¿Se
siente en ciertas épocas más "bajo" de energía que habitualmente?
¿Conoce quizás a alguien quien tiene la sensación de que le está sustrayendo
energía cuando se encuentra a su lado? ¿Existen realmente personas con la
capacidad de absorber la energía vital de sus semejantes? En muchas ocasiones
no es necesario buscar enemigos en el exterior: los verdaderos problemas
comienzan siempre en su propio interior, con una actitud errónea ante el mundo.
El
término "vampiro" es lo suficientemente sugestivo como para poder
hablar de forma muy extensa de las connotaciones que tal expresión hace llegar
a nuestra mente. Sin embargo, no nos referimos ahora al conocido personaje, ya
arquetípico, sediento de la sangre y del alma de sus víctimas.
De
forma genérica, puede aplicarse este término a la persona con la supuesta
capacidad de sustraer la fuerza vital del campo energético de sus semejantes ¿Existen
entre nosotros seres que tengan esta capacidad? ¿Puede tal cosa llegar a ser
posible? Veamos lo que la moderna investigación sobre el estudio de supuestos
fenómenos extraños nos ha permitido averiguar sobre este tema.
Lo
primero que deberíamos saber es que nuestra actitud inconsciente ante un
determinado problema hará que éste se acreciente y amplifique, o bien que se
modere y disminuya. La tensión emotiva generada por el individuo que toma
decisiones erróneas para su estabilidad, genera una espiral depresiva que
provoca su propio malestar. El torbellino de ansiedad y desgaste psíquico
deriva en una aparente disminución de su energía interior. Esta máxima
elemental era conocida por muchas órdenes esotéricas, que aplicaron estas
nociones ¿De qué forma?
La
"Hermandad Negra"
Tomemos,
como ejemplo, el significado preciso de unas palabras de Bram Stoker, creador
del famoso "Drácula" y miembro de la orden ocultista Golden Dawn:
"Un vampiro jamás puede acceder a su hogar, a menos que usted le preste su
consentimiento y le invite previamente a entrar".
Esa
argumentación, traducida a un lenguaje cotidiano, propone que nada ni nadie
tiene el poder de hacernos ningún daño psíquico, a menos que nosotros se lo
permitamos. Tenemos el libre albedrío de escoger nuestras propias decisiones y
actitudes. De modo que podemos abrir la puerta de nuestra mente a los supuestos
problemas del exterior o cerrarla para que sea un reducto impenetrable a la
hostilidad. La realidad objetiva es que nosotros somos el resultado final de lo
que pensamos.
Si
alguna "amistad" malintencionada nos percibe como seres débiles y
vulnerables mentalmente, y entonces decide sugestionarnos con impresiones
negativas que minen nuestra seguridad, esa fuerza exterior sólo cobrará poder
en nuestras vidas si damos permiso para que su acceso de negatividad entre en
nuestra mente. A un comentario "aparentemente" inofensivo, porque se
expresa con un lenguaje suave y tenue, pero que intuimos cargado de intensiones
desmoralizadoras por parte del agresor psíquico, hay que responder siempre con
la indiferencia emocional. Pero la clave para lograr la verdadera
invulnerabilidad es sentir en nuestro interior esa apatía frente a la información
que nos llega del exterior.
¿En
qué ocasiones damos autorización a los vampiros para actuar? Veámoslo con un
ejemplo trivial. ¿Nunca nos ha dicho nadie, un día en el que nos encontrábamos
bien emotivamente: "Hoy tienes mala cara, tu aspecto no es el de siempre,
parece que tienes algún problema o que algo te preocupa, ¿te encuentras
bien?". Y nuestra respuesta ha sido la inseguridad respecto a nuestro
estado real, que en realidad era bueno, y hemos ido a toda prisa a mirarnos al
espejo. El supuesto vampiro psíquico puede apuntarse un rotundo éxito: ha
sembrado la desorientación y, en pocos segundos, hemos comenzado a sentirnos
mal.
El
hecho cierto, en este caso, es que alguien ha logrado que la sombra de la duda y
la desconfianza hacia nosotros mismos germine en nuestro fuero íntimo.
Apliquemos esta situación a temas mucho más trascendentales, que pueden estar
relacionados con el trabajo, la economía o el amor. La mínima fisura emocional
permitirá que el ataque del vampiro consiga su objetivo. Nosotros mismos
estaremos haciendo todo el trabajo de desgaste y autodestrucción personal, sin
que nadie haya tenido que recurrir a ningún complejo ritual de magia negra para
abatirnos y perjudicarnos. Nuestra actitud frente a las cosas, nuestros miedos e
inseguridades interiores, han sido nuestro pero enemigo.
Los
magos de la Golden Dawn, como Bram Stoker, sabían todo esto, y al recurrir
muchos de ellos sutilmente a técnicas psicológicas y mentales muy concretas,
generaban efectos mucho más demoledores psíquicamente sobre la víctima que
con los ritos de magia operativa dirigidas contra ese mismo sujeto. Ahora bien,
¿cómo funciona este proceso en nuestra vida cotidiana?
