-¿Podría
hacerme un resumen de la Segunda Revelación?
-le pedí.
Tras una larga pausa,
Dobson sonrió y asintió:
-Supongo que ésa es
la razón por la que estamos aquí. La Segunda Revelación -explicó- coloca
nuestra conciencia actual en una perspectiva histórica más amplia.
Después de todo, cuando termine la década de los 90, concluirá no sólo
el siglo xx sino también un período de mil años de historia.
Completaremos todo el segundo milenio. Hasta que en Occidente
comprendamos dónde nos hallamos, y qué va a ocurrir después, debemos
entender lo que de veras sucedió durante ese lapso de mil años.
-¿Qué dice el
Manuscrito? -pregunté.
-Dice que al término
del segundo milenio, o sea ahora, estaremos en condiciones de ver ese
período entero de la historia como un todo, e identificaremos la
preocupación particular que se desarrolló durante la última mitad de
este milenio, lo que ha dado en llamarse la Era Moderna. Nuestra
conciencia actual de las coincidencias representa una suerte de
despertar de esa preocupación.
-¿Cuál es esa
preocupación? -inquirí.
Me dirigió una media
sonrisa maliciosa.
-¿Está dispuesto a
revivir el milenio?
-Por supuesto.
Cuénteme.
-No basta con que yo
le cuente. Recuerde lo que le dije antes: para comprender la historia,
debe captar cómo se desarrolló su visión cotidiana del mundo, cómo fue
creada por la realidad de los que vivieron antes que usted. Llevó mil
años desarrollar la forma moderna de ver las cosas, y para entender
realmente dónde está usted en este momento, debe remontarse hasta el año
1000 y después avanzar a lo largo de todo el milenio de un modo
vivencial, como si en realidad viviera a lo largo de todo ese período en
una sola vida.
-¿Y cómo hago?
-Yo lo guiaré.
Vacilé un instante;
miró por la ventanilla las formaciones de tierra que se divisaban a lo
lejos. El tiempo ya parecía distinto.
-Trataré -prometí al
fin.
-De acuerdo -me
respondió-. Imagínese que está vivo en el año mil, en la época que
denominamos la Edad Media. Lo primero que debe entender es que la
realidad de ese tiempo es definida por los poderosos miembros de la
iglesia cristiana. Dada su posición, estos hombres ejercen una gran
influencia en la mente de la plebe. Y el mundo que estos hombres
describen como real es, sobre todo, espiritual. Crean una realidad que
ubica su idea del plan de Dios para la humanidad en el centro mismo de
la vida. Visualice esto –continuó. Usted pertenece a la clase de su
padre, esencialmente campesino o aristócrata, y sabe que siempre estará
confinado a esa clase. Pero independientemente de la clase en que se
halle, o el trabajo particular que haga, pronto se da cuenta de que la
posición social es secundaria respecto de la realidad espiritual de la
vida tal como la definen esos miembros de la iglesia. Y entonces usted
descubre que la vida es como pasar una prueba espiritual. Los miembros
de la iglesia explican que Dios puso a la humanidad en el centro de su
universo, rodeada de todo el cosmos, con un único propósito: ganar o
perder la salvación. Y en este juicio, usted debe elegir correctamente
entre dos fuerzas opuestas: la fuerza de Dios y las vagas tentaciones
del diablo. Tenga presente, sin embargo, que usted no enfrenta esta
prueba solo -continuó-. En realidad, como simple individuo no está
calificado para determinar su status en este sentido. Eso es territorio
de los miembros de la iglesia; ellos están para interpretar las
Escrituras e indicarle a cada paso del camino si se encuentra en armonía
con Dios o si está siendo engañado por Satanás. Si usted sigue sus
instrucciones, tiene la garantía de una recompensa en el más allá. Pero
si no logra mantener el rumbo que ellos prescriben, entonces, bueno...
le llega la excomunión y cierta condenación.
Dobson me dirigió una
mirada intensa.
