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La doctrina del dato estable – por L. Ronald Hubbard

LA DOCTRINA DEL DATO ESTABLE

 

 

La confusión es la causa básica de la estupidez. Para la persona estúpida todo es confuso, excepto las cosas más sencillas. Por consiguiente, si conociéramos la anatomía de la confusión, seríamos más inteligentes, sin importar lo inteligentes que seamos ahora.

 

La confusión y el dato estable

Una confusión puede definirse como cualquier conjunto de factores o circunstancias que no parecen tener solución inmediata alguna. En términos más amplios, una confusión es movimiento fortuito (al azar).

Si estuvieras en medio de un tráfico intenso, es posible que te sintieras confuso por todo el movimiento que pasa zumbando a tu alrededor. Si estuvieras en medio de una fuerte tormenta con hojas y papeles volando a tu alrededor, es probable que te sintieras confuso.

¿Es posible comprender realmente una confusión? ¿Existe una “anatomía de la confusión”? Sí, existe.

Si fueras el encargado de una centralita telefónica y tuvieras diez llamadas llegando a su centralita a la vez, podrías sentirse confuso. Si como capataz de un taller tuvieras tres emergencias y un accidente al mismo tiempo, podrías sentirte confuso.

¿Hay alguna solución para estas situaciones?

Una confusión sólo es una confusión mientras todas las partículas están en movimiento. Una confusión sólo es una confusión mientras ninguno de sus factores se defina o se entienda con claridad.

La confusión es la causa básica de la estupidez. Para la persona estúpida todo es confuso, excepto las cosas más sencillas. Por consiguiente, si conociéramos la anatomía de la confusión, seríamos más inteligentes, sin importar lo inteligentes que seamos ahora.

Si alguna vez has tenido que enseñar algo a un joven ambicioso pero no muy inteligente, entenderá bien esto. Trata de explicarle cómo funciona algo. Se lo dices una y otra vez, y lo dejas actuar por su cuenta y pronto provoca un verdadero lío. “No entendió”, “no lo captó”. Tú puedes simplificar su propia comprensión de la incomprensión del joven diciendo con mucha razón que “él estaba confuso”.

Cuando la educación fracasa, en el 99 % de los casos se debe a que el estudiante estaba confuso.

No sólo en el ámbito del trabajo, sino en la vida misma, cuando el fracaso está a nuestras puertas, éste se origina, de una manera u otra, en la confusión. Para aprender cómo funciona una máquina o para vivir la vida, la persona debe ser capaz de hacer frente a la confusión o desbaratarla.

 

La Doctrina del Dato Estable.

Si vieras una gran cantidad de trocitos de papel volando en una habitación te parecerían confusos hasta que eligieras uno y considerara que todos los demás se estaban moviendo con respecto a ése. En otras palabras, un movimiento confuso puede entenderse al concebirse que un elemento carece de movimiento.

En un flujo de tráfico, todo sería confusión a menos que concibieras que un automóvil no se mueve en relación a los demás y de esa manera vieras a los demás en relación a él.

El encargado de la centralita que recibe diez llamadas a la vez resuelve la confusión señalando, correcta o incorrectamente, una llamada como la primera que va a recibir su atención. En cuanto decide qué llamada contestar primero, la confusión de las diez llamadas se reduce de inmediato. El capataz de un taller que se enfrenta a tres emergencias y un accidente, sólo necesita elegir lo primero que recibirá su atención para iniciar el ciclo de acción que vuelva el orden de nuevo.

La confusión continuará hasta que uno seleccione un dato, un factor, un aspecto particular en una confusión de partículas. Lo que se selecciona y se usa se convierte en el dato estable para todo lo demás.

Todo cuerpo de conocimiento, de manera más particular y exacta, se construye a partir de un dato. Ése es su dato estable. Si se lo invalida, todo ese conocimiento se desintegra. Un dato estable no tiene por que ser un dato correcto. Simplemente es el que evita que las cosas se vuelvan confusas y respecto al que se alinean los demás.

Ahora bien, si el jefe del taller, al enseñarle a un joven ambicioso cómo utilizar una máquina, no logra hacer que entienda las instrucciones, la razón es que no tenía un dato estable.

