La
mente universal es la coreógrafa de todo lo que sucede
en miles de millones de galaxias y hace su trabajo con
una precisión exquisita y con una inteligencia
inquebrantable. Su inteligencia es máxima y suprema e
impregna cada fibra de la existencia: desde la más
pequeña hasta la más grande, desde el átomo hasta el
cosmos. Todo lo que vive es expresión de esta
inteligencia. Y esta inteligencia actúa a través de las
siete leyes espirituales.
Si miramos cualquiera de las células del cuerpo humano,
a través de su funcionamiento veremos la expresión de
estas leyes. Cada célula, sea del estómago, del corazón
o del cerebro, se origina en la ley de la potencialidad
pura. El ADN es el ejemplo perfecto de la potencialidad
pura; en realidad, es la expresión material de ella. El
mismo ADN que hay en todas las células del cuerpo, se
expresa de diferentes maneras para cumplir los
requisitos particulares de cada una.
Cada célula opera además a través de la ley del dar. Una
célula vive y permanece sana cuando está en estado de
equilibrio. Este estado es de realización y armonía,
pero se mantiene a través de un constante dar y recibir.
La intención,
apoyada en esta libertad indiferente del presente,
actúa como catalizador para la mezcla
correcta de
materia, energía y sucesos espacio-temporales para
crear cualquier cosa que deseemos.