El
Maestro Jesús era un hombre sencillo que caminaba por las calles en medio de
multitudes con quienes conversaba directamente, y vivía en compañía de sus pocos
discípulos. Claro que había una bondad, una pureza, una realeza que emanaban de
Él, pero en nada se asemejaba a ese "Maestro elevado e inaccesible" que todas
las iglesias han fabricado por completo.
El Maestro Jesús era completamente accesible, sencillo aunque imponente, y eso
era lo que complacía a la muchedumbre. Cuando estaba en un pueblo, las personas
conocían sus hábitos y lo esperaban en los sitios donde con frecuencia enseñaba
en forma de parábolas, historias y discusiones con quienes se acercaban a
hacerle preguntas, o quienes trataban de confundirlo. Todos podían acercársele y
participar en sus conversaciones, y cualquiera podía hablar.
El Maestro les ofrecía una enseñanza velada y no revelaba todos sus
pensamientos. Los que se mostraban interesados luego de conocerlo por la primera
vez, podían seguirlo y convertirse en uno de sus seguidores. Podían ser
discípulos sin abandonar su familia ni su trabajo.
Después el Maestro les daba otras enseñanzas -- más profundas, más prácticas,
más directas--, y les explicaba el significado de las parábolas.
Uno de los peldaños más altos para entrar al círculo de discípulos era
arrepentirse de las faltas cometidas y recibir el bautismo de Juan. Eran los más
cercanos discípulos del Maestro, los doce apóstoles, quienes bautizaban a los
aspirantes que entraban a un nivel más alto dentro del sendero.
Cuando el candidato recibía el bautismo, entraba a un círculo interno más
restringido y a una escuela secreta. Dentro de este círculo, el Maestro
trasmitía una profunda enseñanza iniciática, así como otros métodos de
instrucción más precisos. Decía que estaba trabajando por el futuro de la
humanidad utilizando como mediadores a los discípulos que estaban preparados.
Los discípulos de esta escuela secreta incluían a hombres y mujeres, aunque la
mayor parte de ellos eran hombres debido a las costumbres de la época. La
disciplina era estricta, como en todas las comunidades esenias, pero la
presencia del Maestro significaba que el regocijo, la alegría y el amor
circulaban abundantemente de alma a alma. Los estudiantes tenían que hacer
muchos ejercicios y trabajar sobre sí mismos, sobre sus propios asuntos, según
las instrucciones que se les daban.
El Maestro les decía que cuando un grupo de personas se reúne libremente en
torno a una idea divina y todos comienzan a trabajar sobre sí mismos en la
dirección de esta idea, entonces, si hay suficientes, ellos llevan dentro de sí
mismos a la humanidad toda y pueden hacerla evolucionar. De su trabajo emana una
fuerza y una comunión espiritual, que es como un sol en el alma de la tierra y
de la humanidad. Este sol, a su vez, obra a través del tiempo para atraer la
idea divina y darle vida en la realidad terrena.
El Maestro dio instrucciones muy precisas sobre este trabajo, y durante algunas
bellas ceremonias comunales -- un ejemplo muy notable es el lavatorio de pies
--, dejó en claro que cada uno de ellos estaba convirtiéndose en uno con el
Cristo, que cada uno de ellos se estaba convirtiendo en una parte del Cristo en
la tierra, y que la encarnación final de Cristo dentro de todos los seres
humanos dependía del trabajo que hiciera cada uno de ellos.
El Maestro también trasmitió cantos, sonidos, palabras, danzas y movimientos que
había que ejecutar en un estado mental particular y con gran pureza interior ,
para producir ciertos efectos dentro de uno mismo y dentro del alma de la
tierra. Enseñó que, de esta forma, ciertos seres espirituales muy puros que
residen en el alma del hombre y de la tierra podían despertarse, alimentarse y
fortalecer la voluntad del Padre Celestial.
