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En 1954, L. Ron Hubbard escribió el siguiente artículo para una revista de Cienciología. Sigue siendo tan pertinente hoy en día como lo era entonces y se titula "La búsqueda del hombre en pos de su alma".

LA BÚSQUEDA DEL HOMBRE EN POS DE SU ALMA

Durante los incontables milenios del pasado, el hombre ha estado dedicado a una búsqueda.

Todos los pensadores de todos los tiempos han aportado a ella sus opiniones y consideraciones. Ningún científico, filósofo o líder ha dejado de comentar al respecto. Miles de millones de personas han perecido debido a una u otra opinión sobre el tema de esta búsqueda, y ninguna civilización, poderosa o humilde, en la antigüedad o en los tiempos modernos, ha perdurado sin batallar por ella.

El alma humana, tanto para el hombre civilizado como para el bárbaro, ha sido una fuente inagotable de interés, atención, odio o adoración.

Decir que he encontrado la respuesta a todos los enigmas del alma sería inexacto y presuntuoso. Desestimar lo que he llegado a saber y no darlo a conocer después de observar sus beneficios, sería un pecado de omisión contra el hombre.

Después de veinticinco años de investigación y reflexión, y después de tres años de actividad pública en que he observado este material en acción y sus resultados, puedo anunciar que en el conocimiento que he desarrollado, deben de encontrarse las respuestas a ese enigma, a esa incógnita, a ese problema; el alma humana; pues en mis manos y en las de otros, se ha visto rehabilitarse lo mejor del hombre.

Descubrí que un ser humano no es su cuerpo, y demostré que mediante el procesamiento de Cienciología, un individuo puede lograr certeza de su identidad diferente de la de su cuerpo.

No podemos ocuparnos de la esfera del alma humana e ignorar el hecho. El hombre se ha entregado a esta búsqueda desde hace demasiado tiempo como para que su feliz culminación aquí se vea oscurecida con términos vagos y científicos.

La religión, no la ciencia, ha llevado adelante esta búsqueda, esta guerra, a lo largo de los milenios. La ciencia no ha hecho más que devorar al hombre con una ideología que niega el alma: un síntoma del fracaso de la ciencia en esa búsqueda.

No se puede traicionar ahora a los hombres de Dios que durante esos milenios del pasado intentaron sacar al hombre de la oscuridad.

En Cienciología, pertenecemos a las filas de los que buscan la verdad, y no a la retaguardia de los fabricantes de bombas atómicas.

Sin embargo, la ciencia también ha desempeñado su papel en estos empeños; y la física nuclear, cualquiera que sea el crimen que cometa contra el hombre, aún puede ser redimida al haber sido de ayuda para encontrar para el hombre, el alma de la que la ciencia no había hecho otra cosa que privarle.

Ningún cienciólogo preparado puede cerrar fácilmente los ojos a los resultados que logra hoy en día o dejar de ver que son superiores a las tecnologías materialistas que utilizara en el pasado. Porque podemos saber, junto con todo lo demás que sabemos, que el alma humana, liberada, es el único agente terapéutico eficaz que poseemos. Pero nuestras metas, no importa los milagros que logremos hoy en día en los cuerpos, superan la salud física y mejoran al hombre.

Cienciología es el tema de saber cómo saber. Nos ha enseñado que el hombre es su propia alma inmortal. Y no nos deja otra alternativa que anunciar al mundo, no importa cómo lo reciba, que la física nuclear y la religión se han dado las manos solidariamente, y que nosotros, en Cienciología, realizamos esos milagros que el hombre, a lo largo de toda su búsqueda, ha esperado que ocurrieran.

El individuo podrá odiar a Dios o desdeñar a los sacerdotes. No puede ignorar, empero, la prueba evidente de que él es su propia alma. Así pues, hemos resuelto nuestro enigma y encontrado la solución sencilla.

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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