Muchos
creyeron que se trataba de las consecuencias de los experimentos
de Tesla para transmitir electricidad a través de la tierra, lo
que habría provocado que el terreno de Colorado Springs se
encontrase cargado de extremos niveles de magnetismo.
Todo
esto, sumado a los problemas financieros cada vez mayores, le
hicieron recurrir en el año 1900 al multimillonario J. P. Morgan.
Tesla le vendió un proyecto para crear un sistema de transmisión
de datos a distancia y sin cables que abarcaría todo el planeta.
Morgan, que vio la posibilidad de acceder a un virtual monopolio
del sistema de comunicaciones, le dio 150.000 dólares para
desarrollar sus inventos y un predio en Long Island donde
instaló el laboratorio de Wardenclyffe.
Una
serie de accidentes le dio fama de mala suerte al nuevo
laboratorio. Para peor, el entusiasmo de Morgan iba en
disminución ante la falta de resultados concretos para exhibir.
La gota que colmó el vaso fue la conversación que tuvo una noche
Tesla con el millonario; el inventor, quizás con algunas copas
de más, le confesó que el plan de transmisión de comunicaciones
era en realidad un proyecto para transmitir electricidad sin
costo a los hogares norteamericanos.
Al día
siguiente Morgan cortó todo apoyo a Tesla y éste se vio obligado
a buscar nuevos inversores. Ésta fue la última oportunidad que
tuvo para demostrar que era capaz de hacer realidad el proyecto
de electricidad gratuita y sin límites.
Los
inversores se negaron a apoyar a Tesla debido a la mala prensa
que venía teniendo desde hacia algunos años. Desde que comentó a
un grupo de periodistas que en su laboratorio de Colorado
Springs había logrado captar señales de radio provenientes de un
lugar en el espacio que probablemente fuera el planeta Marte,
los reporteros comenzaron a calificarlo como un científico
excéntrico y loco demasiado predispuesto a la fantasía.
En
otra oportunidad dijo poseer un rayo capaz de crear ondas de
frecuencia capaces de “partir a la tierra en dos como si se
tratase de una manzana”
Los dueños de las empresas que siempre lo habían escuchado,
vieron en él un peligroso visionario capaz de entregar energía
gratuita a todos los ciudadanos, poco a poco comenzaron a darle
también la espalda.
Otros, que tomaron partido a favor de Edison en su lucha contra
el inventor serbio, se sumaron a la larga fila de personas
dispuestas a opinar que se trataba de un personaje cercano a la
locura y el desvarío.
Pasó
el tiempo y Tesla debió recurrir al gobierno para tratar de
financiar sus ideas. Basándose en los experimentos de la “bobina
de Tesla”, presentó un proyecto para construir un artefacto
capaz de lanzar un rayo electromagnético a miles de millas de
distancia “capaz de derribar aviones a 400 kilómetros de
distancia”. Corrían entonces los primeros años de la primera
guerra mundial y Tesla vio entonces la oportunidad de sumarse al
esfuerzo de rearme de los Estados Unidos. También presentó una
serie de planos para construir lanchas torpederas a control
remoto, asegurando que de haber contado con ellas, durante la
guerra contra España, Estados Unidos hubiera ganado la guerra en
solo una tarde sin perder un solo hombre en la contienda.
Las
propuestas de Tesla fueron ignoradas y entonces el inventor
recibió un pedido de la Armada Alemana para desarrollar un nuevo
sistema de propulsión eléctrico, que se supone fue la base para
el desarrollo de los motores que utilizaron luego los alemanes
en sus submarinos durante la segunda guerra mundial.
Pero el ingreso de Estados Unidos en la guerra y le peligro de
ser acusado de traición hizo que Tesla cortar su relación con
los alemanes.
Por
medio de una carta, se dirigió al entonces presidente Wilson
revelando poseer un rayo capaz de destruir grandes extensiones
de tierra. Denominó a su invento “el rayo de la muerte”. De
acuerdo con su carta, ya había logrado resultados concretos que
demostraban el enorme poder destructivo de su arma y ponía como
condición para su entrega que fuera utilizado solamente con
fines defensivos. Reveló, además, que durante 1908, mientras su
amigo Robert Peary intentaba llegar al Polo Norte, envió uno de
sus rayos para que cayera al oeste de donde este se encontraba.
De acuerdo con los registros que obran en la Fundación Tesla,
envió un críptico telegrama a Peary en el que le anunciaba que
recibiría una inequívoca señal de Tesla mientras se encontraba
de camino al Polo.
Peary
volvió sin haber percibido nada anormal. Pero el mismo día que
Peary conquistaba el Polo, una devastadora y todavía inexplicada
explosión sacudió a la zona de Tunguska, en Siberia, Rusia.
