Al empezar a
escribir, noto una cierta humildad junto con una sensación de
arrogancia por el simple hecho de abordar esta cuestión. Esos
sentimientos me plantearon preguntas como: ¿Quién soy yo para
escribir sobre esta capacidad para manifestarse? ¿Qué sé realmente
sobre la manifestación? ¿Acaso no está reservado ese ámbito a los
seres divinos? ¿Qué me otorga autoridad para dirigirme a
los
demás acerca
de una capacidad que pertenece singularmente a los dioses? Estas
preguntas se agitaron en mi mente; en último término me vi más
motivado de lo que quisiera aceptar por las dudas sobre mí mismo.
Al iniciar
la tarea de escribir sobre estos principios espirituales, no tenía
ni la menor idea de lo que iba a decir, cómo lo diría y cuántos
principios encontraría. Hice entonces lo que había animado a hacer a
mis lectores de mi libro más reciente Tu yo sagrado. Desterré
de mi mente todas mis dudas y empecé a escuchar las voces interiores
que seguían diciéndome que recibiría la guía que necesitaba y que no
me encontraría a solas en este proyecto. En otras palabras, me rendí
y profundicé en mis meditaciones, permitiéndome a mí mismo liberarme
de todo temor y duda y, simplemente, confiar.
Una parte de
mí mismo sabía que todos nosotros poseemos la capacidad para
manifestar el mundo invisible del espíritu en el mundo material. Lo
creía así porque las palabras de todos los grandes
maestros
espirituales
nos animan a vernos como seres ilimitados y a ver que hasta el más
humilde de nosotros tiene a su disposición el poder divino de Dios,
en cada uno de los momentos de nuestras vidas. Pero parecía una
tarea intimidante el atreverme a escribir eso en un libro, y ofrecer
los principios espirituales que tenemos que aprender y dominar para
hacerlo así.
Fue
entonces, cuando consideraba el escribir sobre esos principios sin
tener siquiera una idea muy clara de cuáles eran con exactitud y en
qué orden debía presentarlos, cuando recibí un mensaje de un maestro
llamado Guruji, a quien está dedicado este libro. En ese mensaje,
Shri Guruji me daba instrucciones para que escuchara una cinta sobre
el poder de manifestarse y para que practicara en mi propia vida lo
que se me enseñaba, para luego presentar al mundo esta técnica de la
manifestación. Me explicó que la capacidad paró manifestarse había
sido conocida y practicada por los grandes maestros y sabios
orientales durante miles de años y que se mantuvo luego en secreto
durante siglos.
Escuché la
cinta con gran interés y empecé a practicar en mis meditaciones
cotidianas los principios de la manifestación, tal como se presentan
en este libro. Experimenté resultados asombrosos casi de inmediato.
Empecé a incluir entonces un análisis de esos resultados en mis
conferencias y a enseñar esos principios espirituales, que había
empezado a practicar en mi vida, aunque sin catalogarlos u
organizarlos de ninguna forma.
Pocos meses
más tarde produje un disco compacto y casette titulado
Meditaciones para la manifestación, y miles de personas
empezaron a utilizar estos principios y a practicar las técnicas
meditativas de la manifestación. Los resultados han sido mentalmente
increíbles. Las personas que utilizan estas técnicas y una
meditación sana, me han escrito desde todas las partes del mundo.
La
meditación sana, descrita en este libro, ha producido
manifestaciones asombrosas en las vidas de muchas personas. He
escuchado contar historias de manifestación de ascensos laborales,
de personas supuestamente imposibilitadas para tener un bebé y que,
sin embargo, lo han tenido, de desprenderse de una casa que se
hallaba a la venta durante algunos años sin encontrar compradores
potenciales, y de otras historias de prosperidad y curación que
bordean el verdadero milagro.
Sé que estos
principios funcionan. Su poder milagroso no se basa en la creencia,
sino en la certeza. Sé que tenemos poderes divinos que no hemos
utilizado hasta ahora debido principalmente a nuestros
condicionamientos. Sé que tú, si practicas aplicadamente estos nueve
principios, puedes empezar a manifestar por ti mismo todo aquello
que seas capaz de concebir con tu mente.
Soy
consciente de que entrar en este ámbito de la manifestación es como
recorrer un camino con el que no estamos familiarizados. Al decidir
entrar en lo desconocido, es evidente que no puedes saber con
seguridad lo que te espera. Te pido, por tanto, que evites
cuidadosamente llenar ese camino con ideas preconcebidas. Haz un
esfuerzo por leer estos principios y por empezar a aplicarlos en tu
vida cotidiana sin juzgarlos basándose en aquello que ha sido
condicionado a creer sobre sí mismo como una persona que «sólo es
humana» y, en consecuencia, limitada. Las ideas preconcebidas sólo
servirán para contaminar tu potencial ilimitado para manifestar tu
deseo más querido. Lo que desees tiene una importancia fundamental,
aunque es posible que no hayas pensado nunca que el deseo y una
conciencia espiritual superior sean cosas compatibles.
Es imposible
imaginar un mundo sin deseo. Crear es desear. Incluso el deseo de no
tener ningún deseo, ya es en sí mismo un deseo. Tus deseos,
cultivados como semillas de potencial en el camino de la conciencia
espiritual, pueden florecer en forma de libertad para poder tenerlos
en paz y armonía con tu propio inundo.
Darse
permiso a uno mismo para explorar ese camino significa tomarse la
libertad de utilizar la mente para crear el mundo material exacto
que encaja con tu mundo interior. Ese mundo interior es el que actúa
como catalizador para determinar las experiencias del mundo físico.
