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EL SENDERO DEL SERVICIO

EL SENDERO DEL SERVICIO

(The Way of Service) George S. Arundale

Si quieres que tu servicio sea útil a los demás, sin perjuicio para tí mismo, procura que te guíen en tu camino estos tres preceptos:

 

1.— Que tu mayor alegría sea hollar el sendero del servicio.

2.— Que te reconozcas como agente de una fuerza más poderosa que la tuya, que al penetrar en tí te infunde el poder de servir.

3.— Que veas en los demás la misma Naturaleza Divina que en tí mismo.

Ten presente que todo lo que puedas decir o pensar de otro es probable que haya sido dicho o pensado de tí.

 

Cuando se te haya ofendido de cualquier manera, recuerda que el que ofende siempre sufre más que la persona ofendida.

 

Procura que la fuerza de tu afecto hacia otro no perturbe tu equilibrio o el suyo. Tu servicio debe fortificarle y no debilitarle.

 

No sientas envidia por la capacidad de auxiliar que otro tenga. Más bien debes alegrarte de que tal poder exista para ayuda de aquellos a quienes el tuyo no alcanza.

 

Acuérdate de que nadie puede servir realmente si no ha llegado a adquirir el dominio de sí mismo.

 

Al dar, no sólo no debes exigir que tu protegido guarde para sí el don que le has hecho, sino que debes regocijarte si esa dádiva contribuye a que otro sea feliz.

 

Cuando vayas en ayuda de alguien, procura identificarte con el ideal de quien ha recibido el poder de servir. De este modo realizarás tu ideal y, al mismo tiempo, tu ayuda será más efectiva.

 

No busques el fruto de tu servicio y no te entristezcas si aquél a quien has ayudado no pronuncia ni una palabra de agradecimiento. Sirves al alma y no al cuerpo; y aunque los labios permanezcan mudos, siempre te será dado percibir la gratitud del alma.

 

Uno de los actos de servicio más escasos, consiste en abstenerse de juzgar a una persona antes de haberla oído.

 

Nunca reclames el afecto de los que amas. Si tu amor hacia ellos es sincero, tarde o temprano penetrará en sus corazones, y la respuesta no se hará esperar. Y si fuera pasajero, es preferible que les evites el dolor de que un día lleguen a saber que tu amor se ha desvanecido.

 

La mejor manera de servir consiste en aligerar el fardo, no en suprimirlo.

 

Ayudarás mejor a los demás, si te compenetras con su propio ideal. Es por lo que tienen de más noble en sí mismos que se les puede servir mejor. Hay tantas maneras de servir, como personas en el mundo a quienes ayudar.

 

Los que creen que no están en situación de prestar servicio, olvidan a menudo la existencia de los seres inferiores de la creación, como las plantas y los animales.

 

Muchos que no tienen tiempo de prestar un servicio, se las arreglan en una forma y otra para tener ocasión de recibirlo.

 

Nuestras enfermedades nos ayudan a comprender que los actos de servicio consisten tanto en la actitud del espíritu como en la actividad del cuerpo.

 

Mientras menos piense una persona en sí misma, más trabajará realmente en su propio desarrollo. Cada pequeño acto de servicio convierte a su autor en un creciente poder para servir.

 

Si una persona rechaza el modo como tratas de servirla, procura encontrar otra forma; ya que tu deseo es servirla, y no imponerle tu manera de hacer.

 

El mérito de la jornada se mide por el de la acción que se ha cumplido.

 

No temas ofrecer tu ayuda a quien la necesita, le conozcas o no. Su desamparo le hace hermano tuyo. Y tu timidez sería una forma de orgullo que le privaría de consuelo en su dolor.

 

Los mejores discípulos de los más grandes conductores son los mejores jefes para aquellos que saben menos que ellos: ya que sólo puede mandar sabiamente el que ha aprendido a obedecer.

 

El mejor modo de persuadir a una persona para que siga un buen consejo, consiste en practicar uno mismo aquello que se aconseja.

