Neale Donald Walsch – Conversaciones con Dios – Libro 2 – Capitulo 8

Conversaciones con Dios – Libro 2 – Capitulo 8
Neale Donald Walsch
Neale Donald Walsch – Conversaciones con Dios – Libro 2 – Capitulo 8
Lo más importante de hablar Contigo es que siempre me dejas con más preguntas que respuestas. ¡Ahora tengo preguntas acerca de la política y también sobre el sexo!
Algunos dicen que son lo mismo, que en política lo único que haces es…
¡Espera un minuto! No vas a usar una obscenidad, ¿o sí?
Bien, sí, pensé que debía sacudirte un poco.
¡Hey, hey! ¡Ya basta! Se supone que Dios no habla así.
¿Entonces, por qué lo hacen ustedes?
La mayoría de nosotros no lo hacemos.
¡Cómo diablos no!
¡Las personas que temen a Dios nunca lo hacen!
Oh, ya veo, tienen que temer a Dios a fin de no ofenderlo.
¿Y a propósito, quién dice que me ofendo con una simple palabra?
Y por último, ¿no crees que es interesante que una simple palabra que algunos usan en la cumbre de la pasión para describir un sexo estupendo, también la usen como el insulto más grande? ¿Te dice algo acerca de la forma en que se percibe la sexualidad?
Pienso que te has confundido. No creo que la gente use ese término para describir un momento sexual, glorioso, realmente romántico.
Oh, ¿de verdad? ¿Has estado en algunos dormitorios últimamente?
No. ¿Tú sí?
Estoy en todos todo el tiempo.
Bueno, eso debe de contribuir a que nos sintamos cómodos.
¿Qué? ¿Me estás diciendo que en el dormitorio haces cosas que no harías frente a Dios?
La mayoría de las personas no están cómodas cuando alguien las observa, y si es Dios, mucho menos.
Sin embargo, en algunas culturas, como las aborígenes, algunas de ellas polinesias, se hace el amor abiertamente.
Si claro, pero la mayoría de las personas no han progresado a ese nivel de libertad. De hecho, considerarían esa conducta como una regresión a un estado primitivo, pagano.
Estas personas a las que llamas “paganas” tiene un enorme respeto por la vida. Desconocen la violación y prácticamente no hay asesinatos en sus sociedades. Tu sociedad le adjudica al sexo – una función humana normal y muy natural – un carácter clandestino, y después se da la vuelta y asesina a otros sin ningún tapujo. ¡Esa es la obscenidad!
¡Han convertido el sexo en algo tan sucio, bochornoso, tabú, que les avergüenza hacerlo!
Tonterías. Se trata simplemente de que la mayoría de las personas tienen un sentido diferente, podría incluso decir que más elevado, del decoro acerca del sexo. Lo consideran como una interacción privada; y algunos, una parte sagrada de su relación.
La falta de privacidad no es igual a la falta de santidad. La mayoría de los ritos más sagrados de la humanidad se realizan en público.
No confundas la privacidad con lo sagrado. La mayor parte de las peores acciones se efectúan en privado, y sólo se reserva la mejor conducta para exhibición pública.
Esto no es argumento para el sexo público; es únicamente una observación de que privacidad no es necesariamente igual a sagrado, y la presencia de espectadores no te despoja de ello.
En cuanto al decoro, esa sola palabra y el concepto conductual que la respalda han contribuido más para inhibir los mayores júbilos de hombres y mujeres que cualquier otro designio humano – excepto la idea de que Dios es punitivo -, la cual término la tarea.
Aparentemente, no crees en el decoro.
El problema con el “decoro” es que alguien tiene que establecer los estándares. Eso significa, automáticamente, que la conducta está limitada, dirigida, dictada por los conceptos de otra persona, acerca de lo que debe brindar disfrute.
En cuestiones de sexualidad – como en todas las demás cuestiones – esto puede ser más que “limitante”; puede ser devastador.
No puedo pensar en algo más triste que un hombre y una mujer que sienten que les gustaría experimentar ciertas cosas, y después se reprimen porque creen que sus sueños, sus fantasías, ¡quebrantarían los “Estándares del Decoro”!
Fíjate, no es algo que ellos no harían, sólo es algo que va en contra del “decoro”.
Y no sólo en cuestiones de sexualidad, sino en cualquier terreno de la vida, nunca, nunca, nunca, dejes de hacer algo simplemente porque podría infringir los estándares de decoro de alguien.
Si tuviese un engomado en el parachoques de mi automóvil, diría:
INFRINGE EL DECORO
Y, ciertamente, pondría ese letrero en cada dormitorio.
