REGALOS PARA EL MAHARAJÁ
—Mira, Demián, sería fantástico que le llevaras los apuntes a tu
amigo, sería ideal que además sintieras placer al hacerlo, sería
razonable que lo hicieras sin emoción alguna, pero ¿sintiendo
bronca?... Yo no creo que Juan pueda aprobar esa materia estudiando
por esos apuntes!
—¿Eso qué tiene que ver?
—Nada, es una broma, pensaba en las “malas ondas” como dicen
ustedes.
—No sé qué hinchas tanto, si yo ya dije que los iba a llevar.
—Hincho para que sepas cómo llegas a estas situaciones. ¿Te cuento
un cuento?
Una vez un maharajá, que tenía fama de ser muy sabio, cumplía 100
años. El acontecimiento fue recibido con gran alegría, ya que todos
querían mucho al gobernante. En el palacio se organizó una gran
fiesta para esa noche y se invitaron a poderosos señores del reino y
de otros países.
El día llegó y una montaña de regalos se amontonó en la entrada del
salón, donde el maharajá iba a saludar a sus invitados.
Durante la cena, el maharajá pidió a sus sirvientes que separaran
los regalos en dos grupos: los que tenían remitente y los que no se
sabía quién los había enviado.
A los postres, el rey mandó traer todos los regalos en sus dos
montañas. Una de cientos de grandes y costosos regalos y otra más
pequeña, de una decena de presentes.
El maharajá comenzó a tomar regalo por regalo de la primera montaña
y fue llamando a los que habían enviado los regalos. A cada uno lo
hacía subir al trono y le decía:
—Te agradezco tu regalo, te lo devuelvo y estamos como antes –y le
devolvía el regalo, no importaba cuál fuera..Cuando terminó con esa
pila, se acercó a la otra montaña de regalos y dijo:
—Estos regalos no tienen remitente. A estos sí los voy a aceptar,
porque estos no me obligan y a mi edad, no es bueno contraer deudas.
—Cada vez que recibes algo, Demián, puede estar en tu ánimo o en el
del otro, transformar este dar en una deuda. Si fuera así, sería
mejor no recibir nada.
Pero si eres capaz de dar sin esperar pagos y de recibir sin
sentir obligaciones, entonces puedes dar o no, recibir o no, pero
nunca más quedarás endeudado. Y lo más importante, nunca más nadie
dejará de pagarte lo que te debe, porque nunca más nadie te deberá
nada.
Cuando Jorge terminó de hablar, la bronca había desaparecido.
Me di cuenta de que no tenía obligación de llevarle los apuntes.
Me di cuenta de que lo que él me había ayudado, fue hecho con sus
ganas. Y aún más: si lo había hecho como una manera de dejarme
deudor, era un turro y entonces yo no quería hacerle favores.
No debía pues nada y podía hacer lo que quisiera.
Así que le di un beso a Jorge y me fui a llevarle los apuntes a
Juan.