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Entrevista de Richard Bach

Las respuestas de Richard Bach a los lectores sobre como escribió sus libros y consiguió que el mundo los conociera.

 

 
 
Todos los pilotos miran a tierra buscando el lugar perfecto, y Richard Bach lo encontró hace tiempo en la isla de Orcas. Aquí, entre Seattle y Vancouver, en ese puente imaginario hacia el infinito, el autor de "Juan Salvador Gaviota" acaricia todos los días el sueño que le persigue desde niño: vivir en las nubes.

Siguiendo la estela lejana de otro legendario aviador y escritor, Antoine de Saint-Exupéry, Richard Bach rompió moldes con aquel pequeño gran libro "sobre la gaviota parlante" (en palabras propias) que fue rechazado 18 veces por los editores y que acabó cuajando en un fenómeno literario mundial en los años setenta: más de 30 millones de ejemplares vendidos en treinta idiomas.

 
 

Al vuelo fulgurante de 'Juan Salvador Gaviota' le siguieron una veintena de libros más o menos huidizos -de 'Ilusiones' a 'Puente hacia el infinito', pasando por sus queridísimas 'Crónicas de los hurones'- que le convirtieron en un escritor inclasificable, en la fontera entre la ficción y lo místico, empeñado siempre en establecer una relación intimísima e instransferible con el lector.

A sus 73 años, Richard Bach vuelve ahora a sus orígenes con 'Vuela conmigo' (Ediciones B) , una historia que estuvo a punto de titularse 'El hipnotizador' y que fue ganando altura durante ese mágico proceso de desdoblamiento que afirma sentir el autor cuando afronta sus dos pasiones irrenunciables y paralelas: "Volar y escribir son dos experiencias trascendentes".


Pregunta: ¿Qué llamada sintió antes, la del vuelo o la de la escritura?
Respuesta: Las dos son casi inseparables, aunque con volar soñaba desde niño... Me tumbaba en la hierba, me quedaba contemplando las nubes y me decía a mí mismo: "Ojalá pudiera vivir allí". De una manera extraña he podido cumplir ese designio... Siempre he sentido una conexión muy especial con el cielo. No imagino cómo habría sido mi vida sin volar. En el fondo, me gustaría tener el cuerpo de una gaviota y la mente de un ser humano.

P: ¿Vuela a diario?
R: No desaprovecho ninguna ocasión para volar varias veces a la semana (y menos en un día tan espléndido como hoy). Vivo en un lugar donde sólo se puede llegar en avioneta o en barco. Me gusta sentir también que la tierra firme no está demasiado lejos, pero amo esta sensación de vivir en un lugar donde puedo tener fácilmente una vista de pájaro, mirar hacia abajo y emocionarme con la belleza de este planeta, este increíble patio de recreo en el que vivimos.

P: ¿Y escribe con la misma pasión?
R: No es lo mismo. Más de una vez he dicho que no disfruto escribiendo, aunque el asunto merece una explicación. Yo creo en la existencia de un autor interior: esa criatura que es la que se inventas las historias y te las va contando. Tú no tienes más que escucharlas e intentar visualizarlas, y cuando tienes la idea y la imagen suficientemente completa, entonces sí, entonces te sientas a escribirla seis o siete horas diarias, pero no antes. Yo no me considero un autor, sino un escritor.

P: ¿Cuál es la diferencia?
R: Digamos que, como escritor, me limito a transcribir lo que escucho y veo, y ese trabajo es duro y físico, nada que ver con volar en un avión... Aunque a los mandos de una avioneta también experimentas un curioso desdoblamiento: por una parte, el piloto que controla todo el aspecto mecánico; y por otra, el que contempla el mundo desde la cabina y no cabe de su asombro ante tanta belleza... Volar y escribir pueden ser hasta cierto punto dos experiencias trascendentes. Con las dos puedes entrar fácilmente en eso que llaman la "zona", esa sensación de flotar en el tiempo que también experimentan los músicos o los atletas... Aunque cualquiera que sienta una "llamada" y haga algo que de verdad le apasiona puede entrar en ese estado.

P: ¿Sigue teniendo la impresión de que "Juan Salvador Gaviota" no lo escribió realmente usted, o que lo escribió siguiendo algún "dictado divino"? R: Lo que tengo claro es que ese libro estaba luchando por salir al encuentro con el mundo, y que yo me limité a "trascribirlo" cuando le llegó su momento... Aun así, tuvo que pasar por una dura prueba: me lo rechazaron 18 veces y me dio tiempo a escribir otros tres libros mientras encontraba editor. Nadie quería oír hablar en Manhattan de la "gaviota parlante", hasta que la editora Eleanor Friede -que también volaba- se enamoró de la historia y logró que lo publicaran en McMillan. Me pagaron 5.000 dólares por los primeros 5.000 ejemplares, y el pequeño libro echó a volar... hasta llegar a los dos millones de copias en Estados Unidos.

