Esta conferencia
versa sobre si podemos predecir el futuro o bien éste es arbitrario y
aleatorio. En la antigüedad, el mundo debía de haber parecido bastante
arbitrario. Desastres como las inundaciones o las enfermedades debían de
haber parecido producirse sin aviso o razón aparente. La gente primitiva
atribuía esos fenómenos naturales a un panteón de dioses y diosas que se
comportaban de una forma caprichosa e impulsiva. No había forma de
predecir lo que harían, y la única esperanza era ganarse su favor
mediante regalos o conductas. Mucha gente todavía suscribe parcialmente
esta creencia, y tratan de firmar un pacto con la fortuna. Se ofrecen
para hacer ciertas cosas a cambio de un sobresaliente en una asignatura,
o de aprobar el examen de conducir.
Sin embargo, la
gente se debió de dar cuenta gradualmente de ciertas regularidades en el
comportamiento de la naturaleza. Estas regularidades eran más obvias en
el movimiento de los cuerpos celestes a través del firmamento. Por eso
la Astronomía fue la primera ciencia en desarrollarse. Fue puesta sobre
una firme base matemática por Newton hace más de 300 años, y todavía
usamos su teoría de la gravedad para predecir el movimiento de casi
todos los cuerpos celestes. Siguiendo el ejemplo de la Astronomía, se
encontró que otros fenómenos naturales también obedecían leyes
científicas definidas. Esto llevó a la idea del determinismo científico,
que parece haber sido expresada públicamente por primera vez por el
científico francés Laplace. Me pareció que me gustaría citar
literalmente las palabras de Laplace. y le pedí a un amigo que me las
buscara. Por supuesto que están en francés, aunque no esperaba que la
audiencia tuviera ningún problema con esto. El problema es que Laplace,
como Prewst [N. del T.: Hawking probablemente se refiere a Proust],
escribía frases de una longitud y complejidad exageradas. Por eso he
decidido parafrasear la cita. En efecto, lo que él dijo era que, si en
un instante determinado conociéramos las posiciones y velocidades de
todas las partículas en el Universo, podríamos calcular su
comportamiento en cualquier otro momento del pasado o del futuro. Hay
una historia probablemente apócrifa según la cual Napoleón le preguntó a
Laplace sobre el lugar de Dios en este sistema, a lo que él replicó
"Caballero, yo no he necesitado esa hipótesis". No creo que Laplace
estuviera reclamando que Dios no existe. Es simplemente que El no
interviene para romper las leyes de la Ciencia. Esa debe ser la postura
de todo científico. Una ley científica no lo es si solo se cumple cuando
algún ser sobrenatural lo permite y no interviene.
La idea de que el estado del universo en un instante dado determina el
estado en cualquier otro momento ha sido uno de los dogmas centrales de
la ciencia desde los tiempos de Laplace. Eso implica que podemos
predecir el futuro, al menos en principio. Sin embargo, en la práctica
nuestra capacidad para predecir el futuro está severamente limitada por
la complejidad de las ecuaciones, y por el hecho de que a menudo exhiben
una propiedad denominada caos. Como sabrán bien todos los que han visto
Parque Jurásico, esto significa que una pequeña perturbación en un lugar
puede producir un gran cambio en otro. Una mariposa que bate sus alas
puede hacer que llueva en Central Park, Nueva York. El problema es que
eso no se puede repetir. La siguiente vez que una mariposa bata sus
alas, una multitud de otras cosas serán diferentes, lo que también
tendrá influencia sobre la meteorología. Por eso las predicciones
meteorológicas son tan poco fiables.
A pesar de
estas dificultades prácticas, el determinismo científico permaneció como
dogma durante el siglo 19. Sin embargo, en el siglo 20 ha habido dos
desarrollos que muestran que la visión de Laplace sobre una predicción
completa del futuro no puede ser llevada a cabo. El primero de esos
desarrollos es lo que se denomina mecánica cuántica. Fue propuesta por
primera vez en 1900, por el físico alemán Max Planck, como hipótesis ad
hoc para resolver una paradoja destacada. De acuerdo con las ideas
clásicas del siglo 19, que se remontan a los tiempos de Laplace, un
cuerpo caliente, como una pieza de metal al rojo, debería emitir
radiación. Perdería energía en forma de ondas de radio, infrarrojos, luz
visible, ultravioleta, rayos x, y rayos gamma, todos a la misma tasa.
