Las
acciones dicen más que las palabras, y una sonrisa expresa: "Me
gusta usted. Me causa felicidad. Me alegro tanto de verlo".
Por
eso es que los perros tienen tantos amigos. Se alegran tanto cuando
nos ven, que brincan como locos. Y nosotros, naturalmente, nos
alegramos de verlos.
La
sonrisa de un bebé tiene el mismo efecto.
¿Ha
estado usted alguna vez en la sala de espera de un
médico, y ha visto a su alrededor las caras sombrías de la gente
impaciente por entrar al consultorio? El Dr. Stephen K. Sproul,
veterinario de Raytown, Missouri, nos contó de un típico día de
primavera, con su sala de espera llena de clientes que esperaban
para hacer vacunar a sus animalitos mascota. Nadie hablaba con
nadie, y probablemente estaban pensando en una docena de cosas que
preferirían estar haciendo antes que "perder tiempo" en ese
consultorio. Nos contó lo siguiente en una de nuestras clases:
"Había seis o siete clientes esperando cuando entró una joven con
una criatura de nueve meses y su gatito. La suerte quiso que se
sentara justo al lado del caballero que más malhumorado parecía por
lo prolongado de la espera. El niñito lo miró con esa gran sonrisa
tan característica de las criaturas. ¿Qué hizo el caballero? Lo que
habríamos hecho ustedes o yo, por supuesto: le sonrió a su vez al
niñito. No tardó en iniciar una conversación con la mujer, sobre el
niño, y sobre los nietos de él, y todos los demás pacientes se
unieron a la conversación, y el aburrimiento y la tensión se
convirtieron en una experiencia agradable.
¿Una
sonrisa poco sincera? No. A nadie engañaremos. Sabemos que es una
cosa mecánica y nos causa enojo. Hablo de una verdadera sonrisa, que
alegre el corazón, que venga de adentro, que valga buen precio en el
mercado.
El
profesor James V. McConnel, psicólogo de la Universidad de
Michigan, expresó sus sentimientos sobre una sonrisa:
-La
gente que sonríe -dijo- tiende a trabajar, enseñar y vender con más
eficacia, y a criar hijos más felices. En una sonrisa hay mucha más
información que en un gesto adusto. Es por eso que en la enseñanza
es mucho más eficaz el estímulo que el castigo.
El
jefe de personal de una gran tienda de Nueva York me confiaba que
prefería emplear a una vendedora sin instrucción, siempre que
poseyera una hermosa sonrisa, que a un doctor en filosofía con cara
de pocos amigos.
El
efecto de una sonrisa es poderoso... aún cuando no se la ve. Las
compañías de teléfono de los EE.UU. tienen un programa llamado
"poder telefónico" que se le ofrece a compañías que usan el teléfono
para vender sus servicios o productos. En este programa sugieren que
uno sonría cuando habla por teléfono. Su "sonrisa" es transmitida,
por la voz, al interlocutor.
Robert Cryer, gerente del departamento de computación de una
compañía de Cincinnati, Ohio, contó cómo había logrado conseguir la
persona justa para un puesto difícil:
-Trataba desesperadamente de encontrar un licenciado en Computación
para mi departamento. Al fin localicé a un joven con los
antecedentes ideales, que estaba a punto de graduarse en la
Universidad de Purdue. Después de varias conversaciones telefónicas
me enteré de que tenía diversas ofertas de otras compañías, muchas
de ellas más grandes y más conocidas que la mía. Me encantó oír que
había aceptado mi oferta. Cuando ya estaba trabajando, le pregunté
por qué nos había preferido a los otros. Quedó un momento en
silencio, y después me dijo: "Creo que fue porque los ejecutivos de
las otras compañías hablaban por teléfono de un modo
frío,
que
me hacía sentir como si yo fuera una transacción comercial más para
ellos. Su voz en cambio sonaba como si usted se alegrara de oírme...
como si realmente quisiera que yo fuera parte de su organización".
Puedo asegurarles que hasta el día de hoy sigo respondiendo al
teléfono con una sonrisa.
El
presidente del directorio de una de las mayores industrias del
caucho de los Estados Unidos me dijo que, según sus observaciones,
rara vez triunfa una persona en cualquier cosa a menos que le
divierta hacerla. Este jefe industrial no tiene mucha fe en el viejo
adagio de que solamente el trabajo nos da la llave para la puerta de
nuestros deseos. "He conocido personas -agregó- que triunfaron
porque disfrutaron efectuando sus trabajos. Después vi a las mismas
personas cuando se dedicaban a lo mismo como a una tarea. Se
aburrían. Perdieron así todo interés en la tarea y fracasaron."
Tiene
usted que disfrutar cuando se encuentra con la gente, si espera que
los demás lo pasen bien cuando se encuentran con usted.
He
pedido a miles de gente de negocios que sonrían a toda hora del
día, durante una semana, y que vuelvan después a informar a la clase
sobre los resultados obtenidos. Veamos cómo ha resultado esto...
