De todos modos, también los hay cabezotas que nunca llegarán a
perder la cabeza, ni aun en el caso de que se den con la cabeza
contra la pared. Ciertos observadores piensan que esta
extraordinaria insensibilidad se debe a que tienen serrín en la
cabeza, aunque científicamente no se ha demostrado.
El dolor de cabeza producido por la tensión se inicia de forma
difusa, más como una opresión, y puede prolongarse durante horas,
días y semanas. Probablemente, el dolor se produce por un exceso de
tensión en los vasos sanguíneos. Generalmente, al mismo tiempo se
siente una fuerte tensión en la musculatura de la cabeza, los
hombros, el cuello y la columna vertebral. Este tipo de dolor de
cabeza suele presentarse en situaciones en las que el ser humano se
halla sometido a fuerte presión o cuando una crisis va a
desbordarle.
Es el «camino ascendente» que conduce fácilmente a una
acentuación excesiva del polo superior, es decir, de la cabeza.
Suelen padecer este tipo de dolor de cabeza las personas ambiciosas
y perfeccionistas que tratan de imponer su voluntad. En tales casos,
la ambición y el afán de poder se suben a la cabeza, porque el
individuo que sólo atiende a la cabeza, que sólo acepta lo racional,
sensato y comprensible, pronto pierde el contacto con el «polo
inferior» y, por lo tanto, con sus raíces que son lo único que puede
anclarlo en la vida. Es el cerebral. Pero los derechos del cuerpo y
sus casi siempre inconscientes funciones son más antiguos que la
facultad del pensamiento racional, que es una adquisición
relativamente reciente del ser humano, con el desarrollo de la
corteza cerebral.
El ser humano posee dos centros: corazón y cerebro: sentimiento y
pensamiento. El individuo de nuestro tiempo y de nuestra cultura ha
desarrollado extraordinariamente las fuerzas cerebrales, por lo que
corre peligro de descuidar su otro centro, el corazón. Por ello,
tampoco es una solución denostar el pensamiento, la razón y la
cabeza. Ningún centro es mejor ni peor que el otro. El ser humano no
debe optar por uno de los dos sino buscar el equilibrio.
Las personas «todo sensibilidad» están tan incompletas como
las «todo cerebro». Pero nuestra cultura ha favorecido y
desarrollado tanto el polo de la cabeza que en muchos casos
padecemos un déficit en el polo inferior. A ello se suma el problema
de a qué aplicamos nuestra actividad mental. En casi todos los
casos, utilizamos nuestras funciones racionales para la
consolidación de nuestro Yo. Por medio del modelo filosófico causal,
nos prevenimos más y más frente al destino, con objeto de ampliar el
dominio de nuestro ego. Esta empresa está condenada al fracaso. En
el mejor de los casos, acaba como la torre de Babel, en la
confusión. La cabeza no puede independizarse y recorrer su camino
sin el cuerpo, sin el corazón. Cuando el pensamiento se disocia de
lo de abajo, rompe con sus raíces. Por ejemplo, el pensamiento
funcional de la ciencia es un pensamiento sin raíces: le falta
religión, el enlace con la causa primitiva. La persona que sólo se
rige por la cabeza, sin un anclaje en el suelo, alcanza alturas
vertiginosas. No es de extrañar que a veces uno tenga la sensación
de que va a estallarle la cabeza. Es una señal de alarma.
La cabeza es, de todos los órganos, el que más rápidamente reacciona
al dolor. En todos los demás órganos tienen que producirse
alteraciones mucho mayores para que haya dolor. La cabeza es nuestro
vigía más despierto. Su dolor indica que nuestro modo de pensar es
erróneo, que seguimos un criterio equivocado, que perseguimos
objetivos dudosos. Da la alarma cuando nos rompemos la cabeza con
cavilaciones estériles en busca de unas seguridades que, en
definitiva, no existen. El ser humano, dentro de su forma de
existencia material, no puede asegurar nada: en realidad, a cada
intento que realiza sólo consigue ponerse en ridículo.
El individuo suele devanarse los sesos, hasta que le sale humo de la
cabeza, por cosas intrascendentes. La tensión se descarga por medio
de la relajación que, en realidad, no es sino otro modo de llamar al
acto de soltar, de desconectarse. Cuando la cabeza da la alarma por
medio del dolor, es que ha llegado el momento de desechar la
obcecación del «yo quiero», la ambición que nos empuja hacia arriba,
la cabezonería y el fanatismo. Es el momento de dirigir la mirada
hacia abajo y recordar las raíces. Imposible ayudar a quienes
durante años acallan esta alarma a fuerza de analgésicos. Esos
arriesgan la cabeza.