Esto no sólo significaría que todos moriríamos de cáncer de piel, sino
que además todo en el universo estaría a la misma temperatura, lo que
claramente no es así. Sin embargo, Planck mostró que se puede evitar
este desastre si se abandonara la idea de que la cantidad de radiación
puede tener cualquier valor, y se dijera en su lugar que la radiación
llega únicamente en paquetes o cuantos de un cierto tamaño. Es un poco
como decir que en el supermercado no se puede comprar azúcar a granel,
sino sólo en bolsas de un kilo. La energía en los paquetes o cuantos es
mayor para los rayos x y ultravioleta, que para la luz infrarroja o
visible. Esto significa que a menos que un cuerpo esté muy caliente,
como el Sol, no tendrá suficiente energía para producir ni siquiera un
único cuanto de rayos x o ultravioleta. Por eso no nos quemamos por
insolación con una taza de café.
Para Planck
los cuantos no eran más que un truco matemático que no tenía una
realidad física, lo que quiera que eso signifique. Sin embargo, los
físicos empezaron a encontrar otro comportamiento, que sólo podía ser
explicado en términos de cantidades con valores discretos o cuantizados,
más que variables continuas. Por ejemplo, se encontró que las partículas
elementales se comportaban más bien como pequeñas peonzas girando sobre
un eje. Pero la cantidad de giro no podía tener cualquier valor. Tenía
que ser algún múltiplo de una unidad básica. Debido a que esa unidad es
muy pequeña, uno no se da cuenta de que una peonza normal decelera
mediante una rápida secuencia de pequeños pasos, más que mediante un
proceso continuo. Pero para peonzas tan pequeñas como los átomos, la
naturaleza discreta del giro es muy importante.
Pasó algún
tiempo antes de que la gente se diera cuenta de las implicaciones que
tenía este comportamiento cuántico para el determinismo. No sería hasta
1926, cuando Werner Heisenberg, otro físico alemán, indicó que no
podrías medir exactamente la posición y la velocidad de una partícula a
la vez. Para ver dónde está una partícula hay que iluminarla. Pero de
acuerdo con el trabajo de Planck, uno no puede usar una cantidad de luz
arbitrariamente pequeña. Uno tiene que usar al menos un cuanto. Esto
perturbará la partícula, y cambiará su velocidad de una forma que no
puede ser predicha. Para medir la posición de la partícula con
exactitud, deberás usar luz de una longitud de onda muy corta, como la
ultravioleta, rayos x o rayos gamma. Pero nuevamente, por el trabajo de
Planck, los cuantos de esas formas de luz tienen energías más altas que
las de la luz visible. Por eso perturbarán aún más la velocidad de la
partícula. Es un callejón sin salida: cuanto más exactamente quieres
medir la posición de la partícula, con menos exactitud puedes conocer la
velocidad, y viceversa. Esto queda resumido en el Principio de
Incertidumbre formulado por Heisenberg; la incertidumbre en la posición
de una partícula, multiplicada por la incertidumbre en su velocidad, es
siempre mayor que una cantidad llamada la constante de Planck, dividida
por la masa de la partícula.
La visión de
Laplace del determinismo científico implicaba conocer las posiciones y
velocidades de las partículas en el universo en un instante dado del
tiempo. Por lo tanto, fue seriamente socavado por el Principio de
Incertidumbre de Heisenberg. ¿Cómo puede uno predecir el futuro, cuando
uno no puede medir exactamente las posiciones ni las velocidades de las
partículas en el instante actual? No importa lo potente que sea el
ordenador de que dispongas, si lo alimentas con datos deplorables,
obtendrás predicciones deplorables.
Einstein
estaba muy descontento por esta aparente aleatoriedad en la naturaleza.
Su opinión se resumía en su famosa frase 'Dios no juega a los dados'.
Parecía que había presentido que la incertidumbre era sólo provisional,
y que existía una realidad subyacente en la que las partículas tendrían
posiciones y velocidades bien definidas y se comportarían de acuerdo con
leyes deterministas, en consonancia con Laplace. Esta realidad podría
ser conocida por Dios, pero la naturaleza cuántica de la luz nos
impediría verla, excepto tenuemente a través de un cristal.
