Durante los últimos treinta y cinco años, las empresas editoriales
de los Estados Unidos han impreso más de un quinto de millón de
obras diferentes. Muchos de esos libros eran atrozmente tediosos; y
muchos fueron fracasos financieros. ¿He dicho "muchos”? El
presidente de una de las mayores editoriales del mundo me confesó
que su compañía, después de setenta y cinco años de experiencia
editorial, todavía pierde dinero con siete de cada ocho libros que
publica.
¿Por
qué, entonces, he tenido la temeridad de escribir otro libro? Y,
después de escribirlo, ¿por qué se ha de molestar usted en leerlo?
Preguntas justas, ambas: y trataré de contestarlas.
Desde
1912 vengo dirigiendo cursos educativos para hombres y mujeres de
negocios y profesionales en Nueva York. Al principio dirigí cursos
sobre oratoria pública solamente: cursos destinados a preparar a los
adultos, mediante la experiencia, a pensar mientras están de pie y a
expresar sus ideas con mayor claridad, mayor efectividad y mayor
soltura, tanto en conversaciones de negocios como ante grupos más
numerosos.
Pero
gradualmente, a medida que pasaban los años, comprendí que por mucho
que estos adultos necesitaran un aprendizaje para hablar en forma
eficaz, necesitaban aun más el aprendizaje en ese bello arte de
tratar con la gente en los negocios y en sus contactos sociales.
Comprendí también gradualmente que yo mismo necesitaba ese
aprendizaje. Al recordar ahora esos años, me aterroriza advertir mis
frecuentes faltas de tacto y de comprensión. ¡Cómo lamento no haber
podido tener en mis manos un libro como éste hace veinte años! ¡Qué
don inapreciable habría sido!
Tratar con la gente es probablemente el mayor problema que se
afronta, especialmente si se es una persona de negocios. Sí, y
también sise es un contador, una ama de casa, un arquitecto o un
ingeniero. La investigación y el estudio realizado hace pocos años
bajo los auspicios de la Fundación Carnegie revelaron un hecho muy
importante y significativo: un hecho confirmado más tarde por los
estudios adicionales efectuados en el Instituto Carnegie de
Tecnología. Estas investigaciones demostraron que aun en los ramos
tan técnicos como la ingeniería, alrededor del quince por ciento del
éxito financiero de cada uno se debe al conocimiento técnico, y
alrededor del 85 por ciento se debe a la habilidad en la tecnología
humana: la personalidad y la capacidad para tratar con la gente.
Durante muchos años dirigí cursos en el Círculo de Ingenieros de
Filadelfia y también en la rama de Nueva York del Instituto
Norteamericano de Ingenieros Electricistas. Por mis clases han
pasado probablemente más de mil quinientos ingenieros. Fueron a
ellas porque comprendieron finalmente, al cabo de años de
observación y experiencia, que frecuentemente el personal mejor
pagado en el ramo de la ingeniería no es el que conoce más
ingeniería. Por ejemplo, se puede contar con los servicios
simplemente técnicos de ingenieros, contadores, arquitectos o
cualquier otro profesional, por un salario
fijo.
Pero
el hombre que dispone de conocimientos técnicos más la habilidad de
expresar sus ideas, para asumir la dirección, y para despertar
entusiasmo entre los demás, esa persona tiene posibilidades de
aumentar indefinidamente sus ingresos.
En la
plenitud de su actividad, John D. Rockefeller dijo que "la habilidad
para tratar con la gente es un artículo que se puede comprar, como
el azúcar o el café". "Y pagaré más por esa capacidad -agregó- que
por cualquier otra."
¿No
se debe suponer, pues, que todos los colegios del país deberían
tener cursos para desarrollar la habilidad más preciada entre todas?
Pero si hay un curso práctico, con sentido común, para adultos, de
esta especie, ha escapado a mi atención hasta el momento de
escribir estas líneas.
La
Universidad de Chicago y las Escuelas Unidas de la Asociación
Cristiana de jóvenes realizaron un estudio para determinar qué
quieren aprender en realidad los adultos.
