El
profesor Rudolf Bilz
bautizó así un experimento con ratas
de campo recién capturadas. Si uno de estos animales es
arrojado a un barreño lleno de agua, cuyas paredes lisas no le
permiten salir, a los quince
minutos de nadar y agotarse, en
pleno desconcierto, la rata muere a causa del
stress.
En
circunstancias normales, este tipo de ratas pueden nadar hasta 80
horas sin parar antes
de ahogarse. De hecho, la causa de la muerte de las ratas antes
mencionadas no es el
esfuerzo físico, sino solamente el miedo
mortal ante una
situación
sin salida.
Al
otro día se hizo otro experimento con
otra rata del mismo tipo. Ahora, después de dejar a la rata
en el agua por cinco
minutos, se le lanzó
una tablilla por la que pudo
trepar, alcanzando un blando nido.
Si
se lanza a esa misma rata poco después,
sin la tablilla salvadora,
el animal no muere de
stress. Aguanta
nadando
en el recipiente ochenta
horas, como un campeón
de resistencia, hasta su total
agotamiento, animada por la esperanza
de
que
en algún momento se
le vuelva a arrojar la tablilla salvadora.
Si
esto hace la esperanza
en un pequeño animal,
qué
no hará en un ser
humano.
|