En primer lugar, el jefe debió hacer que entendiera un hecho; al captarlo, habría podido captar los demás. Por consiguiente, la persona es estúpida o está confusa en cualquier situación que provoque confusión hasta que comprende plenamente un hecho o un elemento.

Aunque las confusiones parezcan grandes y difíciles de superar, se componen de datos, factores o partículas. Tienen partes. Comprende una a fondo y localízala por completo. Después analiza cómo las demás actúan en relación a ella. Habrás traído estabilidad a la confusión y, al relacionar otros elementos con el que has comprendido, pronto podrás dominarla por completo.

Al enseñarle a un muchacho a trabajar con una máquina, no le lances un torrente de información para después señalar sus errores; eso es una confusión para él, y le lleva a responder de manera estúpida. Encuentra un punto de entrada a su confusión, un dato. Díle: “Esto es una máquina”.

Tal vez se lanzaron todas esas instrucciones a una persona que no tenía verdadera certeza, ni un verdadero orden de existencia. Díle: “Esto es una máquina”. Y luego, haz que esté seguro de eso. Haz que la sienta, que la toque, que mueva sus partes. Díle: “Esto es una máquina”. Y te sorprenderá el tiempo que se puede necesitar para hacer esto, pero también te sorprenderá al ver como aumenta su certeza.

De todas las complejidades que él debe aprender para hacerla funcionar, en primer lugar debe conocer un dato. Ni siquiera es importante cuál es el dato que él aprenda bien primero. Más allá de esto, es mejor enseñarle un dato fundamental que sea sencillo. Puedes enseñarle lo que la máquina hace, puedes explicarle el producto final, puede decirle por qué él fue seleccionado para trabajar con esta máquina. Pero debes hacer que un dato fundamental esté claro para él, de otra manera se perderá en una confusión.

La confusión es falta de certeza. La confusión es estupidez. La confusión es inseguridad. Cuando pienses en falta de certeza, en estupidez, en inseguridad, piensa en la confusión y la habrás entendido por completo.

Entonces, ¿qué es certeza? Certeza es ausencia de confusión. ¿Qué es inteligencia? Capacidad para manejar la confusión. ¿Qué es seguridad? Habilidad para pasar a través de la confusión, rodearla, o poner orden en ella. La certeza, la inteligencia y la seguridad son ausencia de confusión o habilidad para manejarla.

¿Cómo se relaciona la suerte con la confusión? La suerte es la esperanza de que una casualidad al azar nos saque de problemas. Depender de la suerte es abandonar el control. Es apatía.

 

Cómo manejar la confusión en el lugar de trabajo

Se nos puede hacer creer que hay algo confuso en relación a cómo guiamos nuestra carrera en el mundo laboral. La confusión existe, pero sólo para aquel que no está equipado con guías y mapas.

Cuando uno observa la gran cantidad de factores que pueden trastornar nuestra vida y minar nuestra seguridad, da la impresión de que la confusión parece estar bien fundamentada y podría decirse, en verdad, que todas las dificultades son fundamentalmente confusiones. Enfrentado a un número suficiente de amenazas, y a un número suficiente de elementos desconocidos, el hombre agacha la cabeza y trata de abrirse paso a ciegas. Ha sido vencido por las confusiones.

Un número suficiente de problemas sin resolver dan como resultado una enorme confusión. De vez en cuando, en el trabajo, suficiente cantidad de órdenes contradictorias llevan al empleado a un estado de confusión. Una fábrica moderna puede estar tan mal administrada que toda ella parezca una vasta confusión para la que no hay solución posible.

En una confusión, la suerte es la respuesta usual a la que recurrimos. Si las fuerzas que rodean a la persona parecen demasiado grandes, uno siempre puede confiar en su “suerte”. Suerte significa “un destino que no guiamos personalmente”. Cuando alguien suelta el volante de un automóvil y espera que por suerte este siga en la carretera, quedará desilusionado con frecuencia. Lo mismo pasa en la vida. Aquello que se deja a la casualidad es menos probable que llegue a feliz término.

Todos hemos visto a algún amigo cerrar los ojos ante los cobradores y apretar los dientes esperando ganar en las carreras y resolver sus problemas. Hemos conocido personas que han llevado así su vida durante muchos años. De hecho, uno de los grandes personajes del novelista inglés Charles Dickens tenía toda una filosofía de “esperar a que algo ocurriera”.

