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El memorandum de Dios – Og Mandino

Og Mandino

Og Mandino

El memorandum de Dios

Del libro «El milagro más grande del mundo»

Og Mandino

 

Og Mandino
Og Mandino

Pide consejo.

Escucho tu lamento.

Éste atraviesa la oscuridad, se filtra entre las nubes, se mezcla con la luz de las estrellas, y encuentra su camino hacia mi corazón montado en un rayo del sol.

Me he angustiado al escuchar el lamento de una liebre atrapada en el cepo, por el gorrión que ha caído de su nido, por un niño que yace en una charca, o por el hijo que derrama su sangre en una cruz.

Sabe también que te escucho. Está en paz. Está tranquilo.

Tengo consuelo para tu pena, ya que conozco su causa… y su cura.

Lloras por todos tus sueños infantiles que se han desvanecido con los años.

Lloras por tu dignidad que ha sido corrompida por el fracaso.

Lloras porque tu potencialidad ha sido cambiada por seguridad.

Lloras por toda su individualidad que ha sido pisoteada por la gente.

Lloras por todo tu talento que ha sido desperdiciado por el mal uso.

Te consideras desgraciado y te volteas aterrado a causa de la imagen que ves en el estanque. ¿Quién es esta mofa humana que te observa con insensibles ojos de vergüenza?

¿Dónde está la gracia de tus modales, la belleza de tu figura, tu agilidad de movimientos, tu claridad de pensamiento, el esplendor de tu conversación?

¿Quién te robó tus bienes? ¿Conoces la identidad del ladrón como la conozco yo?

En una ocasión posaste la cabeza en una almohada de hierba en el campo de tu padre y observaste una catedral de nubes y supiste que, a su tiempo, todo el oro de Babilonia sería tuyo.

En una ocasión leíste muchos libros y escribiste muchas cuartillas, convencido, sin temor a equivocarte, que igualarías y superarías toda la sabiduría de Salomón.

Y las estaciones desembocarían en los años hasta la eternidad; serías el rey supremo en tu propio paraíso.

¿Recuerdas quién implantó en tu ser aquellos planes, sueños y semillas de esperanza?

No puedes recordarlo.

No recuerdas ese momento en el cual emergiste del vientre de tu madre y posé mi mano sobre tu suave frente.

¿Y el secreto que, murmure en tu pequeño oído cuando te concedí mis bendiciones?

¿Recuerdas nuestro secreto?

No puedes recordarlo.

El paso de los años ha destruido tus recuerdos, ya que ha llenado tu mente con el miedo, la duda, la ansiedad, el remordimiento, el odio, porque no hay lugar para los recuerdos agradables en donde habitan estas bestias.

No llores más. Estoy contigo… y este momento es la línea divisoria de tu vida.

Todo eso que ha tenido lugar antes no fue más que un lapso parecido al que pasaste durmiendo en el vientre de tu madre. Lo pasado está muerto. Permite que los muertos entierren a sus muertos.

En este día regresas de tu muerte viviente.

Este día, al igual que Elías con el hijo de la viuda, me extiendo sobre ti tres veces y te devuelvo la vida.

En este día, al igual que Eliseo, con el hijo de la sunamita, pongo mi boca sobre la tuya, mis ojos sobre los tuyos y mis manos sobre tus manos, y tu carne recobra el calor.

En este día, al igual que Jesús en la tumba de Lázaro te ordeno que salgas de tu sepultura para empezar una nueva vida.

Éste es tu aniversario. Ésta es tu nueva fecha de nacimiento. Tu primera vida, al igual que en una obra de teatro era sólo un ensayo. Esta vez el telón está subido.

Esta vez el mundo observa y espera para aplaudir. Esta vez no fallarás. Enciende tus velas. Comparte tu pastel. Sirve el vino. Has renacido,

Al igual que una mariposa al salir de su crisálida, volarás… vuela tan alto como desees, y ni las avispas ni las libélulas ni las cadenas de la humanidad obstaculizarán tu misión o búsqueda de las verdaderas riquezas dé la vida.