-El Manuscrito dice
que lo importante aquí es comprender que todos los aspectos del mundo
medieval están definidos en términos ultramundanos. Todos los fenómenos
de la vida, desde la tormenta eléctrica o el terremoto casuales hasta el
éxito de las cosechas o la muerte de un ser querido, se definen como la
voluntad de Dios o como malicia del diablo. No existe el concepto de
fuerzas climáticas o geológicas u horticultura o enfermedad. Todo eso
llegará después. Por el momento, usted cree por entero en los hombres de
la iglesia; el mundo que da por sentado opera exclusivamente por medios
espirituales.
Dejó de hablar y me
miró.
-¿Ya está allí?
-Sí, puedo ver esa
realidad.
-Bueno, piense ahora
que esa realidad comienza a quebrarse.
-¿A qué se refiere?
-La visión medieval
del mundo, su visión del mundo, empieza a romperse en los siglos xiv y
xv. Primero observa ciertas incongruencias por parte de los propios
hombres de la iglesia: violan en secreto sus votos de castidad, por
ejemplo, o aceptan indulgencias por hacer la vista gorda cuando los
funcionarios gubernamentales violan las leyes de las Escrituras. Estas
incongruencias lo alarman, porque esos hombres de la iglesia pretenden
ser la única conexión entre usted y Dios. Recuerde que son los únicos
intérpretes de las Escrituras, los árbitros exclusivos de su salvación.
De repente usted se halla en medio de una completa rebelión. Un grupo
liderado por Martín Lutero clama por una separación total del
cristianismo papal. Los miembros de la iglesia son corruptos, afirma ese
grupo, que exige el fin del dominio de dichos jerarcas sobre la mente de
los individuos. Se forman nuevas iglesias fundadas en la idea de que
cada persona debe tener derecho a acceder a las Escrituras en forma
personal y a interpretarlas como quiera, sin intermediarios. Y así
usted asiste, incrédulo, al éxito de la rebelión. Los hombres de la
iglesia empiezan a perder. Durante siglos ellos definieron la realidad,
y ahora, ante sus ojos, pierden credibilidad. Como consecuencia, todo
el mundo se ve cuestionado. Lo que se derrumba es el consenso claro en
cuanto a la naturaleza del universo y el propósito de la humanidad en la
Tierra, basado en la descripción del clero, con lo cual usted y todos
los demás seres humanos de la cultura occidental quedan en una posición
muy precaria. Después de todo, están acostumbrados a contar con una
autoridad en la vida para definir la realidad, y sin esa dirección
externa se sienten confundidos y perdidos. Si la descripción de la
realidad que dan los hombres de la iglesia y la justificación de la
existencia humana son erróneas, se pregunta usted, entonces, ¿cuáles son
las correctas?
Hizo una pausa.
-¿Se da cuenta del
impacto de este colapso en la gente de la época?
-Supongo que fue
bastante desestabilizador -comenté.
-Por no decir algo
peor -acotó-. Hubo una conmoción enorme. La vieja concepción del mundo
se vio cuestionada en todas partes. De hecho, alrededor de 1600, los
astrónomos habían probado fuera de toda duda que el sol y las estrellas
no giraban alrededor de la Tierra, como sostenía la iglesia.
Indiscutiblemente, la Tierra era sólo un pequeño planeta en la órbita
de un sol menor de una galaxia que contenía miles de millones de
estrellas semejantes.
Se inclinó hacia mí.
-Esto es importante.