Aun cuando admitiéramos que la suerte es un elemento poderoso, sólo es necesaria en medio de una fuerte corriente de factores que causan confusión. Si alguien necesita suerte para salir adelante, es obvio que ya no controla el volante de su automóvil y también es obvio que se está enfrentando a una confusión.

Sería sensato, entonces, entender con exactitud qué es una confusión y cómo resolverla.

 

 

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LA DOCTRINA DEL DATO ESTABLE

 

por L. Ronald Hubbard

 

La confusión es la causa básica de la estupidez. Para la persona estúpida todo es confuso, excepto las cosas más sencillas. Por consiguiente, si conociéramos la anatomía de la confusión, seríamos más inteligentes, sin importar lo inteligentes que seamos ahora.

 

La confusión y el dato estable

Una confusión puede definirse como cualquier conjunto de factores o circunstancias que no parecen tener solución inmediata alguna. En términos más amplios, una confusión es movimiento fortuito (al azar).

Si estuvieras en medio de un tráfico intenso, es posible que te sintieras confuso por todo el movimiento que pasa zumbando a tu alrededor. Si estuvieras en medio de una fuerte tormenta con hojas y papeles volando a tu alrededor, es probable que te sintieras confuso.

¿Es posible comprender realmente una confusión? ¿Existe una “anatomía de la confusión”? Sí, existe.

Si fueras el encargado de una centralita telefónica y tuvieras diez llamadas llegando a su centralita a la vez, podrías sentirse confuso. Si como capataz de un taller tuvieras tres emergencias y un accidente al mismo tiempo, podrías sentirte confuso.

¿Hay alguna solución para estas situaciones?

Una confusión sólo es una confusión mientras todas las partículas están en movimiento. Una confusión sólo es una confusión mientras ninguno de sus factores se defina o se entienda con claridad.

La confusión es la causa básica de la estupidez. Para la persona estúpida todo es confuso, excepto las cosas más sencillas. Por consiguiente, si conociéramos la anatomía de la confusión, seríamos más inteligentes, sin importar lo inteligentes que seamos ahora.

Si alguna vez has tenido que enseñar algo a un joven ambicioso pero no muy inteligente, entenderá bien esto. Trata de explicarle cómo funciona algo. Se lo dices una y otra vez, y lo dejas actuar por su cuenta y pronto provoca un verdadero lío. “No entendió”, “no lo captó”. Tú puedes simplificar su propia comprensión de la incomprensión del joven diciendo con mucha razón que “él estaba confuso”.

Cuando la educación fracasa, en el 99 % de los casos se debe a que el estudiante estaba confuso.

No sólo en el ámbito del trabajo, sino en la vida misma, cuando el fracaso está a nuestras puertas, éste se origina, de una manera u otra, en la confusión. Para aprender cómo funciona una máquina o para vivir la vida, la persona debe ser capaz de hacer frente a la confusión o desbaratarla.

 

La Doctrina del Dato Estable.

Si vieras una gran cantidad de trocitos de papel volando en una habitación te parecerían confusos hasta que eligieras uno y considerara que todos los demás se estaban moviendo con respecto a ése. En otras palabras, un movimiento confuso puede entenderse al concebirse que un elemento carece de movimiento.

En un flujo de tráfico, todo sería confusión a menos que concibieras que un automóvil no se mueve en relación a los demás y de esa manera vieras a los demás en relación a él.

El encargado de la centralita que recibe diez llamadas a la vez resuelve la confusión señalando, correcta o incorrectamente, una llamada como la primera que va a recibir su atención. En cuanto decide qué llamada contestar primero, la confusión de las diez llamadas se reduce de inmediato. El capataz de un taller que se enfrenta a tres emergencias y un accidente, sólo necesita elegir lo primero que recibirá su atención para iniciar el ciclo de acción que vuelva el orden de nuevo.

La confusión continuará hasta que uno seleccione un dato, un factor, un aspecto particular en una confusión de partículas. Lo que se selecciona y se usa se convierte en el dato estable para todo lo demás.

