Los 10 Compromisos del éxito
OG MANDINO
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PRIMER COMPROMISO DEL ÉXITO
Nací para alcanzar el
éxito no para fracasar.
Nací para triunfar, no para inclinar mi cabeza en señal de
derrota.
Nací para saborear las victorias y brindar por ellas, no para
gemir y lamentarme.
¿Qué es lo que me ha sucedido? ¿En qué
momento todos mis sueños se desvanecieron en una grisácea
mediocridad, en la cual las personas promedio se aplauden unas a
otras como si fuesen seres sobresalientes?
Ninguna persona ha sido jamás tan engañada por otra, como por sí
misma. El cobarde está convencido de que solo está actuando con
cautela, y el avaro piensa que esta practicando la frugalidad. No
hay nada que resulte tan sencillo como engañarse uno mismo.
puesto que siempre es fácil creer lo que queremos. Nadie, en toda
mi vida, me ha engañado tanto como yo me he engañado a mi mismo.
¿Por qué siempre trato de ocultar mis pequeños logros bajo un
manto de palabras que toman a la ligera mi trabajo, o que ofrecen
disculpas por mi falta de capacidad? Y lo peor de todos es que he
llegado a creer en mis propias excusas, a tal grado que
gustosamente estoy dispuesto a vender mis días a cambio de unos
centavos, mientras me consuelo pensando que las cosas podrían ser
peores.
¡Pero ya no lo haré más!
Ha llegado el momento de estudiar el reflejo en mi espejo, hasta
que sea capaz de reconocer que el enemigo más poderoso que
tengo... soy yo mismo. Al fin, en este momento pleno de magia con
mi primer pergamino, el velo que me hacía engañarme a mí mismo
empieza a apartarse de mis ojos.
Ahora se que en el mundo hay y tres clases de personas. Las
primeras aprenden de su propia experiencia... son las sabias. Las
segundas aprenden de la experiencia de los demás... son las
felices. Las terceras no aprenden de sus propia experiencia ni de
la experiencia de los demás... son las necias.
Yo no soy
necio. De aquí en adelante me sostendré sobre mis propios pies,
arrojando para siempre a un lado mis terribles muletas de
autocompasión y desprecio hacia mi mismo.
Nunca jamás
volveré a compadecerme de mí mismo ni a menospreciarme.
Que tonto era cuando estaba de pie, desesperado, a un lado del
camino, envidiando a la gente de éxito y a los opulentos que
desafilaban frente a mí. ¿Acaso todas esas personas se han visto
bendecidas con habilidades únicas, rara inteligencia, valor
heroico, ambición constante y otras cualidades sobresalientes que
yo no poseo? ¿Se les ha asignado un mayor número de horas cada
día, durante las cuales puedan desempeñar sus extraordinarias
tareas?
¿Poseen tal vez corazones llenos de compasión y almas
desbordantes de amor, diferentes del mío? ¡No! Dios nunca juega a
los favoritos. Todos fuimos modelados del mimo barro.
Ahora también se que la tristeza y los reveses que he sufrido en mi
vida no los he sufrido únicamente yo. Incluso los más sabios y
los triunfadores de nuestro mundo padecen etapas de abrumadora
angustia y de fracaso, pero ellos, a diferencia mía, han
aprendido que no hay paz sin problemas, descanso sin esfuerzo,
risas sin pesadumbres, ni victorias sin luchas y que es el precio
que todos debemos pagar por vivir. Hubo una época en la cual yo
pagué ese precio fácilmente y de buen grado, pero las constantes
decepciones y derrotas primero desgastaron mi confianza y después mi
valor, en la misma forma en que las gotas de agua, con el tiempo,
destruyen el granito más resistente. Ahora todo eso ha quedado
tras de mí.
Ya no soy uno de esos muertos en vida, permaneciendo siempre
bajo la sombra de los demás y ocultándome detrás de mis
lamentables excusas y disculpas, mientras los años se consumen.
Nunca jamás volveré a compadecerme de mí mismo ni a menospreciarme.
Ahora sé que la paciencia y el tiempo pueden lograr todavía más
que la fuerza y la pasión.
Los años de frustración ya
están listos para cosecharse. Todo lo que he podido lograr, y
todo lo que espero lograr, lo he podido hacer y lo seguiré
haciendo, mediante ese proceso asiduo, paciente y perseverante
gracias al cual se construye un hormiguero, partícula por
partícula, pensamiento por pensamiento, paso a paso.
El
éxito, cuando llega, de la noche a la mañana, a menudo desaparece la
rayar el alba. Ahora estoy preparado para vivir toda una vida de
felicidad, porque al fin he reconocido un poderoso secreto que
permaneció oculto durante esos años que me trataron con tanta
dureza. En cierto sentido, el fracaso es el camino que conduce al
éxito, en la misma forma en que todo descubrimiento que hacemos
de lo que es falso nos lleva a buscar con afán lo que es
verdadero, y en que cada nueva experiencia nos señala alguna
forma de error que en lo sucesivo evitaremos con sumo cuidado. El
sendero que recorrí, a menudo humedecido con mis lágrimas, no ha
sido una jornada desperdiciada.
Nunca jamás volveré a
compadecerme de mí mismo ni a menospreciarme.
Te doy gracias, Dios mío, por jugar tu juego conmigo el día de
hoy y por depositar en mis manos estos valiosos pergaminos. Me
encontraba en el momento del reflujo de mi vida, pero debí saber
que en ese momento mismo es cuando siempre cambia la marea.
Ya no contemplaré con tristeza el pasado. Jamás volverá. En vez de
ello, con ayuda de estos pergaminos, moldearé el presente porque
me pertenece, y seguiré, sin temor, sin dudas, y sin
desesperación.
Fui creado a imagen de Dios. No hay nada que no pueda lograr si
lo intento.
Nunca jamás volveré a compadecerme de mí mismo ni
a menospreciarme.
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SEGUNDO COMPROMISO DEL ÉXITO
Ya
soy una persona diferente y mejor.
Apenas han transcurrido unos cuantos días desde que inicié una
nueva existencia con la ayuda de estos pergaminos, pero ahora
experimento una extraña y poderosa emoción en lo más profundo de
mi corazón, un sentimiento de una nueva esperanza que casi había
desaparecido con el paso de los años.
Al fin he sido
rescatado de mi lecho de desesperación y doy las gracias por
ello. Con las palabras de la primera promesa del éxito aún frescas
en mis labios, ya he multiplicado mi propia valía ante mis ojos y
tengo la seguridad de que este nuevo evalúo de mi persona, con el
tiempo será adoptado por el mundo exterior. Ahora conozco una
gran verdad. La única etiqueta de precio válida es la que nos
asignamos nosotros mismos. Si nos ponemos un precio demasiado
bajo, el mundo lo aceptará; pero si nos asignamos el mejor
precio, el mundo también aceptará de buen grado ese avalúo.
Te doy gracias, Dios mío, por depositar en mis manos estos valiosos
pergaminos. Me encuentro en un momento crucial de mi vida y no debo
alejarme, ni lo haré, de este desafío como me he alejado de otros en
el pasado. Ahora sé que en la peregrinación de todos, a lo largo
de esta vida, siempre hay lugares sagrados en donde podemos
sentirnos afines con lo divino; en donde los cielos parecen
descender sobre nuestras cabezas y los ángeles llegan a
auxiliarnos. Son los lugares de sacrificio, las áreas en donde se
unen lo mortal y lo inmortal, las tierras del juicio en donde se
libran las grandes batallas de nuestra propia vida. Mis derrotas
del pasado ya están casi olvidadas, incluso el dolor y la
abrumadora angustia. Y seré muy feliz en los años por venir, si
logro mirar hacia atrás recordando este momento tan especial, a
sabiendas de que aquí pude saborear al fin la victoria.
Pero antes que nada debo aprender la segunda promesa de éxito,
y ponerla en práctica:
Nunca jamás volveré a saludar al amanecer sin una meta.