Jaqueca
«La jaqueca (migraña o hemicránea) es un acceso de dolor de
cabeza, generalmente hemicraneal, que puede asociarse a trastornos
visuales (sensibilidad a la luz, centelleo) o digestivos, como
vómitos y diarrea. Estos ataques que generalmente duran varias horas
se presentan asociados a un estado de ánimo depresivo e irritable.
En el apogeo de la jaqueca, el afectado siente el deseo imperioso de
estar solo en una habitación oscura o en la cama» (Brautigam). A
diferencia de lo que ocurre con el dolor de cabeza debido a la
tensión, en la jaqueca, después de unos espasmos iniciales, se
produce una gran dilatación de los vasos sanguíneos. En griego se
llama a la cabeza hemikranie (kranion = cráneo) literalmente mitad
del cráneo, palabra que denota claramente la unilateralidad del
pensamiento que, en los enfermos de jaqueca, es similar a la que se
da en las personas que sufren dolor de cabeza provocado por la
tensión.
Todo lo dicho respecto a este último síntoma vale también para la
migraña, salvo un punto esencial. Mientras que el paciente aquejado
de dolor de cabeza trata de aislar la cabeza del tronco, el que
sufre jaqueca traslada un tema corporal a la cabeza para vivirlo en
ella. Este tema es la sexualidad. La jaqueca siempre es sexualidad
desplazada a la cabeza. Se da a la cabeza la función del vientre.
Este desplazamiento no es tan incongruente, ya que el aparato
genital y la cabeza tienen entre sí una cierta analogía. Son las
partes del cuerpo que albergan todos los orificios del ser humano.
Los orificios del cuerpo desempeñan un papel preponderante en la
sexualidad (amor = admisión: el acto del amor sólo puede realizarse
donde el cuerpo se abre). La voz popular desde siempre ha
relacionado la boca de la mujer con la vagina (por ejemplo: labios
secos [!]) y la nariz del hombre con el pene, y hace las
correspondientes deducciones entre uno y otro. También en la
sexualidad oral se demuestra claramente la relación y la
«intercambiabilidad» entre el vientre y la cabeza. El bajo
vientre y la cabeza son polos y detrás de su contraposición está su
unidad: así arriba como abajo. Cuán a menudo se utiliza la cabeza
como sustitutivo del bajo vientre lo vemos claramente en el acto de
sonrojarse. En situaciones embarazosas, que casi siempre tienen una
connotación sexual, la sangre sube a la cabeza y la hace enrojecer.
Con ello se realiza arriba lo que en realidad debería ocurrir abajo,
ya que durante la excitación sexual la sangre normalmente acude al
aparato genital y los órganos sexuales se dilatan y enrojecen. La
misma transposición entre el aparato genital y la cabeza la
encontramos en la impotencia. En el acto sexual, cuanto más hace
trabajar la cabeza un hombre, más fácil es que le falte potencia en
el bajo vientre, lo cual tiene consecuencias fatales. La misma
transposición hacen las personas sexualmente insatisfechas que, en
compensación, comen más de lo normal, tratando de saciar por la boca
su hambre de amor, y nunca se sienten llenas. Todas estas
indicaciones deberían bastar para revelar la analogía existente
entre el bajo vientre y la cabeza. El paciente aquejado de jaqueca
(la mayoría son mujeres) siempre tiene problemas con la sexualidad.
Como ya dijimos al hablar de otros temas, existen básicamente dos
posibilidades de tratar un problema: arrumbarlo y reprimirlo
(inhibirse) o magnificarlo. Parecen tratamientos opuestos, pero no
son sino posibilidades polares de expresión de una misma dificultad.
Cuando una persona tiene miedo tanto puede esconderse como empezar a
repartir golpes a diestro y siniestro: ambas reacciones denotan
debilidad. Así, entre los aquejados de jaqueca encontramos a los que
han descartado totalmente de su vida la sexualidad («...eso no va
conmigo») como a los que alardean de «falta de prejuicios».
Ambas categorías tienen una cosa en común: problemas sexuales. Si
uno no reconoce el problema, ya sea porque no tiene vida sexual ya
porque uno no tiene problemas de ésos, como todo el mundo puede ver,
el problema se instala en la cabeza y se manifiesta en forma de
jaqueca. En tal caso, el problema sólo se puede afrontar al más alto
nivel.
