Puedes pensar que todo este asunto de “ser Quien Realmente Eres” es
fácil, pero es el mayor reto con el que te enfrentarás en toda tu vida.
En realidad, puede que nunca lo consigas. Muy poca gente lo logra. Y no
en una sola vida; ni en muchas.
Entonces, ¿para qué intentarlo? ¿Para qué complicarse la vida? ¿Qué
falta hace? ¿Por qué no vivir sencillamente la vida como si fuera lo
que, en cualquier caso, aparentemente es: un simple ejercicio sin
sentido que no conduce a ningún lugar en particular; un juego que no
puedes perder juegues como juegues; un proceso que, al final, lleva al
mismo resultado para todo el mundo? Dices que no hay infierno, que no
hay castigo, que no hay modo de perder; entonces, ¿para qué demonios
esforzarse en ganar? ¿Qué incentivo hay, puesto que resulta tan difícil
ir adonde dices que tratamos de ir? ¿Por qué no tomamos tranquilamente
nuestro tiempo y descansar de todo eso de la esencia de Dios y de “ser
Quién Realmente Eres”?
¡Vaya! Estamos frustrados, ¿no?...
Bueno. Estoy cansado de intentarlo, intentarlo e intentarlo, sólo para
que ahora vengas y me digas qué difícil va a ser todo, y que, en
cualquier caso, sólo uno entre un millón lo consigue.
Sí, sé que lo estás. Déjame ver si puedo ayudarte. En primer lugar, me
gustaría señalar que ya te has tomado “tranquilamente tu tiempo”
respecto a este asunto. ¿Crees que este es tu primer intento?
No tengo ni idea.
¿No te parece como si ya hubieras estado aquí antes?
De
vez en cuando.
Bueno,
pues has estado. Muchas veces.
¿Cuántas?
Muchas
¿Se
supone que eso va a estimularme?
Se
supone que va a inspirarte.
¿Cómo?
En primer lugar, hace que alejes de ti la preocupación. Aporta el
elemento de “no poder fracasar” del que antes hablabas. Te asegura que
el propósito es que no fracases; que tendrás tantas
oportunidades como quieras y necesites. Puedes volver una vez, y
otra, y otra. Si das el siguiente paso, si evolucionas al siguiente
nivel, será porque quieres, no porque tengas que hacerlo.
¡No tienes que hacer nada! Si disfrutas de la vida a este nivel, si
sientes que para ti es el nivel mayor, ¡puedes tener esta experiencia
una vez y otra vez! ¡En realidad, la haz tenido una y otra vez,
precisamente por esta razón! Tú amas el drama. Amas el
dolor. Amas el “no saber”, el misterio, el suspenso. ¡Amas todo eso! !Y
por ello es por lo que estas aquí!
¿Te burlas de mí?
¿Me burlaría de ti en un asunto como este?
No lo sé. No sé de qué se burla Dios.
No de esto. Esto es algo demasiado cercano a la Verdad; demasiado
cercano al Conocimiento Último. Nunca me burlo de “cómo es”. Demasiadas
personas han elucubrado acerca de ello. Yo no estoy aquí para provocarte
más confusión, sino para ayudarte a tener las cosas más claras.
¡Y tan claras! ¿Me estás diciendo que estoy aquí porque quiero estar?
Por supuesto.
¿Porque he decidido estar?
Sí.
¿Y he tomado esta opción muchas veces?
Muchas.
¿Cuántas?
Volvemos al asunto. ¿Quieres un cálculo exacto?
Dame sólo una cantidad aproximada. ¿Hablamos de puñados o de docenas?
De centenares.
¿Centenares? ¿He vivido centenares de vidas?
Sí.
¿Y esto es todo lo que he conseguido?
En realidad, has avanzado bastante.
¿Ah, sí?
Totalmente. ¡Vaya! En realidad, en vidas anteriores has matado a gente.
¿Y qué tiene eso de malo? Tú mismo has dicho que a veces la guerra es
necesaria para acabar con el mal.