 

Si deseas que se crea en tus buenas intenciones, debes dar crédito a las de los demás.

Nadie puede sentirse insultado, a menos que se coloque a la altura del insulto. Pues la ofensa sólo afecta a la naturaleza inferior, y jamás puede alcanzar a la superior.

 

Si llegas a creerte mejor que los demás por el hecho de que estás aprendiendo a servir, y porque te parece que ellos no siguen el mismo camino… desde ese mismo instante dejas de servir.

El verdadero servicio consiste en hacer partícipes a los demás de nuestra vida interior, no en colocarnos frente a ellos, ya sea directa o indirectamente, como ejemplo que deban seguir.

 

Una persona puede pedirte que le ayudes de diversas maneras. Pero tu mejor ayuda será darle aquello que necesita y no lo que pueda desear. Y aunque la forma que tu servicio revista parezca disgustarlo, trata sin embargo, que sea aceptado con agrado.

 

Es preferible hacer primero y hablar después. Pero, en general, lo mejor es actuar y guardar silencio.

 

No te digas: “Hoy he ayudado bastante”. En cambio, piensa si no podías haber hecho más, y sobre lo poco que en realidad has hecho para disminuir la mucha miseria y sufrimiento que existen en el mundo.

 

El que está dispuesto a consagrarse al servicio, debe prepararse a abandonar todo lo que tiene, por la prioridad de servir.

 

La aptitud de alguien para el servicio, sólo puede ser juzgada por la manera cómo se conduce en la vida diaria de familia; y no por los libros que escriba, la reputación que goza, sus discursos o actos públicos. Las grandes acciones, fácilmente conocidas, no constituyen la grandeza del hombre, sino los pequeños actos cotidianos en que se olvida de sí mismo, y en los cuales nadie, por lo general, pone atención.

 

Dar a alguien la ayuda que en realidad corresponde a otro, no es verdadero servicio.

 

De los muchos que están listos para servir, la mayoría emplea diferentes medios, menos el conveniente. Descuidan a los que deberían ayudar, por aquellos a quienes desean servir.

 

No hay nadie en el mundo que no tenga necesidad de alguna cosa; ni tampoco persona alguna que no esté en condiciones de dar algo.

 

Cuando trates de ayudar a alguien, no te impacientes por sus debilidades. Estas son las que te permiten el privilegio de servirle; pues de lo contrario no tendría necesidad de tu ayuda.

 

Así como no hay dolor que no envuelva la promesa de un goce futuro, tampoco hay flaqueza que no deba transformarse algún día en una noble cualidad.

 

Cuando ayudes a otro, no olvides que la energía que él pone al servicio de un defecto puede convertirse, gracias a tu ayuda, en energía que habrá de utilizar para manifestar una virtud. No podrás cambiar la energía en sí; pero trata de cambiar su forma y dirección.

 

La débil ayuda que puedes prestar ya, con tus recursos actuales, tiene más valor que el eficaz auxilio que imaginas podrías prestar si esos recursos fueran mayores.

Nuestro deber es ayudar siempre a los demás, y rara vez juzgar sus actos.

 

Si deseas poner a prueba tu progreso espiritual, trata de ver si descuidas menos ocasiones de servir que antes.

 

Cuando criticas la forma de servir de otro, olvidas quizás que él ayuda a quienes tú no podrías auxiliar con tu manera de servir.

 

El mejor servicio que puedes hacerle a otro, es manifestar en tu propio carácter las cualidades que a él le falten.

 

La manera de poner a prueba el valor de tu servicio cotidiano, en relación con el de los demás, consiste en observar si, día a día, te sientes más tranquilo, más contento, más feliz y más tolerante.

 

El mundo reclama de cada cual, su mejor esfuerzo en bien del servicio; pero jamás se pretenda realizar también el deber que a otro corresponda. Cuando has hecho todo lo que puedes, has hecho todo lo que debes.