Ese
estudio costó 25.000 dólares y duró dos años. La última parte de la
indagación se realizó en Meriden, Connecticut. Era una típica
población norteamericana. Se entrevistó a todos los adultos de
Meriden y se les pidió que respondieran a 156 preguntas, tales
como: "¿Cuál es su ocupación o profesión? ¿Cuáles su
educación? ¿Cómo pasa sus ratos desocupados? ¿Qué ingresos tiene?
¿Qué pasatiempo? ¿Qué ambiciones? ¿Qué problemas? ¿Qué temas le
interesara¿ estudiar?" Y otras más por el estilo. Esa investigación
reveló que la salud es lo que más interesa a los adultos, y que en
segundo lugar les interesa la gente: cómo comprender y llevarse bien
con el prójimo; cómo hacer que los demás gusten de uno; y cómo hacer
que los demás adopten el modo de pensar de uno.
La
comisión que realizaba esta indagación resolvió organizar un curso
para adultos en Meriden. Buscó diligentemente un texto práctico
sobre el tema, pero no encontró ninguno. Finalmente, los miembros de
la comisión buscaron a una de
las
personas más autorizadas del mundo en el terreno de la educación
para adultos, y le preguntaron si conocía algún libro que atendiera
las necesidades de ese grupo de adultos de Meriden. "No
-respondió-. Yo sé lo que necesitan esos adultos. Pero el libro que
les hace falta no ha sido escrito todavía. "
Yo
sabía por experiencia propia que esa afirmación era exacta, porque
durante años había buscado inútilmente un manual práctico y
aplicable sobre las relaciones humanas.
Como
no existía ese libro, traté de escribir uno para utilizarlo en mis
cursos. Y aquí está. Espero que a usted le agrade. Como preparación
para este libro, leí todo lo que pude encontrar sobre el tema: todo,
desde artículos en diarios y revistas, los archivos de los juicios
de divorcio, las obras de viejos filósofos y psicólogos modernos.
Además, contraté a un investigador especializado para que se pasara
un año y medio en diversas bibliotecas leyendo todo lo que yo había
pasado por alto, estudiando eruditos volúmenes de psicología,
hojeando centenares de artículos periodísticos, revisando
incontables biografías, para tratar de establecer cómo los grandes
hombres de todas las edades habían tratado con la gente. Leímos las
biografías de todos los grandes personajes habidos en el mundo.
Leímos la vida de todos los grandes, desde julio César hasta Thomas
Edison. Recuerdo que leímos más de cien biografías de Theodore
Roosevelt solamente. Estábamos decididos a no economizar tiempo ni
gastos para descubrir todas las ideas prácticas usadas jamás por los
hombres de todas las épocas a fin de ganar amigos e influir sobre
la gente.
Yo
entrevisté personalmente a veintenas de personas que han triunfado
en la vida, algunas de ellas famosas en el mu ndo: inventores como
Marconi y Edison; líderes políticos como Franklin D. Roosevelt y
James Farley; hombres de empresa como Owen D. Joung; estrellas de
cine como Clark Gable y Mary Pickford; y exploradores como Martin
Johnson, y traté de descubrir la técnica empleada por ellos en las
relaciones humanas.
Con
todo este material preparé una breve charla. La titulé: "Cómo ganar
amigos e influir sobre la gente" . He dicho "breve". Lo era en un
principio, pero ha ido en aumento hasta convertirse en una
conferencia que consume una hora y treinta minutos. Durante muchos
años di esta conferencia ante los adultos reunidos en cada clase de
los cursos del Instituto Carnegie en Nueva York.
Siempre he hecho lo mismo. He pronunciado la conferencia y
recomendado a los alumnos que hicieran la prueba de esos consejos en
sus contactos comerciales y sociales, para volver luego a la clase a
hablar de sus experiencias y de los resultados conseguidos. ¡Qué
tarea interesante! Estos hombres y estas mujeres, ansiosos por
mejorar, se veían fascinados por la idea de trabajar en una nueva
especie de laboratorio, el primero y el único laboratorio de
relaciones humanas para adultos que ha existido jamás.