Tendrás que abandonar la idea de que te encuentras impotente ante
las circunstancias de tu vida. Necesitarás abandonar la mentalidad
de grupo que te dice que eres incapaz de producir una manifestación.
El pensamiento de grupo inhibe tus capacidades naturales para crear
tu propia vida, tal y como deseas que sea.
Examina las
presiones y creencias que has incorporado en ti mismo, que reflejan
el pensamiento de tu familia más inmediata, de tu familia más
amplia, de tu comunidad, el grupo religioso al que perteneces, el
grupo étnico, el grupo educativo/empresarial, o cualquier otra
multitud de unidades especializadas de personas. Determina aquellos
ámbitos en los que tu vida se ve mediatizada por las disposiciones
mentales
predeterminadas, que hacen que tu evolución personal sea más lenta
porque aquello que realmente deseas o crees no obtiene ninguna
energía de tu propia singularidad.
Al
mantenerte conectado con una conciencia de grupo, estás diciendo en
realidad: «Elijo evolucionar lentamente». Además, esa disposición
mental siempre te da permiso para ser débil e impotente. Elige
evolucionar con un grupo, en lugar de hacerlo espontáneamente, tal
como te dicta tu conciencia interior.
Si
comprendes verdaderamente la capacidad para la manifestación, te
darás cuenta de que puedes controlar la velocidad a la que se
produzca el cambio en tu vida. Un místico practicante se manifestará
rápidamente porque está conectado con el mundo situado detrás de sus
ojos, en lugar de ver el mundo como algo dictado por los ojos del
grupo y de todos sus antecesores.
Al
experimentar la desconexión respecto a esas fuerzas exteriores,
verás cómo aumenta drásticamente la velocidad de tu evolución. Si
escuchas una voz interior, detrás de los globos oculares, que te
dice: «Avanza», ya no aguardarás a esperar a alguien para avanzar,
antes de dar el primer paso. Ya no tendrás que revisar tus
sugerencias para contrastarlas con la mentalidad del grupo, que está
destinada a mantenerte seguro y a desanimar tu individualidad.
Pude iniciar
mi viaje de iluminación sólo después de reconocer plenamente que el
acuerdo del grupo para mantenerme a salvo y para amarme
inadecuadamente, no me permitía buscar algo de más empeño. Si
esperas a que todos los demás hayan aprendido a manifestar sus
deseos más queridos, no dispondrás de tiempo suficiente en esta vida
para iniciar siquiera tu propio viaje. Tienes que desconectarte de
tu condicionamiento y saber, dentro de ese espacio íntimo situado
detrás de tus ojos, que puedes aceptar y aceptarás el desafío de
manifestar tu destino.
Al cultivar
la convicción interna sobre la manifestación del mundo de lo
invisible en el mundo material, comprenderás que hay una fuerza
universal que se encuentra en todas las cosas del universo. No hay
un Dios separado para cada individuo, cada planta, cada animal, cada
mineral. Todos son uno. En consecuencia, la misma fuerza divina que
hay dentro de ti, que te hace pensar y respirar, se encuentra
simultáneamente en todos los seres humanos y en todas las cosas. Es
algo universal. Así pues, no existe lugar alguno en el que no esté.
En consecuencia, lo que percibes como ausente de tu propia vida,
también contiene la misma fuerza divina o inteligencia universal que
está dentro de ti.
La
manifestación, por lo tanto, no es más que el dar forma a un nuevo
aspecto de ti mismo. No estás creando algo a partir de la nada.
Aprende a alinearte con un aspecto de tu ser que tus sentidos no
sabían que pudiera ser activado. Esto constituye una parte muy
importante
de
esta comprensión. ¡Tú y aquel que deseas manifestar en tu vida sois
uno!
Cuando
escribía este libro, tuve la experiencia de escritura más pacífica
de la que he disfrutado jamás. Lo que tienes ahora entre tus manos
es el resultado de estos nueve principios. Cada día hacía
exactamente lo que había escrito acerca de ellos.
Mientras los
practicaba, me di cuenta de que estaba produciendo un manual para la
manifestación espiritual, que cualquiera podía tomar y empezar a
aplicar en el mismo instante en que leía las palabras impresas.
Sabía que no tenía necesidad de llenar este libro con cientos de
ejemplos de estos principios y cómo habían funcionado en mí y en
muchos de mis estudiantes, así como entre los lectores distribuidos
por todo el mundo. Sabía que no era necesario incluir un gran número
de citas y afirmaciones, como he hecho en muchos de mis libros
anteriores. Esto era algo completamente diferente.
La palabra
clave que mantuve en mi mente mientras escribía y que permitió que
estos principios se manifestaran a través de mí fue «ceñirse» al
tema. Para mí, eso significó renunciar a toda palabrería extraña, a
no incluir casos de estudio y a utilizar un mínimo de citas. Me
acostumbré a un estilo de escritura caracterizado como: «Di lo que
quieras decir. Dilo con sencillez. Dilo directamente. Dilo desde el
fondo de tu corazón y resiste la tentación de escribir con exceso».
Y eso fue lo que hice al producir este libro.
No hay
capítulos sino, sencillamente, nueve principios. Cada uno de ellos
se explica de la forma más simple y directa que he sido capaz de
encontrar. Cada uno de ellos procede directamente desde el fondo de
mi corazón y no de mi cabeza. Escuché mi propia guía y luego escribí
lo que ésta me indicaba. Sólo paré cuando tuve la sensación de haber
dicho lo que necesitaba decir y de haber aportado sugerencias
específicas para poner en práctica estos principios. Tienes en tus
manos el manual que más se «ciñe» al tema y que he sido capaz de
producir para enseñar los principios fundamentales para la
manifestación individual.