Autor : Jesús
Nuño
Stephen William Hawking nació en Oxford, Inglaterra, el 8 de Enero de
1942 (curiosamente, en el tricentenario de la muerte de una de las
mayores figuras intelectuales de la historia, el científico italiano
Galileo Galilei. Pero, como señala el propio Hawking: "Alrededor de
otros doscientos mil bebés nacieron aquel mismo día, de modo que quizá,
después de todo, no sea una coincidencia tan sorprendente"). La casa de
sus padres se encontraba en el norte de Londres. Fue el mayor de cuatro
hermanos en una familia de intelectuales. Su padre, Frank Hawking, que
era un médico especializado en enfermedades tropicales, había conocido a
su madre Isobel cuando ella trabajaba como secretaria de su mismo
instituto de investigación, durante la Segunda Guerra Mundial. A finales
de 1941 y para dar a luz a su primer hijo, se mudaron a Oxford, donde
los alemanes no iban a bombardear. Cuando tenía ocho años, su familia se
mudó a St Albans, un pueblo a unos 30 kilómetros de Londres. A los once
años, Stephen empezó a acudir a la escuela de St Albans. La imagen de
Stephen por aquella época es la del estudiante y empollón, con su
uniforme gris de la escuela y su gorra. Era excéntrico y desmañado,
delgado e insignificante. Su uniforme escolar siempre parecía estar
hecho un lío y, según sus amigos, farfullaba en vez de hablar
claramente: Era de ese tipo de chico presente en todas las escuelas, un
objeto de diversión para toda la clase, incordiado y en ocasiones
intimidado por los demás, respetado en secreto por algunos, evitado por
la mayoría. Parece que en la escuela sus talentos fueron objeto de
ciertas discusiones: cuando tenía doce años, uno de sus amigos apostó a
ser nada. Como el propio Hawking dice ahora modestamente: "Ignoro si
esta apuesta fue pagada alguna vez, y, si lo fue, en qué sentido lo
fue".
.En el tercer año, Stephen era considerado por sus maestros como un buen
estudiante, pero sólo un poco por encima de la media en la clase
superior de ese año. De niño demostró siempre una afición por el Cosmos.
En su casa le hacían bromas cuando solía tenderse de espaldas en el
pasto a contemplar las estrellas. Hoy, casi acurrucado en su silla de
ruedas y comunicándose gracias a su insistencia y a la tecnología, nos
pone el Universo en la mano. En su habitación de la casa de St. Albans,
cerca de Londres, había desechos apilados, tazas de té por beber, libros
de aviones de aeromodelismo y ciertos dispositivos eléctricos que sólo
Stephen sabía para qué servían. Hasta que se le planteó qué carrera
elegir. Stephen quería estudiar Matemáticas, a pesar de los deseos de su
padre de convertirlo en médico. Stephen estudió en un colegio
universitario de Oxford, donde estudió su padre, pero allí no impartían
estudios de Matemáticas, por lo que tuvo que "conformarse" con Física,
ya que las Ciencias Naturales le parecían demasiado inexactas. Después
de tres años y no demasiado esfuerzo, se licenció como primero de su
promoción en 1962. En 1966 se doctoró en el Trinity Hall de Cambridge.
Su interés científico se centró en el campo de la relatividad general,
en particular en la física de los agujeros negros.
Stephen viajó a Cambridge para desarrollar trabajos de investigación en
el campo de la Cosmología, dado que por aquellos tiempos no había nadie
trabajando en ésta rama en Oxford. Su supervisor fue Denis Sciama, a
pesar de que esperaba contar con Fred Hoyle, que estaba trabajando en
Cambridge. Tras obtener su Doctorado, se dedicó al principio a la
investigación, decantándose más tarde por la enseñanza en los Colegios
Mayores de Gonville y Caius. Tras dejar el Instituto de Astronomía en
1973, al año siguiente fue elegido miembro de la Royal Society. Stephen
se pasó al Departamento de Matemáticas Aplicadas y Física Teórica de
Cambridge en 1977, donde fue nombrado profesor de Física Gravitacional.
Desde 1979 ocupa la Cátedra Lucasiana de Matemáticas. La Cátedra se creó
en 1663 con fondos otorgados para tal fin en el testamento del Reverendo
Henry Lucas, que fue el Miembro del Parlamento para la Universidad. Fue
ocupada en primer lugar por Isaac Barrow, y en 1669 pasó a Isaac Newton.
A finales de los años 60, Hawking demostró que, si la Relatividad
General es cierta y el Universo está en expansión, una singularidad
debió de ocurrir en su nacimiento. En 1971 sugirió la formación, a
continuación del Big-Bang, de numerosos objetos, denominados "miniagujeros
negros", que contendrían alrededor de mil millones de toneladas métricas
de masa, pero ocuparían solo el espacio de un protón, circunstancia que
originaría enormes campos gravitatorios, regidos por las leyes de la
relatividad.
