"El sendero del mago"
Deepak Chopra |
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Lección 11
El mago es el maestro de la alquimia. La alquimia
es
transformación.
La búsqueda de la perfección se inicia a través
de la
alquimia.
Somos el mundo. Cuando nos transformemos,
el mundo en el cual vivimos también se transformará.
Las metas de la búsqueda — heroísmo, esperanza,
gracia y amor — son el
legado de lo eterno.
Para reclutar la ayuda del mago, debemos ser fuertes
en la verdad, no
obstinados en nuestros juicios.
Tras
abandonar el bosque de Merlín, el joven Arturo vivió con Sir Ector y
su hijo Kay Recibió el título de escudero, pero sólo de nombre. Arturo
no tenía familia ni propiedades, no podía pagar por su ropa y nadie
creía que fuera de familia noble. A espaldas de Sir Ector, los
muchachos de las caballerizas le lanzaban lodo y las sirvientas
murmuraban que Arturo conocía la magia negra.
Debido a
todo esto, Arturo pasaba la mayor parte del tiempo solo. Un día se
encontraba sentado al borde de un robledal, mirando fijamente una
vieja jarra de plomo, cuando Kay lo encontró. “¿La robaste?”, preguntó
Kay con suspicacia.
“No”,
contestó Arturo sacudiendo la cabeza. “La tomé prestada”.
“¿Para qué?”
“Alquimia”.
Los ojos de
Kay se abrieron como platos. Había oído decir que los magos tenían el
poder de convertir los metales inferiores en oro. “¿Aprendiste
alquimia?”, preguntó. Arturo asintió. “Si puedes transformar el plomo
en oro”, dijo Kay emocionado, “nuestra familia será la más rica de
Inglaterra. Muéstrame”.
Arturo
asintió con la cabeza y le hizo una señal a Kay para que se sentara a
su lado sobre el césped. Sin decir más, comenzó a mirar fijamente la
jarra de plomo. Al cabo de unos momentos, Kay observó que Arturo tenía
los ojos cerrados. Esperó impaciente, pero cuando Arturo abrió los
ojos quince minutos más tarde, la jarra seguía siendo de plomo.
“Creo que
eres un fraude”, dijo Kay furioso. “La jarra sigue siendo de plomo
Arturo no se
inmutó. “Pues claro que sí. Está allí sólo para recordarme algo. Soy
yo quien está tratando de convenirse en oro.
Para
Comprender la Lección.
La alquimia
es el arte de la transformación. Según las enseñanzas de los magos,
los secretos de la alquimia existen para hacer pasar a los mortales de
un estado de sufrimiento e ignorancia a uno de iluminación y dicha.
Merlín dijo una vez: “La alquimia opera en todo momento. Es imposible
impedir las transformaciones que se presentan en todos los niveles de
la vida. Es tu transformación la que me interesa. Comparada con eso,
la transformación de un metal inferior en oro es una minucia”. La
alquimia es una búsqueda, y esa búsqueda siempre tiene el mismo
propósito: hallar la perfección. De la misma manera como el oro es el
más perfecto de los metales porque no se corrompe, la perfección en el
ser humano significa liberarse del dolor, el sufrimiento, la duda y el
temor.
“Pero, ¿qué
pasa si los seres humanos no logramos llegar a la perfección? ¿Qué tal
si en realidad somos tan débiles e imperfectos como parecemos?”,
preguntó Arturo.
“El secreto
no está en cómo buscar”, contestó Merlín, “sino en hasta dónde están
dispuestos a buscar”.
Las
búsquedas son aventuras personales y cada paso debe darse en soledad.
Pero Merlín tenía mucho que decirle a Arturo antes de que éste
iniciara su búsqueda. “Te he dicho muchas veces que este montón de
carne y huesos no es tu cuerpo, que esta personalidad limitada que
experimentas no eres tú. Tu cuerpo realmente es infinito y uno con el
universo. Tu espíritu abarca a todos los demás espíritus y no tiene
límite en el espacio o en el tiempo. El trabajo de la alquimia te
permitirá vislumbrar estas verdades”.
Cuando
Merlín dijo estas palabras, la era de los magos casi terminaba para
dar paso a una nueva época, regida por la razón. La razón sostiene que
la alquimia es imposible y, a mediada que los magos fueron quedando
relegados a la penumbra de la leyenda, las personas comenzaron a
aceptar que en realidad estaban limitadas a vivir como montones
finitos de carne y sangre, en pequeños rincones del tiempo y el
espacio.
Puesto que
damos por hecho que las cosas sólidas son reales, le asignamos
realidad al material sólido del cual estamos hechos. Los mismos átomos
de hidrógeno, nitrógeno, oxígeno y carbono que componen las nubes, los
árboles, las flores y los animales, están presentes en nuestro cuerpo.
Sin embargo, estos átomos cambian constantemente — menos del 1% de los
átomos presentes en nuestro cuerpo hace un año están todavía ahí.
Incluso en términos materiales es absurdo decir que somos materia
sólida, si consideramos que debajo de esa solidez hay un mundo de
espacio vacío y flujo constante. La búsqueda que es la alquimia
comienza debajo de la superficie de los átomos y las moléculas, detrás
de la apariencia del cambio.
Incluso
siendo niño, Arturo estaba deseoso de emprender su primera búsqueda, y
esperaba ansiosamente que Merlín le proporcionara un caballo y un
mapa. Pero Merlín le dijo: “Los mapas no sirven para nada en el lugar
a donde vas, porque el territorio que te espera cambia constantemente.
Sería como tratar de hacer el mapa de un río”.