Este
libro no fue escrito como se escriben todos los libros. Creció tal
como crece un niño. Creció y se desarrolló en ese laboratorio,
gracias a las experiencias de miles de adultos.
Hace
años comenzamos con una serie de reglas impresas en una tarjeta no
mayor que una tarjeta postal. A la temporada siguiente imprimimos
una tarjeta más grande, después un folleto, después una serie de
folletos, cada uno en crecimiento a su vez, en tamaño y en alcance.
Al cabo de quince años de experimentos e investigaciones, tuvimos
este libro.
Las
reglas que hemos fijado en él no son simples teorías o conjeturas.
Rinden resultados mágicos. Por increíble que parezca, he visto cómo
la aplicación de estos principios revolucionaba literalmente la vida
de muchas personas.
Un
ejemplo: un hombre con 314 empleados se inscribió en uno de estos
cursos. Durante muchos años había mandado y criticado y censurado a
sus empleados, sin trabas ni discreción. La bondad, las palabras de
aprecio y de aliento eran ajenas a sus labios. Después de estudiar
los principios en que se basa este libro, tal patrón alteró
profundamente su filosofía de la vida. Su organización se ve
inspirada ahora por una nueva lealtad, un nuevo entusiasmo, un nuevo
espíritu de trabajo común. Trescientos catorce enemigos se han
convertido en trescientos catorce amigos. Ya lo dijo él,
orgullosamente, en un discurso que pronunció ante la clase: "Antes,
cuando caminaba por mi establecimiento, nadie me saludaba. Mis
empleados miraban para otro lado al ver que me acercaba. Pero ahora
todos son amigos míos, y hasta el portero me llama por el nombre de
pila ".
Este
patrón tiene ahora mayores beneficios materiales, mayor descanso y
-lo que es
infinitamente más importante-
encuentra mucha mayor felicidad en su negocio y en su hogar.
Innumerables vendedores han visto aumentar considerablemente sus
ventas mediante el uso de estos principios. Muchos han conseguido
clientes nuevos, clientes que habían buscado en vano con
anterioridad. Hay directores de empresas que vieron aumentar su
autoridad y su sueldo. Uno de ellos nos informó que había
conseguido un importante aumento de sueldo, debido sobre todo a la
aplicación de estas verdades. Otro alto empleado de la Philadelphia
Gas Works Company, iba a ser rebajado de categoría por su
beligerancia, por su incapacidad para conducir hábilmente a los
empleados. El aprendizaje que realizó no solamente lo salvó del
descenso a los 65 años de edad, sino que le produjo un ascenso, con
mayor sueldo.
En
muchas ocasiones, en los banquetes servidos al terminar cada curso,
me han dicho los cónyuges que sus hogares son mucho más felices
desde que sus maridos o mujeres iniciaron este entrenamiento.
Con
frecuencia se asombran los participantes por los resultados que
consiguen. Parece cosa de magia. En algunos casos, llenos de
entusiasmo, me han hablado a casa un domingo, porque no podían
esperar dos días para informarme de sus realizaciones en la clase
regular del curso.
Un
hombre quedó tan impresionado por una charla sobre estos principios,
que se quedó comentándolos con otros miembros de su clase hasta
altas horas de la noche. A las tres de la mañana, los otros se
fueron a sus casas. Pero él estaba tan conmovido por la comprensión
de sus errores, tan inspirado por la visión de un mundo nuevo y más
rico que se abría ante él, que no pudo dormir. No durmió esa noche,
ni al día siguiente ni la otra noche.
¿Quién era? ¿Un individuo ingenuo, sin educación, dispuesto a
estallar de entusiasmo ante cada nueva teoría que se le presentara?
No. Lejos de ello. Era un comerciante refinado, un hombre culto,
moderno, que circula por los mejores ambientes de la ciudad, que
habla corrientemente tres idiomas y tiene diplomas de dos
universidades europeas.