En el pasado, el hecho de tener metas, ya fuesen grandes o pequeñas,
me parecía que no era otra cosa que una tonta práctica, puesto
que tenía tan poca fe en mis capacidades. ¿Para qué tener metas
pequeñas e insignificantes, me decía a mi mismo, simplemente para
satisfacer mis humildes talentos? ¿Qué diferencia podía
significar todo eso en el esquema de las cosas?
Y así,
cada día salía sin rumbo por el mundo, sin timón y sin destino fijo,
con la esperanza de sobrevivir hasta la hora de la puesta del sol,
asegurándome, falsamente, a mí mismo que sólo esperaba el momento
adecuado, o que cambiara mi suerte, sin creer, no obstante, ni
por un momento, que algo en mi futuro sería diferente de lo que
había sido en mi pasado.
Es fácil ir a la deriva de un día a otro. No se requiere ninguna
habilidad, ningún esfuerzo y ningún dolor. Por otra parte, nunca
es fácil fijarse metas para un día o para una semana, y alcanzar
esos objetivos. Mañana comenzaré me decía día tras otro. En aquel
entonces no sabía que el mañana sólo se encuentra en el
calendario de los tontos. Ciego ante mis propias faltas,
desperdiciaba mi vida deliberando todo hasta que ya fuese demasiado
tarde, de no ser por estos pergaminos. Hay una inconmensurable
distancia entre tarde y demasiado tarde.
Nunca jamás
volveré a saludar el amanecer sin una meta.
He estado viviendo en el callejón de los tontos. Tener siempre
la intención de llevar una mejor vida nueva, pero sin jamás
encontrar el tiempo para dedicarse a ello, es como si pospusiera
la comida, la bebida y el sueño de un día para el siguiente,
hasta morir. Durante muchos años estuve convencido, lo mismo que
tantos otros, de que las únicas metas que valían la pena eran las
principescas metas con abundantes recompensas en oro, fama y
poder. ¡Qué equivocado estaba! Ahora sé que el hombre sabio nunca se
fija metas de inmensas proporciones. Ahora todos los planes de
gigantesca magnitud los califica de sueños, abrigándolos muy
cerca de su corazón en donde los demás no puedan verlos y mofarse
de ellos. Después saluda cada amanecer fijándose metas sólo para
ese día, asegurándose de que todo lo que planeó haya quedado
terminado antes de irse a dormir.
Muy pronto, los logros de cada día se van reuniendo, uno encima
del otro, en la misma forma en que la hormiga amontona sus granos
de arena y con el tiempo se ha erigido un castillo lo bastante
grande para albergar cualquier sueño. En verdad, todo esto no sea
difícil de lograr un vez que haya frenado mi impaciencia,
enfrentándome a la vida un día a la vez.
Puedo hacerlo. Lo haré.
Nunca jamás volveré a saludar al
amanecer sin una meta.
Se ha ganado la mitad de la victoria del éxito una vez que se ha
adquirido el hábito de fijarse metas y alcanzarlas. Incluso la
labor más tediosa se hace soportable si yo marcho a lo largo de
cada día convencido de que cada tarea, no importa lo humilde o
tediosa que sea, me acerca varios paso a la realización de mis
sueños. Qué forma tan agradable de seguir adelante con mi vida,
ya que si la mañana no me ofreciera ninguna nueva alegría, a
medida que cumplo con las metas que me he fijado para ese día, o si
la noche no me brindara nuevos placeres por cumplir con mis
metas, ni siquiera valdría la pena vestirme y desvestirme.
La vida, ahora estoy convencido de ello, puede ser tan gozosa como
un juego de niños cuando despertamos con la esperanza de que nos
aguarda una senda marcada con toda claridad.
Ahora ya sé
en qué punto me encuentro. Y también sé hacia dónde quiero que me
conduzcan mis metas.
Para ir de aquí hacia allá, no necesito conocer todos los giros
y recodos de mi viaje en este preciso momento. Lo más importante
es que he adoptado las enseñanzas del primer pergamino y del
segundo, y que ahora ya no miraré hacia atrás en dirección a ese
desconsolador pasado, cuando los días no tenían ni principio ni
fin y yo me encontraba perdido en medio de un desierto de
frivolidad, sin esperar nada en el futuro, como no fuesen la
muerte y el fracaso.
¡Mañana me fijaré metas! ¡Al día
siguiente! ¡Y también al siguiente!
Nunca jamás volveré a saludar al amanecer sin una meta!
Alguna vez malbaraté mi vida, cambiándola por un centavo y la vida
no quiso pagarme más, pero ahora ya han terminado los días en que
trabajaba por el salario de un esclavo. Ahora sé que cualquier
salario que le hubiese exigido al a vida, la vida me lo habría
pagado de muy buen grado.
Los rayos del sol no brillan por encima de mi cabeza para que yo
pueda reflexionar con tristeza en el ayer. El pasado ha quedado
sepultado y yo estuve a punto de permitir que me sepultaran junto
con él. Ya no derramaré más lágrimas. Que los rayos de sol puedan
brillar sobre las promesas del mañana... y sobre mi cabeza.
Nunca jamás volveré a saludar al amanecer sin una meta!
TERCER COMPROMISO
DEL ÉXITO
Estoy despierto.
Me siento invadido por una gozosa
anticipación.
Ahora experimento extraños murmullos en mi corazón al recibir
cada nuevo día con alegría y confianza, en vez de hacerlo con
autocompasión y temor.
Aquel que padece, recuerda. Jamás
repetiré los fracasos y los vanos errores del pasado, ahora que
cuento con estos pergaminos para servirme de guía.
Cada día,
me aventuraré a salir al mundo acompañado por tres nuevos aliados
muy poderosos: la confianza, el orgullo y el entusiasmo. Tengo
confianza en que lograré enfrentarme a cualquier desafío, el
orgullo me exige que me desempeñe al máximo de mis capacidades y
lograré todo esto porque he redescubierto ese poder tan especial
que faltaba en mi vida desde mi infancia, el poder del entusiasmo.
Cada acto memorable en la historia del mundo es un fruto del
entusiasmo. Jamás se ha logrado nada grandioso sin él, porque le
brinda un nuevo significado a cualquier desafío o a cualquier
ocupación, no importa lo atemorizantes o lo difíciles que sean.
Sin entusiasmo, estoy condenado a una vida de mediocridad, pero
con él podré obrar milagros.
Hay un nuevo significado en mi existencia. El fracaso ya no es
mi constante compañero. La nada, el aislamiento, la impotencia,
la tristeza, las vejaciones y la desesperación del pasado se han
desvanecido desde aquel día, no hace mucho tiempo, en que recordé
como sonreír.
Ya otros han empezado a reflejar mis sonrisas y mi solicitud,
Comparto con alegría la luz del amor y la felicidad.
Siempre bañaré mis días en el dorado resplandor del entusiasmo.
El entusiasmo es la mayor ventaja del mundo. Su valor potencial
supera con mucho al del dinero, el poder y la influencia. Sin
ayuda de nadie, el entusiasta convence y domina en donde las
riquezas acumuladas por el pequeño ejército de trabajadores
apenas provocarían un estremecimiento de interés. El entusiasmo
pasa por encima del prejuicio y la oposición, desdeña la
inactividad, toma por asalto la ciudadela de su objetivo y lo
mismo que una avalancha, aplasta y absorbe todos los obstáculos que
encuentra en su camino. He aprendido una gran lección... ¡el
entusiasmo es mi fe en acción! Si tengo fe no puedo fallar.
Siempre bañaré mis días en el dorado resplandor del entusiasmo.