P: ¿Cómo se sobrevive a un éxito como el de 'Juan Salvador Gaviota'?
R: He aprendido a distinguir entre el éxito como escritor y el éxito comercial. Para mí, el éxito se alcanza cuando logras la última línea del libro y abrazas a la criatura con esa sensación de plenitud. Personalmente, considero un éxito las 'Crónicas de los hurones', que aquí en Estados Unidos se han descatalogado porque no se venden. Es curioso... Donde más se han vendido ha sido en Italia y en España ¿Acaso sois los españoles más románticos?

P: ¿'Vuela conmigo' es acaso una vuelta a los orígenes?
R: No sé hasta qué punto. La figura del aviador no estaba prevista siquiera al principio. Durante cinco años me cocentré en la historia, que se iba a titular 'El hipnotizador', pero una y otra vez era incapaz de ir más allá del primer capítulo. En mi rutina como escritor suelo empezar en falso cuatro o cinco veces, pero este libro se estaba atascando especialmente... Hasta que un día escuché la voz proverbial que me dijo: "Richard, el protagonista no tiene por qué saber nada de hipnosis". Y así fue como surgió el personaje de Jamie Forbes, en homenaje a mi primer instructor de vuelo... Jamie tiene esa tensa experiencia ayudando a aterrizar a una mujer que se ha quedado a los mandos de una avioneta con su marido inconsciente. Ella asegura que ha sido capaz de la proeza porque el instructor la ha hipnotizado, Jamie no le da mayor importancia al hecho... Es un libro sobre el poder de la sugestión, y también sobre los regalos que damos al mundo sin ser conscientes de ellos.

P: Usted establece habitualmente una relación muy íntima con el lector que va más allá del propio libro..
R: No me quiero esconder de mi lector. Quiero decirle: aquí tienes lo mejor de mi humanidad, en este espacio privado que compartimos. Aspiro a ser un espejo para el lector, que vea de algún modo reflejadas sus experiencias, sus triunfos y sus fracasos, que pueda llorar o palpitar conmigo, como me ocurre a mí como lector cuando lloro o palpito con un libro. Un buen libro es una ocasión para cambiar tu visión del mundo, o al menos eso pienso yo.

P: Hay quien define sus novelas fomo "metafísicas o filosóficas". También se han referido a sus libros como de "pequeño tamaño" y de "largo alcance"...
R: Me halaga esa última definición, aunque la verdad es que mis libros son mucho más largos originalmente. Gran parte de la edición consiste simple y llanamante en cortar. En 'Alas para vivir', por ejemplo, suprimí los primeros quince capítulos y decidí empezar por el capítulo 16. Siempre me estoy cuestionando: ¿es necesaria esta frase? ¿son necesarios este párrafo o este capítulo?

P: ¿No se ha sentido a veces volando solo como escritor? ¿A qué otros escritores de sus generación siente más o menos cercano?
R: No tengo muchos amigos escritores, ni me relaciono con el mundillo literarios, pero Ray Bradbury me viene constantemente a la cabeza. "El vino del estío" es uno de esos relatos que te impregnan para siempre. De Ray aprendí también a aplicar a rajatabla mi primer principio como escritor: no pienses, deja que las ideas fluyan. El segundo principio es: diviértete. Y el tercero: no te preocupes, sigue el impulso y piensa que la historia te ha venido dada de algún modo, no te preocupes por lo que pueda pensar el editor o los lectores. Si hubiera tenido en mi mente a los editores cuando escribí 'Juan Salvador Gaviota', posiblemente habría arrojado el libro por la ventana...

P: ¿Hasta qué punto el mensaje de "Juan Salvador Gaviota" resuena al cabo de más de tres dédadas?
R: Creo que esa mensaje sigue siendo válido hoy en día: reconoce esa chispa en ti mismo, busca lo que de verdad te apasiona e intenta aportar y manifestar algo bello al mundo. Siempre he creído en el poder del individuo; no me han atraído excesivamente los grupos ni los movimiento de masas.

P: ¿Hasta qué punto fabricamos nuestra propia realidad?
R: Ese es un de los principios contra los que me he rebelado toda mi vida. No construimos nuestras realidad, en todo caso construimos las apariencias y nos acomodamos a ellas. La realidad no tiene nada que ver con el espacio y el tiempo, la realidad es el amor incandescente y absoluto y cómo ese amor se manifietas en la vida diaria. Ynuestra misión en la tierra es expersarlo en algo con lo que podamos brillar, aunque ese brillo sea un pequeño punto en el cielo y pase desapercibido al común de los mortales.

 

P: Volvemos a mirar al cielo, justo donde empezamos...
 

R: Sí, porque es en el aire donde tomamos conciencia de lo que somos de verdad: somos seres espirituales que viven en un cuerpo físico durante un tiempo determinado, de la misma manera que nos acompaña el avión mientras volamos.

 

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