Todo cuerpo de conocimiento, de manera más particular y exacta, se construye a partir de un dato. Ése es su dato estable. Si se lo invalida, todo ese conocimiento se desintegra. Un dato estable no tiene por que ser un dato correcto. Simplemente es el que evita que las cosas se vuelvan confusas y respecto al que se alinean los demás.

Ahora bien, si el jefe del taller, al enseñarle a un joven ambicioso cómo utilizar una máquina, no logra hacer que entienda las instrucciones, la razón es que no tenía un dato estable.

En primer lugar, el jefe debió hacer que entendiera un hecho; al captarlo, habría podido captar los demás. Por consiguiente, la persona es estúpida o está confusa en cualquier situación que provoque confusión hasta que comprende plenamente un hecho o un elemento.

Aunque las confusiones parezcan grandes y difíciles de superar, se componen de datos, factores o partículas. Tienen partes. Comprende una a fondo y localízala por completo. Después analiza cómo las demás actúan en relación a ella. Habrás traído estabilidad a la confusión y, al relacionar otros elementos con el que has comprendido, pronto podrás dominarla por completo.

Al enseñarle a un muchacho a trabajar con una máquina, no le lances un torrente de información para después señalar sus errores; eso es una confusión para él, y le lleva a responder de manera estúpida. Encuentra un punto de entrada a su confusión, un dato. Díle: “Esto es una máquina”.

Tal vez se lanzaron todas esas instrucciones a una persona que no tenía verdadera certeza, ni un verdadero orden de existencia. Díle: “Esto es una máquina”. Y luego, haz que esté seguro de eso. Haz que la sienta, que la toque, que mueva sus partes. Díle: “Esto es una máquina”. Y te sorprenderá el tiempo que se puede necesitar para hacer esto, pero también te sorprenderá al ver como aumenta su certeza.

De todas las complejidades que él debe aprender para hacerla funcionar, en primer lugar debe conocer un dato. Ni siquiera es importante cuál es el dato que él aprenda bien primero. Más allá de esto, es mejor enseñarle un dato fundamental que sea sencillo. Puedes enseñarle lo que la máquina hace, puedes explicarle el producto final, puede decirle por qué él fue seleccionado para trabajar con esta máquina. Pero debes hacer que un dato fundamental esté claro para él, de otra manera se perderá en una confusión.

La confusión es falta de certeza. La confusión es estupidez. La confusión es inseguridad. Cuando pienses en falta de certeza, en estupidez, en inseguridad, piensa en la confusión y la habrás entendido por completo.

Entonces, ¿qué es certeza? Certeza es ausencia de confusión. ¿Qué es inteligencia? Capacidad para manejar la confusión. ¿Qué es seguridad? Habilidad para pasar a través de la confusión, rodearla, o poner orden en ella. La certeza, la inteligencia y la seguridad son ausencia de confusión o habilidad para manejarla.

¿Cómo se relaciona la suerte con la confusión? La suerte es la esperanza de que una casualidad al azar nos saque de problemas. Depender de la suerte es abandonar el control. Es apatía.

 

Cómo manejar la confusión en el lugar de trabajo

Se nos puede hacer creer que hay algo confuso en relación a cómo guiamos nuestra carrera en el mundo laboral. La confusión existe, pero sólo para aquel que no está equipado con guías y mapas.

Cuando uno observa la gran cantidad de factores que pueden trastornar nuestra vida y minar nuestra seguridad, da la impresión de que la confusión parece estar bien fundamentada y podría decirse, en verdad, que todas las dificultades son fundamentalmente confusiones. Enfrentado a un número suficiente de amenazas, y a un número suficiente de elementos desconocidos, el hombre agacha la cabeza y trata de abrirse paso a ciegas. Ha sido vencido por las confusiones.

Un número suficiente de problemas sin resolver dan como resultado una enorme confusión. De vez en cuando, en el trabajo, suficiente cantidad de órdenes contradictorias llevan al empleado a un estado de confusión. Una fábrica moderna puede estar tan mal administrada que toda ella parezca una vasta confusión para la que no hay solución posible.

En una confusión, la suerte es la respuesta usual a la que recurrimos. Si las fuerzas que rodean a la persona parecen demasiado grandes, uno siempre puede confiar en su “suerte”. Suerte significa “un destino que no guiamos personalmente”. Cuando alguien suelta el volante de un automóvil y espera que por suerte este siga en la carretera, quedará desilusionado con frecuencia. Lo mismo pasa en la vida. Aquello que se deja a la casualidad es menos probable que llegue a feliz término.