Siente mi mano sobre tu cabeza. Atiende a mi sabiduría. Déjame compartir contigo, otra vez, el secreto que escuchaste a la hora de tu nacimiento y que has olvidado.

Tú eres el milagro más grande. Eres el milagro más grande del mundo.

Ésas fueron las primeras palabras que escuchaste. Después lloraste. Todos lloran.

Entonces no me creíste… y nada que corrija tu incredulidad ha pasado en los años intermedios. ¿Cómo podrías ser un milagro cuando te consideras un fracaso hacia las tareas más sencillas? ¿Cómo puedes ser un milagro cuando tienes poca confianza para manejar la más trivial de las responsabilidades? ¿Cómo es posible que seas un milagro cuando llega a estremecerte la duda y permaneces alerta sobre cómo obtener el alimento de mañana?

Es suficiente. La leche que se derrama es amarga. Sin embargo ¿cuántos profetas, cuántos sabios, cuantos poetas, cuantos artistas, cuántos compositores, cuántos científicos, cuántos filósofos y mensajeros he enviado para que te hablaran de tu divinidad, de tu potencialidad para asemejarte a mí, y los secretos para lograrlo? ¿Cómo les trataste?

Sin embargo, te sigo amando y estoy contigo ahora a través de estas palabras, para cumplir con el profeta que anuncia que el Señor posará nuevamente su mano, por segunda ocasión, para recuperar los indicios de su pueblo.

He posado mi mano nuevamente.

Ésta es la segunda vez.

Eres mi indicio.

Es inútil preguntar ¿no sabías, no escuchaste, no se te dijo desde el principio?

¿No entendiste la creación de la Tierra?

No has sabido; no has escuchado; no has entendido. Se te ha dicho que eres una divinidad en desgracia, un dios que juega a hacer el tonto. Se te ha dicho que eres una pieza especial del trabajo, noble en razón, infinito en facultades, expreso y admirable en forma y movimiento igual que un ángel en acción, como un dios encarcelado. Se te ha dicho que eres la sal de la tierra.

Se te dio hasta el secreto para mover montañas, para realizar lo imposible. No le creíste a nadie. Quemaste tu mapa de la felicidad; abandonaste tu derecho a tener paz mental; apagaste las velas que habían sido colocadas a lo largo de tu ruta hacia la gloria, y después vacilaste, perdido y aterrado, en la oscuridad de la futilidad y la autocompasión, hasta que caíste en el infierno que era tu propia creación.

Entonces lloraste y golpeaste tu pecho y maldijiste la suerte que se había adueñado de ti. Rehusaste aceptar las consecuencias de tus propios pensamientos mezquinos e insignificantes acciones, y buscaste un chivo expiatorio a quien culpar de tu fracaso. ¡Con cuanta rapidez lo encontraste! ¡Me culpaste a mí!

¡Gritaste que tus defectos, tus mediocridades, tu falta de oportunidad, tus fallas…

eran la voluntad de Dios!

¡Estabas equivocado!

Hagamos un inventario. Primero hagamos la cuenta de tus defectos. ¿Cómo voy a pedirte que construyas una nueva vida si no cuentas con las herramientas?

¿Estás ciego? ¿Sale y se mete el sol sin que tú lo atestigües?

No. Puedes ver… y los cien millones de receptores que deposité en tus ojos te permiten gozar de la magia de una hoja, de un copo de nieve, de un estanque, una águila, un niño, una nube, una estrella, una rosa, el arco iris… y la mirada del amor. Anota un don.

¿Estás sordo? ¿Puede reír o llorar un bebé sin que te des cuenta?

No. Puedes oír… y los veinticuatro mil filamentos que puse en cada uno de tus oídos vibran con el viento de la arboleda, con las marcas que chocan contra las rocas, con la majestuosidad de una ópera, con el canto de un petirrojo, con el juego de los niños… y con la palabra te amo. Anota otro don.

¿Eres mudo? ¿Se mueven tus labios y sólo emiten saliva?

No. Puedes hablar… ninguna otra de mis criaturas puede hacerlo, y tus palabras pueden calmar al enojado, animar al abatido, estimular al cobarde, alegrar al triste, acompañar al solitario, premiar al valeroso, alentar al vencido, enseñar al ignorante… y decir te amo. Anota otro don.