Vamos a tener que aclarar esta afirmación, pues veo que puede utilizarse
mal - como tú estas haciendo ahora - para tratar de defender toda clase
de argumentos o de racionalizar toda clase de locuras.
Según los más altos valores que he observado que los humanos han ideado,
nunca se puede justificar el asesinato como medio de expresar cólera,
manifestar hostilidad, “deshacer entuertos” o castigar a un infractor.
La afirmación de que a veces la guerra es necesaria para acabar con el
mal sigue siendo cierta, puesto que vosotros lo habéis establecido así.
Vosotros habéis determinado, en la creación del Yo, que el respeto de
toda vida humana es, y debe ser, el valor principal y más elevado. Me
complace vuestra decisión, ya que Yo no he creado la vida para que sea
destruida.
Es el respeto por la vida lo que hace que a veces la guerra
resulte necesaria, ya que es precisamente a través de la guerra contra
el mal más inmediato, a través de la defensa frente a la amenaza más
inmediata a otra vida, como afirmáis Quienes Sois Realmente en
relación con ello.
Desde el punto de vista de la más alta ley moral, tenéis el derecho - en
realidad, la obligación - de detener la agresión a cualquier persona, o
a vosotros mismos.
Esto no significa que el asesinato como castigo resulte apropiado, ni
tampoco como desquite, ni como medio de resolver mezquinas diferencias.
En tu pasado, has matado en duelos por el cariño de una mujer, y lo has
hecho para defender tu honor, cuando precisamente era el honor lo
que perdías al hacerlo. Es absurdo utilizar la fuerza de la
muerte como resolución de disputas. Todavía hoy, muchos humanos
utilizan la fuerza - la fuerza del asesinato - para resolver disputas
ridículas.
Rayando en la hipocresía, algunos humanos incluso matan en nombre de
Dios; y esa es la mayor blasfemia, pues ello no se aviene con
Quienes Sois.
¡Ah, entonces el asesinato sí tiene algo de malo... !
Volvamos a ello. Nada tiene nada de “malo”. “Malo”, “equivocado”,
“incorrecto”, son términos relativos, que indican lo opuesto a lo que
llamáis “bueno” o “correcto”.
Pero ¿qué es lo “correcto”? ¿Se puede ser realmente objetivo en estas
cuestiones? ¿O bien “correcto” e “incorrecto” son simplemente
descripciones con las que ocultáis los acontecimientos o las
circunstancias, y que surgen de vuestras decisiones respecto a ellos?
Y, dime, ¿qué es lo que constituye la base de vuestras
decisiones?
¿Vuestra propia experiencia? No. En la mayoría de los casos,
habéis decidido aceptar la decisión de algún otro. Alguien que
llegó antes que vosotros, y se supone que sabía más. Muy pocas de
vuestras decisiones cotidianas respecto a lo que resulta “correcto” o
“incorrecto” las habéis tomado vosotros mismos, basándoos en vuestro
propio entendimiento.
Esto
resulta especialmente cierto en asuntos importantes. En realidad, cuanto
más importante sea el asunto, menos probable es que escuchéis a vuestra
propia experiencia y más dispuestos estaréis a hacer vuestras las
decisiones de otros.
Ello explica por qué prácticamente habéis renunciado al control total de
determinadas áreas de vuestra vida y de determinadas cuestiones que
surgen en el seno de la experiencia humana.
A menudo, dichas áreas y cuestiones incluyen los temas más vitales para
vuestra alma: la naturaleza de Dios; la naturaleza de la
auténtica moralidad; la cuestión de la realidad última; las cuestiones
de la vida y la muerte en torno a la guerra, la medicina, el aborto o la
eutanasia; el fondo de la cuestión de los valores, estructuras y
juicios personales. Os habéis desentendido de la mayoría de estos temas,
adjudicándoselos a otros. No queréis tomar vuestras propias decisiones
al respecto.
“¡Que decida otro! ¡Yo estoy de acuerdo! - exclamáis -. ¡Que sea otro
quien me diga qué es lo correcto y qué lo incorrecto!”