Todos hemos visto a algún amigo cerrar los ojos ante los cobradores y apretar los dientes esperando ganar en las carreras y resolver sus problemas. Hemos conocido personas que han llevado así su vida durante muchos años. De hecho, uno de los grandes personajes del novelista inglés Charles Dickens tenía toda una filosofía de “esperar a que algo ocurriera”.

Aun cuando admitiéramos que la suerte es un elemento poderoso, sólo es necesaria en medio de una fuerte corriente de factores que causan confusión. Si alguien necesita suerte para salir adelante, es obvio que ya no controla el volante de su automóvil y también es obvio que se está enfrentando a una confusión.

Sería sensato, entonces, entender con exactitud qué es una confusión y cómo resolverla.


El control y la confusión

Existe el buen control y el mal control. La diferencia entre ellos es la certeza y la falta de ella. El buen control tiene certeza, es positivo y predecible. El mal control no tiene certeza, es variable e impredecible. Con buen control la persona puede tener certeza, con mal control nunca la tiene. Un capataz que impone una regla hoy pero mañana no, que obliga a Jorge a obedecer pero no obliga a Jaime, está ejerciendo mal control; como consecuencia de esto surgirán la incertidumbre y la inseguridad, sin importar cuales sean sus atributos personales.

Ya que puede existir tanto control carente de certeza y lleno de estupidez, algunas personas pueden llegar a creer que todo control es malo. Pero eso está muy lejos de ser verdad. El control es necesario si queremos poner orden en las confusiones. Para hacer cualquier cosa, lo que sea, debemos ser capaces de controlar, por lo menos en cierta medida, las cosas, nuestro cuerpo, nuestros pensamientos.

Una confusión podría denominarse como un movimiento al azar que está fuera de control. Sólo aquellos que puedan ejercer cierto control sobre ese movimiento al azar, podrán manejar confusiones. Los que no pueden ejercer control producen, en efecto, confusiones.

La diferencia entre el buen control y el mal control se vuelve entonces más obvia. La diferencia entre bueno y malo es una cuestión de grado. Un control completo y positivo es el que otros pueden predecir. Por consiguiente, es buen control. Un control negativo y descuidado no puede predecirse, por lo tanto es mal control. La intención también tiene algo que ver con el control. El control puede usarse para fines constructivos o destructivos; pero descubrirás que cuando la intención se dirige a fines destructivos se usa mal control.

Así pues, la confusión es un tema muy amplio. Quizás parezca un tanto extraño que la confusión en sí se utilice aquí como blanco. Pero encontrarás que es un común denominador excelente para todo lo que consideramos malo en la vida. Y si podemos dominar las confusiones, nuestra atención quedará libre para la actividad constructiva. Mientras nos confundan las confusiones, sólo podremos pensar en algo destructivo, ya que lo que más deseamos es destruir la confusión.

Así que aprendamos primero cómo destruir las confusiones. Lo que resulta, según veremos, bastante simple. Cuando todas las partículas parecen estar en movimiento, detengamos una y veamos cómo se mueven las demás con respecto a ella y así tendremos menos confusión presente. Al escoger una como dato estable se pueden alinear las demás. De esta manera, una emergencia, una máquina, un trabajo o la vida misma, pueden contemplarse y comprenderse, y uno puede ser libre.

Veamos cómo funciona esto. Hay una serie de factores que podrían influir para obtener, conservar y mejorar un trabajo. Podemos manejar todo el problema, como con frecuencia lo hace la gente, introduciendo en el problema el dato único: “Yo puedo conseguir y conservar un trabajo”. Al aferrarse a este dato como única creencia, las confusiones e inseguridades de la vida causan menos efecto en el individuo y confunden menos.

Pero supongamos que se hizo esto. Supongamos que cuando era joven, y sin investigar más el problema, cerró los ojos, apretó los dientes y dijo: “Yo puedo conseguir y conservar un trabajo, pase lo que pase. Por lo tanto, no voy a preocuparme más por el aspecto económico de la existencia”. Bien, eso estaba bien.