¿Tenemos
la costumbre de recrearnos en la observación morbosa de nuestra caja de Pandora
psíquica con demasiada frecuencia? Sabemos, por experiencia y vivencias
adquiridas, que una determinada actitud no nos beneficia; sin embargo, a pesar
de ello la potenciamos y amplificamos de forma derrotista, dando por sentado que
"las cosas no pueden ser de otra forma". Por tanto, en estas
circunstancias nuestra actitud personal continúa siendo errónea. Cuando nos
identificamos con el sufrimiento de una situación que nos resulta desagradable,
estamos generando una pérdida de energía que en ningún momento nos está
beneficiando. Eso puede provocarnos un desgaste brutal; luego, es evidente que
si queremos soluciones prácticas para sentirnos mejor, una reacción emotiva
inversa nos permitiría un movimiento que, en este caso, sería de activación y
carga.
Esta
es la clave. Todo depende del planteamiento psicosomático del proceso mental
con que nos programamos. A muchos nos ha sucedido en alguna ocasión que, en un
momento crucial de acumulación y saturación de problemas, hemos sufrido las
consecuencias de un "bloqueo emocional"; esa tensión puede haber sido
creada por causas de índole familiar, laboral o quizás de salud. Pero el
conflicto real no nace del problema en sí, sino de nuestra reacción ante el
mismo. En lugar de buscar respuestas constructivas a nuestros "porqués"
personales, nos hemos ido llenando de impresiones negativas que merman cada vez
más nuestro estado de anímico. Y lo que realmente hace esa pasividad es
alejarnos de una utilización adecuada de nuestra energía personal.
¿Cómo
podemos incrementar dicha energía? ¿Qué fuentes de alimentación tenemos
disponibles para ello? La respuesta es simple: mediante la absorción de
impresiones positivas. Este sería el mecanismo principal con que funcionaría
la llamada magia blanca. El practicante de las técnicas que mencionamos trabaja
su mente mediante el uso controlado de su voluntad y la imaginación, lo que le
hace invulnerable a lo que comúnmente se denomina magia negra, que no es más
que una mala programación de los procesos cotidianos. Basados en esta sencilla
máxima del vivir cotidiano, autores muy alejados del mundo de la magia han
vendido millones de libros sobre crecimiento y superación personal, recordando
a sus lectores que la prisión de nuestras emociones es la que nosotros mismos
construimos involuntariamente; es decir, los únicos vampiros que pueden
atacarnos son aquellos a quienes otorgamos ese poder.
El
vampiro interior
Cuando
la mente se modifica, el cuerpo cambia. Las emociones generan un tipo de
contenidos psíquicos que, a su vez, producen más emociones.
¿Qué
son los pensamientos? Impulsos neuronales que se llevan a cabo a través de los
neurotransmisores: unas sustancias químicas que transportan los impulsos
nerviosos y permiten la comunicación de los contenidos emocionales.
Los
cien mil millones de neuronas del cerebro, que aproximadamente tienen unos cien
billones de conexiones de circuitos o sinapsis, mediante las cuales las células
de este órgano transmiten toda esa información. Nuestros pensamientos son
capaces de generar y poner en actividad las sustancias químicas necesarias para
el buen funcionamiento del organismo. La mente moviliza átomos de hidrógeno,
carbono, oxígeno, y también envía impulsos específicos, que afectan a la
segregación hormonal y a todas las glándulas del sistema endocrino.
La
salud de una persona, en consecuencia, estará en parte determinada por su
actitud ante la enfermedad, ya que sus pensamientos, en uno u otro sentido,
provocarán cambios en su estado físico y mental; es decir, los conductos
neuronales envían o no la energía suficiente para el buen funcionamiento del
proceso. Cuando esta no llega, o hay una sobrecarga, aparece la enfermedad.
Los
terribles efectos que puede llegar a provocar esta situación no son
imaginarios, sino absolutamente reales. Los problemas mal canalizados generan
una especie de "vampiro cerebral" que devora al cuerpo. Este demonio
tiene nombre: la cortisona, que es la hormona generada en situaciones de estrés;
éste aumenta su concentración en sangre provocando así daños degenerativos
en el cerebro y destruyendo una importante cantidad de neuronas del hipotálamo.
El
subconsciente del afectado somatiza la agresión, lo que deriva en estados
alucinatorios, como respuesta a la inestabilidad neuronal; procesos que a su vez
se precipitan en una escalada de depresión y ansiedad. Como consecuencia, el
problema se duplica. Hasta ese momento, la falta de energía tenía un
fundamento puramente psicosomático, pero a partir del instante en que se
produce la degeneración celular surge un estado permanente de desequilibro
hormonal que abre la puerta a una pérdida permanente de energía. Lo peor es
que esta amenaza fisiológica aparece por una actitud equivocada del individuo:
posturas de derrota, insatisfacción o agresividad mal canalizada. Sin esta
actitud negativa, nuestro vampiro interior no tendría ningún poder.