La visión de
Einstein era lo que ahora se llamaría una teoría de variable oculta. Las
teorías de variable oculta podrían parecer ser la forma más obvia de
incorporar el Principio de Incertidumbre en la física. Forman la base de
la imagen mental del universo, sostenida por muchos científicos, y
prácticamente por todos los filósofos de la ciencia. Pero esas teorías
de variable oculta están equivocadas. El físico británico John Bell, que
murió recientemente, ideó una comprobación experimental que distinguiría
teorías de variable oculta. Cuando el experimento se llevaba a cabo
cuidadosamente, los resultados eran inconsistentes con las variables
ocultas. Por lo tanto parece que incluso Dios está limitado por el
Principio de Incertidumbre y no puede conocer la posición y la velocidad
de una partícula al mismo tiempo. O sea que Dios juega a los dados con
el universo. Toda la evidencia lo señala como un jugador empedernido,
que tira los dados siempre que tiene ocasión.
Otros
científicos estaban mucho más dispuestos que Einstein a modificar la
visión clásica del determinismo del siglo 19. Una nueva teoría,
denominada la mecánica cuántica, fue propuesta por Heisenberg, el
austríaco Erwin Schroedinger, y el físico británico Paul Dirac. Dirac
fue mi penúltimo predecesor en la cátedra Lucasiana de Cambridge. Aunque
la mecánica cuántica ha estado entre nosotros durante cerca de 70 años,
todavía no es generalmente entendida o apreciada, incluso por aquellos
que la usan para hacer cálculos. Sin embargo, debería preocuparnos a
todos, puesto que es una imagen completamente diferente del universo
físico y de la misma realidad. En la mecánica cuántica, las partículas
no tienen posiciones ni velocidades bien definidas. En su lugar, son
representadas por lo que se llama una función de onda. Esta es un número
en cada punto del espacio. El tamaño de la función de onda indica la
probabilidad de que la partícula sea encontrada en esa posición. La tasa
con la que la función de onda cambia de punto a punto, proporciona la
velocidad de la partícula. Uno puede tener una función de onda con un
gran pico en una región muy pequeña. Esto significará que la
incertidumbre en la posición es muy pequeña. Pero la función de onda
variará muy rápidamente cerca del pico, hacia arriba en un lado, hacia
abajo en el otro. Por lo tanto la incertidumbre en la velocidad será
grande. De la misma manera, uno puede tener funciones de onda en las que
la incertidumbre en la velocidad es pequeña, pero la incertidumbre en la
posición es grande.
La función de
onda contiene todo lo que uno puede saber de la partícula, tanto su
posición como su velocidad. Si sabes la función de onda en un momento
dado, entonces sus valores en otros momentos son determinados por lo que
se llama la ecuación de Schroedinger. Por lo tanto uno tiene aún un
cierto determinismo, pero no del tipo que Laplace imaginaba. En lugar de
ser capaces de predecir las posiciones y las velocidades de las
partículas, todo lo que podemos predecir es la función de onda. Esto
significa que podemos predecir sólo la mitad de lo que podríamos de
acuerdo con la visión clásica del siglo 19.
Aunque la
mecánica cuántica lleva a la incertidumbre cuando tratamos de predecir
la posición y la velocidad a un mismo tiempo, todavía nos permite
predecir con certidumbre una combinación de posición y velocidad. Sin
embargo, incluso este grado de certidumbre parece estar amenazado por
desarrollos más recientes. El problema surge porque la gravedad puede
torcer el espacio-tiempo tanto que puede haber regiones que no
observamos.
Curiosamente,
el mismo Laplace escribió un artículo en 1799 sobre cómo algunas
estrellas pueden tener un campo gravitatorio tan fuerte que la luz no
podría escapar, siendo por tanto arrastrada de vuelta a la estrella.
Incluso calculó que una estrella de la misma densidad que el Sol, pero
doscientas cincuenta veces más pequeña, tendría esta propiedad. Pero
aunque Laplace podría no haberse dado cuenta, la misma idea había sido
propuesta 16 años antes por un hombre de Cambridge, John Mitchell, en un
artículo en Phylosophical Transactions of the Royal Society. Tanto
Mitchel como Laplace concebían a la luz como formada por partículas, más
bien como bolas de cañón, que podían ser deceleradas por la gravedad, y
hechas caer de vuelta a la estrella. Pero un famoso experimento llevado
a cabo por dos americanos, Michelson y Morley, en 1887, mostraron que la
luz siempre viajaba a una velocidad de ciento ochenta y seis mil millas
por segundo, no importa de dónde viniera. Cómo podía entonces la
gravedad decelerarla, y hacerla caer de nuevo.