Más adelante, y sin previo aviso, lo despiden. Se queda sin trabajo durante diez semanas. Entonces, aunque haya conseguido un nuevo trabajo, se siente menos seguro, menos confiado. Digamos que después ocurre algún accidente y de nuevo se queda sin trabajo. Al estar otra vez sin trabajo, se siente una vez más, aun menos confiado, aun menos seguro. ¿Por qué?

Veamos el lado opuesto de esta Doctrina del Dato Estable. Al hacerlo, nos damos cuenta de que el dato estable hace que las confusiones se mantengan sin efecto, y cuando el dato estable se sacude, la confusión se presenta de nuevo.

Imaginemos que una confusión se detuvo. Aún está dispersa, pero se ha detenido. ¿Qué la detuvo? La adopción de un dato estable. Digamos que en casa alguien tiene serios disgustos con su suegra. Un día, después de una pelea, sale con paso airado, y en un momento de inspiración se dice a sí mismo: “Todas las suegras son malas”. Es una decisión. Correcto o incorrecto, es un dato estable adoptado en una confusión. De inmediato se siente mejor. Ahora puede hacerse cargo del problema o vivir con él. Sabe que todas las suegras son malas. No es verdad, pero es un dato estable. Cierto día, cuando él está en dificultades, su suegra sale en su ayuda, con lealtad inquebrantable, y paga no sólo la renta sino también las demás deudas. De inmediato se siente muy confuso. Este acto de amabilidad no debe ser algo que cause confusión, porque, después de todo, ¿no resolvió ella el problema? ¿Entonces por qué se siente molesto? Porque se le ha sacudido el dato estable. Toda la confusión del problema previo vuelve a entrar en acción al demostrarse la falsedad del dato estable.

Para confundir a cualquiera, todo lo que tienes que hacer es encontrar sus datos estables e invalidarlos. Sólo es necesario sacudir, por medio de críticas o pruebas, esos pocos datos estables para que de nuevo entren en acción todas las confusiones de la persona.

Como se ve, los datos estables no tienen por que ser verdaderos, simplemente se adoptan. Al adoptarlos, los demás datos se consideran en relación a estos. Por lo tanto, la adopción de cualquier dato estable tenderá a anular la confusión a la que se dirige. Pero si se sacude, se invalida o se desmiente dicho dato estable, la persona se queda de nuevo con la confusión. Por supuesto, lo único que se debe hacer es adoptar un nuevo dato estable o colocar otra vez el antiguo dato estable en su lugar, pero hay que saber Cienciología para conseguir hacer esto con facilidad.

Digamos que la persona no siente temor en relación a la economía nacional porque una figura política heroica está tratando de hacer todo lo que puede. Ese hombre es el dato estable para todas las confusiones que pueda tener respecto a la economía nacional, así que la persona “no está preocupada”. Pero un día las circunstancias o sus enemigos políticos lo sacuden a él como dato. “Prueban” que él fue realmente deshonesto. Así que uno vuelve a preocuparse por la economía nacional. Quizás adoptó cierta filosofía porque el orador parecía un tipo agradable. Luego alguien le demuestra cuidadosamente que el orador en verdad era un ladrón o algo peor. Uno adoptó esa filosofía porque necesitaba estar libre de sus pensamientos hasta cierto punto. Al invalidar al orador, de inmediato regresa la confusión que se tenía al principio.

Muy bien. Observamos la confusión en el mundo del trabajo cuando éramos jóvenes y la contuvimos al afirmar con firmeza: “Yo puedo conseguir y conservar un trabajo”; ese era el dato estable. Conseguimos un trabajo, pero nos despidieron. Así que la confusión del mundo del trabajo se volvió más confusa. Si sólo tenemos este dato estable: “Yo puedo conseguir y conservar un trabajo”, entonces, es seguro que vamos a pasar por algunos períodos de confusión en la vida laboral. Un dato estable mucho, mucho mejor, sería: “Comprendo la vida y los trabajos. Por lo tanto, puedo conseguirlos, conservarlos y mejorarlos”.

La confusión no necesita ser una parte inevitable y persistente de la vida laboral de una persona. Al emplear la Doctrina del Dato Estable, se puede introducir, de forma gradual, orden y comprensión en cualquier situación.

 

 

 

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