Sogyal Rimpoché – Lama tibetano
Las sabias
palabras de un maestro...
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"Casi
todos los grandes maestros de todas las tradiciones están de acuerdo en
que lo esencial es dominar un camino, una senda hacia la verdad,
siguiendo una tradición con toda la mente y todo el corazón hasta el
final del viaje espiritual, y mostrándose al mismo tiempo abierto y
respetuoso con todas las demás.
"La verdad espiritual no es algo complejo ni esotérico, sino que, de
hecho, es simple sentido común. Cuando se comprende la naturaleza de la
mente, se desprenden las capas de confusión. En realidad, no se
"convierte" uno en un buda, sino que, sencillamente, va cesando poco a
poco de estar engañado. Y ser un buda no es ser una especie de
superhombre espiritual omnipotente, sino llegar a ser por fin un
verdadero ser humano."
«La felicidad o el sufrimiento, el cielo o el infierno,
dependen de la mente y de los cinco sentidos, es decir, de como la mente
percibe las cosas del exterior».
«Las enseñanzas de Buda son amplias, pero se resumen en paz, compasión y
sabiduría».
«Todos estamos interconectados, lo que pasa en Irak nos
afecta a todos, por tanto, si tenemos una visión interdependiente de la
vida, eso nos inspira la no-violencia. Siempre damos la culpa a los
otros de lo que nos pasa, pero cuando comprendemos que las cosas son
interdependientes, la rabia y el odio se disuelven y nos damos cuenta
que no nos podemos enfadar con nadie. Aprendemos que nosotros somos
responsables de nuestra vida y también de lo que sucede en el mundo».
Se trata de transformar nuestra visión de las cosas, de
lo negativo a lo positivo, y paso a paso la mente aprende a estar en un
estado de paz, y al final se torna creadora de esta paz porque nada
proveniente del exterior no la altera. La mente es como el agua, si no
la movemos se aclara».«fuera no encontraremos la paz ni la felicidad».
En tibetano meditar significa ‘acostumbrar la mente a...’
propiciar actitudes virtuosas, estabilizar la mente, conseguir un estado
de presencia y de conciencia en cada momento de nuestra vida.
«No podemos dar amor o perdón si no lo hemos
experimentado en nuestro interior., el mundo necesita boditsavas o
‘servidores activos de la paz’ (abogados, economistas, periodistas,
artistas, carpinteros boditsavas...). Cualquier persona ha de
comprometerse a mantener la paz, comenzando por cultivar su paz
interior. Se puede ayudar a vencer el miedo con vuestra presencia
cariñosa. El mundo se transforma cuando la gente cambia. Si se puede
practicar de esta manera la gente se vuelve útil para cambiar el mundo,
y si se puede encarnar la sabiduría y la compasión podría haber paz e
iluminación en el mundo. Lo principal es domesticar la mente.»
Al final ha dado un ejercicio para hacer cada día: Por la
mañana, comprobar y vigilar la motivación pura de lo que tenemos que
hacer durante el día. Por la noche, revisar todas nuestras acciones, y
si el ego ha intervenido, pediremos perdón y renovaremos la motivación
espiritual para el siguiente día. «Es una gran práctica que gradualmente
nos transformará en mejores personas y seremos más auténticos.»
Su Santidad el Dalai Lama: «Mientras exista el espacio, y
los seres sensibles lo sostengan, que pueda yo permanecer para eliminar
la miseria del mundo».
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La
impermanencia
Para empezar a privar a la muerte de su mayor ventaja sobre nosotros,
adoptemos una actitud del todo opuesta a la común; privemos a la muerte
de su extrañeza, frecuentémosla, acostumbrémonos a ella; no tengamos
nada más presente en nuestros pensamientos que la muerte. No sabemos
dónde nos espera la muerte: así pues, esperémosla en todas partes.
Practicar la muerte es practicar la libertad. El hombre que ha aprendido
a morir ha desaprendido a ser esclavo.
Montaigne
¿Por qué exactamente nos
asusta tanto la muerte que nos negamos en redondo a contemplarla? Dentro
de nosotros, en lo más hondo, sabemos que no podremos evitar eternamente
enfrentarnos a la muerte. Cuanto más tardamos en afrontar la muerte,
cuanto más la borramos de nuestros pensamientos, mayores son el miedo y
la inseguridad que se acumulan.
