Hay alguien especial para cada uno de nosotros. A menudo,
nos están destinados dos, tres y hasta cuatro seres.
Pertenecen a distintas generaciones y viajan a través de los
mares, del tiempo y de las inmensidades celestiales para
encontrarse de nuevo con nosotros. Proceden del otro lado,
del cielo. Su aspecto es diferente, pero nuestro corazón los
reconoce, porque los ha amado en los desiertos de Egipto
iluminados por la luna y en las antiguas llanuras de
Mongolia. Con ellos hemos cabalgado en remotos ejércitos de
guerreros y convivido en las cuevas cubiertas de arena de la
Antigüedad. Estamos unidos a ellos por los vínculos de la
eternidad y nunca nos abandonarán.
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