De
acuerdo con las ideas sobre el espacio y el tiempo vigentes en aquel
momento esto era imposible. Sin embargo, en 1915 Einstein presentó al
mundo su revolucionaria Teoría General de la Relatividad en la cual
espacio y tiempo dejaban de ser entidades separadas e independientes.
Por el contrario, eran meramente diferentes direcciones de una única
noción llamada espacio-tiempo. Esta noción espacio-tiempo no era
uniforme sino deformada y curvada debido a su energía inherente. Para
que se entienda mejor, imagínese que colocamos un peso (que hará las
veces de estrella) sobre una lámina de goma. El peso (estrella) formará
una depresión en la goma curvándose la zona alrededor del mismo en
contraposición a la planicie anterior. Si hacemos rodar canicas sobre la
lámina de goma, sus rastros serán espirales más que líneas rectas. En
1919, una expedición británica en el Oeste de África observaba la luz de
estrellas lejanas que cruzaba cerca del sol durante un eclipse.
Descubrieron que las imágenes de las estrellas variaban ligeramente de
sus posiciones habituales; esto revelaba que las trayectorias de la luz
de las estrellas habían sido curvadas por el influjo del espacio-tiempo
que rodea al sol. La Relatividad General había sido confirmada.
Imagínese
ahora que colocamos pesos sobre la lámina de goma cada vez más
cuantiosos y de manera más intensiva. Hundirán la plancha cada vez más.
Con el tiempo, alcanzado el peso y la masa crítica se hará un agujero en
la lámina por el que podrán caer las partículas pero del que no podrá
salir nada.
Según la
Teoría General de la Relatividad lo que sucede con el espacio-tiempo es
bastante similar. Cuanto más ingente y más densa sea una estrella, tanto
más se curvará y distorsionará el espacio-tiempo alrededor de la misma.
Si una estrella inmensa que ha consumido ya su energía nuclear se enfría
encogiéndose por debajo de su masa crítica, formará literalmente un
agujero sin fondo en el espacio-tiempo por el que no puede pasar la luz.
El físico americano John Wheeler llamó a estos objetos “agujeros negros”
siendo el primero en destacar su importancia y los enigmas que
encierran. El término se hizo popular rápidamente. Para los americanos
sugería algo oscuro y misterioso mientras que para los británicos
existía además la amplia difusión del Agujero Negro de Calcuta. Sin
embargo los franceses, muy franceses ellos, percibieron algo indecente
en el vocablo. Durante años se resistieron a utilizar el término,
demasiado negro, arguyendo que era obsceno; pero era parecido a intentar
luchar contra préstamos lingüísticos como “le weekend” y otras
mezcolanzas del “franglés”. Al final tuvieron que claudicar. ¿Quién
puede resistirse a una expresión así de conquistadora?
Ahora
tenemos evidencias de la existencia de agujeros negros en diferentes
tipos de entidades, desde sistemas de estrellas binarios al centro de
las galaxias. Por lo tanto, la existencia de agujeros negros está
ampliamente aceptada hoy en día. Con todo y al margen de su potencial
para la ciencia ficción, ¿cuál sería su relevancia para el determinismo?
La respuesta reside en una pegatina de parachoques que tenía en la
puerta de mi despacho: “los agujeros negros son invisibles”. No sólo
ocurre que las partículas y los astronautas desafortunados que caen en
un agujero negro no vuelven nunca, sino que la información que estos
portan se pierde para siempre, al menos en nuestra demarcación del
universo. Puede lanzar al agujero negro aparatos de televisión, sortijas
de diamantes e incluso a sus peores enemigos y todo lo que recordará el
agujero negro será su masa total y su estado de rotación. John Wheeler
llamó a esto “un agujero negro no tiene pelo”. Esto confirma las
sospechas de los franceses.