Mientras escribo este capítulo me llega una carta de un alemán de la
vieja escuela, un aristócrata cuyos antepasados sirvieron durante
generaciones como oficiales del ejército a las órdenes de los
Hohenzollern. Su carta, escrita desde un transatlántico, me habla
casi con fervor religioso de la aplicación de estos principios en su
caso.
Otro
hombre, nacido en Nueva York, graduado en Harvard, acaudalado, dueño
de una gran fábrica de alfombras,
me declaraba que ha aprendido más en catorce semanas, gracias a este
sistema de enseñanza del arte de influir sobre la gente, que lo que
pudo aprender sobre el mismo tema en sus cuatro años de universidad.
¿Absurdo? ¿Irrisorio? ¿Fantástico? Es claro que el lector está
autorizado para rechazar esa afirmación con el adjetivo que desee.
Yo sólo repito, sin comentarios, una declaración hecha por un
graduado de Harvard, conservador y eminentemente próspero, en un
discurso público pronunciado ante aproximadamente seiscientos
hombres, en el Yale Club de Nueva York, el 23 de febrero de 1933.
"En
comparación con lo que deberíamos ser -decía el famoso profesor
William James, de la Universidad de Harvard-, sólo estamos
despiertos a medias. Sólo empleamos una pequeña parte de nuestros
recursos físicos y mentales. En términos generales, el individuo
vive así muy dentro de sus límites Posee cualidades de diversas
especies que habitualmente no usa."
¡Esas
cualidades que habitualmente no se usan! El único propósito de este
libro es ayudar al lector a que descubra, desarrolle y aproveche
esos poderes latentes que no emplea.
"La
educación -decía el Dr. John G. Hibben, ex presidente de la
Universidad de Princeton- es la capacidad para afrontar las
situaciones que plantea la vida."
Si
para cuando el lector haya terminado de leer los tres primeros
capítulos de este libro no se encuentra algo mejor equipado para
afrontar las situaciones que plantea la vida, consideraré que este
libro es un fracaso completo, por cuanto atañe al lector. Porque
"el
gran objetivo de la educación
-dijo
Herbert Spencer-
no es
el conocimiento, sino la acción".
Y
éste es un libro de
acción.
DALE
CARNEGIE 1936
Nueve
sugerencias sobre la manera de obtener un mayor beneficio de este
libro
1. -
Si quiere usted obtener el mayor beneficio de este libro, hay un
requerimiento indispensable, un principio esencial mucho más
importante que todas las reglas técnicas. A menos que satisfaga
usted este requisito fundamental, de poco le servirán muchas reglas
sobre la forma de estudiar. Y si tiene ese don cardinal, podrá
lograr resultados maravillosos sin leer siquiera las . indicaciones
que hago.
¿Cuál
es este requisito mágico? Nada más que esto:
un
profundo, impulsivo deseo de aprender, una vigorosa decisión de
aumentar su capacidad para tratar con la gente.
¿Cómo
se puede lograr ese impulso? Recordando constantemente cuán
importantes son estos principios. Piense usted cómo contribuirá su
dominio a llevarle a obtener una vida más feliz, rica, plena.
Diciéndose una y otra vez: "Mi popularidad, mi felicidad y mi valor
dependen en grado no pequeño, de mi habilidad para tratar con la
gente".
2. -
Léase cada capítulo rápidamente al principio para lograr una visión
a ojo de pájaro. Es probable que después se sienta tentado a correr
al capítulo siguiente. Pero no lo haga así. A menos que lea
solamente por entretenerse. Pero si lee porque quiere aumentar su
habilidad en las relaciones humanas,
vuelva atrás y relea detenidamente cada capítulo.
A la
larga, esto significa un ahorro de tiempo y la obtención de mayores
resultados.
3. -
Deténgase frecuentemente en la lectura para pensar en lo que está
leyendo.
Pregúntese cómo y cuándo puede aplicar cada sugerencia.