 

El hecho de que alguien rechace tu oferta de servirle, no debe ser excusa para que no le ofrezcas ulterior ayuda. Quien rehusa aceptar servicios descubrirá, a su tiempo, que es el que tiene más necesidad de ellos.

 

Procura no rechazar un servicio que te ofrezca espontáneamente un corazón amante; pues tanto se sirve al aceptar servicios como al darlos.

 

Cuando hayas servido tan eficazmente como te ha sido posible y de todo corazón, no te afanes por los resultados; pues la fuerza y pureza de tu servicio atraen sobre tí las bendiciones de aquél a quien sirves.

 

El verdadero perdón consiste en el esfuerzo que hace un corazón amante, a fin de ayudar a vencer la debilidad por la cual se nos ha pedido perdón.

 

Mientras más borroso sea tu ambiente, mayor es la necesidad de que lo embellezcas con actos de servicio.

 

Un servicio prestado con amor, aunque sin discernimiento no puede, en definitiva, hacer mal a la persona a quien se trata de servir. El poder del amor protegerá a esa persona del daño que podría causar la imprudencia del que sirve.

 

No temas proclamar el origen de tu propia inspiración para servir; pues dar a conocer la fuente de tu felicidad es una de las más bellas ofrendas que puedes brindar al mundo.

 

Una persona que no es verdaderamente feliz no puede servir realmente.

 

No creas que sólo sirven aquellos actos de servicio que pueden verse. Los más grandes servicios son los que nadie ve.

 

Todo servicio que con amor y desinterés hagas a otro, es un ángel guardián que creas y colocas a su lado para estimularlo y protegerlo. Mientras más amor pongas en tu servicio, con más vida dotarás al ángel guardián; el cual, por lo tanto, habrá de protegerlo y estimularlo durante un tiempo más prolongado.

 

Al dejar para mañana un acto de servicio, has perdido quizás una ocasión de ayudar. El servicio oportuno que hoy día no se cumple, tal vez mañana sea innecesario.

 

El juicio que hagan los demás sobre tus actos de servicio, tiene infinitamente menos importancia que el juicio de tu propio corazón.

 

Cuando sufras, procura recordar que estás adquiriendo un poder siempre creciente de simpatizar con los sufrimientos de los demás. Porque después que hayas sufrido cierto dolor, podrás comprender mejor, al menos en la medida que tú lo soportaste, el sufrimiento que a los otros ha producido un dolor semejante al tuyo.

 

Uno de los deberes que más se descuida, consiste en escuchar, con silencio y cortesía, a la persona que viene a vernos. Pues, por el sólo hecho de escuchar con interés lo que ella tiene que decirnos, ya le hemos prestado la mitad del servicio.

 

Muchas personas desean y se creen capaces de servir en un lugar determinado… pero no todos querrían servir en cualquier parte.

 

La belleza de tu día depende tanto de la irradiación de un acto de servicio, como del brillo del sol.

 

Hay dos aspectos de la unidad que los que quieren servir deben comprender: el aspecto dolor y el aspecto alegría. El uno enseña una lucha común de la que todos tienen que participar; en tanto que el otro proclama un fin común hacia el cual todos tienen que dirigirse.

 

Así como se encuentran hermosas flores en los más áridos lugares, también el más hermoso servicio es el que se presta en momento oportuno y donde hay mayor necesidad.

 

Igual como una lucecita ilumina la oscuridad del ambiente, un pequeño acto de servicio irradia su benéfica influencia en medio del egoísmo que nos rodea.

 

La recompensa más ideal que podemos alcanzar por nuestro servicio, es el acrecentamiento de nuestra potencia de amar, y por consiguiente, de servir.

 

El servicio en el mundo físico es la acción; la simpatía en el mundo emocional, y la comprensión en el mental.

 

Si donde actualmente estás eres incapaz de descubrir ocasiones de servir, más incapaz serías allí donde quisieras estar.