Sin embargo, nuestro concepto de lo que está “bien” y de lo que está “mal” es lo que mantiene unida a la sociedad. ¿Cómo podemos convivir si no tenemos un acuerdo acerca de eso?
El “decoro” no tiene nada que ver con los valores relativos de “bien” o “mal”. Todos coincidiríamos en que esta “mal” asesinar a un hombre, ¿pero es “malo” correr desnudo bajo la lluvia? Todos estarían de acuerdo con que esta “mal” enamorar a la esposa de un vecino, ¿pero esta “mal” que enamores a tu propia esposa, o que tu esposa te enamore en una forma particularmente deliciosa?
Rara vez el “decoro” se refiere a limitaciones legalistas sino, con más frecuencia, a cuestiones más simples de lo que se considera “adecuado”.
La conducta “adecuada” no es siempre la conducta que se ajusta más a lo que ustedes llaman sus “mejores intereses”. Casi nunca es la conducta que produce el mayor júbilo.
Regresemos a la sexualidad. ¿Estás diciendo, entonces, que cualquier conducta es aceptable siempre y cuando haya un mutuo consentimiento entre los que participan y pueden verse afectados?
¿Acaso tal concepto no debería aplicarse a todo lo que concierne a la vida?
Pero algunas veces no sabemos quién resultará afectado, o cómo…
Debes ser sensible ante esa situación, ser intensamente consciente. Y cuando realmente no puedas saberlo, y no puedas imaginarlo, inclínate hacia el lado del amor.
La pregunta central en CUALQUIER decisión es: ¿Qué haría el amor en este caso?
El amor por ti mismo y el amor hacia todos los demás que participan o pueden verse afectados.
Si amas a otro, no harías nada que creas que podría perjudicar o que lastimaría a esa persona. Si hay alguna pregunta o duda, esperarás hasta que puedas obtener más claridad sobre la situación.
Pero eso significa que los demás lo mantendrán a uno como “rehén”. Pueden manipularnos. Todo lo que tienen que decir es que tal y tal cosa los “lastimaría”, y entonces, se restringen nuestras acciones.
Sólo por ti mismo. ¿No querrías restringir tus propias acciones de modo que no perjudicaras a los seres que amas?
¿Y si yo me siento perjudicado por no hacer algo?
Entonces debes decirle a tu ser amado tu verdad, que te sientes lastimado, frustrado, reducido, por no hacer cierta acción que para ti significa mucho; que te gustaría que tu ser amado estuviera de acuerdo contigo.
Debes esforzarte por buscar tal acuerdo. Trabaja para alcanzar un compromiso; busca un curso de acción en el cual todos puedan ganar.
¿Y sí no se puede encontrar un curso así?
Entonces, repetiré lo que he dicho antes:
La traición a ti mismo
a fin de no traicionar a otro
es,
de todas formas,
traición.
Y es la traición
más alta.
Shakespeare lo expuso en otra forma:
Para que vuestro propio Ser sea verdad,
y deba seguir, como la noche al día,
vos no podríais, entonces, ser falso
con ningún hombre.
Pero el hombre que siempre “se deja llevar” por lo que quiere se convierte en un hombre muy egoísta. No puedo creer que tú aconsejes eso.
Tú supones que el hombre siempre hará lo que llamas la “elección egoísta”. Yo te digo: el hombre es capaz de hacer la elección más elevada.
Sin embargo, también te digo lo siguiente:
La elección más Elevada no es siempre la elección que parece ser más conveniente para el otro.
En otras palabras, algunas veces debemos situarnos a nosotros mismos en primer lugar.
¡Oh, siempre se deben situar en primer lugar! Después, dependiendo de lo que tratan de hacer, o lo que busquen experimentar, realizarán su elección.
Cuando un propósito – el propósito de la vida – sea muy elevado, también lo serán las elecciones.
El hecho de colocarse en primer lugar no significa lo que tú calificas de “egoísta”, significa tener consciencia de uno mismo.
Has trazado una base muy amplia para la conducta en los asuntos humanos.
Sólo mediante el ejercicio de la mayor libertad se alcanza, o es posible, incluso, la mayor madurez.
Si todo lo que haces es seguir las reglas de alguien más, entonces no has madurado, has obedecido.
Al contrario de lo que puedas interpretar, la obediencia no es lo que quiero de ti. Lo que Yo deseo es madurez, y la obediencia no es madurez.
Y si no “maduramos” nos lanzas al infierno, ¿correcto?
Equivocado. Pero ya he analizado eso en el libro anterior, y lo haremos con más detalle en el Libro 3.
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