EL RELOJ PARADO
A LAS SIETE
¡Transitaba un tiempo tan luminoso!
Sentía dentro de mí, el bullir del crecimiento.
Y no sólo incorporaba conocimientos sino que, sin tratar de ser
modesto, me sentía cada vez más sabio, más esclarecido y más
ubicado.
Todo era fantástico y aun con las cosas que no eran como me hubiera
gustado, yo tenía una actitud de calmada aceptación y por esos
sentía que podía enfrentarme con las dificultades, con las mejores
posibilidades.
—Esto es genial, gordo. ¿Tú vives así todo el tiempo?
—Contéstate –respondió el gordo.
—Y, si esto es parte del despertar, tú, que tienes por lo menos más
despertares en tu historia que yo, debes vivir así todo el tiempo.
—No –contestó Jorge—. No todo el tiempo.
—Ya que aprendí el “Mal de muchos consuelo de todos” te pregunto: ¿A
los demás, a la mayoría, también les pasa esto de momentos de luz y
momentos de oscuridad?
—Yo creo que sí... y quizá por eso, desde hace un rato viene a mi
memoria un cuento de Papini. Se llama el reloj parado a las siete.
— ¿Me lo cuentas?
—Sí, aunque contar un cuento tan fantásticamente escrito como ese,
es robarle más de las tres cuartas partes de su hermosura, pero...
en fin.
Este cuento de Papini es un monólogo de un personaje que escribe en
la soledad de su cuarto.
Hay en una de las paredes de mi cuarto un hermoso reloj antiguo que
ya no funciona. Sus manecillas detenidas casi desde siempre, señalan
imperturbables la misma hora: las siete en punto..Casi todo el
tiempo, el reloj es sólo un inútil adorno en una blanquecina y vacía
pared.
Sin embargo hay dos momentos en el día, dos fugaces instantes en que
el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fénix.
Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares
marcan las 7 y los cu—cu y los gong de
las demás máquinas hacen sonar por 7 veces su repetido canto, el
viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida. Dos veces por día,
a la mañana y a la noche, el reloj se siente en absoluta armonía con
el resto del universo.
Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diría que
funciona a la perfección...
Pero pasado ese instante, cuando los otros relojes han acallado su
canto y las manecillas siguen sus monótonos caminos, mi viejo reloj
pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que alguna vez detuvo
su andar.
Y yo amo ese reloj y cuanto más hablo de él, más lo amo, porque cada
vez me siento más parecido a él— También yo estoy parado en un
tiempo, también yo me siento clavado e inmóvil, también yo soy de
alguna manera un adorno inútil en una pared vacía.
Pero tengo también fugaces momentos en que, misteriosamente, llega
mi hora.
Durante esos tiempos, yo siento que vivo. Todo está claro y el mundo
se transforma en maravilloso. Yo puedo crear, soñar, volar, decir y
sentir más cosas en esos instantes que en todos los otros momentos.
Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez,
como una secuencia inexorable.
La primera vez que lo sentí, traté de aferrarme a ese instante
creyendo que podría hacerlo durar para siempre. Pero no fue así.
Como a mi amigo el reloj, también a mí se me escapa el tiempo de los
otros.
...Pasado estos momentos, los otros relojes que anidan en otros
hombres, continúan su giro y yo vuelvo a mi rutinaria muerte
estática, a mi trabajo, a mis charlas de café, a mi aburrido andar
que acostumbro a llamar vida.
Pero yo sé que la vida es otra cosa..Yo sé que la vida, la vida de
verdad es la suma de aquellos momentos que aunque fugaces, nos
permiten percibir la sintonía con el universo.
Casi todo el mundo, pobre, cree que vive.
Sólo hay momentos de plenitud y aquellos que no lo sepan e insistan
en querer vivir siempre, quedarán condenados al mundo del gris y
repetitivo andar de la cotidianeidad.
Por esto te amo, viejo reloj, porque somos la misma cosa tú y yo.
—Esto, Demián, es la paupérrima expresión de una joya literaria de
Papini que alguna vez te pido que leas. Lo traje hoy, sólo para
mostrarte en una metáfora genial, que quizás todos vivamos sólo en
la armonía de algunos momentos. Quizás, ahora, en este presente, la
hora de la verdadera vida coincide con tu propia hora. Si así fuera,
disfrútala Demián, quizás se pase... demasiado pronto...
Algún tiempo después, leí el cuento original de Papini: El reloj
parado a las 7. Como el gordo decía, era una joya. No obstante,
hoy con el libro en mi biblioteca no puedo olvidarme de aquel relato
de Jorge, tal vez menos rico en los giros y en las imágenes pero tan
útil para mí en ese momento, como gozoso fue el original, años
después...