El
amor cura a la gente -tanto al que lo da, como al que lo recibe.
La piel de mi papá estaba floja y de un color cenizo. Estaba
conectado a monitores y tubos intravenosos en la unidad
de cuidado intensivo del hospital. Normalmente un hombre de
composición física robusta, había perdido más
de 20 kilos.
La
enfermedad de mi padre había sido diagnosticada como cáncer
en el páncreas, una de las formas más malignas de esta
enfermedad. Los doctores estaban haciendo todo lo que podían, pero
nos dijeron que tenía de
tres a seis meses de vida. El cáncer en el páncreas no cede a
la terapia de radiación ó a la quimioterapia, así que ofrecían
muy pocas esperanzas.
Unos
días después, cuando mi papá estaba sentado en la cama, me acerqué
y le dije
"Papá, siento
mucho lo que te ha pasado. Me ha ayudado a observar las formas en
que he mantenido mi distancia de ti, y sentir cuánto te amo
realmente."
Me
acerqué para darle un abrazo, pero sus hombros y sus brazos
se
pusieron tensos.
"Vamos,
papá, realmente quiero abrazarte".
Por un momento pareció sorprendido.
Mostrar afecto no era
nuestra manera habitual de relacionarnos. Le pedí que se
sentara un poco más derecho, para poder poner mis brazos alrededor
de él. Entonces volví a intentar. Esta vez, sin embargo, estaba
aún más tenso. Pude sentir el viejo rencor empezando a crecer
de nuevo, y pensé :
"No
necesito esto. Si quieres morir y dejarme con la misma frialdad de
siempre, adelante.”
Por
años utilicé cada suceso de la resistencia
y frialdad de mi padre para culparlo,
resentirlo y justificándome: "Ves,
no le importa".
Ahora,
sin embargo, volví a pensar y me di cuenta de que el abrazo era
por mi propio bien, así como
por el de él. Quería expresar cuánto
me interesaba por su persona, sin importar qué tan difícil
era, para él, dejarme llegar.
Mi
padre siempre fue muy orientado a los negocios y al deber; en su
infancia, sus padres debieron enseñarle a callar sus sentimientos
para poder ser hombre.
Solté
las ganas (de mucho tiempo) de culparlo por nuestra distancia, y me
encontré ante el reto de brindarle más amor. Dije: "Vamos,
papá, pon tus brazos alrededor mío". Me acerqué aún más
hacia él, al borde de la cama, con sus brazos a mi alrededor.
"Ahora
aprieta. Eso es. Ahora de nuevo, aprieta. ¡Muy bien!"
De
cierta manera le estaba enseñando
cómo abrazar, y al tiempo que me abrazaba, algo
sucedió. Por un instante, surgió una sensación de "Te
Amo". Durante años nuestro saludo había sido un frío
y formal apretón de manos que dice
"Hola,
¿cómo estás?"
Ahora,
tanto él como yo esperábamos que esa cercanía momentánea
volviese a suceder. Pero, justo en el momento en que él empezaba a
disfrutar el sentimiento de amor, algo
se tensionaba en su torso, y nuestro abrazo se volvía raro e incómodo. |
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Pasaron
meses antes que su rigidez cediera,
y fuera capaz de dejar que sus emociones surgieran y me las
transmitiera en ese abrazo. Fui
la fuente de muchos abrazos antes de que mi padre iniciara un abrazo
por su cuenta. No lo culpaba, lo apoyaba; después de todo, estaba
cambiando los hábitos de toda la vida -y eso necesita tiempo.
Cerca de los doscientos
abrazos, espontáneamente dijo, por primera vez en mi vida, "Te
Amo".
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