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LA MUSICOTERAPIA

Parte IV

Si existe un camino hacia la dicha y la felicidad, sin duda es un camino con música.

 
La música y el baile acompañan a todos los hombres de todas las razas, de todas las religiones, de todas las épocas, en todos y cada uno de sus momentos más importantes, de sus rituales, de sus celebraciones de júbilo, de sus fiestas, esponsales, declaraciones de guerra o de triunfo, y en sus funerales.

Desde todas las latitudes nos llegan sonidos y ritmos que alimentan el alma de cada pueblo. Las danzas guerrera de las tribus africanas manifiestan su agresividad y anuncian la victoria sobre el enemigo, los monjes católicos o los lamas tibetanos canturrean sus oraciones en sus monasterios como medio de oración, los derviches bailan sobre sí mismos en una búsqueda de un punto de quietud permanente, desde los minaretes los musulmanes son llamados a la oración con una característica salmodia cantarina.

 

En las discotecas del mundo occidental confluyen cada día millones de jóvenes que buscan en la música su punto de encuentro para la diversión.


En los barrios más pobres y miserables de las grandes urbes, la gente humilde combate el hambre y la escasez a través de la música.

Las personas más adineradas también se reúnen en grandes palacios de la música, en grandes teatros, para deleitarse con los sonidos de las mejores orquestas del mundo y las voces más exquisitas de la ópera.

Cada pueblo, cada nación tiene su himno, su manera de sentir e interpretar la música.

¿Qué tiene la música para tener tal poder?


Es difícil saberlo. Los ritmos, la manera de interpretarlos, los instrumentos con que se acompañan son distintos en cada caso y sin embargo los sentimientos y las emociones que provocan son similares en todos los seres humanos.


El poder evocador de la música o de la danza trasciende de cualquier otro tipo de comunicación. Una danza alegre trasmite esa alegría a cualquier persona aun cuando ésta se encuentre muy alejada de ella culturalmente. Lo mismo sucede con una melodía más intimista o con una triste.


Disfrutar de la música está al alcance de todo el mundo.


No es necesario tener una gran preparación para apreciar una bonita música que inunda nuestros sentidos y al mismo tiempo nos relaja, nos comunica, nos evoca y nos llena de nueva energía.


Es cierto que, como en todo en esta vida, cuanto mayor conocimiento tengamos sobre ello, más posibilidades de disfrute tendremos, pero como ya hemos dicho no es imprescindible de ningún modo ser un erudito en la materia para gozar de ella.


Lo mismo sucede con el baile, con la danza.


Bailar es un ejercicio catárquico, purificador, que nos hace sentirnos vivos, plenos.

A través de la danza somos conscientes de nuestro propio cuerpo, de sus partes, de los movimientos que realizan. A través de ella somos más concientes de la música, y su ritmo nos hace sentirnos más integrados en ella.


Mediante la música el ser humano puede sentirse trascender un poco más y puede llegar a sentirse más integrado en el ritmo de la vida, de los planetas y del mismo Universo.

 

La música ha sido estudiada desde tiempos antiguos como una de las más importantes maneras de manifestación y desarrollo de la inteligencia.


Su relación con otras artes y con otras ciencias han demostrado la perfecta correspondencia de la música con las matemáticas, la física, la astronomía y con la propia medicina.


Don Campbell es uno de los autores que más ha influido en los últimos tiempos en la consideración de la música en toda su extensión.


Este músico, pedagogo y profesor es el autor de los libros “El Efecto Mozart” y “El Efecto Mozart para Niños”. En ellos Don Campbell utiliza la figura de Mozart y su genio como modelo de desarrollo de inteligencia para cualquier persona, pero fundamentalmente para el desarrollo de la inteligencia en los niños.


A través de la música se propone no sólo desarrollar la pura inteligencia del niño sino también crear personas más estables sentimentalmente, con unas mejores relaciones interpersonales y más integrados socialmente.


Para ello, es interesante como el autor manifiesta su preferencia hacia determinadas obras para favorecer toda esta corriente positiva en el proceso educacional, e incluso como propone una serie de fragmentos concretos para cada una de las etapas de maduración del bebe.

 

Campbell comienza su periplo a partir del mismo momento de la concepción ya que como aseguran muchos investigadores “este hecho de que los bebés aún no nacidos ya escuchan, aprenden y recuerdan la música y los sonidos, se puede aprovechar para estimular su desarrollo”.


Para esta etapa el autor recomienda piezas sencillas y repetitivas como Variaciones sobre la canción “Je vous diría je maman”, “Andantino para flauta en do mayor
y “Andante dela sinfonía nº 25 en sol menor”.


Para etapas posteriores propone otra serie de obras, todas ellas clásicas, procurando adaptar su ritmo y fraseo musical a la evolución psicomotora del niño.


Conforme el niño va creciendo y va desarrollando su propia autonomía, las músicas propuestas son cada vez más complejas y se le va descifrando la estructura, el ritmo y el lenguaje de la obra, a través del movimiento, de la imitación, de la reproducción de los sonidos, etc...


El efecto Mozart consigue influir positivamente en las percepciones y actitudes emocionales del niño, favorece su desarrollo motriz, mejora su capacidad lingüística, su expresividad, vocabulario y capacidad de comunicación, lo introduce en la creatividad y belleza estética, además de ayudarle a forjar un sólido sentido de identidad.
Para ello el trabajo debe ser constante y secuenciado, sin perder nunca de vista el objetivo propuesto.

La utilización de canciones conocidas, de su entorno, de su folklore, incluso inventadas por la propia madre, siempre haciendo referencia a las propias experiencias que el niño va viviendo, irán ayudándole a comprender e integrarse en el mundo que le rodea.

Con su aportación, Campbell ha introducido una obra de referencia obligada para todas las personas que se encuentran implicadas en la educación infantil.
 

 

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