La muerte es un enorme misterio,
pero de ella se pueden decir dos cosas:
es absolutamente cierto que
moriremos, y es incierto cuando y cómo moriremos.
Entonces, si es incierto el momento en que llegará, ¿por qué postergar
el afrontarla directamente en forma reflexiva?
Quizá la razón más
profunda de que temamos a la muerte es que ignoramos quiénes somos.
Creemos en una identidad personal, única e independiente, pero, si nos
atrevemos a examinarla, comprobamos que esa identidad depende por
completo de una interminable colección de cosas que la sostienen:
nuestro nombre, nuestra "biografía", nuestra profesión, nuestra familia,
amigos, etc... Es de este frágil y efímero sostén de lo que depende
nuestra seguridad. Así que, cuando se nos quite todo eso, ¿tendremos
idea de quiénes somos en realidad?
Sin nuestras propiedades
conocidas, quedamos cara a cara con nosotros mismos: una persona a la
que no conocemos, un extraño inquietante con quien hemos vivido siempre
pero al que en el fondo nunca hemos querido tratar. ¿Acaso no es ese el
motivo de que tratemos de llenar cada instante de ruido y actividad, por
aburrida y trivial que sea, para evitar quedarnos a solas con ese
desconocido?
Este mundo puede parecer
maravillosamente convincente hasta que la muerte nos destruye la ilusión
y nos saca de nuestro escondite. ¿Qué será entonces de nosotros si no
tenemos la menor idea de una realidad más profunda?
Cuando muramos lo
dejaremos todo atrás, sobre todo este cuerpo al que tanto hemos
apreciado. Pero la mente no es más fiable que el cuerpo. Fíjense unos
minutos en su mente. Comprobarán que es como una pulga, que no cesa de
saltar de un lado a otro. Verán que los pensamientos surgen sin ningún
motivo, sin ninguna relación. Arrastrados por el caos de cada instante,
somos víctimas de la volubilidad de nuestra mente. Si éste es el único
estado consciente con el que estamos familiarizados, confiar en nuestra
mente en el momento de la muerte es una apuesta absurda.
Sin embargo, si nuestro
deseo más profundo es vivir y seguir viviendo, ¿por qué insistimos
ciegamente en que la muerte es el fin? ¿Por qué no intentamos al menos
explorar la posibilidad de que exista una vida más allá? ¿Por qué, si
somos tan pragmáticos como pretendemos, no empezamos a preguntarnos
seriamente dónde está nuestro futuro real? Después de todo, nadie vive
más de cien años. Y después de eso se extiende toda la eternidad, sin
ser tenida en cuenta...
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La
muerte en el mundo moderno
Una de las mayores
sorpresas con las que se encuentra un maestro budista al llegar a
Occidente es el contraste entre las actitudes hacia la muerte.
A pesar de los grandes éxitos tecnológicos, la sociedad occidental en la
que nos hemos criado, carece de una verdadera comprensión de la muerte.
Desde pequeños se nos
enseña a negar la muerte. Se nos enseña que no significa otra cosa que
una terrible pérdida. Esto nos lleva a vivir día tras día, o bien
negando la muerte o aterrorizados por ella. Muchos hasta llegan a pensar
que hablar sobre la muerte es algo morboso, e innecesario.
Otra actitud bastante
habitual es la de contemplarla con buen humor, de una manera ingenua e
irreflexiva, pensando que, por alguna causa desconocida, la muerte les
irá bien y que no hay de qué preocuparse. Total, morirse es algo que le
pasa a todo el mundo; no es nada grave, es un hecho natural. Esa es una
teoría muy bonita hasta que llega el momento de la muerte.
Estas dos actitudes hacia
la muerte, una que la considera algo de lo cual hay que escabullirse y
la otra que la considera como algo que se resolverá por sí solo, ambas
están lejos de comprender la verdadera importancia de la reflexión sobre
la muerte.
La muerte no es
deprimente ni emocionante, es sencillamente un hecho de la vida. Según
la sabiduría de Buda, podemos utilizar nuestra vida para prepararnos
para la muerte. No tenemos que esperar a que la dolorosa muerte de un
ser querido nos obligue a examinar nuestra vida. Tampoco estamos
condenados a ir a la muerte con las manos vacías, al encuentro de lo
desconocido. Podemos empezar aquí y ahora a encontrarle un sentido a
nuestra vida.