En 1974, encontró una cuanto menos curiosa propiedad de los Agujeros
Negros, objetos a cuya atracción gravitacional nada puede escapar: con
la entrada en escena de la Mecánica Cuántica, Stephen pudo demostrar
cómo los Agujeros Negros pueden irradiar energía en forma de partículas
subatómicas hasta agotar su energía, para finalmente estallar.
Su trabajo científico ha tratado de aproximar la Teoría de la
Relatividad y la Mecánica Cuántica, entendiendo que su fusión podría
explicar el origen del Universo. Sus estudios se han dirigido
principalmente a los agujeros negros, unas regiones del espacio donde la
materia es tan densa que los efectos gravitatorios son muy fuertes y
nada escapa de ellos. Hawking ha demostrado que los supuestos "agujeros"
son, en realidad, energía térmica, un flujo constante de partículas con
una potencia equivalente a la de seis reactores nucleares.
Stephen Hawking ha trabajado en las leyes básicas que gobiernan el
comportamiento del Universo. Junto a Roger Penrose, nos mostró que la
Teoría de la Relatividad General de Einstein implicaba que el espacio y
el tiempo habrían tenido un comienzo con el Big Bang y un fin con los
Agujeros Negros. Éstos resultados indicaban que era necesario unificar
las teorías de la Relatividad General con la Mecánica Cuántica, el otro
gran desarrollo científico de la primera mitad del siglo veinte. Una
consecuencia de dicha unificación fue que los Agujeros Negros no serían
completamente negros, sino que emitirían una cierta radiación y podrían,
eventualmente, evaporarse y desaparecer. En cuanto al concepto global
del Universo, Hawking lo define como un espacio-tiempo finito y curvo,
sin bordes ni fronteras. Esto a su vez implicaría que la forma de la que
comenzó el Universo estaría completamente determinada por las leyes de
la ciencia. Pero quizás su acción más impresionante fue escribir el
éxito de ventas internacional "Historia breve del Tiempo". El libro se
mantuvo durante más de cuatro años en la lista de bestsellers del Sunday
Times de Londres, el mayor en la historia.
.El físico británico ha intentado por todos los medios que la gente se
acerque a los misterios del universo y en busca de este objetivo no ha
dudado en recurrir al humor, como quedó claro en su aparición en Los
Simpsons. Una de las anécdotas que muestra su manejo de la ironía está
presente en su propio sitio en Internet, contada por el mismo Hawking:
"Cuando tuve que dar una conferencia en Japón, me pidieron que no
hiciera mención a un posible colapso del Universo, porque esto podría
afectar el mercado bursátil... Sin embargo, puedo asegurarle a
cualquiera que esté preocupado por sus inversiones que es un poco
temprano para vender: aun si el Universo llega a su fin, esto no
ocurrirá hasta dentro de al menos 20 mil millones de años".
Sus esfuerzos para describir desde un punto de vista teórico las
propiedades de los agujeros negros, así como la relación que estas
propiedades guardan con las leyes de la termodinámica clásica y de la
mecánica cuántica, se recogen en sus obras "The Large Scale Structure of
Space-Time" (1973, en colaboración con G.F.R. Ellis), "Superspace and
Supergravity" (1981), y el ya mencionado "Historia del Tiempo: del Big
Bang a los agujeros negros" (1988). En uno de sus últimos libros hasta
la fecha, titulado "El Universo en una cáscara de nuez", Stephen Hawking
nos lleva hasta los límites de la física teórica para explicar, en
términos verdaderamente sencillos y no exentos de humor, los principios
que rigen nuestro Universo. Hawking, haciendo gala de su capacidad para
expresar las ideas científicas con una buena dosis de entusiasmo, nos
invita a acompañarle en un viaje por el espacio-tiempo, hacia un
increíble país de las maravillas en el que partículas, membranas y
cuerdas danzan en once dimensiones, donde los agujeros negros se
evaporan y desaparecen llevándose consigo su secreto, y donde habita la
pequeña nuez (la semilla cósmica originaria) de la que surgió nuestro
Universo.
Como físico, Hawking viene desafiando ideas establecidas de su área,
pero también a los pronósticos médicos. A sus 21 años (corría el año
1963), los doctores le diagnosticaron Esclerosis Lateral Amiotrófica,
una afección neuromuscular. La enfermedad va dañando progresivamente los
nervios del cerebro y de la columna vertebral, y le dieron dos años de
vida como máximo. Pero parece que se equivocaron.
Al saberlo, Hawking entró en shock, pero nada lo frenó para avanzar en
la física teórica, donde la mente, el lápiz y el papel son las mejores
herramientas. En esa época, estaba conociendo a una chica, Jane Wilde,
quien le dio fuerzas para continuar a pesar de la enfermedad. Se casaron
enseguida, tuvieron tres hijos y, después de veinticinco años de
matrimonio, se separaron.
