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CÓMO GANAR AMIGOS E INFLUIR SOBRE  LAS PERSONAS

Cuarta  Parte

Sea un líder: cómo cambiar a los demás sin ofenderlos ni despertar resentimientos

Capitulo 9

PROCURE QUE LA OTRA PERSONA SE SIENTA SATISFECHA DE HACER LO QUE USTED QUIERE

DALE CARNEGIE

 

Capitulo 9

PROCURE QUE LA OTRA PERSONA SE SIENTA SATISFECHA DE HACER LO QUE USTED QUIERE

En 1915 los Estados Unidos estaban atemorizados. Durante más de un año las naciones de Europa se mata­ban en una escala jamás soñada en los sangrientos anales de la historia de la humanidad. ¿Se podría conseguir la paz? Nadie lo sabía. Pero Woodrow Wilson estaba deci­dido a hacer la prueba. Decidió enviar un representante personal, un emisario de paz, para conferenciar con los señores de la guerra en Europa.

 
   

William Jennings Bryan, secretario de Estado, aboga­do de la paz, ansiaba hacer el viaje. Veía en él la oportu­nidad de realizar un gran servicio e inmortalizar su nom­bre. Pero Wilson designó a otro hombre, a su amigo ínti­mo, el coronel Edward M. House; y a House le cupo la espinosa misión de dar la desagradable noticia a Bryan sin ofenderlo.

"Bryan estaba muy decepcionado cuando supo que yo iba a Europa como emisario de paz -ha anotado el coronel House en su diario-. Dijo que había pensado ir él...

"Yo le contesté que el presidente consideraba impru­dente efectuar esta gestión en forma oficial, y que el viaje de Bryan despertaría mucha atención y la gente se preguntaría por qué iba a Europa..."

 

¿Advierte usted la insinuación? House dijo, o dio a entender a Bryan, que él era demasiado importante para aquella misión, y Bryan quedó satisfecho.

El coronel House, diestro, experimentado en las cosas del mundo, seguía así una de las reglas más importantes en las relaciones humanas: Procure que la otra persona se sienta satisfecha de hacer lo que usted sugiere.

Woodrow Wilson siguió también esa política, hasta cuando invitó a William Gibbs McAdoo a ser miembro de su gabinete. Era este el más alto honor que podía conferir, y sin embargo lo hizo de manera tal que el otro se sintió doblemente importante. Veamos la narración de las palabras del mismo McAdoo: "Me dijo que estaba preparando su gabinete y que se sentiría muy contento si yo aceptaba el cargo de secretario del Tesoro. Tenía una forma encantadora de presentar las cosas; daba la impresión de que, al aceptar este gran honor, yo le haría un favor enorme".

Desgraciadamente, Wilson no empleó siempre tanto tacto. Si lo hubiera hecho, podría ser diferente la histo­ria. Por ejemplo, Wilson no contentó al Senado ni al Partido Republicano cuando incorporó los Estados Uni­dos a la Liga de las Naciones. Wilson se negó a llevar a Elihu Root, o a Hughes, o a Henry Cabot Lodge a la Conferencia de Paz. En lugar de ello, se hizo acompañar por hombres desconocidos de su propio partido. Hizo un desaire a los republicanos, no quiso dejarles pensar que la Liga era idea de ellos tanto como de él, se negó a permitirles una participación; y como resultado de estos errores en el manejo de las relaciones humanas, Wilson destruyó su carrera, arruinó su salud, abrevió su vida, hizo que los Estados Unidos quedaran al margen de la Liga, y alteró la historia del mundo.

No sólo los estadistas y diplomáticos usan este mé­todo para hacer que la gente se sienta feliz haciendo lo que ellos quieren que haga. Dale O. Ferrier, de Fort Wayne, Indiana, nos contó cómo alentó a uno de sus hijos a hacer con buena voluntad sus tareas.

--Una de las tareas de Jeff era recoger las peras de abajo del peral, para que la persona que estaba cortando el césped no tuviera que detenerse a hacerlo. No le gus­taba este trabajo, y con frecuencia no lo hacía, o lo hacía tan mal que el que manejaba la cortadora de cés­ped tenía que detenerse y recoger varias peras que el niño había pasado por alto. En lugar de tener un enfren­tamiento violento con él, salí un día cuando se prepara­ba para hacer el trabajo y le dije:

" Jeff, haré un trato contigo. Por cada cesta llena de peras que recojas, te pagaré un dólar. Pero cuando hayas terminado, por cada pera que yo encuentre en el patio, te cobraré un dólar. ¿Qué te parece?

"Como podría esperarse, no sólo recogió todas las peras, hasta la última, sino que tuve que vigilarlo para que no arrancara más del árbol para llenar sus cestas."

Conozco a un hombre que ha rechazado muchas invi­taciones para hablar, invitaciones hechas por amigos, por personas a quienes está obligado; pero lo hace con tal destreza que los demás quedan contentos con la negativa. ¿Cómo lo consigue? No es porque hable de estar muy ocupado o muy esto o aquello. No, después de expresar cuánto agradece la invitación y de lamentar la imposibilidad de aceptarla, sugiere un orador para que lo reemplace. En otras palabras, no da tiempo a que los demás se sientan desagradados por la negativa. Logra que los demás piensen inmediatamente en algún orador reemplazante.