¿Estás paralítico? ¿Ocasiona tu invalidez que te despojen de tu tierra?

No. Te puedes mover. No eres un árbol condenado a una pequeña porción de tierra, mientras el mundo y el viento abusan de ti. Puedes pasear, correr, bailar y trabajar, ya que dentro de tu ser he diseñado quinientos músculos, doscientos huesos y siete mil nervios que están sincronizados para obedecerte. Anota otro don.

¿Ni amas ni te aman? ¿Te oprime la soledad día y noche?

No. Jamás. Ahora conoces el secreto del amor, que consiste en que para recibir amor debe entregarse sin reciprocidad. Amar por satisfacción u orgullo, no es amar. El amor es un regalo por el cual no se exige nada a cambio. Ahora sabes que el amar sin egoísmo es su recompensa. Y aun cuando el amor no sea devuelto no está perdido, ya que el amor que no es recíproco regresará a ti y ablandará y purificará tu corazón. Anota otro don. Cuenta doble.

¿Es débil tu corazón? ¿Tiene que luchar y esforzarse para mantenerte con vida?

No. Tu corazón es fuerte. Pon tu mano sobre el pecho y siente su ritmo, bombeando hora tras hora, día y noche, treinta y seis millones de latidos al año, año tras año, despierto o dormido, impulsando la sangre a través de cien mil kilómetros de venas, arterias, y que llevan… más de dos millones de litros de sangre al año. El hombre jamás fue creado como una máquina. Anota otro don.

¿Estas enfermo de la piel? ¿Las personas se vuelven horrorizadas cuando te acercas?

No. Tu piel está limpia y es una maravillosa creación que sólo necesita que la cuides con jabón, aceite, cepillo y cariño. Con el tiempo todas las armaduras se oxidarán y aherrumbrarán, no así tu piel. Finalmente, hasta el más fuerte de los metales se deteriorará por el uso, más no la cubierta que he creado a tu alrededor. Se renueva constantemente; las células viejas son remplazadas por las nuevas, de igual forma que tu viejo ser es reemplazado por el nuevo. Anota otro don.

¿Se están desbaratando tus pulmones? ¿Lucha un aliento de vida por poder entrar en tu cuerpo?

No. Las puertas a la vida te sostienen hasta en el más vil de los ambientes que tú has creado, y trabajan siempre para filtrar el oxígeno que da la vida a través de seiscientos millones de alvéolos que se encargan de librar a tu cuerpo de los desperdicios gaseosos. Ahora, anota otro don.

¿Está envenenada tu sangre? ¿Está diluida por el agua y la supuración?

No. En tus cuatro litros de sangre existen veintidós millones de células sanguíneas y dentro de cada célula existen millones de moléculas, y dentro de cada molécula hay un átomo que oscila más de diez millones de veces por segundo. Cada segundo mueren dos millones de tus células sanguíneas para ser remplazadas por dos millones más en una resurrección que ha continuado desde el día de tu nacimiento. De la forma en que esto ha sucedido siempre en tu interior, sucede ahora en tu exterior. Anota otro don.

¿Eres retrasado mental? ¿No puedes pensar por ti mismo?

No. Tu cerebro es la estructura más compleja del universo. Lo se. Dentro de sus mil o más gramos hay trece mil millones de células nerviosas, más de tres veces más células que personas habitan tu planeta. Para ayudarte a archivar cada percepción, cada sonido, cada sabor, cada olor, cada acción realizada por ti desde el día en que naciste, he implantado en tus células más de mil trillones de moléculas proteicas. Todos los sucesos de tu vida se encuentran ahí esperando a que los recuerdes. Y, para ayudar a tu cerebro en el gobierno de tu cuerpo, he dispersado en tu organismo cuatro millones de estructuras sensibles al dolor, quinientos mil detectores táctiles y más de doscientos mil detectores de temperatura. Ninguna nación protege sus reservas de oro mejor de lo que tú estas protegido. Ninguna de sus antiguas maravillas está mejor protegida que tú. Tú eres mi creación más fina. Dentro de tu ser existe la suficiente fuerza atómica para destruir cualquiera de las grandes naciones de tu mundo… y para reconstruirla.