En 1990, él (un fanático de la música de Wagner, Brahms y Mahler) se fue
a vivir con su enfermera. Ella terminó casándose con un músico y
publicando un libro en el que describe a Hawking como "emperador
todopoderoso". Casado dos veces, padre de tres hijos, el físico más
famoso de Cambridge, que en realidad nació en la archirival ciudad
universitaria de Oxford, no es de los que aceptan las condenas tan
fácilmente.
"A menudo me preguntan cómo me siento al tener esclerosis lateral
amiotrófica. La respuesta no es que muy bien. Yo trato de llevar la vida
más normal posible y no pienso en mi enfermedad", cuenta Hawking en su
sitio oficial.
Stephen Hawking ha dedicado la mayor parte de su vida a investigar el
espacio-tiempo descrito en la Teoría de la Relatividad General, y las
singularidades que en él se producen. Y ha desarrollado gran parte de
éste trabajo confinado en una silla de ruedas, a consecuencia de una
enfermedad neuronal degenerativa llamada ALS, o Enfermedad de Lou Gehrig.
"Presentó varios teoremas con el matemático Roger Penrose por los cuales
demuestra que la Teoría General de la Relatividad implicaba que el
espacio-tiempo tendría un comienzo en la explosión del Big Bang y un
final en los agujeros negros", señaló Alejandro Gangui, investigador en
cosmología del Instituto Argentino de Física del Espacio de la UBA y el
Conicet. Y entre otros aportes: "Sugirió que los agujeros negros (esos
monstruos misteriosos del Universo) no son tan negros ni se tragan todo,
sino que algo emiten".
Cuando su enfermedad ya era bastante costosa, publicó un libro que le
reportaría algunas ganancias: "Una Breve Historia del Tiempo". Cuando no
había acabado aún el primer borrador, lo atacó una severa neumonía. Para
salvarle la vida los médicos no tuvieron otra opción que practicarle una
traqueotomía. Como ya casi no podía escribir, hasta ese momento su
trabajo lo realizaba dictándole a una secretaria. Pero a partir de este
momento eso ya sería imposible.
Su nueva manera de contactarse con el mundo, comenzó a ser bastante
rudimentaria. Cuando necesitaba decir algo le enseñaban un cuadro con un
abecedario. Recorría con la mirada las letras y hacía una señal con los
ojos cuando llegaba aquella que le serviría para construir las palabras
que le permitirían contactarse con el mundo. No es de extrañar que por
más simple que fuera el diálogo, podía tardarse horas. En eso estaba
cuando Walt Wolotosz, un experto en computación de California le envió
un software llamado Equalizer que lo rescató del silencio. Este sistema
fue modernizado, no sólo por una versión más rápida, sino que ya no fue
necesario confinarlo dentro de cuatro paredes.
Hace algún tiempo, Stephen Hawking se reunió con Gordon Moore,
Presidente de Intel, uno de los principales fabricantes de procesadores
del mundo. Moore se sorprendió por lo básico del computador que usaba el
físico inglés, un simple y común 486. "Hawking es un científico
sobresaliente. Ayudarlo en su trabajo es extremadamente importante",
dijo Moore. El sintetizador de voz ahora lo controla la última
generación de procesadores Pentium. También le actualizaron el software
Equalizer para que fuera operable en una versión adaptada de Windows 95,
con la que Hawking puede enchufarse a Internet. "Debo ser el hombre más
conectado del mundo", bromeó cuando recibió los nuevos equipos. Detrás
de su silla de ruedas, Hawking tiene un teléfono móvil Motorola. Usando
su ordenador portátil puede marcar cualquier número y, con el
sintetizador, es capaz de hablar por teléfono. El sistema incluye un
aparato que funciona con rayos infrarrojos y que controla el televisor,
la radio y otros aparatos electrónicos en la casa de Hawking. Un aparato
similar (que usa ondas de radio) se encarga de las puertas y las luces
de su hogar.
Al alcance de su mano izquierda se encuentra un botón de alarma para
llamar a su asistente, y en su mano derecha sostiene la barra de
comando, manejable con dos dedos, los únicos con movilidad, los que le
permiten escribir. Mediante esta barra maneja un cursor que se mueve a
través de la pantalla a color de su computador, selecciona las palabras
y forma frases, que luego son reproducidas a través del ecualizador y
los parlantes. La memoria del computador tiene almacenadas tres mil
palabras, ordenadas alfabéticamente. Escribe hasta 15 por minuto, las
cuales puede hacer audibles o guardar en el disco duro para utilizarlas
en otra ocasión. El acento de la voz electrónica todavía no ha sido
corregido
Stephen Hawking es uno de los más largos supervivientes de una
enfermedad que por lo general lleva a la muerte en 2 años, un mal
neurológico progresivo e incurable. Le diagnosticaron la enfermedad a
los 21 años. Han pasado 40 desde entonces y él sigue luchando,
investigando y haciéndose preguntas: ¿Qué grado de libertad tuvo Dios al
momento de crear el universo? ¿Existe una teoría única y definitiva que
explique todos los fenómenos del cosmos? ¿Seguirá el universo
expandiéndose eternamente o algún día se contraerá hasta llegar a un
nuevo punto de densidad infinita que más tarde dé origen a otro universo
distinto?