Una vez que
aceptamos que somos el flujo de la vida, la búsqueda de la perfección
se convierte en una aventura más allá de lo infinito. Las cosas que
son perfectas dentro de nosotros son la esencia, el ser y el amor, y
es imposible limitarías en el tiempo y el espacio. ¿Acaso cuando usted
atraviesa una habitación de un lado a otro, el amor por su familia va
caminando a su lado? ¿O cuando se sumerge en la tina, su esencia
también se sumerge? Las fronteras se pueden plasmar en un mapa y el
aspecto visible de un ser humano se puede describir en términos de
huesos, músculos, tejidos y células. El cerebro humano se puede
representar en forma de vías para la interacción incesante de diez mil
millones de neuronas. Pero en ninguno de estos dos casos, el mapa es
el territorio. La esencia, el ser y el amor que componen al ser humano
tienen una vida propia que comienza y termina con la misma consciencia
invisible.
“Puedo verte
en forma de nube de energía”, le dijo Merlín a Arturo. “Y tú puedes
yerme de igual manera pero, aun así, eso no es nuestro verdadero yo.
Las energías son sólo un material más, pero a un nivel más sutil”.
“¿Qué clase
de energías?”, preguntó el niño.
“Llamémoslas
luz y sombra, que juegan alrededor de tu forma mientras sientes y
piensas. La luz cambia dependiendo de si estás alegre o triste,
inspirado o fatigado, emocionado o aburrido. Algunos mortales pasan
por este mundo como luces resplandecientes, mientras que otros lo
hacen como sombras negras. Pero independientemente del brillo de la
luz, ésta no es tan real como el silencio puro que hay en tu
interior”.
“¿Por qué no
me veo a mí mismo de la misma manera que tú lo haces?”, preguntó
Arturo.
“Porque esas
energías actúan como capas. Algunas son densas, otras livianas, y no
hay dos personas que estén compuestas de la misma manera. Aun así,
todos ustedes parecen nubes que caminan. Mientras no te deshagas de
las capas que rodean tu alma, no podrás reconocer el núcleo brillante
y eterno que anida en tu centro”.
Para Vivir
la Lección
Según la
alquimia, los cuatro elementos — tierra, aire, agua y fuego — se
combinan misteriosamente para llegar al mágico producto final
denominado vida. No hay duda de que estamos hechos de tierra, aire y
agua, modificados a partir de una forma preliminar, como el alimento.
Sin embargo, no es posible destilar el fuego que anima a estos
materiales sin vida, porque no es un fuego visible, ni siquiera un
calor metabólico. Es el fuego de la transformación, puro y simple. Por
lo tanto, somos la transformación, los transformadores y los
transformados. Somos nuestro propio alquimista, encargado de
transmutar constantemente las moléculas sin vida en la encarnación
viva de nosotros mismos. este es el acto más creador y mágico que
podemos realizar.
La maravilla
de esta alquimia no tiene límite. En un momento dado podemos estar
leyendo un libro, digiriendo una comida, fabricando proteínas y
enzimas, almacenando información en la memoria, creciendo, respirando,
evaluando el entorno, cicatrizando una herida, reemplazando células
muertas, alejando los virus, y muchas otras actividades más. Todas
estas transformaciones suceden en su mayoría sin que nos demos cuenta.
El alquimista es invisible, trabaja detrás de bambalinas, y pocos nos
interesamos alguna vez por descubrir de quién se trata. Su hogar no
está en el espacio o el tiempo, sino en lo eterno, más allá de la
memoria.
Siéntese un
momento e imagine que puede ver su vida como un papiro que se
desenrolla a medida que usted examina más y más sucesos de su pasado.
Comience a desenrollar el papiro hasta que vea una escena conocida,
como el día en que le dieron el empleo que tiene ahora. Véala con
claridad y luego vaya más atrás, por ejemplo a sus días de
universidad, y continúe haciendo lo mismo hasta ver imágenes de la
escuela secundaria, la escuela primaria, el jardín infantil. Visualice
tan claramente como pueda las escenas de cuando era niño, cuando
apenas comenzaba a caminar, cuando era lactante. No importa si no
aparecen imágenes vívidas; será suficiente con tener la sensación de
cómo era usted en esas edades.
Ahora
regrese al día en que nació — será pura imaginación — y luego véase
como feto y después como un conjunto de células transparentes
agrupadas en una bola. Vea cómo se encoge la bola hasta reducirse a
dos células y luego a una sola. Por último, cruce ese punto e
imagínese antes de eso, sin siquiera una célula a la cual adherirse.
Al cruzar
este umbral, observe que su identidad no desaparece. Aunque no tenga
imágenes a las cuales mirar, ni cuerpo, usted sigue siendo lo que es
en realidad: una consciencia observadora que permanece inmutable
aunque las escenas de la vida cambien constantemente. Esa es su
identidad como consciencia, un alquimista activo y sabio que permanece
separado, detrás del drama constante de la transformación.
Ahora trate
de imaginar que esa consciencia desaparece. En otras palabras, imagine
una época antes de que usted existiera. Esto es algo que no puede
hacer, porque el alquimista no está confinado al reino del tiempo,
donde todos los sucesos comienzan y terminan. Trate, asimismo, de
avanzar hacia el futuro e imaginarse el tiempo en que usted ya ha
muerto y ha desaparecido completamente de la Tierra. Tampoco puede
hacerlo. Al llegar al final de la memoria, el sentimiento, las
emociones, la imaginación y las ideas, todavía queda el ser en forma
pura, como un impulso de vida que fluye constantemente a través del
espejismo de la creación. Ese flujo ocurre en forma de
transformaciones constantes, la alquimia de la existencia que se
extiende a todos los mundos y más allá de ello