¿Eres pobre? ¿No posees oro ni plata?

No. ¡Eres rico! Hemos contado juntos tu riqueza. Analiza la lista. Vuelve a contar.

¡Tasa tus bienes!

¿Por qué te has traicionado? ¿Por qué gritaste que, todos los dones de la humanidad te habían sido negados? ¿Por qué te engañaste pensando que eras débil para cambiar tu vida? ¿Careces de talento, sentidos, capacidades, placeres, instintos, sensaciones y orgullo? ¿Por qué te arrastras en las sombras, Como un gigante derrotado, esperando sólo el trasporte hacia la vacía y húmeda bienvenida del infierno?

Tienes demasiadas cosas. Tus dones se derraman de tu copa… y tú has sido negligente con ellos, como un niño echado a perder por los lujos, porque los he implantado en ti con regularidad y generosidad.

Contéstame.

Contéstate a ti mismo.

¿Qué hombre rico, viejo o joven, retardado o inútil no cambiaría todas sus riquezas por los dones que tú has tratado tan a la ligera?

Conoce entonces el primer secreto de la felicidad y el éxito… que posees aún ahora, todos los dones necesarios para obtener la gran gloria. Esos son tus tesoros, tus herramientas con las cuales construir, empezando hoy, la base para una nueva y mejor vida.

Por lo tanto, haz como te digo; cuenta tus dones y está consciente de que eres mi creación más grande. Ésta es la primera ley que debes obedecer para realizar el milagro más grande del mundo, el regreso de tu humanidad de la muerte viviente. Y agradece las lecciones aprendidas de la pobreza. El pobre no es el que tiene poco, sino el que desea mucho… y la verdadera seguridad descansa no en las cosas que uno posee sino en las cosas que puede hacer sin ellas. ¿Dónde están los defectos que ocasionaron tu fracaso? Sólo existen en tu mente. Cuenta tus dones.

Y la segunda ley se parece a la primera. Ten conciencia de tu individualidad.

Te has condenado a una fosa común, y ahí permaneces, incapaz de perdonar tu propio error, destruyéndote con odio hacia tu ser, auto incriminación, repulsión hacia los crímenes que has cometido contra ti y contra otros. ¿No estas perplejo?

¿No te preguntas por qué soy capaz de perdonar tus faltas, tus trasgresiones, tu vergonzoso comportamiento… aun cuando, tú no puedes perdonarte?

Ahora me dirijo a ti por tres razones. Me necesitas. No eres una horda de destrucción dentro de una masa gris de mediocridad. Y… eres una gran rareza.

Analiza una pintura de Rembrandt, o un bronce de Degas o un violín de Stradivarius o una obra de Shakespeare. Son de mucho valor por dos razones: sus creadores eran maestros y son pocos en cantidad. Sin embargo, existe más de uno en cada especialidad.

Siguiendo este razonamiento, eres el tesoro más valioso en la superficie de la tierra, pues sabes quién te creó y no hay nadie como tú.

Nunca ha habido entre los setenta mil millones de seres humanos que han caminado sobre el planeta desde que éste fue creado, un ser que haya sido exactamente igual a ti.

Nunca, hasta el fin del mundo, habrá otro igual a ti.

No has mostrado conciencia o aprecio de tu individualidad. Más, eres una creación única en el mundo.

De tu padre emanaron en su momento de amor supremo, un sinnúmero de semillas de amor, más de cuatrocientos millones. Todas ellas, mientras nadaban dentro de tu madre, entregaron el alma a Dios y murieron. ¡Todas, excepto una! Tú.

Sólo tú perseveraste dentro del amoroso calor del cuerpo de tu madre, buscando tu otra mitad, una sola célula de tu madre, tan pequeña que se necesitarían más de dos millones de estas para llenar una bellota. Sin embargo, a pesar de las imposibilidades, y el vasto océano de oscuridad y desastre, perseveraste, encontraste la célula infinitesimal, te uniste a ella y empezó una nueva vida. Tu vida.