Algunos de nosotros nos mostramos entusiastas en ocasiones y
unos cuantos incluso conservan sus anhelos durante un día o una
semana. Todo eso es muy bueno, pero yo debo desarrollar el
hábito, y lo haré, de conservar mi entusiasmo indefinidamente,
con toda honestidad y sinceridad, de manera que el éxito que
disfruto el día de hoy, pueda repetirse el día de mañana y la
próxima semana y el próximo mes. El entusiasmo, el amor por
cualquier cosa que esté haciendo en un momento determinado, obra
en formas maravillosas que ni siquiera necesito comprender, pero
lo que sí sé es que les brindará una vitalidad adicional a mis
músculos y a mi mente. Primero debemos desarrollar nuestros
hábitos y después, buenos o malos, estos nos formarán a nosotros.
El entusiasmo será el carruaje que me conducirá hacia una vida
mejor. Ya he empezado a sonreír, anticipando todas las cosas buenas
que vendrán.
Siempre bañaré mis días en el dorado
resplandor del entusiasmo.
El entusiasmo puede desplazar castillos y cautivar a las
bestias. Es el genio de la sinceridad, y la verdad muy rara vez
resulta victoriosa sin él. Lo mismo que muchos más, he permitido
que mi vida se guíe de acuerdo con las falsas ideas de las
verdaderas recompensas, en la creencia de que la comodidad y el
lujo deben ser mis metas, cuando todo lo que en verdad necesita
cualquiera de nosotros para sentirnos realmente felices es algo
con qué entusiasmarnos. El entusiasmo beneficiará mi futuro más de
lo que las lluvias de primavera nutren al trigo.
De ahora
en adelante, todos mis días sean diferentes de los días del
pasado. Jamás volveré a considerar que cualquier cosa que deba hacer
para sostener mi existencia es trabajo, ya que entonces
experimentaré la tensión de la necesidad en mi trabajo y las
horas de cada día durarán lo que parece un eternidad. Permítanme,
más bien, olvidarme de que debo trabajar para comer, abordando
los afanes de cada día con toda mi energía, mi atención y con un
espíritu animoso. Con estas cualidades, me desempeñaré mejor que
nunca antes y si esta producción entusiasta se prolonga, día tras
día, estoy seguro de que llegaré a ser más valioso para mí mismo
y para el mundo.
No hay ninguna persona, ninguna ocupación o
ningún problema que no puedan verse afectados por lo positivo de
mi actitud.
Siempre bañaré mis días en el dorado resplandor
del entusiasmo.
Bajo ese deslumbrante resplandor podré ver, por vez primera,
todas las cosas buenas que permanecieron ocultas a mis ojos
durante todos esos años de inutilidad. Así como el joven amante
posee una percepción más refinada y en el objeto de su afecto
puede ver cientos de virtudes y encantos invisibles a los ojos de
los demás, así yo, impregnado de entusiasmo, habré incrementado
mi poder de percepción y amplificado mi visión, hasta que logre
ver la belleza y el encanto que los demás no pueden discernir y que
pueden ser la compensación por las pesadas cargas de trabajo
monótono, privaciones, penurias e incluso de la persecución. Con
entusiasmo puedo sacarle el mejor partido a cualquier situación,
e incluso si llegase a tropezar de vez en cuando, como les sucede
hasta a los más talentosos, me levantaré y seguiré adelante con
mi vida.
Siempre bañaré mis días en el dorado resplandor del
entusiasmo.
Qué inmenso regocijo experimento, al saber que poseo este gran
poder de modificar mis días y toda mi vida con mi actitud. Qué
pena me dan todas esas legiones que no saben que pueden emplear
esta poderosa fuerza, una fuerza que ya poseen en su interior,
para guiar su futuro.
Le volveré la espalda al calendario y adoptaré el irresistible
encanto de la juventud, con su entusiasmo que burbujea como un
manantial de aguas que baja de la montaña. La juventud, no ve la
oscuridad más adelante, no ve ninguna trampa de la cual no sea
posible de escapar.
Se olvida de que en el mundo existía el
fracaso y cree que la humanidad ha estado esperando, durante
todos estos siglos, a que él o ella lleguen al mundo para
convertirse en los libertadores de la verdad, la energía y la
belleza.
El día de hoy alzaré mi antorcha en lo alto y les
sonreiré a todos.
Siempre bañaré mis días en el dorado resplandor del entusiasmo.
CUARTO
COMPROMISO DEL ÉXITO
Soy el poseedor de
un maravilloso poder.
Conozco el secreto de cómo influir en los pensamientos y en las
acciones de los demás cuando se encuentran a mi lado.
Este
conocimiento sólo, si se emplea sabiamente, ha permitido que un
sinnúmero de individuos ambiciosos se remonten a las grandes alturas
de la fama, la riqueza y el poder a todo lo largo de los
tiempos.
Desafortunadamente, sólo unos cuantos están conscientes de que
poseen un poder de esta naturaleza, mientras que la inmensa
mayoría ha pagado un precio terrible, en angustias y desdicha,
por su ignorancia. Ha perdido amigos, se les han cerrado puertas,
se han desvanecido sus oportunidades y sus sueños se han visto
destruidos.
Hasta ahora he sido uno de los miembros de esa
inmensa mayoría, destruyendo constantemente mis oportunidades
para alcanzar el éxito y la felicidad, porque neciamente abusé de
un poder que ni siquiera sabía que poseía.
Gracias a este
pergamino he abierto los ojos. El secreto es tan sencillo que
incluso todos los niños lo comprenden y lo usan instintivamente en
su propio beneficio. Podemos influir en los demás si los tratamos
en la misma forma en que nos gustaría que nos trataran a
nosotros.
Todos somos imágenes de los demás, con los mismos sentidos, los
mismos sentimientos, las mismas esperanzas, los mismos temores,
los mismos errores y la misma sangre. Si alguien tiene comezón,
su vecino se rasca; si alguien sonríe, su amigo le responde de la
misma manera.
Qué ignorante he sido. Sé que el éxito no puede
lograrse por sí solo. Sé que no existe tal cosa como un hombre o
una mujer que se haya formado por esfuerzo propio. Por
consiguiente, me doy cuenta de que jamás podré alcanzar mis metas
sin la ayuda de los demás y, sin embargo, puedo ver, cuando
reflexiono en mi pasado, que mis acciones me han tenido prisionero
detrás de las rejas del remordimiento.
¿Por qué querría
alguien contribuir a mis éxitos?
Siempre que fruncía el entrecejo, me encontraba a mi vez frente
a un entrecejo fruncido. Siempre que gritaba encolerizado, me
respondían voces encolerizadas. Siempre que me quejaba, me
dirigían miradas severas. Siempre que maldecía, el odio siempre
me devolvía la mirada.
Mis propias acciones me condenaban al mundo en donde nadie
sonríe jamás, al mundo de los fracasados. Neciamente he culpado a
los demás de mi difícil situación, pero ahora veo la culpa era
mía.
Al fin he abierto los ojos.
Prometo cumplir durante el resto de mi vida esta promesa
especial del éxito: Nunca jamás volveré a ser descortés con
ningún ser viviente.
Les sonreiré a amigos y enemigos por igual y haré todos los
esfuerzos posibles por encontrar en cualquier persona, una
cualidad que pueda alabar, ahora que al fin he comprendido que el
anhelo más profundo de la naturaleza humana es el ansia de ser
apreciada. En verdad, todos poseemos características dignas de
alabanza, y todo lo que necesito es asegurarme de hacer esos
cumplidos desde los más profundo de mi corazón y con un voz que
sea sincera.
Alabar, sonreír y preocuparse por los demás es
algo tan benéfico para el donador coma para el que recibe esos
favores. Este gran poder que afecta con tanta fuerza a los demás
obrará milagros en mi propia vida, a medida que su gratitud
regrese a mí en incontables formas.
Una sonrisa sigue siendo el regalo menos costoso de todos los
que puedo hacerle a cualquier persona y, su poder puede
conquistar reinos. Y todos aquellos a quienes trate con
amabilidad, dirigiéndoles palabras de alabanza, muy pronto
empezarán a ver en mí la buenas cualidades que nunca antes
percibieron.
Nunca más volveré a ser descortés con ningún ser
viviente.