Mientras
hubo el convencimiento de que los agujeros negros existirían siempre,
esta pérdida de información pareció no importar demasiado. Se podía
pensar que la información seguía existiendo dentro de los agujeros
negros. Simplemente es que no podemos saber lo que hay desde fuera de
ellos pero la situación cambió cuando descubrí que los agujeros negros
no son del todo negros. La Mecánica Cuántica hace que estos emitan
partículas y radiaciones a un ritmo constante. Estos hallazgos me
asombraron no sólo a mí si no al resto del mundo pero con la perspectiva
del tiempo esto habría resultado obvio. Lo que se entiende comúnmente
como “el vacío” no está realmente vacío ya que está formado por pares de
partículas y antipartículas. Estas permanecen juntas en cierto momento
del espacio-tiempo, en otro se separan para después volver a unirse y
finalmente aniquilarse la una a las otra. Estas partículas y
antipartículas existen porque un campo, tal como los campos que
transportan la luz y la gravedad no puede valer exactamente cero. Esto
denotaría que el valor del campo tendría tanto una posición exacta (en
cero) como una velocidad o ritmo de cambio exacto (también cero). Esto
violaría el Principio de Incertidumbre porque una partícula no puede
tener al tiempo una posición y una velocidad constantes. Por lo tanto,
todos los campos deben tener lo que se denomina fluctuaciones del vacío.
Debido al comportamiento cuántico de la naturaleza se puede interpretar
estas fluctuaciones del vacío como partículas y antipartículas como he
descrito anteriormente.
Estos pares
de partículas se dan en conjunción con todas las variedades de
partículas elementarias. Se denominan partículas virtuales porque se
producen incluso en el vacío y no pueden ser mostradas directamente por
los detectores de partículas. Sin embargo, los efectos indirectos de las
partículas virtuales o fluctuaciones del vacío han sido estudiados en
diferentes experimentos, siendo confirmada su existencia.
Si
hay un agujero negro cerca, uno de los componentes de un par de
partículas y antipartículas podría deslizarse en dicho agujero dejando
al otro componente sin compañero. La partícula abandonada puede caerse
también en el agujero o bien desplazarse a larga distancia del mismo
donde se convertirá en una verdadera partícula que podrá ser apreciada
por un detector de partículas. A alguien muy alejado del agujero negro
le parecerá que la partícula ha sido emitida por el mismo agujero.
Esta
explicación de cómo los agujeros negros no son tan negros clarifica que
la emisión dependerá de la magnitud del agujero negro y del ritmo al que
esté rotando. Sin embargo, como un agujero negro no tiene pelo, citando
a Wheeler, la radiación será por otra parte independiente de lo que se
deslizó por el agujero. No importa lo que arroje a un agujero negro:
aparatos de televisión, sortijas de diamantes o a sus peores enemigos.
Lo que de allí sale es siempre lo mismo.
Pero ¿qué
tiene esto que ver con el determinismo que es sobre lo que se supone que
versa esta conferencia? Lo que esto demuestra es que hay muchos estados
iniciales (incluyendo aparatos de televisión, sortijas de diamantes e
incluso gente) que evolucionan hacia el mismo estado final, al menos
fuera del agujero negro. Sin embargo, en la visión de Laplace sobre el
determinismo había una correspondencia exacta entre los estados
iniciales y los finales. Si usted supiera el estado del universo en
algún momento del pasado podría predecirlo en el futuro. De manera
similar, si lo supiera en el futuro, podría deducir lo que habría sido
en el pasado. Con el advenimiento de la Teoría del Cuanto en los años 20
del siglo pasado se redujo a la mitad lo que uno podía predecir pero aún
dejó una correspondencia directa entre los estados del universo en
diferentes momentos. Si uno supiera la función de onda en un momento
dado, podría calcularla en cualquier otro.
Sin embargo,
la situación es bastante diferente con los agujeros negros. Uno se
encontrará con el mismo estado fuera del agujero, independientemente de
lo que haya lanzado dentro, a condición de que tenga la misma masa. Por
lo tanto, no hay una correspondencia exacta entre el estado inicial y el
estado final ya fuera del agujero negro. Habrá una correspondencia
exacta entre el estado inicial y el final ambos fuera o ambos dentro del
agujero negro. Sin embargo, lo importante es que la emisión de
partículas y la radiación alrededor del agujero provocan una reducción
en la masa del mismo y se empequeñece. Finalmente, parece que el agujero
negro llega a la masa cero y desaparece del todo. Pero, ¿qué ocurre con
todos los objetos que fueron lanzados al agujero y con toda la gente que
o bien saltó o fue empujada? No pueden volver a salir porque no existe
la suficiente masa o energía sobrante en el agujero negro para enviarlos
fuera de nuevo. Puede que pasen a otro universo pero eso nos da lo mismo
a los que somos lo suficientemente prudentes como para no saltar dentro
de un agujero negro. Incluso la información de lo que cayó dentro del
agujero no podría salir de nuevo cuando el agujero desaparezca por
último. La información no se distribuye gratuitamente como bien sabrán
aquellos de ustedes que paguen facturas telefónicas. La información
necesita energía para transportarse, y no habrá suficiente energía de
sobra cuando el agujero negro desaparezca.