Gunter Schmidt, que siguió nuestro curso en Alema­nia Occidental, contó sobre una empleada en su alma­cén de comestibles, que olvidaba poner las tarjetas con los precios en los estantes donde se exhibían los pro­ductos. Esto provocaba confusión y quejas por parte de los clientes. Recordatorios, admoniciones, enfrenta­mientos, no servían de nada. Al fin, el señor Schmidt la llamó a su oficina y le dijo que la nombraría Supervi­sora de Marcación de Precios de todo el almacén, y ella sería la responsable de mantener cada producto con su precio bien visible. Esta nueva responsabilidad y título cambiaron por completo la actitud de la empleada, y desde entonces realizó sus tareas satisfactoriamente.

¿Infantil? Acaso. Pero lo mismo dijeron de Napoleón cuando creó su Legión de Honor y distribuyó 15.000 cruces entre sus soldados, y ascendió a dieciocho de sus generales a Mariscales de Francia, y llamó a sus tropas el Gran Ejército. Se criticó a Napoleón por dar "juguetes" a veteranos endurecidos en muchas guerras, y Napoleón respondió a ello: "Los hombres son manejados por los juguetes".

Esta técnica de conceder títulos y autoridad rindió resultados a Napoleón, y los rendirá también para us­ted. Por ejemplo, una amiga mía, la Sra. Ernest Gent, de Scarsdale, Nueva York, se afligía porque unos ni­ños le arruinaban el césped. Trató de corregirlos con sus críticas. Trató de corregirlos con sus retos. No obtuvo resultados. Pero después hizo la prueba de dar al peor de los niños de la banda un título y una sensación de autoridad. Lo nombró su "detective" y le encargó evitar que los demás pisaran el césped. Así se resolvió el problema. Su "detective" hizo una hoguera en el patio, calentó un hierro al rojo y amenazó con que­mar al primer niño que pisara el césped.

El líder eficaz tendrá presentes las siguientes guías cuando sea necesario cambiar conductas o actitudes:

1. Ser sincero. No prometer nada que no se pueda cumplir. Olvidarse de los beneficios de uno y concen­trarse en los de la otra persona.

2. Saber exactamente qué es lo que se quiere que haga la otra persona.

3. Ser empático. Preguntarse a sí mismo qué quiere verdaderamente la otra persona.

4. Considerar los beneficios que recibirá la otra per­sona por hacer lo que usted le sugiere.

5. Hacer coincidir esos beneficios con los deseos de la otra persona.

6. Al hacer el pedido, hacerlo en una forma que des­taque los beneficios que redundará para la otra persona.

Por ejemplo, en lugar de dar una orden seca como ésta: "Juan, mañana vendrán clientes y quiero que el depó­sito esté limpio, así que bárralo, apile con prolijidad la mercadería y limpie el mostrador", podemos expresar lo mismo mostrando los beneficios que obtendrá Juan si hace su trabajo: "Juan, tenemos un trabajo que habrá que hacer, y si se hace ahora, no habrá que preocuparse después. Mañana traeré a unos clientes a mostrarles las instalaciones. Me gustaría mostrarles el depósito, pero no está presentable. Si usted puede barrerlo, apilar la mercadería con prolijidad y limpiar el mostrador, nos hará lucir más eficientes y usted habrá hecho su parte para darle una buena imagen a nuestra compañía".

¿Se sentirá feliz Juan haciendo lo que se le sugiere? Probablemente no muy feliz, pero más que si no se le hubieran indicado sus beneficios. Suponiendo que uno sabe que Juan se enorgullece de la higiene de su depósito, y está interesado en contribuir a la imagen de la compañía, habrá más probabilidades de que coopere. También se le ha indicado a Juan que ese trabajo habrá que hacerlo tarde o temprano, y si se lo hace ahora ya no causará problemas en el futuro.

Es ingenuo creer que siempre se obtiene una reacción favorable de la otra persona cuando se usan estos méto­dos, pero la experiencia de la mayoría indica que es más probable cambiar actitudes de este modo que no usando estos principios; y si con ellos se aumenta el rendi­miento aunque más no sea en un diez por ciento, usted es un líder un diez por ciento más eficaz y este es su beneficio.

Es más probable que la gente haga lo que usted sugie­re cuando se usa la...

 

REGLA 9

Procure que la otra persona se sienta satisfecha de hacer lo que usted sugiere.

En pocas palabras SEA UN LIDER

El trabajo de un líder consiste, entre otras cosas, en cambiar la actitud y conducta de su gente. Algunas suge­rencias para lograrlo:

REGLA 1

Empiece con elogio y aprecio sincero.

REGLA 2

Llame la atención sobre los errores de los demás indirectamente.

REGLA 3

Hable de sus propios errores antes de criticar los de los demás.

REGLA 4

Haga preguntas en vez de dar órdenes.

REGLA 5

Permita que la otra persona salve su propio prestigio.

REGLA 6

Elogie el más pequeño progreso y, además, cada progreso. Sea "caluroso en su aprobación y generoso en sus elogios".

REGLA 7

Atribuya a la otra persona una buena reputación para que se interese en mantenerla.

REGLA 8

Aliente a la otra persona. Haga que los errores parezcan fáciles de corregir.

REGLA 9

Procure que la otra persona se sienta satisfecha de hacer lo que usted sugiere.

REGLA 8

Aliente a la otra persona. Haga que los errores parezcan fáciles de corregir.

REGLA 9

Procure que la otra persona se sienta satisfecha de hacer lo que usted sugiere.

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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