Nuestra exploración
empieza necesariamente con una reflexión directa sobre el significado de
la muerte y las múltiples facetas de la verdad de la impermanencia. La
contemplación profunda del mensaje secreto de la impermanencia nos lleva
directamente al corazón de las antiguas y profundas enseñanzas
tibetanas: la introducción a la "naturaleza esencial de la mente",
nuestra esencia íntima, esa verdad que todos buscamos. Comprenderla es
la clave para comprender la vida y la muerte; porque lo que ocurre en el
momento de morir es que la mente ordinaria y sus conceptos ilusorios
mueren, y en ese espacio que se abre se revela, ilimitada como el cielo,
la naturaleza de nuestra mente. Esta naturaleza esencial de la mente es
el telón de fondo de toda la vida y la muerte, como el cielo, que abarca
a todo el universo en su abrazo.
Las enseñanzas dejan
claro que, si todo lo que conocemos de la mente es ese aspecto de ella
que se disuelve al morir, quedaremos sin tener ninguna idea de lo que
sigue, ningún conocimiento de esa nueva dimensión de la realidad más
profunda de la naturaleza de la mente. Así pues, es esencial que nos
familiaricemos con la naturaleza de la mente cuando aún estamos vivos.
Sólo entonces estaremos preparados cuando se revele espontánea y
poderosamente en el instante de la muerte.
La descripción de la
naturaleza de la mente conduce naturalmente a una instrucción completa
sobre la meditación, ya que la meditación es el único medio por el que
podemos desvelar repetidamente y poco a poco comprender y estabilizar
esa naturaleza de la mente.
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"La felicidad es una
decisión"
"La felicidad es
una decisión"
Tengo unos 56 años... Nací en Khan, en el Tíbet oriental. Soy lama
tibetano y me dedico a la enseñanza del budismo en Occidente. Soy
demócrata, pero ningún sistema garantiza la felicidad. Tu mente crea el
mundo: ¡domestícala! El budismo ayuda a buscar la felicidad. Dios está
en ti, es la realidad de tu naturaleza última: intenta saborearla
-¿Por qué interesa tanto el budismo en Occidente?
-Porque los occidentales no son tontos, claro.
-¿Y qué vemos en el budismo?
-Ustedes han visto ya cuánto sufrimiento mental padecen, y están
descubriendo que el budismo puede ayudarles.
-¿Sufrimiento mental?
-Depresión, neurosis, infelicidad... ¿Por qué? ¿Por qué, si disponen de
tanta riqueza, avances, tecnología, confort...?
-Quizá porque todavía queremos más.
-Vivirás en el mejor sobreático del mejor edificio sobre Central Park...
y te tirarás por la ventana. ¿Por qué? Porque la felicidad sólo está en
la mente. Todo está en los pensamientos. ¡Es la mente la que crea el
mundo!
-¿Mi felicidad depende de mi mente?
-Sí: sufrimiento y felicidad son creaciones mentales. Por eso la
enseñanza principal del budismo es ésta: "¡Domestica tu mente!".
-¿Y en qué consiste eso?
-En conquistar la mente: el budismo enseña a entrenarla para aplacar
emociones negativas, angustia, descontento, infelicidad...
-¿Sufrimiento, en suma?
-Sí. Entrenando la mente, es posible llegar al extremo de que cualquier
suceso deje de parecerte adverso... para ser una bendición.
-¿Hasta ese punto? ¿Cómo conseguir eso?
-A mí me ayudó esta frase que leí hace 30 años: "El agua, si no la
remueves, se vuelve clara". Pues bien, la mente es como el agua.
-No hay que removerla.
-La enturbian los pensamientos. Una mente calma es un cielo azul: los
pensamientos son las nubes que lo tapan. ¡No te identifiques con esas
nubes, y busca ver el cielo!
-Difícil: la vida es complicada y hay que darle tantas vueltas al
coco...
-¿Sí? "Todos los problemas del ser humano derivan de su incapacidad de
sentarse solo en una habitación", escribió Pascal...