Llegaste, trayendo contigo, como lo hacen todos los niños, el mensaje que dice que no me he desilusionado del hombre. Dos células, ahora unidas en un milagro. Dos células, cada una con veintitrés cromosomas y en cada cromosoma cientos de genes que regirán cada característica tuya, desde el color de tus ojos hasta el encanto de tus modales y el tamaño de tu cerebro.

Con todas las combinaciones bajo mi gobierno, empezando por ese espermatozoide solitario de entre cuatrocientos millones, de tu padre, hasta los cientos de genes en cada uno de los cromosomas de tus padres podría haber creado trescientos billones de seres, siendo cada uno diferente. ¿Pero, a quién cree? ¡A ti! Único en su clase. Único entre los únicos. Un premio sin precio, poseedor de cualidades en mente, habla, movimiento, apariencia y acciones que nunca tuvo otro ser que haya vivido, viva o viviere.

¿Por qué te has valorado en centavos cuando tu valor es comparable a la riqueza de un rey?

¿Por qué escuchaste a quienes te menospreciaron?… y, peor aun ¿por qué les creíste?

Recuerda. No sigas escondiendo tu individualidad en la oscuridad. Sácala. Muéstrala al mundo. Esfuérzate por no caminar como tu hermano, ni a hablar como habla tu dirigente, ni a trabajar como trabaja el mediocre. Nunca hagas lo que otro. Nunca imites a nadie. Como ya sabes, no debes imitar al malo, pues el que lo imita, siempre lo supera, mientras que quien imita al bueno siempre se queda corto… No imites a nadie. Sé tú mismo. Muestra al mundo tu individualidad y él te bañará en oro. Ésta es, pues, la segunda ley.

Proclama tu individualidad.

Y ahora has recibido dos leyes. ¡Cuenta tus dones! ¡Proclama tu individualidad!

No tienes trabas. No eres mediocre. Haces una señal afirmativa. Fuerzas una sonrisa. Admites tu propia decepción. ¿Y tu próxima queja? ¿La oportunidad nunca te busca?

Acepta el consejo, y esto pasará, ya que ahora te doy la ley del éxito en todo. Hace muchos siglos se dio esta ley a tus antepasados desde la cima de una montaña. Algunos siguieron la ley y se salvaron; sus vidas estaban llenas con el fruto de la felicidad, el cumplimiento, el oro y la paz mental. La mayoría no escuchó, ya que buscaba medios mágicos, rutas tortuosas, o esperó a que el demonio llamado suerte le mandara las riquezas de la vida. Esperó en vano…igual que tú esperaste, y después lloró, del mismo modo que tú, culpándome por su falta de suerte.

Esta ley es sencilla. Joven o viejo, mendigo o rey, blanco o negro, hombre o mujer… todos pueden utilizar el secreto en provecho propio, ya que de todas las normas, pláticas y escritos sobre el éxito y cómo lograrlo, solamente un método nunca ha fallado… si alguien te pide que le acompañes a caminar un kilómetro… acompáñalo dos.

Entonces, ésta es la tercera ley… el secreto que producirá riquezas y te proyectará más allá de tus sueños. ¡Sigue adelante otro kilómetro!

El único medio cierto de triunfar es rendir más y mejor de lo que se espera de ti, sin importar de que se trate. Éste es un hábito seguido por todas las personas de éxito desde el principio de los tiempos. Por lo tanto, te digo que el camino más seguro para condenarte a la mediocridad es realizar sólo el trabajo por el que se te paga.

No pienses que te están engañando si rindes más de lo que se te paga, ya que hay un péndulo para toda la vida y lo que trabajes, si no te es recompensado ahora, lo será mañana multiplicado por diez. El mediocre nunca camina otro kilómetro, ya que piensa que no vale la pena seguir adelante. Pero tú no eres mediocre. Caminar otro kilómetro es un privilegio del que debes apropiarte por iniciativa propia. No puedes, no debes evitarlo. El descuido de sólo hacer lo que hacen los demás, y la responsabilidad de tu fracaso son únicamente tuyos.