Por cierto: he ahí por qué las religiones humanas son tan populares.
Apenas importa de qué sistema de creencias se trate, mientras sea firme,
consistente, claro en cuanto a qué espera de sus seguidores, y rígido.
Dadas esas características, se puede encontrar gente que crea en casi
todo. Se pueden atribuir - y se han atribuido - a Dios las conductas y
creencias más extrañas. Es el camino de Dios, dicen. La palabra de Dios.
Y habrá quienes lo aceptarán. Con mucho gusto. Porque elimina
la necesidad de pensar.
Ahora bien: pensemos en el asesinato. ¿Puede haber una razón
justificable para matar a alguien? Piensa en ello. Encontrarás que no
necesitas que ninguna autoridad externa te dé la pauta, que ninguna
fuente superior te proporcione las respuestas. Si piensas en ello, si
observas lo que sientes al respecto, las respuestas te resultarán
evidentes, y actuarás de acuerdo con ellas. A esto se le llama actuar
según la propia autoridad.
Es cuando actúas según la autoridad de los demás es cuando vienen los
problemas. ¿Deben los Estados y naciones utilizar el asesinato para
lograr sus objetivos políticos? ¿Deben las religiones utilizar el
asesinato para hacer cumplir sus imperativos teológicos? ¿Deben las
sociedades utilizar el asesinato como respuesta ante aquellos que violan
los códigos de conducta?
¿Constituye el asesinato un remedio político apropiado, un instrumento
de convencimiento espiritual, un modo de resolver los problemas de la
sociedad?
Ahora bien: ¿puedes matar en el caso de que alguien trate de matarte a
ti? Matarías para defender la vida de alguien a quien amas? ¿O la de
alguien a quien ni siquiera conozcas?
¿Constituye el asesinato una forma apropiada de defensa frente a
aquellos que, de no impedírselo de algún modo, matarían?
¿Hay alguna diferencia entre matar y asesinar a sangre fría?
El Estado quiere que creáis que el asesinato resulta perfectamente
defendible cuando responde a una necesidad puramente política. En
realidad, el Estado necesita que lo creáis para poder existir
como entidad de poder.
Las religiones quieren que creáis que el asesinato resulta perfectamente
defendible para extender y mantener el conocimiento de, y la adhesión a,
su verdad particular. En realidad, las religiones requieren que lo
creáis para poder existir como entidad de poder.
La sociedad quiere que creáis que el asesinato resulta perfectamente
defendible para castigar a aquellos que cometen determinados delitos
(que han ido cambiando a lo largo del tiempo). En realidad, la sociedad
depende de que lo creáis para poder existir como entidad de poder.
¿Crees que estas posturas son correctas? ¿Crees lo que otros afirman al
respecto? ¿Qué tienes Tú que decir?
No hay nada “correcto > o “incorrecto” en estas cuestiones.
Pero vuestras decisiones al respecto configuran un retrato de Quiénes
Sois.
En realidad, las decisiones de vuestros Estados y naciones han
configurado ya tales retratos.
A través de sus decisiones, vuestras religiones han dejado unas huellas
duraderas e imborrables. También vuestras sociedades, mediante sus
decisiones, han creado sus propios autorretratos.
¿Os complacen tales retratos? ¿Son esas las huellas que queréis dejar?
¿Representan esos retratos Quienes Sois?
Ten cuidado con estas preguntas: pueden requerir que pienses.
Pensar es difícil. Hacer juicios de valor es difícil. Te coloca en una
situación de pura creación, puesto que muchas veces tendrás que decir:
“no lo sé; simplemente, no lo sé”. Sin embargo, tendrás que decidir. Y,
por lo tanto, tendrás que elegir. Tendrás que elegir una opción
arbitraria.
Esta opción - una decisión que no proviene de ningún conocimiento
personal previo - se denomina creación pura. Y el individuo
es consciente, profundamente consciente, de que mediante la toma de
tales decisiones se crea el Yo.
La mayoría de vosotros no estáis interesados en esta importante tarea.