Mis días de lamentaciones y quejas han tocado a su fin. No hay
nada más fácil que encontrar fallas en los demás. No se requiere
ningún talento, ningún renunciamiento, ningún carácter para
establecerse en el negocio de las quejas. Ahora ya no dispongo de
tiempo para dedicarme a esa lamentable ocupación, que todo lo que
podré lograr será manchar mi personalidad de manera que ya nadie
quiera asociarse conmigo. Esa era mi antigua vida. Ya no volverá
a serlo.
Estoy muy agradecido por esta segunda oportunidad.
He despreciado muchos años de oportunidades con mis enojos, mis
malos humores y mis miradas de ira, cuando una sonrisa y una
palabra amable habrían tendido la mano para ayudarme. Apenas
ahora estoy aprendiendo el máximo arte de la vida... mejorar el
momento dorado de la oportunidad y aprovechar todo lo bueno que
está a nuestro alcance.
Nunca más volveré a ser descortés con
ningún ser viviente.
En última instancia, una sonrisa y un apretón de manos son un
simple acto de amor. La vida ahora lo sé, no se compone de
grandes sacrificios u obligaciones, sino de todas esas pequeñas
cosas en las cuales las sonrisas, las bondades y los pequeños
deberes, que se brindan en cualquier momento y dondequiera que
sea posible hacerlo, son los que ganan y conservan cualquier
corazón. Los mejores fragmentos de la propia vida son los
pequeños actos de consideración y solicitud. Las palabras bondadosas
producen su propia imagen en el alma de los hombres y vaya si es una
imagen muy bella. Tranquilizan, calman, y consuelan a quien las
escucha, haciéndolo desistir de sus sentimientos amargos,
displicentes y poco amables. Todavía no he empezado a emplear las
palabras amables con tanta abundancia como debería hacerlo, pero
estoy seguro de que mejoraré si sigo practicando. ¿Quién sería
tan tonto para no intentarlo, cuando en el otro lado de la
balanza se encuentra la propia felicidad?
Nunca más volveré a
ser descortés con ningún ser viviente.
Puedo darme cuenta de que en la interacción de la vida
cotidiana, sólo a través de los insignificantes actos de bondad
que se repiten cada día e incluso cada hora, por medio de
palabras, tonos de voz, gestos y miradas, es como se ganan y se
conservan el afecto y la admiración. Qué fácil le resulta a un
ser benévolo esparcir el placer a su alrededor y qué cierto es
que un corazón benévolo es una fuente de alegría, haciendo que todos
a su alrededor dejen ver radiantes sonrisas. Cada noche, cuando
me retiro, ruego pidiendo que haya hecho por lo menos a un ser
humano un poco más feliz o un poco más sabio, o por lo menos un
poco más satisfecho consigo mismo.
¿Cómo puedo fallar, desde este momento en adelante, si mantengo
la promesa que he hecho en este pergamino, de tal manera que el
aire que respire en el futuro, pueda resplandecer de amor y de
buenos deseos?
Nunca jamás volveré a ser descortés con ningún ser viviente.
QUINTO COMPROMISO DEL ÉXITO
El
sol siempre brilla. Las uvas no siempre están maduras. Los
sepultureros no siempre están ociosos y no siempre reina la paz.
Ahora, lamentablemente, reconozco otra verdad. A pesar de que ya
he saboreado el embriagador vino del éxito, gracias a estos
pergaminos, sé que no puedo esperar que durante el resto de mis
días caminaré sobre las cimas de las montañas. No importa lo
mucho que los intente, lo mucho que persista y sobresalga en el
trabajo que he elegido, aun así habrá días y semanas y meses en
que todo lo que intente dé por resultado frustraciones y fracasos.
Todos nosotros, incluso los más poderosos y heroicos, pasamos muchos
de nuestros días viviendo con el temor al fracaso. ¿Poseemos
sacos de oro y piedras preciosas? No son suficientes; otros
tienen más. ¿Nos sentimos protegidos y a salvo? ¿A salvo de qué?
¿De enfermedades? ¿Del desempleo? ¿De robos? ¿Tenemos muchos amigos
y una familia que nos amen? ¿Podremos confiar siempre en la
amistad? ¿Perdurará el amor de los demás sobre nosotros?
El temor a la adversidad, que conduce al fracaso, proyecta una
terrible sombra sobre todos los días de nuestra vida. Su forma y
sus colores son muy variados, imaginarios y reales, confundidos y
claros, temporales y permanentes. La adversidad aterroriza al
trabajador que lucha por conservar su trabajo, al padre que reza
por que pueda alimentar a su familia, al comerciante que espera
vender su mercancía, al soldado que guía a otros en la batalla.
Tortura a todos por igual, a príncipes y mendigos, a sabios y
necios, a santos y criminales.
Antes no sabía cómo
enfrentarme a la realidad, y las heridas que recibía de mis
derrotas eran lo bastante severas para nublar mis esperanzas y
destruir mi ambición. ¡Pero ahora ya no será así! Esta es una
nueva vida y ahora ya conozco el secreto de sacar el mejor
partido de mis derrotas siempre que caigan sobre mi.
Siempre buscaré la semilla del triunfo en todas las adversidades.
No hay mejor escuela que la adversidad. Todas derrota, toda
angustia, toda pérdida, contiene su propia semilla, su propia
lección sobre las forma de mejorar mi desempeño la próxima vez.
Jamás volveré a contribuir a mi propia caída, rehusándome a
enfrentarme a la verdad y a aprender de mis pasados errores. La
experiencia es el más valioso extracto del sufrimiento y, no
obstante, una de las condiciones más terribles de esta vida es
que no es posible transferir su sabiduría a los demás. Todos
deben asistir a su propia escuela, y las lecciones siempre son
diferentes para cada persona. No hay otra forma. Sin embargo, la
adversidad siempre es el primer sendero que conduce hacia la
verdad, y yo estoy preparado para aprender cualquier cosa que
necesite saber con objeto de mejorar la condición de mi vida.
Siempre buscaré la semilla del triunfo en todas las
adversidades.
Ahora estoy mejor preparado par enfrentarme a cualquier
adversidad. Por vez primera me doy cuenta de lo veloz que pasan y
dejan de ser todos los hechos y acontecimientos, buenos y malos,
grandes y pequeños. Todas las cosas de la vida no sólo se
encuentran en un constante estado de cambio, sino que, además,
son la causa de un cambio constante e infinito unas en otras.
Cada día me encuentro parado en un angosto reborde. Detrás de mí se
encuentra el insondable abismo del pasado. Frente a mí está el
futuro, que devorará todo lo que me acontezca el día de hoy. No
importa lo que el destino me depare, sé que lo saborearé o lo
sufriré sólo durante un tiempo muy breve. Son tan pocos los que
comprenden esta verdad tan obvia, mientras que el resto permite
que sus esperanzas y sus metas se desvanezcan tan pronto como lo
hiere la tragedia. Esas desafortunadas personas llevan consigo,
hasta que mueren, su propio lecho de espinas y todos los día
miran hacia los demás en busca de simpatía y atención. La
adversidad jamás destruirá a la persona que tiene valor y fe. A
todos nos someten a una prueba en el horno del desastre y no
todos salimos de él. Yo sí lograré salir. El oro puede permanecer
un mes sobre ardientes carbones sin perder un solo gramo, y yo
soy más valioso que cualquier oro.
Siempre buscaré las
semillas del triunfo en todas las adversidades.
Ahora puedo ver que la adversidad tiene muchos beneficios, muy
poco reconocidos. Es la única balanza en la cual puedo pesar a
todos aquellos que profesan ser mis amigos, y enterarme de la
verdad. También es el estado en el cual puedo familiarizarme con
mayor facilidad con mi yo interno y posee la maravillosa
capacidad de sacar a relucir los talentos que hay en mí, los
cuales en circunstancias prósperas es probable que hubiesen
permanecido inactivos.