Los discípulos también tenían que tomar el voto nazareno de no volver a comer
carne ni tomar bebidas fermentadas nunca más. El Maestro dijo que si alguno
ingería carne o tomaba alcohol, no podía recibir su palabra. Esta disciplina era
aplicable tanto en el aspecto externo de la vida, como en el interno. El Maestro
enseñaba que el vegetarianismo físico tenía que complementarse con
vegetarianismo psíquico, con una actitud de vida interna llena de una moralidad
viviente, de un activismo pacífico, de una voluntad tenaz y serena, de una mente
clara y abierta.
Como los esenios, el Maestro concedía gran importancia a la limpieza y a la
pureza. La pureza que el Maestro enseñaba era menos rígida que la que predicaban
los esenios. Era viviente, movida, dinámica. El Maestro Jesús era muy tolerante
y abierto. Estas reglas aplicaban sólo dentro del círculo interno de su Escuela.
Sus enseñanzas tenían diversos grados, según el estado de conciencia y el nivel
de evolución de quien estuviera ante Él. El Maestro amaba a todos los seres y
deseaba que cada uno pudiera recibir y participar de la palabra de Dios dentro
de su propio nivel. Para algunos, esta palabra sonaba a reprimenda, a severidad,
incluso a condena. Para otros, era de consuelo y esperanza. Y finalmente, para
los discípulos preparados, abría las puertas al sagrado sendero de la iniciación
del alma a los misterios eternos.
Al Maestro Jesús le gustaba que la atmosfera fuera pura, por eso antes de venir
le dijo a sus discípulos que se prepararan y purificaran de pensamientos,
sentimientos y deseos por medio de ejercicios rítmicos, movimientos y danzas.
Utilizaban ciertas ondas humanas que tenían el poder de vivificar, purificar y
mejorar la calidad de la atmósfera de un lugar.
El Maestro Jesús también era cuidadoso del lugar donde enseñaba o donde
practicaba los trabajos de su Padre-Madre con sus seguidores. Así, cuando estaba
en Jerusalén, enseñaba a la multitud en la plaza de los Gentiles, o en ciertos
lugares en las calles de la ciudad. La gente sabía dónde encontrarlo. Con sus
discípulos, le gustaba salir de la ciudad. Así, con frecuencia se reunía con los
miembros del círculo interno en el jardín de las 12 palmas, cerca de Betania.
Allí había un arroyo y el Maestro les había explicado ampliamente que ese lugar
estaba vinculado al trabajo que sus fieles discípulos tendrían que realizar en
el mundo en los siglos venideros. A todos ellos les reveló el propósito de su
misión, la historia futura de la humanidad, las diferentes encarnaciones de sus
discípulos, y el papel que tendrían que desempeñar en la historia como
servidores del Cristo. Además, aludió al misterioso papel de Juan el Apóstol y
lo comparó con Juan el Bautista, el profeta Elías, y la Hermandad Esenia.
Asimismo, cuando el Maestro Jesús estuvo entre sus discípulos, nombró al Maestro
San Juan como el líder y principal responsable de esta escuela interna y secreta
. Fue el Maestro San Juan quien fue puesto a cargo de esta Escuela y de
asegurarse de que los ejercicios se hicieran correctamente.
Posteriormente, el Maestro San Juan continuó su tarea incluso después de la
partida de Jesús. Se mantuvo fiel y abrió Escuelas Internas en muchos países
europeos. Estas Escuelas continúan existiendo en secreto y se han propagado
hasta nuestro tiempo, manteniendo la enseñanzas de Cristo puras, exactas, como
las esenios mantuvieran puras las auténticas enseñanzas secretas de Moisés.
Actualmente, parte de estas enseñanzas y sus técnicas se extienden al mundo,
porque ha llegado un nuevo tiempo de sembrar la semilla y de recoger la cosecha.
Extracto tomado de Los Esenios y
Las Enseñanzas de Jesús el Esenio, de Olivier Manitara.
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