4.
- Lea con un lápiz rojo, un bolígrafo resaltador o una
pluma
en_la
mano;
y
cuando encuentre una indicación que a su juicio puede usar, trace
una línea en el margen.
Si
es
una indicación excelente, subraye cada frase, o márquela con "XXXX".
Este método de marcar o subrayar frases de un libro lo hace más
interesante y mucho más fácil de revisar rápidamente.
5. -
Conozco a una mujer que desde hace quince años es gerente de una
gran compañía de seguros. Todos los meses lee los contratos de
seguro que extiende su compañía. Sí, lee los mismos contratos mes
tras mes, año tras año. ¿Por qué? Porque la experiencia le ha
enseñado que esa es la única manera de tener siempre en la memoria
las cláusulas de las pólizas.
Yo dediqué
casi dos años a escribir un libro sobre oratoria pública; y sin
embargo tengo que volver a leerlo de vez en cuando para recordar lo
que yo mismo escribí. Es asombrosa la rapidez con que olvidamos.
Por
eso, si quiere usted obtener un beneficio real, duradero, de
este libro, no piense que bastará con_ leerlo una vez a la ligera.
Después de leerlo detenidamente, una vez, tiene_usted que dedicar
unas horas de cada
mes
a
revisarlo.
Téngalo en
su
escritorio, ante sus ojos, todos los días. Hojéelo a menudo.
Piense constantemente en las grandes posibilidades de mejora que aún
le
quedan por delante. Recuerde que
el uso de esos principios sólo puede hacerse habitual y,
subconsciente mediante una constante y vigorosa campaña de revisión
y aplicación. No hay otro medio.
6. -
Bernard Shaw señaló una vez: "Si se enseña algo a un hombre, jamás
lo aprenderá". Shaw tenía razón.
Aprender es un proceso activo. Aprendemos haciendo.
De
modo que si usted quiere dominar los principios que estudia en este
libro, haga algo con ellos. Aplique estas reglas en todas las
oportunidades. Si no procede así, las olvidará rápidamente. Sólo el
conocimiento que se practica persiste en nuestro espíritu.
Se
verá usted probablemente en dificultades para aplicar siempre estas
indicaciones. Yo lo sé, porque he escrito este libro y sin embargo
me veo frecuentemente en dificultades para aplicar todo aquello que
recomiendo. Por ejemplo, cuando algo nos desagrada, es mucho más
fácil criticar y censurar que tratar de comprender el punto de
vista del prójimo. Con frecuencia es más fácil encontrar defectos
que pronunciar elogios. Es más natural hablar acerca de lo que uno
quiere que de lo que quieren los demás. Y todo es así. De modo que,
al leer este libro, recuerde siempre que no trata usted solamente
de adquirir información. Intenta formar nuevos hábitos. Sí, intenta
usted emprender una nueva forma de vivir. Esto requiere tiempo y
constancia y la diaria aplicación de estos principios.
Vuelva, pues, a menudo a estas páginas. Considérelas como un manual
sobre las relaciones humanas; y cada vez que se vea ante un problema
específico -como el de corregir a un hijo, el de llevar al cónyuge a
su manera de pensar, o satisfacer a un cliente irritado- vacile
antes de hacer lo acostumbrado, lo humano, lo impulsivo. Eso, lo
humano, es generalmente un error. En cambio, vuelva a estas páginas
y relea los párrafos que ha subrayado. Después ponga a prueba estos
nuevos métodos y compruebe de qué modo mágico le rinden resultados.
7. -
Ofrezca a su cónyuge, a su hijo, o a algún compañero de su oficina,
una moneda cada vez que lo sorprendan violando cierto principio.
Del dominio de estas reglas haga un juego entretenido.