Ya no puedes servir recibiendo sólo la compensación que en principio será entregada, sin sufrir la pérdida de la recompensa. La causa y el efecto, medios y fines, semilla y fruto, no pueden estar separados. El efecto es la causa, el fin preexiste en los medios y el fruto está siempre en la semilla. Camina otro kilómetro.

No te preocupes por ti mismo, ya que así servirías a un amo desagradecido. Sírvelo más.

Y en lugar de él, deja que sea yo el que está endeudado, y así sabrás que cada minuto, cada servicio extra, será remunerado. Mientras mayor sea el pago retenido, mejor será para ti… y el interés compuesto en el interés compuesto es el beneficio más grande de la ley.

No puedes exigir el éxito, sólo puedes merecerlo… y ahora conoces el gran secreto necesario para merecer su extraña recompensa. ¡Camina otro kilómetro!

¿En dónde se encuentra el campo desde el cual gritaste que no existía la oportunidad? ¡Observa! Mira a tu alrededor. Ve que, en donde sólo ayer te revolcabas en la autocompasión, ahora caminas erguido sobre una alfombra de oro. Nada ha cambiado… excepto tú, pero tú lo eres todo. Eres mi milagro más grande. Eres el milagro más grande del mundo. Y ahora las leyes de la felicidad y el éxito son tres.

¡Cuenta tus dones! ¡Proclama tu individualidad! ¡Camina otro kilómetro!

Sé paciente con tu progreso. Para contar tus dones con gratitud, para proclamar tu individualidad con orgullo, para caminar un kilómetro más y después otro, estos actos no pueden hacerse en un abrir y cerrar de ojos. Pues lo que obtienes con mayor dificultad, lo retienes durante más tiempo; como aquellos que ganan una fortuna son más cuidadosos con ella que aquellos que la heredan.

Y no temas entrar a tu nueva vida. Toda adquisición noble se obtiene con sus riesgos. Quien teme encontrar algo, no debe esperar obtener lo otro. Ahora sabes que eres un milagro. Y no existe el temor en un milagro. Sé orgulloso. No eres un capricho momentáneo de un creador descuidado que hace experimentos en el laboratorio de la vida. No eres un esclavo de fuerzas que no puedes comprender. Eres una manifestación libre de mí ser, de mi amor.

Fuiste creado con un propósito. Siente mi mano. Escucha mis palabras. Me necesitas… y yo te necesito. Tenemos un mundo que reconstruir… y si se necesita de un milagro ¿qué es eso para nosotros? Ambos somos milagros y ahora nos tenemos el uno al otro.

Jamás he perdido la fe en ti desde aquel día en que por primera vez te salvé de la ola gigantesca y te arrojé desamparado sobre la playa. De la forma en que mides el tiempo, esto tuvo lugar hace más de quinientos millones de años. Hubo muchos modelos, muchos cortes, muchas tallas antes de que alcanzara la perfección en ti, hace más de treinta mil años. No he hecho un esfuerzo posterior para mejorarte a últimas fechas. ¿Pues cómo voy a mejorar un milagro? Eras una maravilla que contemplar y me sentía satisfecho. Te di este mundo y el dominio sobre el. Después, para que fueras capaz de alcanzar el máximo de tu potencial, posé mi mano sobre ti, una vez más, y te doté de poderes desconocidos para todas las demás criaturas, del universo, aun hasta hoy.

Te di el poder de pensar.

Te di el poder de amar.

Te di el poder de determinar.

Te di el poder de reír.

Te di el poder de imaginar.

Te di el poder de crear.

Te di el poder de planear.

Te di el poder de hablar.

Te di el poder de rezar.

Mi orgullo es que no conocías ataduras. Eras mi creación última, mi mayor milagro. Un ser vivo completo. Uno que puede adaptarse a cualquier clima, a cualquier trabajo pesado, a cualquier desafío. Uno que puede crear su propio destino sin ninguna interferencia por mi parte. Uno que puede traducir cualquier sensación, o percepción, no por el instinto, sino mediante el pensamiento y el análisis en cualquier acción que sea mejor para él y para toda la humanidad.