La adversidad nos acompaña desde que nacemos hasta nuestra
sepultura. La gema no puede pulirse sin tallarla y yo no puedo
perfeccionarme sin pruebas. Reconozco que me ha hecho bien
sentirme tostado por el calor y empapado por la lluvia de la vida
y, no obstante, debo confesar que todas las adversidades que he
sufrido han ido seguidas de mis gritos de cólera y resentimiento
contra el cielo. ¿Por qué Dios tenía que hacerme algo tan
terrible? ¿Por qué Dios me privó de una cosa y otra, cuando era tan
importante par mí?
Ahora sé que hay otras épocas en la vida en que las
oportunidades de ser y de hacer, se reúnan con tanta abundancia
alrededor de mi espíritu como cuando tiene que sufrir una cruel
adversidad. Entonces, todo depende de si levanto la cabeza o la
bajo pidiendo ayuda. Si recurro a simples recuerdos y trucos, la
oportunidad se habrá perdido para siempre y yo no resultaré más
rico ni más grande, más bien quizá más duro, más pobre y más pequeño
por mi dolor. Pero si me vuelvo hacia Dios, y lo haré de aquí en
adelante, cualquier momento de adversidad puede transformarse en
un triunfante punto crucial de mi vida.
Siempre buscaré la
semilla del triunfo en todas las adversidades.
En el futuro, cuando me derribe cualquier terrible derrota,
siempre me preguntaré a mi mismo, una vez que haya pasado el
primer dolor, cómo puedo convertir esa adversidad en algo bueno.
¡Qué gran oportunidad podría ofrecerme ese momento... tomar la
raíz amarga que estoy sosteniendo y transformarla en un fragante
jardín de flores!
Siempre buscaré la semilla del triunfo en
todas las adversidades.
SEXTO COMPROMISO DEL ÉXITO
Me he
engañado a mi mismo durante demasiado tiempo.
He alabado con insinceridad a todos aquellos que me han empleado
y he escatimado cada hora de los que yo consideraba que era un
trabajo pesado y tedioso. Para mí, el trabajo era el lamentable
precio que tenía que pagar par existir, porque en el momento de
mi nacimiento los dioses no tuvieron a bien depositar oro en mis
manos y una corona sobre mi cabeza. Qué necio he sido.
Ahora sé que el fruto derivado de trabajo es el más dulce de todos
los placeres y que aun cuando el genio quizá inicie grandes
obras, sólo el trabajo las terminará.
Al fin he abierto
los ojos gracias a estos pergaminos.
Que sencillo sería mi trabajo si yo dedicara tanto esfuerzo a
mejorar su calidad como el que he dedicado encontrar excusas par
no hacerlo en forma adecuada.
Hay un grandioso secreto del
éxito que empequeñece a todas las demás reglas. Con toda certeza
será incluido en todas y cada una de las listas de afirmaciones
sobre la creación de una vida mejor durante los siglos y los
milenios por venir, y no obstante, la mayoría de la humanidad la
rechazará, una y otra vez, como algo demasiado difícil. La
riqueza, la posición, la fama he incluso la esquiva felicidad
serán mías, a la larga, si cada día me decido a prestar más y
mejores servicios de los que me pagan. Hay otra forma más
poderosa de recordar esta ley tan difícil de la vida... cuando
nos piden que avancemos un kilómetro, debemos estar dispuestos a
avanzar dos. Dentro de muchos siglos, lo mismo que ahora, sólo
unos cuantos tendrán la determinación necesaria para seguir este
gran secreto de triunfadores y ellos serán los que reciban los
honores.
¡Yo empiezo el día de hoy!
Nunca jamás volveré a desempeñar ninguna tarea si no es en la
mejor forma en que pueda hacerlo.
Ahora sé que a fin de
crecer y florecer, debo atender estrictamente mis asuntos y
adelantarme un poco al tiempo. Aquellos que llegan a la cima son
los que no se contentan con hacer sólo lo que se les exige. Hacen
algo más. Avanzan otro kilómetro, y otro más.
Jamás cruza
por su mente la medida de su recompensa. Sabe que a la larga le
recibirá.
Sólo hay un método seguro para alcanzar las propias
metas y es mediante el trabajo arduo, tanto mental como físico Si
no estoy dispuesto a pagar ese precio para sobresalir, deberé
estar preparado para resignarme a un futuro de lágrimas y de
pobreza, golpeándome el pecho y compadeciéndome por lo vano de
una vida desprovista de sonrisas y de recompensas. Ya no siento
lástima de mi mismo. Me he apartado de ese camino que o conduce a
ninguna parte.
Nunca jamás volveré a desempeñar ninguna
tarea si no es en la mejor forma en que pueda hacerlo.
No
estoy encadenado a mi trabajo; no soy un esclavo. Incluso si detesto
las tareas que debo desempeñar, comprendo que el trabajo fatigoso
es tan necesario para que salgan a relucir los tesoros de mi
mente, a fin de mejorar mi suerte, como también son necesarios el
trabajo de la tierra y la siembra para producir resultados para
todos aquellos que cultivan la tierra. Yo puedo desarrollarme más
allá de cualquier tarea que me asignen ahora, siempre y cuando
nunca me olvide de que soy hijo de Dios y nací para triunfar.
Nunca jamás volveré a desempeñar ninguna tarea si no es en la mejor
forma en que pueda hacerlo.
Mi parte del trabajo de este
día quizá sea limitada, pero el hecho no se mueve sólo gracias a
los poderosos músculos de nuestros héroes, sino también gracias
al conjunto de los pequeños impulso de cada trabajador honesto.
El secreto del verdadero amor al trabajo es la esperanza de
triunfar en ese trabajo, no por la recompensa en dinero, no por el
tiempo dedicado a ello o por la habilidad ejercida, sino por el
orgullo y la satisfacción en el desempeño del trabajo mismo.
Una recompensa suficiente por algo bien hecho es haberlo hecho.
Nunca jamás volveré a desempeñar ninguna tarea si no es en la
mejor forma en que pueda hacerlo.
De ahora en adelante,
cuando haya terminado mi día de trabajo, sorprenderé al mundo.
Permaneceré allí un poco más y dejaré que ese esfuerzo adicional sea
una inversión para mi futuro. Con una actitud así, tan rara en
este egoísta mundo en que vivimos, no puedo fracasar.
Y no
obstante, si trabajo de esa manera, si persisto en recorrer ese
kilómetro adicional, debo prepararme par las burlas que quienes
nunca contribuyen con un día de trabajo justo. Con objeto de
lograr alguna cosa grandiosa en esta breve vida, me doy cuenta de
que debo dedicarme la trabajo con tal concentración de mi mente,
de mis músculos y de mi tiempo que, para todos aquellos que viven
la escualidez del ocio, pueda parecerles que he perdido la razón.
Que así sea.
Nunca jamás volveré a desempeñar ninguna tarea
si no es en la mejor forma en que pueda hacerlo.
Si me dan
amor y trabajo, sólo esas dos cosas, podré vivir una vida contenta.
Yo no podría, por mucho tiempo, ser feliz sin alimento, bebida,
comida, ropa o abrigo, pero puedo tener todas esas cosas hasta la
perfección y aun así ser infeliz. ¿Qué es lo mejor para un río?
Seguir corriendo; si se detiene, se estanca. Lo mejor par mí es
aquello que mantiene mi flujo en movimiento. Muy pocas personas
se dan cuenta de lo mucho que su felicidad depende de su trabajo,
del hecho de que se mantienen ocupadas y no disponen de tiempo
para condolerse de sí mismas. Yo no soy nada sin mi trabajo. El
secreto primordial de la felicidad es tener algo que hacer.
Nunca jamás volveré a desempeñar ninguna tarea si no es en la
mejor forma en que pueda hacerlo.
Jamás volveré a dejar de
recorrer ese kilómetro adicional, o de rendir menos de lo que
merece mi paga.
