero volver a bajarme!
Dirigí la mirada hacia el pie del muro e instintivamente di un
brinco. Una serpiente de esas amarillas que matan a una persona en
menos de treínta segundos, se erguía en dirección al principito.
Echando mano al bolsillo para sacar mi revólver, apreté el paso,
pero, al ruido que hice, la serpiente se dejó deslizar suavemente
por la arena como un surtidor que muere, y, sin apresurarse
demasiado, se escurrió entre las piedras con un lígero ruido
metálico.
Llegué junto al muro a tiempo de recibir en mis brazos a mi
principito, que estaba blanco como la nieve.
-¿Pero qué historia es ésta? ¿De charla también con las serpientes?
Le quité su eterna bufanda de oro, le humedecí las sienes y le di de
beber, sin atreverme a hacerle pregunta alguna. Me miró gravemente
rodeándome el cuello con sus brazos. Sentí latir su corazón, como el
de un pajarillo que muere a tiros de carabina.
-Me alegra -dijo el principito- que hayas encontrado lo que faltaba
a tu máquina. Así podrás volver a tu tierra...
-¿Cómo lo sabes?
Precisamente venía a comunicarle que, a pesar de que no lo esperaba,
había logrado terminar mi trabajo.
No respondió a mi pregunta, sino que añadió:
-También yo vuelvo hoy a mi planeta...
Luego, con melancolía:
-Es mucho más lejos... y más difícil...
Me daba cuenta de que algo extraordinario pasaba en aquellos
momentos. Estreché al principito entre mis brazos como sí fuera un
niño pequeño, y no obstante, me pareció que descendía en picada
hacia un abismo sin que fuera posible hacer nada para retenerlo.
Su mirada, seria, estaba perdída en la lejanía.
-Tengo tu cordero y la caja para el cordero. Y tengo tambíén el
bozal.
Y sonreía melancólicamente.
Esperé un buen rato. Sentía que volvía a entrar en calor poco a
poco:
-Has tenido miedo, muchachito...
Lo había tenido, sin duda, pero sonrió con dulzura:
-Esta noche voy a tener más miedo...
Me quedé de nuevo helado por un sentimiento de algo irreparable.
Comprendí que no podía soportar la idea de no volver a oír nunca más
su risa. Era para mí como una fuente en el desierto.
-Muchachito, quiero oír otra vez tu risa...
Pero él me dijo:
-Esta noche hará un año. Mi estrella se encontrará precisamente
encima del lugar donde caí el año pasado...
-¿No es cierto -le interrumpí- que toda esta historia de serpientes,
de citas y de estrellas es tan sólo una pesadilla?
Pero el principito no respondió a mi pregunta y dijo:
-Lo más importante nunca se ve...
-Indudablemente...
-Es lo mismo que la flor. Si te gusta una flor que habita en una
estrella, es muy dulce mirar al cielo por la noche. Todas las
estrellas han florecido.
-Es indudable...
-Es como el agua. La que me diste a beber, gracias a la roldana y la
cuerda, era como una música ¿te acuerdas? ¡Qué buena era!
-Sí, cierto...
-Por la noche mirarás las estrellas; mi casa es demasiado pequeña
para que yo pueda señalarte dónde se encuentra. Así es mejor; mi
estrella será para ti una cualquiera de ellas. Te gustará entonces
mirar todas las estrellas. Todas ellas serán tus amigas. Y además,
te haré un regalo...
Y rió una vez más.
-¡Ah, muchachito, muchachito, cómo me gusta oír tu risa!
-Mi regalo será ése precisamente, será como el agua...
-¿Qué quieres decir?
La gente tiene estrellas que no son las mismas. Para los que viajan,
las estrellas son guías; para otros sólo son pequeñas lucecítas.
Para los sabios las estrellas son problemas. Para mi hombre de
negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas se callan. Tú tendrás
estrellas como nadie ha tenido...
-¿Qué quieres decir? -Cuando por las noches mires al cielo, al
pensar que en una de aquellas estrellas estoy yo riendo, será para
ti como si todas las estrellas riesen. ¡Tú sólo tendrás estrellas
que saben reír!
Y rió nuevamente.
-Cuando te hayas consolado (siempre se consuela uno) estarás
contento de haberme conocido. Serás mi amigo y tendrás ganas de reír
conmigo. Algunas veces abrirás tu ventana sólo por placer y tus
amigos quedarán asombrados de verte reír mirando al cielo. Tú les
explicarás: "Las estrellas me hacen reír siempre". Ellos te creerán
loco. Y yo te habré jugado una mala pasada...
Y se rió otra vez.
-Será como si en vez de estrellas, te hubiese dado multitud de
cascabelitos que saben reír...
Una vez más dejó oír su risa y luego se puso serio.
-Esta noche ¿sabes? no vengas...
-No te dejaré.
-Pareceré enfermo... Parecerá un poco que me muero... es así. ¡No
vale la pena que vengas a ver eso...!
-No te dejaré.
Pero estaba preocupado.
-Te digo esto por la serpiente; no debe morderte. Las serpientes son
malas. A veces muerden por gusto...
-He dicho que no te dejaré.
Pero algo lo tranquilizó.
-Bien es verdad que no tienen veneno para la segunda mordedura...