Aquí tenemos una carta de William B. Steinhardt, miembro de la
bolsa de valores de Nueva York. No es un caso aislado. Por cierto
que es típico de centenares de otros casos.
"Hace
dieciocho años que me casé -escribe el Sr; Steinhardt- y en todo
ese lapso pocas veces he sonreído a mi mujer, o le he dicho dos
docenas de palabras desde el momento de levantarme hasta la hora de
ir a trabajar. Yo era uno de los hombres más antipáticos que jamás
ha habido en la ciudad.
"Desde que me pidió usted que diera un informe oral a la clase sobre
mi experiencia con la sonrisa, pensé que debía hacer la prueba
durante una semana. A la mañana siguiente, cuando me peinaba, me
miré el seco semblante en el espejo y me dije: hoy vas a quitarte el
ceño de esa cara de vinagre. Vas a sonreír. Y ahora mismo vas a
empezar. Así me dije, y cuando me senté a tomar el desayuno saludé a
mi esposa con un `Buen día, querida', y una sonrisa.
"Ya
me advirtió usted que seguramente mi mujer se sorprendería. Bien.
Eso fue poco. Quedó atónita. Le dije que en el futuro mi sonrisa iba
a ser de todos los días, y ya hace dos meses que la mantengo todas
las mañanas.
"Este
cambio de actitud en mí ha producido en nuestro hogar más felicidad
en estos dos meses que durante todo el año anterior.
"Ahora, al ir a mi oficina, saludo al ascensorista de la casa de
departamentos en que vivo con un `Buen día' y una sonrisa. Saludo al
portero con una sonrisa. Saludo al cajero del subterráneo cuando le
pido cambio. Y en el recinto de la Bolsa sonrío a muchos hombres que
jamás me habían visto sonreír.
"Bien
pronto advertí que todos me respondían con sonrisas. A quienes
llegan a mí con quejas o protestas atiendo con buen talante. Sonrío
mientras los escucho, y compruebo que es mucho más fácil arreglar
las cosas. He llegado a la conclusión de que las sonrisas me
producen dinero, mucho dinero por día.
"Comparto una oficina con otro corredor de bolsa. Uno de sus
empleados es un joven muy simpático, y tan encantado estaba yo de
los resultados que iba obteniendo, que hace poco le referí mi nueva
filosofía para las relaciones humanas. Entonces me confesó que
cuando empecé a ir a la oficina me creyó un antipático, y sólo
últimamente cambió de idea. Agregó que yo era humano solamente
cuando sonreía.
"También he eliminado las críticas de mi sistema. Expreso
apreciación y elogio ahora, en lugar de censurar.
He
dejado de hablar de lo que yo quiero. Trato de ver el punto de vista
de los demás. Y estas cosas han revolucionado del todo mi vida. Soy
un hombre diferente, más feliz, más rico, más rico en amistades y
en felicidad, las únicas cosas que importan, al fin y al cabo."
¿No
tiene usted ganas de sonreír? Bien, ¿qué hacer? Dos cosas. Primero,
esforzarse en sonreír. Si está solo, silbe o tararee o cante.
Proceda como si fuera feliz y eso contribuirá a hacerlo feliz.
Veamos la forma en que lo dijo el extinto profesor William James:
"La
acción parece seguir al sentimiento, pero en realidad la acción y
el sentimiento van juntos;
y si
se regula la acción, que está
bajo el control más directo de la voluntad, podemos regular el
sentimiento, que no lo está.
"De
tal manera, el camino voluntario y soberano hacia la alegría, si
perdemos la alegría, consiste en proceder con alegría, actuar y
hablar con alegría, como si esa alegría estuviera ya con
nosotros..."
Todo
el mundo busca la felicidad, Y hay un medio seguro para encontrarla.
Consiste en controlar nuestros pensamientos. La felicidad no depende
de condiciones externas, depende de condiciones internas.
No es
lo que tenemos o lo que somos o donde estamos o lo que realizamos,
nada de eso, lo que nos hace felices o desgraciados. Es lo que
pensamos acerca de todo ello.
Por ejemplo, dos personas pueden estar en el mismo sitio, haciendo
lo mismo; ambas pueden tener sumas iguales de dinero y de
prestigio, y sin embargo una es feliz y la otra no. ¿Por qué? Por
una diferente actitud mental. He visto tantos semblantes felices
entre los campesinos que trabajan y sudan con sus herramientas
primitivas bajo el calor agobiante de los trópicos como los he
visto en las oficinas con aire acondicionado en Nueva York, Chicago,
Los Ángeles y otras ciudades. "Nada es bueno o malo -dijo
Shakespeare-, sino que el pensamiento es lo que hace que las
cosas sean buenas o malas.”
Abraham Lincoln señaló una vez que "casi todas las personas son
tan felices como se deciden
a
serlo".
Tenía razón. Hace poco conocí un notable ejemplo de esa verdad.
Subía las escaleras de la estación de Long Island, en Nueva York.