La jaqueca es un orgasmo en la cabeza. El proceso es idéntico, sólo
que tiene lugar más arriba. Durante la fase de excitación sexual, la
sangre acude a la zona genital y, en el momento culminante, la
tensión cede y se produce la relajación; así discurre también la
jaqueca: la sangre acude a la cabeza, se produce una sensación de
presión, la tensión se agudiza hasta alcanzar su punto máximo y se
produce la distensión (dilatación de los vasos sanguíneos).
Cualquier estimulo puede desencadenar la jaqueca: luz, ruido,
corriente de aire, el tiempo, la emoción, etc. Una característica de
la jaqueca es que el enfermo, después del acceso, experimenta una
transitoria sensación de bienestar. En el apogeo del ataque, el
paciente desea estar en una habitación a oscuras y en la cama, pero
solo.
Todo esto apunta a la temática sexual, al igual que el temor de
tratar el tema con otra persona en el plano más adecuado. Ya en
1934 E. Gutheil describía en una revista de psicología el caso de
un enfermo cuyos accesos de jaqueca cedían después de experimentar
el orgasmo sexual. A veces, el paciente tenía que experimentar
varios orgasmos antes de que se produjera el relajamiento y
terminara el ataque. En nuestro enfoque encaja también la
observación de que entre los síntomas secundarios de la jaqueca
figuran en primer lugar los trastornos digestivos y el
estreñimiento: uno se cierra por abajo. Uno no quiere saber nada del
contenido desconocido (excremento) y se retira hacia las alturas del
pensamiento, hasta que le estalla la cabeza. Hay matrimonios que
utilizan la jaqueca (palabra con la que habitualmente se designa
cualquier dolor de cabeza) como pretexto para rehuir la relación
sexual.
En resumen, en los pacientes de jaqueca encontramos el conflicto
entre instinto y pensamiento, entre abajo y arriba, entre bajo
vientre y cabeza, lo cual conduce al intento de utilizar la cabeza
como puerta de escape o campo de maniobras para resolver problemas
(cuerpo, sexo, agresividad) que sólo pueden plantearse y resolverse
en un plano totalmente distinto. Ya Freud describía el pensamiento
como una acción experimental. Al ser humano le parece menos
peligroso y comprometido el pensamiento que la acción. Pero no se
puede sustituir la acción por el pensamiento sino que lo uno tiene
que apoyarse en lo otro. El ser humano ha recibido un cuerpo para,
con ayuda de este instrumento, realizarse (hacerse real). Sólo por
medio de la realización puede seguir fluyendo la energía. No es
casualidad que conceptos como entender y comprender
contengan ideas alusivas a movimientos corporales. Si se rompe esta
combinación, la energía se condensa y acumula y se manifiesta por
medio de diferentes grupos de síntomas, en forma de enfermedad.
Hagamos un resumen ilustrativo:
Fases de escalada de la energía bloqueada:
1.
La
actividad (sexualidad, agresividad) relegada al pensamiento, se
traduce en dolor de cabeza.
2.
La
actividad bloqueada en el plano vegetativo (es decir, en las
funciones corporales), provoca hipertensión y un cuadro de atonía
vegetativa.
3.
La
actividad bloqueada en el plano nervioso, puede provocar cuadros
tales como esclerosis múltiple.
4.
La
actividad reprimida en el campo muscular, produce afecciones del
sistema locomotor como reúma y gota.
Esta división corresponde a las distintas fases de un acto
realizado. Cualquier acto, sea un puñetazo o un coito, se inicia en
la imaginación (1) en la que se prepara mentalmente. Después pasa a
la preparación vegetativa (2) del cuerpo, con el incremento del
riego sanguíneo de los órganos precisos, aceleración del pulso, etc.
Finalmente, la actividad imaginada se convierte en acto por el
efecto de los nervios (3) en los músculos (4). Pero cuando la idea
imaginada no llega a transformarse en acto, la energía forzosamente
queda bloqueada en uno de los cuatro campos (mental, vegetativo,
nervioso, muscular) y con el tiempo desarrolla los síntomas
correspondientes.
El que sufra de jaqueca se halla en la primera etapa: bloquea
su sexualidad en la mente. Debe aprender a buscar su problema donde
está y situar en su sitio —abajo— lo que se le ha subido a la
cabeza. La evolución siempre empieza por abajo, y la cuesta arriba
siempre es fatigosa, cuando se sube como es debido.
DOLOR DE CABEZA
En caso de dolor de cabeza o jaqueca deberían hacerse las
siguientes preguntas:
1.
¿Por qué
me caliento la cabeza?
2.
¿Existe
en mi una interrelación fluida entre arriba y abajo?
3.
¿Trato
con excesivo afán de ir para arriba? (ambición).
4.
¿Soy un
cabezota que da con la cabeza contra la pared?