De ahora en adelante, desempeñaré mi trabajo
con toda la intensidad que pueda dedicarle... no sólo mi
trabajo y nada más, sino un poco más, ese poco más que con el
tiempo valdrá todo el resto. Y si sufro, como a menudo me sucederá,
y si dudo del valor de mis esfuerzos, como en ocasiones lo haré,
aun así seguiré desempeñando mi trabajo. Pondré en ello todo mi
corazón y el cielo se despejará, y desde el fondo mismo de la
duda y el sufrimiento, nacerá la suprema alegría de la vida.
Espero obedecer siempre esta promesa especial de éxito:
Nunca jamás volveré a desempeñar ninguna tarea si no es en la
mejor forma en que pueda hacerlo.
SÉPTIMO COMPROMISO DEL ÉXITO
He
dispersado mis esfuerzos en tantas direcciones. He desperdiciado
tantas estaciones corriendo de un arco iris al siguiente. He
pasado incontables años introduciendo cubos vacío en pozos vacíos.
Seguía albergando la esperanza de que el éxito, la felicidad y la
riqueza algún día serían míos.
Esperé en vano. Sin el
milagro de estos pergaminos, quizá habría seguido esperando
eternamente. Qué triste. Al recorrer la calle de poco a poco, a la
larga se llega a la casa de jamás.
Ahora todo esto ha quedado
atrás.
Ahora comprendo por qué el éxito me ha esquivado. La persona que
perpetuamente titubea pensando cuál de dos cosas hará, acaba por no
hacer ninguna. Si yo vacilo de un plan a otro y constantemente me
inclino en la dirección del viento, como lo hacen los lirios,
dirigiéndome hacia todos los puntos que señala la brújula, jamás
lograré nada grandioso o útil. Quienes se concentran en una sola
coas a la vez son los únicos que progresan en el mundo. El hombre
o la mujer superior es el que nunca se aparta de su especialidad,
ni disipa tontamente su individualidad. Ahora ya conozco el mayor
secreto que siempre estuvo delante de mis ojos y que yo era
demasiado ciego para verlo.
Siempre pondré todo mi ser en la
tarea que tenga entre manos.
La inmensa diferencia entre quienes triunfan y quienes fracasan
no consiste en la cantidad de trabajo que desempeña cada uno de
ellos sino en la cantidad de trabajo inteligente. Muchos de los
que fracasan de manera más ingeniosa hacen lo suficiente par
alcanzar un gran éxito, pero trabajan al azar en cualquier cosa
que se les asigna, construyendo con una mano para derribar con la
otra. No aprovechan las circunstancias, convirtiéndolas en
oportunidades. No poseen ninguna facultad para cambiar las honestas
derrotas en reveladoras victorias.
Contando con la capacidad suficiente y disponiendo de amplio
tiempo, que son los principales ingredientes del éxito, se
encuentran siempre impulsando de un lado a otro una lanzadera
vacía y jamás llegan a entretejer la verdadera trama de su vida.
Jamás volveré a poner únicamente las manos en mi trabajo, cuando
debería dedicarle todo mi ser. Al fin he abierto los ojos. De ahora
en adelante, haré todo lo que esté haciendo como si en todo el mundo
hubiese otra cosa más importante.
La creación de miles de bosques están en una sola bellota.
La concentración y la perseverancia construyeron las grandes
pirámides en las planicies de Egipto. El maestro de un solo
oficio puede sostener a una familia; el maestro de siete oficios
no puede sostenerse a sí mismo. El viento nunca sopla para el
navegante que no sabe hacia qué puerto se dirige. Ahora ya sé hacia
dónde quiero ir y cómo llegar a mi puerto de destino.
Siempre pondré todo mi ser en la tarea que tenga entre manos.
Lo que nuestro mundo nos pide no es hacer muchas cosas con
indiferencia, son una sola en una forma suprema. Quien dispersa
sus esfuerzos, no puede esperar el éxito.
Si cortásemos en
dos a una salamandra, la mitad del frente correría hacia adelante
y la otra hacia atrás. Así es el progreso de quienes dividen sus
propósitos. El éxito siempre se muestra celoso de las energías
dispersas.
Estoy preparado para grandes cambios en mi vida.
El mundo sabrá que he cambiado mi curso. Qué poder tan
inmenso sobre la vida es el poder de tener metas directas. Mi
voz, mis vestidos, mi apariencia, mis movimientos y gestos mismos
cambiarán a medida que empiece a vivir mis días con un
propósito.
¿Cómo es posible que yo, igual que muchos otros, haya podido
permanecer ciego a esta verdad?
La persona que sabe hacer
una cosa y la hace mejor que cualquier otro aun cuando sólo se
trate del arte de cultivar lentejas, recibe la corona que se
merece. Si cosecha las mejores lentejas por haber dedicado toda su
energía a ese fin, es un benefactor de la humanidad y se le
recompensa como tal.
Siempre pondré todo mi ser en la tarea
que tenga entre manos.
Decidiré cuales serán mis metas y siempre las tendré presentes
en mis pensamientos. Sólo encontramos aquello que buscamos con
todo nuestro corazón. Si no busco nada en particular en la vida,
sólo encontraré eso. La abeja no es el único insecto que visita
a la rosa, pero sí es el único que se lleva la miel. No importa
lo espléndidos que sean los materiales que hayamos entresacados
de nuestros años de estudio y de los afanes de nuestra juventud.
Si salimos a la vida sin ninguna idea bien definida de nuestro
futuro trabajo, podemos estar seguros de que no habrá ninguna
circunstancia afortunada y accidental que convierta lo que
hacemos en una imponente estructura de magníficas proporciones.
A menudo se nos indica que debemos apuntar muy alto en la vida, pero
más bien, deberíamos apuntar hacia un blanco en el cual podamos
acertar. No basta con tener un propósito general. La flecha que
se dispara con el arco no va por allí viendo a que puede pegar
en su trayectoria, sino que vuela directa hacia la marca.
La explosión ampliamente dispersada de trueno no produce los mismos
resultados que un sólo rayo concentrado.
Ahora sé que si aspiro a una meta meritoria, con firmeza y
persistencia, dedicando a ello todos los poderes de mi mente no
puedo fracasar. Si concentro los rayos del sol con ayuda de un
espejo, incluso durante los días más fríos del invierno, podré
encender fácilmente una hoguera.
Siempre pondré todo mi ser en la tarea que tenga entre manos.
La más débil de las criaturas vivientes, al concentrar sus
poderes en un solo objeto, puede obtener buenos resultados,
mientras que la más fuerte, al dispersar sus esfuerzos en muchas
tareas, no podrá lograr nada. Las gotas de agua, al caer
continuamente, perforan incluso las rocas más duras, pero el
precipitado torrente corre apresurado sobre ellas con un espantoso
bramido, sin dejar atrás ninguna huella.
Yo dejaré mis
huellas. El mundo sabrá que he estado aquí Siempre pondré todo mi
ser en la tarea que tenga entre manos.
OCTAVO
COMPROMISO DEL ÉXITO
He sido tan ciego.
Ni una sola vez reconocí la
oportunidad cuando se presentó en mi vida, porque siempre llegaba
disfrazada de trabajo arduo.
Ni una sola vez pude ver la
carroza dorada que me aguardaba para transportarme hacia una vida
mejor, porque mis ojos siempre estaban llenos de lágrimas de
autocompasión mientras vagaba por los caminos vecinales de la
vida, sin destino alguno.
Mi visión ya no está obstaculizada
por mi actitud, porque mi actitud se ha transformado.
Ahora comprendo que las oportunidades nunca se presentan delante de
nosotros con su potencial para alcanzar la riqueza, el éxito o los
honores pintados en ellas. Cada tarea que debo realizar deberá
hacerse con mi mejor esfuerzo, o de lo contrario corro el riesgo
de que las mejores oportunidades de la vida se alejen de mí, sin
siquiera el sonido de una campana de advertencia. Amanece un día,
lo mismo que todos los demás días, y a lo largo de él florece una
sola hora, igual que las demás horas, pero es posible que en ese
día y en esa hora me enfrente a la oportunidad de toda una vida.