Frente a mí, treinta o cuarenta niños inválidos, con bastones y
muletas, salvaban trabajosamente los escalones. Uno de ellos tenía
que ser llevado en
brazos. Me asombró la alegría y
las risas de todos ellos, y hablé al respecto con uno de los hombres
a cargo de los niños. "Ah, sí -me dijo-. Cuando un niño comprende
que va a ser inválido toda la vida, queda asombrado al principio;
pero, después de transcurrido ese asombro, se resigna generalmente a
su destino y llega a ser más feliz que los niños normales."
Sentí
deseos de quitarme el sombrero ante aquellos
niños.
Me
enseñaron una lección que espero no olvidar. Trabajar solo en un
cuarto cerrado no sólo lo hace sentir
a
uno
solitario, sino que no da oportunidad de hacer amistades entre los
demás empleados de la compañía. La señora María González, de
Guadalajara, México, tenía un trabajo así. Envidiaba la camaradería
de las demás empleadas cada vez que oía sus charlas y risas. Durante
sus primeras semanas en el trabajo, cuando las cruzaba en los
pasillos, miraba tímidamente en otra dirección.
Al
cabo de unas semanas, se dijo a sí misma: "María, no debes esperar
que esas mujeres vengan a ti. Tienes que ir tú hacia ellas". Cuando
volvió a salir al pasillo para tomar un vaso de agua, puso su mejor
sonrisa y saludó
con
un "hola, qué tal" a todas las empleadas que encontró. El efecto
fue inmediato. Las sonrisas y saludos fueron correspondidos, el
pasillo pareció más luminoso, el trabajo mas cálido. Se hizo de
conocidas, y algunas de ellas llegaron a ser amigas.
Estudie estos consejos de Elbert Hubbard, pero recuerde que ningún
provecho le dará su estudio si no los aplica en la vida:
Cada
vez que salga al aire libre, retraiga el mentón, lleve erguida la
cabeza y llene los pulmones hasta que no pueda más; beba el sol;
salude a sus amigos con una sonrisa, y ponga el alma en cada apretón
de manos. No tema ser mal comprendido y no pierda un minuto en
pensar en sus enemigos. Trate de determinar firmemente la idea de
lo que desearía hacer; y entonces, sin cambiar de dirección, irá
directamente a la meta. Tenga fija la atención en las cosas grandes
y espléndidas que le gustaría hacer, pues, a medida que pasen los
días, verá que, inconscientemente, aprovecha todas las
oportunidades requeridas para el cumplimiento de su deseo, tal como
el zoófito del coral obtiene de la marea los elementos que
necesita. Fórjese la idea de la persona capaz, empeñosa, útil, que
desea ser, y esa idea lo irá transformando hora tras hora en tal
individuo ... El pensamiento es supremo. Observe una actitud mental
adecuada: la actitud del valor, la franqueza y el buen talante.
Pensar bien es crear. Todas las cosas se producen a través del
deseo y todas las plegarias sinceras tienen respuesta. Llegamos a
identificarnos con aquello en que se fijan nuestros corazones.
Lleve, pues, retraído el mentón y erguida la cabeza: Todos somos
dioses en estado de crisálida.
Los
chinos eran hombres sabios, sabios en las cosas de este mundo, y
tenían un proverbio que usted y yo deberíamos recortar y pegar en
el tafilete del sombrero. Dice
más
o menos así: "El hombre cuya
cara no sonríe no debe abrir una tienda".
Su
sonrisa es una mensajera de bondad. Su sonrisa ilumina la vida de
aquellos que la ven. A pesar de haber visto docenas de personas
fruncir el entrecejo, de mal humor o apáticas, su sonrisa sigue
siendo como el sol que rompe a través de las nubes. Especialmente
cuando alguien se encuentra bajo la presión del patrón, los
clientes o maestros, de sus padres o de sus hijos, una sonrisa
puede ayudar a comprender que no todo es en vano, que aún hay
alegría en el mundo.
Unos
años atrás, un gran almacén de la ciudad de Nueva York, reconociendo
la presión de trabajo durante la temporada de Navidad por la que
pasaban sus empleados, decidió exponer esta filosofía casera en su
publicidad a los clientes.
EL
VALOR DE LA SONRISA
No
cuesta nada, pero crea mucho.
Enriquece a quienes reciben, sin empobrecer a quienes dan.
Ocurre en un abrir y cerrar de ojos, y su recuerdo dura a veces para
siempre.
Nadie
es tan rico que pueda pasarse sin ella, y nadie tan pobre que no
pueda enriquecer por sus beneficios. Crea la felicidad en el hogar,
alienta la buena voluntad en los negocios y es la contraseña de los
amigos.
Es
descanso para los fatigados, luz para los decepcionados,
sol para los tristes, y el mejor antídoto contra las preocupaciones.
Pero
no puede ser comprada, pedida, prestada o robada, porque es algo que
no rinde beneficio a nadie a menos que sea brindada espontánea y
gratuitamente.