Cerca de 3.000 kilómetros cuadrados de bosque fueron barridos
por una explosión que se calcula tuvo el poder equivalente a una
bomba atómica de 50 megatones. Nunca se dio una explicación
convincente al suceso, ya que jamás se encontraron restos de
algún meteorito, cráter u otro factor capaz de explicar
semejante devastación. La explosión subsiguiente fue oída a 620
millas de distancia del lugar.
En su
carta al presidente, Tesla sugería que su rayo había sido el
culpable de esa explosión y, debido a errores en sus cálculos,
el estallido se había producido en una zona alejada de sus
planes. Escribió que el enterarse del peligro que encerraba su
invento, decidió desarmar la maquina hasta que estuviesen dadas
las condiciones para que sea debidamente comprendida, pero que,
debido al estado desbocado de la guerra, se ofrecía a rearmar
para recuperar el equilibrio mundial.
La
carta fue recibida por un secretario de la presidencia y nunca
llegó a su destino. Más tarde Tesla hizo un nuevo intento y
sobre el final de la guerra propuso un haz de ondas
electromagnéticas para detectar aviones y submarinos a
distancia, pero su eterno competidor, Thomas Edison, recomendó
desechar la idea por inviable. Años más tarde los británicos
desarrollaron el sistema y lo denominaron radar, el que, luego,
fue adaptado para operar en las profundidades y sirvió para
desarrollar los sonares modernos.
Condenado a ser tratado como un marginal de las ciencias, Tesla
acabó sus años amargado y tratando de subvencionar sus
experimentos con lo poco que recibía de múltiples patentes
desarrolladas a lo largo de su prolífica carrera. Pero la suma
de la envidia y las burlas le impidieron recuperar el prestigio
y el respeto de los que gozó al principio de sus días.
En un
último intento por aportar con sus inventos a la humanidad,
envió reproducciones de los planos de su “rayo de la muerte” a
los gobiernos de Estados Unidos, Francia, Rusia y del Reino
Unido, con la idea que con semejante poder destructivo en manos
de todas las potencias se lograría un equilibrio capaz de traer
una nueva época de prosperidad y paz a la humanidad.
Enfermo debido a su continua exposición a intensos campos
electromagnéticos, Tesla murió durante 1943 tratando en vano de
aportar con sus ideas al esfuerzo norteamericano para derrotar
la maquinaria bélica del eje.
A modo
de reconocimiento final a su carrera, ese mismo año, la Corte
Suprema de los Estados Unidos falló a favor de Tesla al indicar
que las patentes presentadas por el serbio eran décadas
anteriores a las de Marconi y contenían todos los principios
teóricos necesarios para desarrollar la radio
Al día
siguiente a su muerte todas sus notas y los aparatos de sus
laboratorios fueron retirados por agentes del gobierno y hasta
la fecha continúan protegidos por el secreto de estado.
Noticias recientes indican que ninguna de las potencias que
recibieron los planos del “rayo de la muerte” dejó de tomar en
serio al invento de Tesla.
Estados Unidos fue el primer país en presentar en público un
rayo acelerador de partículas (principio desarrollado por Tesla
en la década de 1920) como parte de su esfuerzo por crear un
sistema de defensa antimisiles basado en el espacio durante la
década de 1980/90.
Además, a través del proyecto HAARP ese país estudia la
posibilidad de calentar ciertas áreas de la atmósfera a fin
lograr un control climático sobre algunas áreas del planeta.
Este proyecto está íntegramente basado en los experimentos de
Tesla para transmitir energía a distancia.
Rusia
pareciera poseer un rayo electromagnético cuyos efectos son muy
similares a los que Tesla describe que puede provocar su rayo.
En 1987, el líder de la ultraderecha ruso, Valentín Shirinovsky,
amenazó a occidente con utilizar “el rayo de la muerte” capaz de
destruir todas las fuerzas de la OTAN que operaban contra serbia
durante la crisis de los Balcanes. Fuentes de la inteligencia
occidental se apresuraron a desmentir que existiera un arma
semejante, pero la prensa rusa dio a conocer algunos documentos
que revelaban que la ex Unión Soviética poseía ese rayo desde la
década del cincuenta.
La
ironía del destino quiso que el ruso amenazar con usar por
primera vez el arma en la tierra que vio nacer a su mentor.
China
y la India también estarían recorriendo un camino similar en sus
investigaciones sobre aceleración de partículas, y se dice que
con el debido desarrollo, podría convertirse en un eficaz método
antimisiles al alcance de cualquier potencia media del planeta.
El
tiempo pasó y Tesla poco a poco comienza a ser reconocido como
uno de los mayores inventores de la época moderna, un poco tarde
quizás para alguien que planteó la utopía de utilizar la energía
como un método para alcanzar un mayor grado de bienestar y
equidad en la humanidad.