Enfrentarse a cada tarea, sin importar lo difícil y humilde que sea,
y hacerlo con valor y persistencia, es la única forma en que
puedo estar seguro de aprovechar las máximas oportunidades cuando
se presenten, ya sea que vengan anunciadas con fanfarrias o que,
como de costumbre, se oculten debajo de un manto de polvo.
Mi antiguo yo, despreciando el trabajo de cada día y ventilando mis
sentimientos de frustración con todos los que estaban cerca de mí,
jamás habría sido capaz de sitiar a la oportunidad. Ahora,
gracias a estos pergaminos, estoy reconstruyendo mi vida y de
ahora en adelante marcharé siempre con la cabeza erguida,
buscando las oportunidades con la misma firmeza con que el león
hambriento busca algo qué comer.
Nunca jamás volveré a
aguardar en espera de que la oportunidad se presente ante mí.
Le he vuelto la espalda al pasado. Ninguno de aquellos fracasos
demorará mi nuevo paso hacia esa resplandeciente tierra de éxito
y felicidad en donde pasaré el resto de mi vida.
Ahora sé
que si quiero cantar, siempre podré encontrar un cántico. Ahora
miro hacia atrás sólo para recordar. En qué lamentable fracaso
llegué a convertirme. Hay un viejo proverbio que dice,
"Disfruta de todo lo poco que tienes mientras el necio va de
cacería en busca de más". Eso era lo que yo creía y así actuaba
en el pasado, pues ¿acaso no todos los proverbios dicen la
verdad? ¡No! Estoy iniciando una nueva vida y he invertido las
palabras de este proverbio, en la misma forma en que he alterado
las acciones de mi vida pasada. Ahora ese proverbio reza:
"¡Mientras el necio disfruta de lo poco que tiene, yo iré en
busca de más!"
Nunca jamás volveré a aguardar en espera de
que la oportunidad se presente ante mí.
En el transcurso
de estas cuantas semanas, ya he mejorado muchas cualidades de mi
carácter, de manera que ahora me encuentro mejor equipado para
reconocer las oportunidades y reclamar mi parte. También he
desarraigado los malos hábitos que me refrenaban, mediante la
repetición cotidiana de las palabras escritas en estos
pergaminos, y esa reconstrucción apenas se ha iniciado.
Permítanme empezar desde el punto donde me encuentro, incluso
cuando todavía conservo en mí algunas cualidades que a menudo me
hacían despreciarme a mí mismo. Permítanme encargarme de
ellas, un a la vez, recurriendo a la fortaleza que Dios me da par
ayudarme a corregir mis debilidades. Por lo menos, estaré mejor
que ahora si tengo el valor de extender el brazo para llegar a lo
que está fuera de mi alcance y la fe suficiente para creer que
puedo ser la persona que debería ser.
En el pasado,
permití tontamente, que mis fracasos y lamentaciones me abrumaran
a tal grado que siempre me veía obligado a viajar con la cabeza
inclinada y la mirada fija en el suelo. Ahora que he arrojado a un
lado mi pesada carga del pasado y que he alzado la mirada hacia
dondequiera que dirijo mi vista, puedo ver las puertas que me dan
la bienvenida a una vida mejor.
Nunca jamás volveré a
aguardar en espera de que la oportunidad se presente ante mí.
Cada día, cuando anuncie mis metas, anotaré en primer lugar de todo
lo que debo permanecer alerta a las oportunidades. Y cada mañana,
al despertar, saldré al encuentro del nuevo día con una sonrisa,
no importa cuáles sean las tareas desagradables que me aguarden.
La oportunidad, como el amor, se siente atraída por la melancolía
y la desesperación. Ahora sé que todos los grandes triunfadores
de la vida siempre se dedican a su trabajo con una sonrisa en los
labios, aceptando las oportunidades y los cambios que surgen en
esta vida mortal con sentido del humor y con buen ánimo,
enfrentándose en la misma forma a las cosas difíciles y a las
fáciles a medida que se presentan. Son todos esos hombres y
mujeres sabios que siempre crean más oportunidades de las que
encuentran.
¿Cómo es posible que yo haya podido vivir tantos
años sin percibir la verdad que ahora es tan obvia para mí? ¿Por
qué tantos de nosotros vemos que los momentos dorados en la
corriente de la vida pasan apresurados a nuestro lado y lo único
que podemos reconocer es la arena? ¿Por qué los ángeles llegan a
visitarnos y sólo nos enteramos de ello cuando ya se han ido?
Muchas veces, las oportunidades son tan pequeñas que ni siquiera las
vislumbramos y, sin embargo, a menudo son las semillas de grandes
empresas. Las oportunidades también se encuentran por todas
partes, de manera que siempre debo tener mi anzuelo preparado.
Cuando menos lo espere, quizá un gran pez pase nadando frente de él.
Nunca jamás volveré a aguardar en espera de que la oportunidad
se presente ante mí.
Ya no soy la misma persona que era
hace apenas unas cuantas semanas. Las oportunidades jamás
volverán a permanecer ocultas a mi vista. Ya no me lamentaré,
desgarrando mis ropas y maldiciendo al mundo porque carezco de
las cosas buenas de la vida. Todavía me siento descontento con mi
suerte, pero ahora experimento un descontento que se yergue bajo la
lluvia, mirando hacia el cielo en busca del firmamento azul y
las estrella. Hay dos clases de descontentos en este mundo, el
descontento que trabaja y el descontento que se retuerce las
manos. El primero obtiene lo que desea, mientras que el segundo
pierde lo que posee. No existe cura alguna para el primero, como no
sea el éxito, pero no existe ninguna cura para el segundo. Ahora sé
quién soy. Me agrada la persona que soy. Te doy gracias por ello,
Dios mío.
Ahora comprendo que la oportunidad no llama a
ninguna puerta. Me responde sólo cuando yo llamo a su puerta. Lo
haré a menudo y con fuerza.
Nunca jamás volveré a aguardar en espera de que la oportunidad
se presente ante mí.
NOVENO COMPROMISO DEL ÉXITO
He Sido Demasiado Benévolo Conmigo Mismo. He cerrado el
libro de cada día con demasiada rapidez. Nunca me he tomado el
tiempo, antes de retirarme por la noche, para cotejar el costo de
las cosas tanto buenas como malas que me ha atraído hacia mí
mismo durante el día.
Jamás me he atrevido a repasar, con
valor y honestidad, mis pensamientos, palabras y acciones de un
día, a fin de planear mejor el siguiente.
La verdad acerca del éxito y la forma de alcanzarlo nunca ha
permanecido oculta de mi vista. Simplemente me he dejado atrapar
a tal grado en la lucha por sobrevivir que no he logrado
reconocerla.
Al final de cada día, había acabado con ese día.
Cualesquiera errores, fallas o accidentes que ensombrecieron mis
horas, los apartaba de inmediato de mi mente con una excusa.
Mañana será un nuevo día, me prometía a mí mismo. Quizá la vida
se mostrará más benévola conmigo. ¡Estaba equivocado!
Al fin
he podido enfocar mi visión.
Ahora puedo ver que el mundo es
un mercado en el cual todo está marcado con un precio fijo y debo
cumplir con mis decisiones acerca de lo que compre con mi dinero,
mi trabajo y mi ingenio, ya sea que se trate de riquezas,
comodidades, fama, integridad o conocimientos.
Jamás deberé
actuar como un niño que, cuando ha comprado una cosa, se lamenta
porque no posee otra. Puesto que los tratos diarios que hago con mi
vida son difíciles de rescindir, permítanme asegurarme en el futuro
de que estoy acumulando cosas de valor y permanentes a cambio de
mi esfuerzo y del sudor de mi frente. La única forma de hacerlo
con certeza es practicando un ejercicio especial, cada día, antes
de entregarme al sueño.
Siempre examinaré, cada noche, mis hechos del día que toca a su
fin.
Incluso lo peor de mis vicios y de mis hábitos se mitigará si
cada día lo llamo a cuentas. Qué alegría, qué bendito sueño
vendrán siempre después de una inspección personal así.