La mayoría de vosotros preferís dejarla para los demás. Y la mayoría de
vosotros no sois auto-creadores, sino criaturas de la costumbre,
criaturas de otros creadores.
Entonces, cuando los otros os han dicho lo que debéis sentir, y esto va
directamente en contra de lo que vosotros sentís, experimentáis
un profundo conflicto interior. Algo dentro de vosotros os dice que lo
que otros os han dicho no coincide con Quienes Sois. ¿A dónde
acudir, pues? ¿Qué hacer?
A los primeros que acudís es a vuestros religiosos, a las personas que
situáis en primer lugar. Acudís a vuestros curas, rabinos, ministros, y
pastores, y éstos os dicen que dejéis de escucharos a vosotros
mismos. Los peores de entre ellos tratarán de ahuyentar en
vosotros lo que intuitivamente sabéis.
Os hablarán del diablo, de Satanás, de todos los demonios y espíritus
del mal, del infierno y de la condenación, y de cualquier cosa espantosa
que ellos crean que os hará ver que todo lo que intuitivamente
pensáis y sentís está equivocado, y que el único lugar en el que
hallaréis consuelo es su pensamiento, su idea, su teología, sus
definiciones de lo correcto y lo equivocado, y su concepto de Quienes
Sois.
Lo más seductor del asunto es que todo lo que tenéis que hacer para
lograr su aprobación instantánea es aceptarlo. Aceptadlo, y
obtendréis su aprobación al momento. Algunos incluso cantarán, chillarán
y bailarán, agitando los brazos y exclamando: ¡Aleluya!
Es difícil resistirse a esas manifestaciones de aprobación, de regocijo
porque habéis visto la luz; ¡porque habéis sido salvados!
Pero tal aprobación y tales demostraciones rara vez se acompañan de una
decisión interna. Tales celebraciones rara vez se ven acompañadas de la
decisión de seguir una verdad personal. En realidad, sucede todo lo
contrario. No sólo es posible que los demás no lo celebren, sino que
realmente te pongan en ridículo. ¿Piensas por ti mismo? ¿Decides
por ti mismo? ¿Aplicas tus propios criterios, tus propias
opiniones, tus propios valores? ¿Quién te crees que eres?
Y en realidad, esa es precisamente la pregunta a la que respondes.
Pero la tarea debe realizarse de un modo mucho más solitario; sin
recompensas, sin aprobaciones, quizás incluso sin que nadie tenga
noticia.
De modo que tu pregunta era muy buena. ¿Para qué seguir? ¿Para qué
siquiera ponerse en camino? ¿Qué se gana emprendiendo en este viaje?
¿Qué incentivo hay? ¿Qué razón hay?
La razón es ridículamente simple:
NO SE PUEDE HACER OTRA COSA.
¿Qué significa eso?
Significa que es el único juego al que puedes jugar. No hay otra cosa
que hacer. En realidad, no puedes hacer otra cosa. Vas a seguir
haciendo lo que haces durante el resto de tu vida, tal como has estado
haciendo desde tu nacimiento. La única cuestión es sí lo harás
consciente o inconscientemente.
Fíjate: no puedes dejar de emprender este viaje. Lo emprendiste
antes de nacer. Tu nacimiento fue simplemente una señal de que el viaje
ha empezado.
De modo que la pregunta no es: ¿para qué ponerse en camino? Ya te
has puesto en camino. Lo hiciste con el primer latido de tu corazón. La
pregunta es: ¿quiero recorrer este camino conscientemente, o
inconscientemente? ¿Con conocimiento o sin él? ¿Cómo causa de mi
experiencia, o como efecto de ella?
La mayor parte de tu vida has vivido como efecto de tus experiencias.
Ahora, te invito a que seas la causa de ellas. Eso es lo que se conoce
como vida consciente. Es lo que se denomina caminar con consciencia.
Ahora bien: muchos de vosotros han recorrido bastante distancia, como ya
he dicho. Tú no has avanzado poco. De modo que no debes pensar que,
después de todas esas vidas, “sólo” has llegado hasta aquí. Algunos de
vosotros sois criaturas muy evolucionadas, con un sentido del Yo muy
certero. Sabéis Quiénes Sois, y sabéis quiénes os gustaría llegar a ser.