En los años 80 Hawking apostó que en un período inferior a los 20 años
la física conseguiría unificar la Teoría de la Relatividad General, que
da una explicación a la interacción gravitatoria, con las teorías
unificadas, dominadas por la postura de la mecánica cuántica, que logran
un modelo para explicar las fuerzas nucleares y la electromagnética. El
abismo entre estas teorías es principalmente conceptual: ¿cómo fundir
ideas relativas a la relación entre puntos y el espacio-tiempo con otras
que rechazan la existencia física de puntos frente a "posibles zonas"?
La teoría de cuerdas, en su estado actual, las supercuerdas, parece
encontrar una forma de asimilar todas las interacciones en un único
modelo. Pese a haber evolucionado mucho en estos últimos años, según
Hawking, "no estamos mucho más cerca de la meta". Pese a todo, sigue
convencido de que llegar a tal cima es posible, aunque contempla otras
opciones: "Es posible que no haya teoría alguna que pueda ser aplicada
en distintas situaciones, así como no hay mapa alguno que abarque el
mundo entero".
El Instituto Max Planck se encuentra en las proximidades de una
residencia de verano de Albert Einstein, que pasó los últimos años de su
vida buscando esta ansiada unificación. Éste abandonó la residencia en
1932, y salió de Alemania al año siguiente ante el crecimiento del
movimiento nazi.
¿Cuál es la utilidad de una teoría de semejante envergadura? "No
comprendemos el origen del universo ni por qué nos hallamos aquí. Una
teoría unificada completa podría no rendir muchos beneficios materiales,
pero aclararía ese milenario interrogante", concluye Stephen Hawking.
Stephen Hawking es Físico Teórico. En su campo muchas veces se mezclan
la Ciencia y la Filosofía. Como muestra, un botón: ¿Cuántas dimensiones
tiene la realidad y hasta dónde pueden llegar las ciencias? ¿Suficiencia
o insuficiencia del método matemático para explicar toda la realidad?
Stephen Hawking afirma que no hay más realidad que nuestras
posibilidades de observación y que sólo cabe hablar de conocimiento
científico cuando este conocimiento se puede expresar matemáticamente;
si no, tal conocimiento carece de sentido científico. Existe una
interesante relación con la postura de Kant. Sin embargo, hay otra
postura diferente a la de Hawking, que se basa en decir:
a) La verdad
de la realidad es por sí misma con anterioridad a nuestras posibilidades
de observación;
b) Lo
científico no se acaba en lo matemático;
c) La
ciencia es el conocimiento cierto por las causas, y hay causas que van
más allá de la matemática.
No es nuestra intención profundizar más en el tema, sino más bien
otorgar al lector otro punto de vista sobre el que reflexionar.
Si hubiera una Justicia Universal, el Universo entero (y no sólo el
planeta Tierra) debería soplar cada 8 de enero las velas de cumpleaños
de Stephen Hawking. Esta Justicia se basaría en una de las tres leyes
básicas de la física clásica, el principio de acción y reacción, que
considera que toda fuerza aplicada a un cuerpo en un punto recibe una
resistencia de igual dirección e intensidad pero de sentido contrario en
el punto determinado. Si Hawking, el profesor de la Cátedra de
Matemáticas de la Universidad de Cambridge, ha dedicado su vida a
estudiar las leyes del Universo, bien podría el Universo tomarse el día
8 de enero para celebrar a Hawking. O al menos todos los lectores a los
que con sus libros nos acercó el Universo, o los seguidores de "Los
Simpsons", que vieron a su alter-ego animado hablando con Bart y Lisa
(si Homer entiende la física, cualquiera puede), o los fanáticos de "Star
Trek" que lo tuvo como un personaje más.
Considerado el mayor genio del siglo XX después de Einstein, es ya una
leyenda por su coraje frente a su enfermedad terrible que desde hace 40
años ha ido destruyendo inexorablemente su cuerpo, confinándolo a una
silla de ruedas y privándolo de la capacidad de hablar. Pero su cerebro,
indemne, no ha dejado de escrutar el sentido del Universo: por qué es, y
por qué existe. Y ojalá que lo siga haciendo durante mucho tiempo.
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