Las preguntas surgen en mi mente ante la menor inspiración:
¿Qué debilidad he dominado el día de hoy?
¿A qué pasión
me he opuesto?
¿A qué tentación me he resistido?
¿Qué virtud he
adquirido?
Gracias a estos pergaminos, ya he empezado a recibir cada nuevo
día con un plan, de manera que el buen camino que estoy
recorriendo esté bien marcado. Ahora, al final del día, meditaré
con sumo cuidado en los progresos y en los problemas de mi
jornada y este último de los hábitos que recién he adquirido,
creará en mi mente un diario del día de hoy y un libro de texto
para el día de mañana.
Siempre examinaré, cada noche, mis
hechos del día que toca a su fin.
Por la noche, tan pronto como haya extinguido mi vela, repasaré
las palabras y las acciones de todas y cada una de las horas del
día, no permitiendo que nada escape de mi examen, puesto que ¿por
qué debería temer el espectáculo de mis errores, cuando tengo el
poder de amonestarme y de perdonarme a mí mismo?
Tal vez
actué de una manera demasiado cortante durante cierta disputa. Muy
bien pude abstenerme de expresar mi opinión, pues fue hiriente y no
hizo ningún bien, Lo que dije era verdad, pero las verdades no
siempre deben pronunciarse. Debí refrenar mi lengua, puesto que
no vale la pena discutir ya sea con las personas necias o con
nuestros superiores. He hecho mal, pero no lo volveré a hacer.
Experiencia es el nombre que la humanidad siempre les ha asignado a
sus extravagancias o a sus pesares. Pero las cosas no tienen por
qué ser así. Las lecciones del día de hoy pueden convertirse en
los cimientos del mañana para levar una vida mejor, siempre y
cuando yo tenga la voluntad de aprender algo de ellas, y la
tengo.
Siempre examinaré, cada noche, mis hechos del día que toca a su
fin.
Permítanme repasar mis acciones, permítanme observarme a mí
mismo tal como lo haría mi pero enemigo, y así me convertiré en
mi mejor amigo. Empezaré, justo en este momento, a convertirme en
la persona que seré de aquí en adelante. Quizá descienda la
oscuridad pero no nublará mis ojos antes de que haya repasado,
plenamente, todos los acontecimientos de mi día.
¿Qué dejé sin hacer, que debía haber realizado?
¿Qué
hice, que podía haber hecho mejor?
Una de las mayores alegrías que todavía no hemos descubierto de
esta vida, se deriva de hacer todo lo que intentamos hasta el
máximo de nuestras capacidades. Se experimenta un sentimiento muy
especial de satisfacción, cierto orgullo al inspeccionar un
trabajo así, un trabajo bien terminado, completo, preciso,
consumado en todas sus partes, que jamás podrá conocer la persona
superficial que deja su trabajo terminado a medias, en una
condición descuidada y desordenada. La terminación completa es lo
que convierte a cualquier trabajo en una obra de arte. La tarea
más insignificante, bien hecha se convierte en un milagro de
logro.
El trabajo del día de hoy se verá superado por el que realice el
día de mañana; no puede ser de otra manera. La superación siempre
viene detrás del examen y el repaso. Todos deberíamos ser más
sabios el día de hoy que el de ayer.
Siempre examinaré,
cada noche, mis hechos del día que toca a su fin.
¿Sobreviví este día sin compadecerme de mí mismo?
¿Le di
bienvenida a la nueva alborada teniendo en las manos un esquema y
una meta?
¿Fui amable y bondadoso con todas las personas con
quienes me encontré?
¿Traté de recorrer ese kilómetro
adicional?
¿Estuve alerta en busca de oportunidades?
¿Traté de encontrar lo bueno en todos y cada uno de los
problemas?
¿Sonreí frente a los rostros llenos de cólera y odio?
¿Concentré mis fuerzas y mis propósitos?
¿Qué puede haber más provechoso que este repaso cotidiano di mi
vida, de manera que pueda vivirla con orgullo y satisfacción?
Jamás volveré a terminar mi día cuando el sol se pone. Todavía
me falta un acto más que debo realizar. Siempre examinaré,
cada noche, mis hechos del día que toca a su fin.
COMPROMISO FINAL
Ofrezco..., Juro...
Prometo... no
olvidarme jamás de que el mayor talento que Dios me ha conferido
es el poder de orar. A través del triunfo y la desesperación, del
amor y la abrumadora angustia, del éxtasis y el dolor, del aplauso y
el rechazo, del éxito y el fracaso, siempre puedo encender la
lámpara de la fe en lo más profundo de mi corazón, con ayuda de
una plegaria, y esa luz me guiará a salvo a través de las brumas
de la duda, de la tenebrosa oscuridad de la ineficacia, de los
angostos y espinosos senderos de la enfermedad y la pesadumbre,
ayudándome a cruzar los traicioneros lugares en donde se
encuentra la tentación.
Ahora sé que Dios sólo escuchará lo
que le diga mi corazón.
Por la mañana, la oración es la llave que me abrirá las puertas
del tesoro en donde se guardan las bendiciones de Dios, y por la
noche es la llave que me coloca bajo Su protección.
En
tanto que sea posible orar, siempre habrá esperanza y valor. Sin la
plegaria puedo lograr muy pocas cosas; con ella, todas las cosas son
posibles. Dejaré que esta décima y última promesa me guíe siempre
para gobernar mi vida:
Siempre me mantendré en contacto
con mi Creador, a través de la oración...
Mientras menos sean
las palabras, mejor será la oración.
Entre mis plegarias siempre pronunciaré estas sencillas
palabras...
Plegaria a un amigo invisible:
Mi amigo especial, te doy
las gracias por escucharme. Tú sabes lo mucho que me estoy
esforzando por cumplir con la fe que Tú has depositado en mí.
También te doy gracias por el lugar en donde habito. Nunca permitas
que ni el trabajo ni el juego, no importa lo satisfactorios o lo
gloriosos que sean, alguna vez lleguen a separarme, durante mucho
tiempo, del amor que mantiene unida a mi valiosa familia.
Proporcióname algunos amigos que me comprendan y que a pesar de todo
sigan siendo mis amigos.
Concédeme un corazón que sepa
perdonar y una mente que no tenga miedo de viajar, aun cuando la
senda no esté marcada.
Concédeme un poco de sentido del humor
y unos cuantos ratos de ocio en los que no tenga nada que hacer.
Ayúdame a esforzarme para alcanzar la suprema recompensa legítima
del mérito, la ambición y la oportunidad y, sin embargo, nunca
permitas que me olvide de tenderles una compasiva mano de ayuda
a todos aquellos que necesitan aliento y ayuda.
Concédeme
la fortaleza necesaria par enfrentarme a lo que venga, para que
pueda ser valeroso frente al peligro, constante en la tribulación,
templado en la cólera, y que siempre esté preparado para
cualquier cambio de fortuna.
Permíteme mostrar una sonrisa en
vez de un entrecejo fruncido, pronunciar una palabra amable a
aliento en vez de frases duras y amargas.
Concédeme que sea compasivo con el dolor de los demás,
comprendiendo que hay desdichas ocultas en todas las vidas, sin
importar lo elevadas que sean.
Consérvame siempre sereno en
todas y cada una de las actividades de la vida, ni indebidamente
jactancioso ni entregado al pecado más grande del menosprecio
hacia mí mismo.
En el dolor, que mi alma se eleve con el
pensamiento de que si no hubiese sombras, tampoco habría rayos de
sol.
En el fracaso, consérvame la fe.
En el éxito, haz que siga siendo humilde.
Haz que sea
juicioso para desempeñar mi cuota completa de trabajo, y todavía
más, tan bien como pueda hacerlo y una vez que haya terminado,
deténme, págame el salario que sea Tu voluntad y permíteme decir,
desde el fondo de un corazón amante... un agradecido
Amén.
OG
MANDINO
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