Los fenómenos espíritas son rechazados por
algunas personas precisamente porque parecen
salirse de las leyes comunes y resultar
inexplicables. Dadles una base racional y la
duda se desvanecerá.
La explicación —en este siglo en que no nos
contentamos con meras afirmaciones—, es un
poderoso motivo de convencimiento. De ahí
que veamos todos los días a personas que no
han sido testigos de ningún hecho, que no
han visto moverse una mesa, ni a un médium
escribir, pero se hallan tan persuadidas
como nosotros mismos, sólo por haber leído y
comprendido. Si no debiéramos creer más que
en aquello que hayamos visto nosotros
mismos, nuestras convicciones se reducirían
a muy poca cosa.
Allan Kardec, cap. II, de El Libro de los
Médiums, ítem 17
En los servicios de atención fraterna,
en el Centro Espírita Amor y Caridad, en Bauru, encontramos,
frecuentemente, a personas envueltas en situaciones
perturbadoras:
•
Ver siluetas extrañas…
• Oyen sonidos de origen desconocido…
• Objetos que desaparecen y reaparecen, inusitadamente…
• Males físicos vienen y van, sin etiología definida…
• Ideas extrañas e impertinentes se instalan en su
mente…
• Sentimientos contradictorios, de la euforia a la
depresión, de la alegría a la tristeza, del buen ánimo
al desaliento, alternándose misteriosamente…
• Desentendimientos injustificables asaltan su casa…
Descontando alguna dosis de imaginación que acostumbran
a marcar relatos de esa naturaleza, podemos considerar
la posibilidad de estar delante de fenómenos mediúmnicos,
envolviendo la interferencia de los Espíritus.
Por ignorar el asunto, se afligen los que consultan,
juzgándose “mal de la cabeza” o pelean con lo que les
resulta “repugnante”.
El Espiritismo es bendita luz que clarea los caminos en
relación a esos hechos, ofreciéndonos una amplia visión
del mundo espiritual, con el conocimiento de los
mecanismos que rigen el contacto entre los que viven
allá y nosotros, que vivimos aquí, presos en el cuerpo.
El objetivo de estas páginas es ofrecer al lector una
iniciación en los dominios del conocimiento espírita,
ayudándolo a luchar con fenómenos de esa naturaleza. Es
elemental la necesidad de que aprendamos a controlarlos,
a fin de no ser controlados por ellos.
No nos mueve la pretensión de un tratado sobre el
asunto, porque nos falta competencia para eso. Además,
ya lo tenemos, perfecto, en las páginas de El Libro de
los Médiums, indispensable
a los interesados en conocer los mecanismos que rigen el
intercambio entre el plano físico y el espiritual.
Esto es apenas una entrada, una “ensalada” como dicen
los italianos.
Espero les parezca de su gusto, motivándolo para el
plato principal, la obra monumental de
Allan Kardec.