Además, sabéis incluso el modo de pasar de lo uno a lo otro.
Esto constituye una gran señal; una indicación segura.
¿De qué?
Del hecho de que os faltan ya muy pocas vidas.
¿Eso es bueno?
Lo es para ti en este momento. Y ello es así porque tu dices que es así.
No hace mucho tiempo todo lo que querías hacer era permanecer aquí;
ahora todo lo que quieres hacer es irte. Esto es una muy buena señal.
No hace mucho tiempo matabas las cosas: insectos, plantas, árboles,
animales, personas; ahora no puedes matar sin saber exactamente
lo que estás haciendo, y por qué. Y esto es una muy buena señal.
No hace mucho tiempo vivías la vida como si pensaras que no tiene
objetivo alguno. Ahora sabes que no tiene ningún objetivo, salvo
el que tú le des. Y esto es una muy buena señal.
No hace mucho tiempo aspirabas a ser rico y famoso. Ahora aspiras a ser,
sencilla y maravillosamente, Tú mismo.
Y no hace mucho tiempo Me temías. Ahora Me amas, lo
suficiente como para considerarme tu igual.
Y todo esto es una muy, muy buena señal.
Bueno, ¡cielos...! Haces que me sienta bien.
Tienes
que
sentirte bien. ¡Nadie que utilice la palabra “cielos” en una frase puede
sentirse mal!
¡Realmente tienes sentido del humor!, ¿sabes?...
¡Yo inventé el humor!
Sí, ya me lo habías dicho. De acuerdo. Entonces, la razón para continuar
es que no puedes hacer otra cosa. Esto es lo que está pasando ahora.
Exactamente.
Entonces, ¿puedo preguntarte si, al menos, será un poco más fácil?
¡Ah, mi querido amigo! Ni siquiera puedo decirte si es mucho más fácil
para ti ahora que hace tres vidas.
Pero sí... será más fácil. Cuanto más recuerdes, más podrás experimentar
y más sabrás, por decirlo así. Y cuanto más sepas, más recordarás. Se
trata de un círculo. De modo que sí: cada vez es más fácil, cada vez es
mejor; incluso cada vez produce mayor alegría.
Pero recuerda: ninguna de esas vidas ha sido en vano. Quiero decir, que
las has amado todas. ¡Cada minuto pasado! ¡Ah! ¡Es delicioso eso que
llaman vida! ¡Es una experiencia de “rechupete”!, ¿no?
Bueno, sí, supongo...
¿Supones? ¿Podía haberla hecho mejor? ¿Acaso no os permite
experimentarlo todo: las lagrimas, la alegría, el dolor, el regocijo, la
exaltación, la depresión, la victoria, la derrota, el empate...? ¿Qué
más puede haber?
Quizás un poco menos de dolor.
Menos dolor sin más sabiduría frustraría vuestro propósito; no os
permitiría experimentar la alegría infinita, que es lo Que Yo Soy.
Sé paciente. Estás ganando en sabiduría. Y tus alegrías cada vez
resultan más asequibles sin dolor. También eso es una muy buena
señal.
Estas aprendiendo a (recordando cómo) amar sin dolor; a dejarte llevar
sin dolor; a crear sin dolor; incluso a llorar sin dolor. Sí, incluso
puedes experimentar tu dolor sin dolor, si sabes lo que
significa.
Creo que lo hago. Incluso disfruto más de los dramas de mi propia vida.
Puedo distanciarme y verlos tal como son. E incluso reír.
Exacto. ¿Y no llamarías a eso crecimiento?
Supongo que sí.
Entonces, sigue creciendo, hijo Mío. Sigue haciéndote. Y sigue
decidiendo lo que quieres llegar a ser en la siguiente - y superior -
versión de Ti mismo. Sigue trabajando por ello. ¡Continua! Lo que
tenemos entre manos, tú y Yo, es la obra de Dios. ¡Continua, pues!