La humanidad perdió su lugar en el centro del universo de Dios. ¿Se da
cuenta del efecto que tuvo? Ahora bien, cuando usted observa el clima, o
cómo crecen las plantas, o cómo muere alguien de repente, lo que siente
es un desconcierto cargado de angustia. Antes podía decir que el
responsable era Dios, o el diablo. Pero al quebrarse la visión medieval
del mundo, esa certeza también desaparece. Todas las cosas que daba por
sentadas necesitan ahora una nueva definición, en especial la naturaleza
de Dios y la relación de usted con Él. Con esa conciencia comienza la
Edad Moderna -prosiguió-. Hay un mayor espíritu democrático y una
desconfianza masiva respecto de la autoridad papal o real. Ya no se
aceptan automáticamente las definiciones del universo basadas en la
especulación o la fe bíblica. Pese a la pérdida de certeza, no queríamos
correr el riesgo de que un nuevo grupo controlara nuestra realidad como
lo habían hecho los hombres de la iglesia. Si hubiera estado allí, usted
habría participado en la creación de un nuevo mandato para la ciencia.
-¿Un qué?
Se rió.
-Habría mirado ese
vasto universo indefinido y habría pensado, como los pensadores de la
época, que hacía falta un método formador de consenso, una forma de
explorar sistemáticamente este mundo nuestro. Ya esta nueva forma de
descubrir la realidad lo habría llamado "método científico", que no es
ni más ni menos que poner a prueba una idea sobre la manera en que
funciona el universo, llegar posteriormente a alguna conclusión y luego
proponer esa conclusión a los demás para ver si están de acuerdo. Luego
continuó-, habría preparado a los exploradores para que salieran a este
nuevo universo, cada uno munido del método científico, y les habría
impartido su misión histórica: explorar este lugar y descubrir cómo
funciona y qué significa que estemos vivos aquí. Usted sabía que había
perdido su certeza en cuanto a un universo gobernado por Dios y, por lo
mismo, su certeza en cuanto a la naturaleza misma de Dios. Pero pensaba
que poseía un método, un proceso formador de consenso, a través del
cual podía descubrir la naturaleza de todo lo que lo rodeaba, incluido
Dios, e incluido el verdadero propósito de la existencia de la humanidad
en el planeta. De modo que envió a estos exploradores a buscar la
verdadera naturaleza de su situación y luego presentarse con una
respuesta.
Hizo una pausa y me
miró.
-El Manuscrito
–prosiguió- dice que en ese momento empezamos la etapa de preocupación
de la que estamos despertando ahora. Enviamos a esos exploradores para
que nos trajeran una explicación completa de nuestra existencia, pero,
dada la complejidad del universo, no pudieron regresar enseguida.
-¿Cuál era la
preocupación?
-Ubíquese otra vez en
la época. Cuando el método científico no pudo presentar una nueva
imagen de Dios y del propósito de la humanidad en el planeta, la falta
de certeza y de sentido afectó profundamente la cultura occidental. Nos
hacía falta alguna otra cosa hasta hallar una respuesta a nuestras
preguntas. Por último, llegamos a algo que parecía una solución lógica.
Nos miramos unos a otros y dijimos: "Bueno, ya que hasta ahora nuestros
exploradores no han vuelto con nuestra verdadera situación espiritual,
¿por qué, mientras esperamos, no nos instalamos en este nuevo mundo? Es
indudable que estamos aprendiendo lo suficiente como para manipularlo
en nuestro beneficio; así que, ¿por qué no trabajar entre tanto para
elevar nuestro nivel de vida, nuestra sensación de seguridad en el
mundo?"
Me miró y rió entre
dientes.
-Y eso fue lo que
hicimos. ¡Hace cuatro siglos! Nos quitamos de encima la sensación de
estar perdidos, tomamos las cosas en nuestras manos y nos concentramos
en conquistar la Tierra y usar sus recursos para mejorar nuestra
situación, y recién ahora, cuando nos acercamos al fin del milenio,
podemos ver qué pasó. Nuestro objetivo se convirtió poco a poco en una
preocupación. Nos perdimos por completo a nosotros mismos al crear una
seguridad secular, una seguridad económica, para reemplazar la
seguridad espiritual que habíamos perdido. Lentamente dejamos de lado, y
en definitiva suprimimos, el interrogante referido a por qué estamos
vivos, qué sucede aquí realmente desde el punto de vista espiritual.