 

Los actos de servicio más verdaderos, son los que hacemos instintivamente.

 

La mejor llave para abrir cada día, desde el amanecer, la puerta de la felicidad, es cualquier acto de servicio hecho con fervor y amante corazón.

 

El servicio es la expresión de una cualidad en armonía con tu deber, de acuerdo al ambiente que te rodea. Por ejemplo, ante los más avanzados que tú en sabiduría, la mejor expresión de amor es la reverencia; ante los que saben menos, es la protección.

 

Muy egoísta e infortunado es aquel que, recibiendo numerosos servicios, no ofrece ninguno en retorno.

 

Lo mismo que la misericordia, el servicio es dos veces bendito: bendice el que da y el que recibe.

 

El conocimiento del Yo interno se adquiere por el servicio del yo externo.

 

Hay algunos que no prestan servicios a menos que encuentren muestras de aprobación en su ambiente. En cambio, a otros los impulsa a servir la necesidad de los que les rodean.

 

Adorar a Dios, consiste en ser útil a sus mundos.

 

Si eres capaz de reconocer tus faltas, los demás reconocerán con agrado tus virtudes.

 

Si comienzas a sentirte orgulloso de tu influencia sobre otros, observa qué parte se debe a tu posición y qué otra a tu carácter. Pues toda persona, por el hecho de encontrarse en situación destacada, ejerce una influencia especial sobre los demás.

 

Así como hay amigos de las horas felices, también hay servidores de los días hermosos.

 

Estudia tu corazón, a fin de discernir si hay parte de egoísmo en tu deseo de servir.

 

Los actos de servicio de la mayoría, tienen su origen en la costumbre; los nuestros deben tenerlo en el amor.

 

Uno de los signos más ciertos de un afecto leal y puro, consiste en poder pedir un favor a un amigo que comprenda el verdadero alcance de nuestra solicitud.

 

La gente que se imagina que debe ser mejor tratada por los demás, es por lo general, la misma que debiera tratar mejor a su prójimo.

 

Dios registra todos los actos de servicio; los hombres sólo anotan los que pueden comprender y aprobar.

 

No hables de otros como no quisieras que ellos lo hicieran de tí.

 

El único conocimiento que tiene valor, es el que nos acerca a nuestros hermanos en humanidad.

 

Tú no sabes más que los demás, a menos que los ames y, por consiguiente, que sirvas mejor que ellos.

 

A veces nos es difícil comprender que el hombre que carece de amigos tenga más necesidad de nuestro afecto que el que tiene muchos. Si no ha podido hacerse de amigos, es justamente un motivo más para que nosotros le consideremos como a tal.

 

Los que verdaderamente saben, no pueden enorgullecerse de su ciencia, pues saben también cuánto ignoran.

 

Siempre que estés entre extraños, procura más bien merecer su benevolencia, que no impresionarlos con tu importancia personal.

 

Antes de criticar las faltas ajenas, imagina haberlas cometido.

 

Jamás debes favorecer a alguien, a expensas del deber.

Vale más que procures adaptarte a tu trabajo, que lamentarte de que ese trabajo no te conviene.

 

La verdadera meditación da como resultado un creciente poder de servir, unido al hecho de que nos dejamos absorber menos por nuestro progreso personal.

 

Los que están descontentos por la manera como se les reconocen sus servicios, no han aprendido todavía el verdadero servicio.

 

En los períodos difíciles de la vida, una simpatía silenciosa tiene generalmente más valor que una actividad inconsciente.

 

Cuando por tu situación tengas autoridad sobre alguien, recuerda que si por ella puedes ganar alabanzas, sólo por tus cualidades podrás conquistas su amor.

 

La verdadera devoción es la que se consagra a servir, y no la que busca en qué apoyarse.

 

Cada momento del día es tiempo oportuno para servir. Y aunque no siempre hay oportunidad para hacer una buena acción, siempre se puede, por lo menos, adoptar una actitud benévola.

 

 


 

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