Lo que todo
esto significa es que la información se perderá de nuestra demarcación
del universo cuando se formen los agujeros negros para después
desvanecerse. Esta pérdida de información implica que podemos predecir
incluso menos de lo pensamos, partiendo de la base de la teoría
cuántica. En esta teoría puede no ser factible predecir con certidumbre
la posición y la velocidad de una partícula al mismo tiempo. Hay sin
embargo una combinación de posición y velocidad que sí puede ser
predicha. En el caso de un agujero negro, esta predicción específica
concierne a los dos miembros de un par de partículas-antipartículas pero
únicamente podemos detectar la partícula expulsada. No hay modo alguno,
incluso en un principio, de poner de manifiesto la partícula que se
precipita al agujero. Por lo tanto, por lo que sabemos, podría estar en
cualquier estado. Esto significa que no podemos hacer ninguna predicción
concreta acerca de la partícula que expulsa el agujero. Podemos calcular
la probabilidad de que la partícula tenga esta o aquella posición o
velocidad pero no podemos predecir con precisión una combinación de la
posición y velocidad de sólo una partícula porque su velocidad y
posición van a depender de la otra partícula, la cual no está bajo
nuestra observación. Así que Einstein estaba sin lugar a dudas
equivocado cuando dijo, “Dios no juega a los dados”. No sólo Dios juega
definitivamente a los dados sino que además a veces los lanza a donde no
podemos verlos.
Muchos
científicos son como Einstein en el sentido de que tienen un lazo
emocional muy fuerte con el determinismo pero al contrario que Einstein
han aceptado la reducción en nuestra capacidad para predecir que nos
había traído consigo la teoría cuántica. Pero ya era mucho. A estos no
les gustó la consiguiente reducción que los agujeros negros parecían
implicar. Pensar que el universo es determinista, como creía Laplace, es
simplemente inocente. Presiento que estos científicos no se han
aprendido la lección de la historia. El universo no se comporta de
acuerdo a nuestras preconcebidas ideas. Continúa sorprendiéndonos.
Podría
pensarse que no importa demasiado si el determinismo hizo aguas cerca de
los agujeros negros. Estamos casi seguros de estar al menos a unos pocos
años luz de agujero negro de cualquier tamaño pero según el Principio de
Incertidumbre, cada región del espacio debería estar llena de diminutos
agujeros negros virtuales que aparecerían y desaparecerían una y otra
vez. Uno pensaría que las partículas y la información podrían
precipitarse en estos agujeros negros y perderse. Sin embargo, como
estos agujeros negros virtuales son tan pequeños (cien billones de
billones más pequeños que el núcleo de un átomo) el ritmo al cual se
perdería la información sería muy bajo. Esto es por lo que las leyes de
la ciencia parecen deterministas, observándolas con detenimiento. Sin
embargo, en condiciones extremas, tales como las del universo temprano o
las de la colisión de partículas de alta energía, podría haber una
significativa pérdida de información. Esto conduce a la imprevisibilidad
en la evolución del universo.
En
resumen, de lo que he estado hablando es de si el universo evoluciona de
manera arbitraria o de si es determinista. La visión clásica propuesta
por Laplace estaba fundada en la idea de que el movimiento futuro de las
partículas estaba determinado por completo, si su sabían sus posiciones
y velocidades en un momento dado. Esta hipótesis tuvo que ser modificada
cuando Heisenberg presentó su Principio de Incertidumbre el cual
postulaba que no se podía saber al mismo tiempo y con precisión la
posición y la velocidad. Sin embargo, sí que era posible predecir una
combinación de posición y velocidad pero incluso esta limitada
certidumbre desapareció cuando se tuvieron en cuenta los efectos de los
agujeros negros: la pérdida de partículas e información dentro de los
agujeros negros dio a entender que las partículas que salían eran
fortuitas.
Se pueden
calcular las probabilidades pero no hacer ninguna predicción en firme.
Así, el futuro del universo no está del todo determinado por las leyes
de la ciencia, ni su presente, en contra de lo que creía Laplace. Dios
todavía se guarda algunos ases en su manga.
Es todo lo
que tengo que decir por el momento. Gracias por escucharme.