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CONSTITUCIÓN DEL YO  

Sigmund Freud

 
 
   

El presente  trabajo  no intenta ser otra cosa que un recorrido mas  o menos  integrador de aquellos conceptos expuestos por Freud para dar cuenta de la constitución del  Yo. Comencemos diciendo que la teoría del narcisismo, concibe al yo como una formación que ocurre a partir de un acto psíquico particular.

 

  Freud dirá que al autoerotismo deberá agregarse un nuevo acto psíquico para que el yo se constituya.  Este acto consiste en que las pulsiones se conjugan en una unidad y el yo es tomado como objeto, es el objeto que ha venido a colocarse en el lugar vacío del objeto de la pulsión A partir de éstos conceptos Freud diferenciará “libido del yo” de “libido objetal”. En tanto  este dirigida al yo o a objetos. Freud presentará al bebé como el captador de la libido objetal de la madre y se refiere a él como “His Magestic the baby”. Al respecto plantea que aquello que hace que el cachorro humano sea visto como un niño se debe buscar en el narcisismo redivivo de los padres, desde el cual ese niño es mirado. Parece ineludible la presencia del otro para que el yo se constituya y Lacan lo expresa en su ”Estadio del espejo” al marcar la necesidad de  un otro que sostenga la imagen del niño frente al espejo.  El yo hace su aparición en un momento determinado, en el que se precipita como imagen del cuerpo, imagen en la que el sujeto se reconoce y que lo cautiva.  El Yo esta constituido por un proceso de identificación y es además el resultado de identificaciones ya que una vez constituido se agregan sobre la primera otras identificaciones divergentes entre si. Freud reconoce  tres tipos de identificaciones. La identificación primordial que es aquella formadora del ideal del yo, es la ligazón afectiva previa a toda elección de objeto. Alude a la primera marca del significante (Rasgo Unario) que el atravesamiento por el lenguaje deja tras de sí.  Esta primera identificación es la que sirve de base para la constitución del yo ya que posibilita un lugar para que luego se den las identificaciones secundarias, este es el segundo tipo del que Freud nos habla, implica tomar en préstamo un solo rasgo de la persona objeto de allí que las llame identificación al  rasgo. En cuanto al tercer tipo, son aquellas en la que se prescinde de la relación de objeto.  Freud así los expresa en el siguiente párrafo: “Esto nos conduce a la génesis del ideal del yo, pues tras éste se esconde la identificación primera, la de mayor valencia, del individuo: la identificación con el padre de la  prehistoria personal.”1  El ideal del yo es el punto desde el cual el yo se ve siendo amable, en el sentido de objeto amado implica siempre una distancia entre el yo y otra cosa, es quien mide permanentemente la distancia entre el yo y el yo ideal. Es la exigencia interna de superarse, es siempre simbólico y se expresa a través de significantes; mientras que el Yo ideal funciona a modo de imagen de perfección a alcanzar marca que queda del paso por el narcisismo. Ahora bien, luego dirá, que las elecciones que se producen a posteriori del complejo de Edipo lo que hacen es reforzar la identificación primaria, e introduce en este punto la temática del complejo de Edipo y de Castración con sus avatares particulares para el varón o la mujer. Digamos al respecto que los primeros objetos de amor deben caer para encontrar la salida heterosexual y exogámica. Pero que a su vez, una vez caídos, estos advienen en identificaciones que conforman el SuperYo, esta nueva instancia psíquica que presenta Freud, de observación y crítica reúne un carácter normativo y otro reactivo ya que no se agota en él  ‘Así como el padre debes ser’, sino que se extiende al “Así como el padre no te es lícito ser”. Como tal el Super Yo es heredero del Complejo de Edipo, en tanto que el ideal del yo pasa a ser una función de  éste.  Nos resta señalar, que el reservoreo de libido se encuentra en el Ello, antes lo nombramos como  autoerotismo, es para Freud la más antigua de las instancias y el reino de las pulsiones (de vida y de muerte) y que de él parte la libido hacia los objetos.  Recapitulemos, el Super Yo es el representante de la potencias del Ello, es más bien su abogado. En cuanto al Yo, lo observa, le imparte ordenes, lo corrige, lo amenaza con castigos y lo condena al sentimiento de culpabilidad. El Super Yo es la conciencia moral que no solo llama a rendir cuentas al Yo por  sus actos sino también por sus pensamientos y acciones no realizadas.

1 Freud,Sigmund. El Yo y el Ello. Pág.33. Piaget, J.Inhelder,B. La función semiótica o simbólica. (En: Psicología del Niño.Ediciones Morata S.A. Madrid. 1984.)

 

 
 

 

 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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