Aquella noche no lo vi ponerse en camino. Cuando le alcancé marchaba
con paso rápido y decidido y me dijo solamente:
-¡Ah, estás ahí!
Me cogió de la mano y todavía se atormentó:
-Has hecho mal. Tendrás pena. Parecerá que estoy muerto, pero no es
verdad.
Yo me callaba.
-¿Comprendes? Es demasiado lejos y no puedo llevar este cuerpo que
pesa demasiado.
Seguí callado.
-Será como una corteza vieja que se abandona. TIo son nada tristes
las viejas cortezas...
Yo me callaba. El principito perdió un poco de ánimo. Pero hizo un
esfuerzo y dijo:
-Será agradable ¿sabes? Yo miraré también las estrellas. Todas serán
pozos con roldana herrumbrosa. Todas las estrellas me darán de
beber.
Yo me callaba.
-¡Será tan divertido! Tú tendrás quinientos millones de cascabeles y
yo quinientos millones de fuentes...
El principito se calló también; estaba llorando.
-Es allí; déjame ir solo.
Se sentó porque tenía miedo. Dijo aún:
-¿Sabes?... mi flor... soy responsable... ¡y ella es tan débil y tan
inocente! Sólo tiene cuatro espinas para defenderse contra todo el
mundo...
Me senté, ya no podía mantenerme en pie.
-Ahí está... eso es todo...
Vacíló todavía un instante, luego se levantó y dio un paso. Yo no
pude moverme.
Un relámpago amarillo centelleó en su tobillo. Quedó un instante
inmóvil, sin exhalar un grito. Luego cayó lentamente camo cae un
árbol, sin hacer el menor ruido a causa de la arena.
XXVII
Ahora hace ya seis años de esto. Jamás he contado esta historia y
los compañeros que me vuelven a ver se alegran de encontrarme vivo.
Estaba triste, pero yo les decía: "Es el cansancio".
AI correr del tiempo me he consolado un poco, pero no completamente.
Sé que ha vuelto a su planeta, pues al amanecer no encontré su
cuerpo, que no era en realidad tan pesado... Y me gusta por la noche
escuchar a las estrellas, que suenan como quinientos millones de
cascabeles...
Pero sucede algo extraordinario. AI bozal que dibujé para el
principito se me olvidó añadirle la correa de cuero; no habrá podido
atárselo al cordero. Entonces me pregunto:
"¿Qué habrá sucedido en su planeta? Quízás el cordero se ha comido
la flor..."
A veces me digo: "¡Seguro que no! El príncipito cubre la flor con su
fanal todas las noches y vigila a su cordero". Entonces me siento
dichoso y todas las estrellas ríen dulcemente.
Pero otras veces pienso: "Alguna que otra vez se distrae uno y eso
basta. Si una noche ha olvidado poner el fanal o el cordero ha
salido sin hacer ruido, durante la noche...". Y entonces los
cascabeles se convierten en lágrimas...
Y ahí está el gran misterio. Para ustedes que quieren al principito,
lo mismo que para mí, nada en el universo habrá cambiado si en
cualquier parte, quien sabe dónde, un cordero desconocido se ha
comido o no se ha comido una rosa...
Pero miren al cielo y pregúntense: el cordero ¿se ha comido la flor?
Y veréis cómo todo cambia...
¡Ninguna persona mayor comprenderá jamás que esto sea verdaderamente
importante!
Este es para mí el paisaje más hermoso y el más triste del mundo. Es
el mismo paisaje de la página anterior que he dibujado una vez más
para que lo vean bien. Fue aquí donde el principito apareció sobre
la Tierra, desapareciendo luego.
Exaxnínenlo atentamente para que sepan reconocerlo, si algún día,
viajando por Africa cruzan el desierto. Si por casualidad pasan por
allí, no se apresuren, se los ruego, y deténganse un poco,
precisamente bajo la estrella. Si un niño llega hasta ustedes, si
este niño ríe y tiene cabellos de oro y nunca responde a sus
preguntas, adivinarán en seguida quién es. ¡Sean amables con él! Y
comuníquenme rápidamente que ha regresado. ¡No me dejen tan triste!
ANTOINE DE
DE SAINT EXUPERY
Antoine de Saint-Exupéry, el autor de EL PRINCIPITO, fue un aviador
y literato francés que sólo vivió escasos 44 años. Nació en Lyon, en
1900 y falleció en 1944. En realidad, nunca se supo que ocurrió con
él. Saint-Exupéry desapareció para siempre en una misión de
reconocimiento, cuando sobrevolaba la Francia ocupada por los nazis,
durante la Segunda Guerra Mundial. Saint-Exupéry comenzó escribiendo
en prosa lírica vivencias de carácter novelesco y, posteriormente,
continuó con diarios, informes y cartas. Sus textos son consecuencia
de reflexiones profundas de índole humanista y de crítica a la
cultura. Entre sus novelas sobresalen VUELO NOCTURNO y EL CORREO DEL
SUR. Como diario dio vida a PILOTO DE GUERRA. Pero su obra más
famosa y por la que ha trascendido es EL PRINCIPITO, un cuento largo
que en formato de libro ha batido récords de venta en el mundo y en
todos los idiomas desde 1943, año en que se publicó por primera vez
en francés. EL PRINCIPITO es su obra cúlmine.