El
poder del pensamiento
Según
el psicólogo Stanley Schachter, "muchas veces un estado emocional no es más
que el resultado de la interacción entre la actividad fisiológica y la
evaluación cognitiva de la situación". En realidad, ¿qué son las
emociones? Podríamos definirlas como fenómenos multidimensionales, ya que son
estados subjetivos. También podría decirse que constituyen respuestas biológicas
y fisiológicas que preparan el cuerpo para una función adaptativa. Si tenemos
una emoción, se producen cambios corporales.
Acudamos
a la actividad del sistema nervioso durante una experiencia que nos provoque
miedo. Automáticamente, se produce una serie de variaciones corporales
previsibles y recurrentes: el bombeo del corazón aumenta sus palpitaciones, las
manos experimentan una mayor sudoración, la presión sube de forma alarmante y
la respiración también se acelera. Es un círculo cerrado. A su vez, ese
aumento de la actividad cardiovascular también produce una emoción. Somos
conscientes de esa aceleración, amplificamos nuestro miedo, y aumenta la
segregación de neurotransmisores y de sustancias hormonales.
Eso
significa que las emociones no son más que patrones de respuesta. Pero con esa
respuesta podemos amplificar el problema si la emoción inicial es desagradable
o varía de forma desestabilizante nuestro patrón físico habitual.
Los
pensamientos crean sensaciones al cuerpo, que luego se prepara para luchar
contra ellas. El organismo físico no es capaz de distinguir entre un peligro
imaginario y uno real, así que los mecanismos de control físicos se pondrán
en marcha en ambas ocasiones, en función de las emociones iniciales que envíe
nuestro cerebro. Nuestra actitud frente a las cosas puede mejorar o empeorar
nuestras constantes fisiológicas. Incluso algunas curaciones físicas –
verificadas por la ciencia médica – de casos etiquetados como intratables,
han revelado que casi todos esos pacientes pusieron en marcha un proceso espontáneo
de sanación, cambiando radicalmente su estado habitual de conciencia. Este
cambio de actitud emotiva fue el puente mágico entre la enfermedad y la salud.
Cazavampiros
Cuando
vemos desde afuera a un agresor, podemos defendernos, pero cuando está dentro
nos provoca indefensión psicológica. Nuestro cuerpo es una especie de retrato
en tres dimensiones: un holograma gigante de aquello con lo que llenamos nuestro
inconsciente. La mente consciente nos puede mentir y darnos la información errónea
de que nuestro cuerpo esta sano; por el contrario, la mente subconsciente es
incapaz de mentir y refleja en el organismo el estado real de la situación.
Lo
que parece evidente es que cuando experimentamos la desagradable sensación de
que hemos sufrido un paro energético, deberíamos buscar la explicación lógica
de esas sensaciones que nos invaden y etiquetamos como de orden
"negativo", sin tener que recurrir a otras de carácter extranatural.
Pensemos
en una persona que tenga la sensación de "ahogo" y
"debilitamiento" en su propio hogar, lo que debería ser su lugar mágico
de recogimiento y descanso, pero no lo es. Esta persona presiente que algo esta
fallando. Alguien puede atribuir esto a fuerzas extrañas, a invisibles
"chupadores" de vida. En realidad deberíamos asociarlo con la idea de
que, en esa casa, están plasmados numerosos recuerdos de sucesos que llevan a
nuestra mente impresiones negativas.
¿Significa
esto que los vampiros psíquicos no son entes reales? Hemos visto hasta ahora la
parte más importante del problema, pero lo cierto es que los vampiros psíquicos
parecen existir. Como resultado de un comportamiento enfermizo, hay personas
melancólicas y depresivas, que se alimentan de la actitud vitalista de otros.
Son incapaces de generar la actitud positiva adecuada para sentirse bien por sí
mismos e, inconscientemente, para compensar esa deficiencia, buscan víctimas
que les alimenten. Existe un abundante grupo de individuos capaz de
"cargarse" o abastecerse de forma habitual "robando" la
energía anímica de otras personas.
Psicológicamente,
se alimentan de nuestro estado de ánimo. A este siniestro grupo pertenecen
todas aquellos individuos con bajones energéticos provocados por estados anímicos
depresivos o alterados. Frente a tales sujetos, una programación psíquica
adecuada resulta imprescindible.
En
muchas ocasiones, después de una conversación o charla con el supuesto
vampiro, uno se queda con la impresión subjetiva de que le han
"vaciado" parte de su campo energético, mientras la persona que
estaba inicialmente desanimada ha cambiado su actitud y parece alejarse de
nosotros con un aspecto más bien radiante y dicharachero. Este mismo efecto
puede manifestarse en el transcurso del vivir cotidiano, en prácticamente
cualquier área de nuestra vida en la cual tengamos que sufrir los lloros y
lamentos, incluso las iras de vecinos insufribles, amigos insoportables,
familiares "palizas" y amistades irritantes.
Para
poder sobrevivir a todos ellos y conservar nuestro campo básico de
funcionamiento con una mínima estabilidad psíquica y emocional, es necesario
crearnos una "segunda piel": un verdadero escudo protector generado
por una correcta visualización y programación de emociones útiles y
positivas. Si somos capaces de conseguirlo, notaremos los resultados en nosotros
mismos y en todas los dominios de nuestra vida.
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