-Pero consuela tanto estar distraídos...
-Nos distraemos de nosotros mismos con pensamientos: son astucias del
ego que nos apartan de nuestra esencia, son falsas visiones a las que
nos aferramos, nos apegamos.
-¿Tanto nos autoengañamos?
-Escuche este cuento que narró Buda... Un mercader tenía una bella
esposa y un hijo pequeño. La esposa enfermó y falleció, y el mercader
cifró toda su felicidad en ese niño. Mientras estaba en un viaje, unos
bandidos asolaron la aldea y se llevaron al niño. A su regreso, el
mercader vio un cuerpo de niño calcinado y lo tomó por el de su hijo.
-Pobre hombre, cuánta desgracia...
-Practicó una ceremonia de cremación del hijo, y conservó las cenizas en
una bolsita de seda. Trabajaba, comía y dormía aferrado a la bolsa y a
su desesperación, llorando...
-Comprensible...
-Un día su hijo escapó de los bandidos y llamó a la puerta del padre.
Era medianoche y el padre sollozaba junto a las cenizas. "¡Soy yo,
papá!", gritó el hijo. El padre pensó que alguien le gastaba una broma
cruel, y no abrió. El hijo llamó cien veces, inútilmente, hasta que se
fue. ¡Nunca volvieron a verse!
-Ya veo: nos apegamos a nuestra verdad...
-... y no sabemos dar la bienvenida a la verdad en persona cuando llama
a la puerta.
-Pues ayúdeme a estar abierto y alegre.
-Cada vez que vea o hable con otra persona, piense que esa persona es
usted.
-Buen ejercicio... Y difícil.
-Entrene su mente en eso. Verá qué bien.
-¿Y si yo me odio? Odiaré a todos, pues.
-Haga este ejercicio: inspire, y a cada inspiración imagine que recoge
usted todo el dolor, desgracia, angustia y sufrimiento de los otros; y
espire, y a cada espiración difunda hacia los otros bondad, consuelo,
amor.
-¡Se supone que el que estaba mal era yo!
-Precisamente: tus males derivan de preocuparte tanto de ti mismo, del
yo, yo, yo...
-Pero si estoy sufriendo yo...
-Yo, yo...¡Ábrete al sufrimiento de los otros!: eso es la compasión. Y
empieza a meditar: quieto, concéntrate en tu respiración, obsérvala, eso
sosegará tu mente. La práctica de la meditación conduce a la paz
interna.
-La panacea, lo que todos buscamos...
-Lo que te digo no es cuestión de fe: te bastará con probarlo y
saborearlo por ti mismo.
-¿Qué tipo de paz interna es esa?
-La falacia del ego se disuelve, las emociones negativas pasan... Eso es
la sabiduría: como la compasión, está también dentro de ti.
-¿Basta con ponerse a meditar?
-Poquito a poco... Pero si lo intentas, te llenará de tanta alegría y
fuerza que querrás seguir. Hoy los estudios médicos ya han probado los
múltiples beneficios psicosomáticos de la meditación (sabiduría) y del
amor (compasión): el ritmo cardiaco se equilibra, el sistema
inmunológico se refuerza...
-Entonces el Dalai Lama estará perfecto...
-El Dalai Lama es un hombre bueno, y verle estimula a la humanidad a
intentarlo.
-La humanidad insiste en la barbarie, Occidente en especial: ¡no somos
tan inteligentes!
-Sí, sí lo sois, pero sucede que aún ponéis la inteligencia al servicio
de la ignorancia.
-¿Qué ignoro?
-Que puedes tomar la decisión de ser feliz.
-Pero hay dolor, sufrimientos, heridas...
-Sí, pero no seas ignorante: ¡no te dejes engañar por todo eso, no te
identifiques con eso! Ésa es una visión errónea, ignorante.
-No es nada fácil.
-Ya: si hace mucho que no te duchas, al hacerlo saldrá mucha mugre y te
asustarás. Si perseveras, el agua saldrá limpia. Persevera.
-Ustedes no le piden nada a Dios, veo...
-A la sabiduría y a la compasión que palpitan dentro de ti podrías
llamarlas Dios.
-¿La humanidad será divina un día?
-Un día, dentro de muchos eones... |
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