8. -
El presidente de un importante banco de Wall
Street relató una vez, en
una conversación ante una de mis clases, un sistema muy eficiente
que empleaba para mejorar su carácter. Este hombre había tenido poca
educación formal, y llegó sin embargo a ser uno de los financistas
más importantes del país; nos confesó que debía la mayor parte de
su éxito a la constante aplicación de su sistema casero. Veamos lo
que hace. Lo repetiré con sus propias palabras, tan exactamente
como las recuerdo:
"Durante años he llevado un libro de citas con todas las entrevistas
que realizo durante el día. Mi familia ya sabe que no debe forjar
planes conmigo para los sábados por la noche, porque no ignora que
dedico una parte de cada una de esas noches al ilustrativo proceso
de examinar mis actos, revisarlos y criticarlos. Después de la
comida me quedo a solas, abro mi libro de citas, y pienso en todas
las entrevistas, conversaciones y reuniones en que he intervenido
durante la semana. Entonces me pregunto
"-¿Qué errores cometí en esta ocasión?
"-¿Qué hice bien, y en qué forma pude mejorar mi proceder?
"-¿Qué lecciones puedo aprender de esa experiencia? "A menudo me
ocurre que esta revista semanal me causa mucha infelicidad. Me
asombran a menudo mis propios errores. Es claro que al pasar los
años esos errores han disminuido. A veces, ahora, me inclino a
palmearme la espalda después de una de esas sesiones. Este sistema
de autoanálisis, de autoeducación, proseguido año tras año, me ha
hecho más bien que cualquier otra cosa que he intentado jamás.
"Me
ha ayudado a mejorar mi capacidad para tomar decisiones, y me ha
ayudado enormemente en todos mis contactos con la gente. Nunca me
cansaré de recomendarlo.
¿Por
qué no ha de emplear usted un sistema similar para compulsar la
forma en que aplica los principios tratados en este libro? Si lo
hace, obtendrá dos resultados.
Primero, se verá dedicado a un proceso educativo que es a la vez
interesante y de inapreciables beneficios Segundo, verá que su
capacidad para tratar con la gente aumentará y se propagará
enormemente.
9. -
Encontrará usted al final de este libro un diario en el que debe
registrar sus triunfos en la aplicación de estos principios. Sea
especificativo. Escriba nombres, fechas, resultados. La elaboración
de ese historial le inspirará para realizar mayores esfuerzos; y
¡cuán fascinadoras serán esas inscripciones cuando por casualidad
las relea dentro de algunos años!
A fin
de obtener el mayor resultado posible de este libro, pues:
1.
Logre un deseo profundo, impulsivo, de dominar los principios de las
relaciones humanas.
2.
Lea cada capítulo dos veces antes de pasar al siguiente.
3. A
medida que lee, deténgase frecuentemente a preguntarse cómo puede
aplicar cada indicación.
4.
Subraye cada idea importante.
5.
Relea el libro todos los meses.
6.
Aplique estos principios en cada oportunidad que se le presente.
Utilice este volumen como manual de trabajo para ayudarse a resolver
sus problemas diarios.
7.
Convierta este aprendizaje en un juego entretenido ofreciendo a
algún amigo una moneda por cada vez que lo sorprenda violando una de
estas reglas.
8.
Haga todas las semanas una compulsa sobre el progreso que realiza.
Pregúntese qué errores ha cometido, qué lecciones ha aprendido para
el futuro.
9.
Lleve un diario que hay al final de este libro para exponer cómo y
cuándo ha aplicado estos principios.
OCHO
OBJETIVOS QUE ESTE LIBRO LE AYUDARÁ A LOGRAR
1.
Salir de una rutina mental, concebir nuevas ideas, adquirir nuevas
visiones, descubrir nuevas ambiciones.
2.
Hacer amigos rápida y fácilmente.
3.
Aumentar su popularidad.
4.
Lograr que los demás piensen como usted.
5.
Aumentar su influencia, su prestigio, su habilidad de lograr que las
tareas se realicen.
6.
Proceder ante las quejas, evitar discusiones, preservar sus
relaciones humanas afables y agradables.
7.
Convertirse en un mejor orador, un conversador más jovial.
8.
Despertar entusiasmo entre sus asociados.