Así pues, llegamos a la cuarta ley del éxito y la felicidad… ya que te di un poder más, un poder tan grande que ni los ángeles lo poseen. Te di… el poder de elección.

Con este regalo te situé por encima de mis ángeles… ya que los ángeles no son libres para escoger el pecado. Te di dominio total sobre tu propio destino. Te dije que determinaras por ti mismo tu propia naturaleza de acuerdo, con tu propia voluntad. No siendo ni divino ni terrestre por naturaleza fuiste libre de modelarte en la forma en que prefirieras. Poseías el poder de elección para degenerar en la forma más baja de vida, pero también tenías el poder, fuera del juicio de tu alma, de renacer en la forma más elevada, que es divina.

Nunca te he quitado tu gran poder, o sea, el de elección.

¿Qué has hecho con esta tremenda fuerza? Mírate. Piensa en las elecciones que has hecho en tu vida y recuerda, ahora, aquellos amargos momentos en los que caerías de rodillas si tan sólo tuvieras la oportunidad de elegir nuevamente. Lo pasado, pasado está… y ahora conoces la cuarta gran ley para la felicidad y el éxito… Usa sabiamente tu poder de elección.

Elige amar… en lugar de odiar.

Elige reír… en lugar de llorar.

Elige crear… en lugar de destruir.

Elige perseverar… en lugar de renunciar.

Elige alabar… en lugar de criticar.

Elige curar… en lugar de herir.

Elige dar… en lugar de robar.

Elige actuar… en lugar de aplazar.

Elige crecer… en lugar de consumirte.

Elige bendecir… en lugar de blasfemar.

Elige vivir… en lugar de morir.

Ahora sabes que tus desventuras no eran mi voluntad, ya que todos los poderes empleados sobre ti, y el monto de acciones y pensamientos que te situaron en el rechazo de la humanidad eran lo que tú hacías, no yo. Mis regalos de poder eran demasiado grandes para tu pequeña naturaleza. Ahora te has vuelto grande y sabio, y los frutos de la tierra serán para ti. Eres algo más que un ser humano, eres un ser humano digno. Eres capaz de realizar maravillas. Tu potencialidad es ilimitada. ¿Cuál otra de mis criaturas ha dominado al fuego? ¿Cuál otra de mis criaturas ha conquistado la gravedad; ha caminado por los cielos; ha dominado la enfermedad, la peste y la sequía?

¡Nunca menosprecies nuevamente a tu persona! ¡No te rebajes por las cosas insignificantes de la vida! ¡Nunca ocultes tus talentos, de ahora en adelante!

Recuerda al niño que dijo: «Cuando sea un niño grande». ¿Pero que es eso? Los niños grandes dicen: «Cuando crezca». Y los adultos dicen: «Cuando me case». Pero ¿después de todo, que es estar casado? El pensamiento entonces cambia a: «Cuando me jubile». Y entonces, llega la jubilación y observa el panorama de lo hecho; un viento helado pasa sobre eso y de alguna forma lo ha perdido y se ha ido.

Disfruta este día, hoy… y mañana disfruta mañana.

Has realizado el milagro más grande del mundo. Has regresado de la muerte viviente.

Nunca más sentirás autocompasión y cada nuevo día será un desafío y una alegría.

Has nacido nuevamente… pero igual que antes puedes elegir entre el fracaso y la desesperación o el éxito y la felicidad. La elección es tuya. La elección es exclusivamente tuya. Yo sólo puedo observarte, como antes… orgulloso… o apenado.

Recuerda entonces las cuatro leyes de la felicidad y el éxito.

Anota tus dones.

Proclama tu individualidad.

Camina otro kilómetro.

Usa sabiamente tu poder de elección.

Y algo más, para complementar las otras cuatro leyes.

Haz todo con amor… amor por ti, amor por otros y amor por mí.

Seca tus lágrimas. Sal, toma mi mano y mantente erguido. Permíteme quitarte las mortajas que te atan. Este día ha sido notificado.

Tú eres el milagro más grande del mundo.

 

Bibliografía

Resumen del libro del milagro más grande del mundo, de Og Mandino

 


 

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